Un día, el hijo de Malik estuvo invitado en casa de Enes. Después de la comida,
Enes, al ver que su servilleta estaba muy manchada, ordenó a su servidor que la
echase al fuego. Éste obedeció sin vacilar. Los invitados estaban estupefactos, pero su
asombro subió de grado cuando vieron que la servilleta salía del fuego
completamente limpia. Dijeron:
«¿Cómo es eso posible? ¿Cómo ha podido limpiarse esta servilleta sin
consumirse?».
Enes respondió:
«¡El profeta Mustafá se secó la boca y las manos con esta servilleta!».
Los invitados dijeron entonces al servidor:
«Tú, que sabías eso, ¿cómo has podido echarla al fuego?».
El servidor respondió:
«Los hombres de Dios merecen nuestra confianza. ¡Incluso si me hubiese
ordenado echarme yo mismo al fuego, lo habría hecho!».
¡Oh, hermano mío! ¡Si la fidelidad de un hombre es menor que la de una mujer,
entonces su corazón no merece ser llamado corazón, sino tripas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario