Después de haber vertido mucha sangre, unos guerreros turcomanos saquearon un
pueblo. Capturaron a dos campesinos y decidieron matar a uno de ellos. Mientras lo
ataban, el campesino preguntó:
«¿Por qué matarme así, sin razón?».
Los guerreros respondieron:
«¡Para atemorizar a tu amigo y forzarlo a que nos revele dónde ha ocultado su
oro!».
El campesino exclamó:
«¡Pero él es más pobre que yo! ¡Mejor matadlo a él y, entonces yo, presa del
terror, os diré dónde he escondido mi oro!». ¡Es un favor de Dios que vivamos hoy y
no en aquella época!
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