Cuando llega el invierno, el perro siente frío. Se dice entonces:
«Necesito absolutamente una perrera. ¡Cuando vuelva el verano, me haré una de
piedra, para pasar en ella el invierno!».
Pero, cuando llega el verano, nuestro perro recobra vigor y se pone de nuevo
grueso. Orgulloso de su nueva fuerza, dice:
«¡Ninguna vivienda es suficientemente grande para mí!».
Y, ahíto, va a tumbarse perezosamente a la sombra. Por mucho que su corazón le
diga: «¡Anda! ¡Construye tu perrera!», él se dice a sí mismo: «¿Qué perrera sería
digna de acogerme?».
Cada vez que caes enfermo, tus deseos y tus ambiciones pierden su fuerza y
construyes una casa de arrepentimiento.
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