jueves, 28 de marzo de 2019

LA GUERRA DE TROYA

El origen de la guerra y la travesía de los griegos
Zeus hace planes para una gran guerra
El suceso que culmina la historia mítica de Grecia fue la gran guerra en la que Agamenón, rey de Micenas, y Menelao, rey de Esparta, condujeron un importante ejército contra Troya, una ciudad rica y poderosa del rincón noroccidental de Asia Menor, y acabaron conquistándola después de sitiarla durante diez años. El enfrentamiento lo provocó el rapto de Helena, esposa de Menelao, que fue llevada a Asia por Paris, hijo de Príamo, rey de Troya. En sí mismo este episodio era parte de un plan divino que había sido ideado para librar a la tierra del exceso de seres humanos. Gea (Tierra) se había quejado a Zeus de que estaba sobrecargada por todos los mortales que pululaban por su superficie y que no sólo eran demasiado numerosos, sino además irreverentes; y después de mitigar hasta cierto punto el problema incitando las Guerras Tebanas, Zeus había planeado causar una matanza aún mayor mediante rayos y diluvios. Pero Momo, personificación del desprecio (cf. pp. 59-60), criticó sus planes y propuso una vía de acción más sutil, sugiriendo que se provocara por medios indirectos una guerra destructiva entre Europa y Asia. Como primeros dos pasos hacia este objetivo, propuso que la diosa Tetis debía casarse con un mortal, y que Zeus tendría que engendrar una hija de insuperable belleza. Así que Zeus engendró a Helena y Tetis se casó con Peleo en una magnífica boda a la que asistieron los dioses (cf. p. 95). Durante el banquete de bodas, Eris, personificación de la discordia (cf. p. 64), provocó un furioso enfrentamiento entre Hera, Atenea y Afrodita arrojando delante de ellas una manzana marcada con la inscripción «a la más bella»; así que Zeus ordenó al mensajero divino Hermes que acompañase a las tres diosas al monte Ida en la tierra de Troya para que fueran juzgadas por su belleza por Paris. Cuando Afrodita persuadió a Paris de que le otorgase a ella la victoria al prometerle que le ayudaría a que se casara con Helena, una hija de Zeus que era la mujer más hermosa del mundo, el planificado conflicto entre Grecia y Asia se hizo inevitable, pues el príncipe troyano tendría que arrebatársela a su marido legítimo en Grecia si quería hacerla su mujer. Esto sería una acción arriesgada porque su marido Menelao no sólo era un hombre de cierta importancia por ser rey de Esparta, sino que además era hermano de Agamenón, el gobernante más poderoso de Grecia. Por si no era poco, los muchos pretendientes de Helena se habían comprometido entre ellos mediante juramento a acudir en ayuda del marido que ella hubiera escogido en el caso de que fuese separada de él (cf. p. 570). Por eso no fue en absoluto difícil para Menelao reunir un enorme ejército de aliados que navegaron contra Troya para recuperar a su esposa, haciendo que el plan divino llegase así a su culminación. Éste es el relato más antiguo que ha sobrevivido del origen de la guerra tal y como se presenta en las Ciprias, el primer poema épico del ciclo troyano.[1] Se insinuaba además que Zeus concibió el rapto de Helena para asegurarse de que su hija sería famosa para siempre por haber sido la causa de la guerra más impresionante de la historia, si no la provocó simplemente para traer gloria eterna a los hombres de la época heroica.[2]
El nacimiento y los primeros años de Helena, y su matrimonio con Menelao
Helena de Esparta y Troya no era una mujer ordinaria, sino una hija de Zeus cuya belleza fue imbuida con algo más que un vestigio de divinidad. Su padre putativo fue Tindáreo, el último rey atlántida de Esparta, cuya esposa Leda dio a luz a varios hijos, unos suyos y otros de Zeus.[3] La rama de Tindáreo de la familia atlántida, que constituyó el linaje gobernante original en Esparta, será examinada en profundidad en un capítulo posterior (vid. pp. 677 y ss.); de momento será suficiente mencionar que Leda le dio tres hijas a su marido, incluyendo a Clitemnestra, que fue esposa de Agamenón, y también madre de Cástor y Polideuces, los Dioscuros, que engendraron o Zeus o Tindáreo (o uno cada uno) según diferentes versiones. Aunque los Dioscuros fueron grandes héroes, sin duda los más importantes del linaje espartano primitivo, no pudieron ni luchar en Troya ni acceder al trono espartano porque encontraron una muerte prematura poco antes de la guerra de Troya (vid. pp. 678 y ss. para las circunstancias). En consecuencia, Tindáreo adoptó a su yerno Menelao, marido de Helena, como sucesor. Se daba por sentado que Helena no era de hecho hija de Tindáreo, sino de Zeus, pero existía discrepancia sobre la identidad de su madre (aunque siempre se había aceptado que había sido criada por Leda en Esparta).
En la más antigua tradición registrada, Zeus engendró a Helena con la diosa menor Némesis (que personificaba el justo castigo, cf. p. 59), y Leda no fue más que su madre adoptiva. Las circunstancias de su concepción se describían en las Ciprias, que contaba cómo Némesis huía por tierra y por mar para escapar de los abrazos de Zeus, ahora convirtiéndose en un pez para surcar los mares a gran velocidad y rodear el océano, ahora tomando la forma de todo tipo de bestias espantosas mientras huía por tierra. Pero cuando al final se transformó en una oca, Zeus asumió la misma forma y se apareó con ella, haciendo que concibiera a Helena, que nació de un huevo.[4] Se decía que el apareamiento había ocurrido en Ramnunte, una ciudad costera en el extremo nororiental del Ática en la que había un santuario de Némesis.[5] En algunos relatos más tardíos, Zeus o ambos dioses se aparearon en forma de cisnes.[6] Se presume que las Ciprias habrían indicado que el huevo resultante fue transportado hasta Leda de alguna manera después de que Némesis lo pusiera; fuentes posteriores mantienen incluso que se lo llevó a Leda un pastor que lo descubrió en un bosquecillo en el Ática, o que Hermes lo dejó caer en su regazo (sin duda por orden de Zeus).[7]
La tradición opuesta, que hace a Helena verdadera hija de Leda, era tan antigua o más que la mencionada antes, pues en la Ilíada Helena declara que los Dioscuros y ella compartieron la misma madre (evidentemente Leda, que siempre es la madre de los Dioscuros y así se la llama en la Odisea).[8] La Helena de Eurípides, obra puesta por primera vez en escena en 412 a.C., y otras obras de arte del período final del siglo V aportan la evidencia más temprana del relato conocido sobre el origen de Helena, en el que Zeus la engendra con Leda apareándose con ella en la forma de un cisne. Leda mantuvo su forma humana común. Aunque la idea de la transformación del dios se inspiraba evidentemente en la leyenda de su apareamiento con Némesis, ambos con forma de aves, quedaba fuera de discusión que Leda, como mortal común, pudiera transformarse como se suponía que había hecho Némesis. Según Eurípides, Zeus tomó la forma de un cisne para poner en marcha un ardid de seducción: hizo que un águila lo persiguiera en vuelo mientras estaba en esa forma, y entonces buscó refugio en el regazo de Leda[9] (igual que en el mito en el que se decía que había seducido a Hera posándose en su regazo como un cuco mareado por una tormenta, cf. p. 194). Leda puso un huevo como resultado de este encuentro, lo mismo que se suponía que había hecho Némesis; el huevo podía verse en épocas posteriores en el templo de las Leucípides, en Esparta, donde colgaba del techo mediante unas cintas.[10] Había quienes declaraban que los Dioscuros habían nacido del mismo huevo o de uno parecido.[11]
La infancia de Helena fue interrumpida con brutalidad cuando Teseo y Pirítoo la raptaron mientras no estaba aún en edad de casarse, quizá cuando tan sólo tenía ocho o diez años. Pero Teseo no pudo ocultarla hasta que pudieran desposarse, como era su intención, porque los Dioscuros descubrieron su escondite y la recuperaron mientras él estaba ausente o en otra aventura (cf. p. 472). Mientras lo hacían, capturaron a Etra, la madre de Teseo, que se había ocupado de Helena en ausencia de su hijo, y desde entonces fue obligada a servir a Helena como asistente, primero en Esparta y después en Troya. Puesto que en la Ilíada se menciona a Etra con esta función, la historia del primer rapto de Helena debía de ser familiar en época de Homero, aunque el poeta no haga mención expresa de esto.[12]
Cuando Helena alcanzó la mayoría de edad, era cortejada con la formalidad requerida por muchos de los principales gobernantes y héroes de Grecia, incluido Menelao, hijo de Atreo, que no tenía su propio reino pero que disfrutaba desde hacía tiempo del favor de Tindáreo (cf. p. 654). Podía contar, además, con el apoyo de su hermano Agamenón, el rico y poderoso rey de Micenas. Hay que recordar que el mismo Agamenón y el gran héroe Aquiles, que de otra forma hubieran sido formidables contendientes, no estaban en posición de competir por la mano de Helena, pues el primero ya estaba casado con Clitemnestra, hermanastra de Helena, y el segundo era demasiado joven. Según la primitiva narración del Catálogo atribuido a Hesíodo, de lo que se conoce por fragmentos bastante extensos, los pretendientes mantuvieron un noviazgo a distancia (en todo caso al principio) enviando mensajeros a Esparta con todo tipo de obsequios valiosos. Los Dioscuros parecen haber desempeñado un papel central tanto en el reparto de los envíos, como en la determinación de la decisión final. Al final eligieron en favor de Menelao, aunque habían estado planeando adjudicar a Helena a otro pretendiente (cuyo nombre no se ha conservado) hasta que Agamenón intervino de parte de su hermano. Como Agamenón no sólo era lo suficientemente rico como para ofrecer regalos preciosos, sino también yerno de Tindáreo, es comprensible que su intervención hubiese resultado decisiva. El poeta afirma sin lugar a dudas que Menelao fue elegido porque hizo los más espléndidos regalos (con la ayuda evidente de su hermano). Se nos cuenta que Odiseo intuía que Menelao estaba destinado a ganar porque era el más rico en posesiones y siempre estaba enviando mensajes a los Dioscuros.[13] En la tradición posterior estándar, los pretendientes se reunían en Esparta y Tindáreo tomaba la decisión,[14] pero en otra versión, permitía a la misma Helena elegir de acuerdo con lo que desease de corazón.[15]
Según una tradición que ya conocían Estesícoro y el autor del Catálogo atribuido a Hesíodo, Tindáreo temía que los pretendientes rechazados pudieran causar problemas cuando revelase su elección, por lo que les exigió que prometiesen de antemano que acudirían en ayuda del pretendiente elegido si éste era amenazado con violencia o le robaban a su mujer. En una versión, la medida era sugerida por el astuto Odiseo, que estaba al tanto de las preocupaciones de Tindáreo y se ofreció para darle una solución si el rey le devolvía el favor, ayudándole a ganarse a Penélope como esposa. Tindáreo estaba en posición de poder ayudarle en esto, porque Penélope era hija de su hermano Icario (cf. p. 676).[16] Una tradición local mantenía que los juramentos se hicieron en un lugar conocido como la Tumba del caballo (Hippou Mneme), que está junto al río Eurotas, no lejos del norte de Esparta; se decía que Tindáreo sacrificó allí un caballo, pidió a los pretendientes que permanecieran en pie sobre los pedazos de su carne mientras hacían su juramento, y entonces enterró los despojos en el lugar.[17] Aquellos juramentos iban a ser de mayor significado que lo que Tindáreo nunca pudiera imaginar, pues obligarían a muchos de los más destacados héroes de Grecia a luchar por Menelao en Troya después de que Paris raptara a Helena.
La historia del juramento implicaría que muchos de los líderes griegos en Troya fuesen reconocidos como antiguos pretendientes de Helena. Apolodoro e Higino proporcionan catálogos de los pretendientes,[18] basados evidentemente, en su mayoría, en la lista que se muestra en el segundo canto de la Ilíada. Los siguientes pretendientes se mencionan en los fragmentos supervivientes del Catálogo atribuido a Hesíodo: Menelao, Áyax Telamón, los dos hijos de Anfiarao (es decir, Alcmeón y Anfíloco), Elefénor de Eubea, Idomeneo de Creta, Patroclo e Íficlo de Tesalia, Toante de Etolia y Odiseo. Todos ellos aparecen en una lista como líderes griegos en la Ilíada, excepto los hijos de Anfiarao (uno de los cuales, Alcmeón, murió antes del comienzo de la guerra). Puesto que Apolodoro excluye a Patroclo y a Idomeneo de su lista, es más dudoso que ésta esté basada en el Catálogo. El autor de aquel poema intentó relacionar lo mejor que pudo las maneras del cortejo de cada pretendiente con los caracteres y circunstancias que se les conocían. Áyax, por ejemplo, que tenía pocas posesiones, pero era osado con su lanza, prometió conseguir regalos apropiados para la novia y ganancias formidables robando ovejas y vacas de sus vecinos.[19] Odiseo, por su parte, tenía una idea tan acertada de sus posibilidades que se ahorró el gasto de enviar ningún regalo en absoluto.[20]
Tras su boda con Menelao, Helena vivió durante algunos años una vida lujosa y sin incidentes en la corte espartana, y dio a su marido una sola hija, Hermíone que sucedería a Tindáreo en el trono en algún momento. En la Odisea se dice de Hermíone que «tenía la belleza de la dorada Afrodita»; también que tendría unos nueve años cuando Paris llegó para perturbar la tranquilidad de la corte.[21]
Si bien Hermíone es la única hija de Helena y Menelao en la épica homérica, en ocasiones también se ha atribuido a la pareja un hijo: Nicóstrato (Ejército victorioso), cuyo nombre indicaría que nació tras la guerra de Troya. En otra versión Nicóstrato era hijo ilegítimo de Menelao y una esclava, como en el caso de Megapentes, hijo del rey que nadó poco después del rapto de Helena, de ahí su nombre (Gran pena).[22] Megapentes aparece mencionado junto a Hermíone en la Odisea, cuando Telémaco visita la corte espartana después de la guerra de Troya, se encuentra con que se están celebrando las bodas de ambos, pues Menelao envía a Hermíone a Neoptólemo (cf. p. 632) y trae una doncella espartana a su hogar como novia para Megapentes.[23] Desde que se aceptó de común acuerdo que Menelao legó su trono a su sobrino Orestes (cf. p. 662), parece haberse asumido que no tuvo descendencia masculina para que lo sucediera en el momento de su muerte, Sin embargo, un cuento rodio afirmaba que Megapentes y Nicóstrato aunaron fuerzas tras su muerte para enviar a Helena al exilio, obligándola a navegar hacia Rodas, donde esperaba refugiarse con Polixo, la reina de la isla, que era de origen argivo. Pero quiso la desgracia que Polixo la culpara de la muerte de su marido Tlepólemo en Troya (cf. p. 385), y se tomó la revancha incitando a sus doncellas a que se vistieran como Furias y colgaran a Helena de un árbol. Esta leyenda explicaba el origen del culto rodio de Helena Dendritis (la del árbol).[24]
El nacimiento y los primeros años de vida de Paris, y su juicio de las tres diosas
En aquel período Troya era gobernada por Príamo (Priamos), hijo de Laomedonte, quien era entonces bastante anciano y vivía en su espléndido palacio en Ilion (la ciudad de Troya) rodeado por su familia. La Ilíada le atribuye cincuenta hijos, diecinueve de los cuales los tuvo con su esposa Hécabe (o Hécuba en su forma latina), y también muchas hijas, incluyendo doce casadas que vivían con él en el palacio; sus hijos dormían con sus esposas en cincuenta cámaras adyacentes hechas de piedra pulida, mientras que las hijas mencionadas antes dormían con sus maridos en doce aposentos en el lado opuesto del patio.[25] Como esta colocación sugeriría, la familia real dominaba la vida de la ciudad y la lucha en tiempo de guerra de forma ajena a los griegos. La familia de Príamo será estudiada a fondo más adelante (cf. pp. 584 y ss.) junto con las principales familias nobles. De momento nos concentraremos en Paris, que estaba marcado por un destino especial que lo apartaría de sus muchos hermanos.
Justo antes del momento en que Paris debía nacer, su madre Hécabe fue perturbada por un siniestro sueño en el que se vio a sí misma dando a luz una antorcha llameante que incendiaba la ciudad (y quizá también los bosques del monte Ida); o en el relato más temprano que se ha conservado de Píndaro, ella imaginó que daba a luz una Erinia (Furia) con aliento de fuego y cien manos que arrasaba toda la ciudad hasta sus cimientos. Después de consultar con los adivinos, que a duras penas habrían encontrado difícil interpretar este sueño en concreto, Príamo ordenó que el hijo venidero fuese abandonado tras nacer, para asegurar que nunca pudiera traer ningún daño la ciudad. Pero aunque el recién nacido Paris fue abandonado como se pedía en el monte Ida, fue rescatado por un pastor (o pastores) y criado en las colinas aislado en el campo.[26] Según una tradición recogida en primer lugar por el poeta helenístico Licofrón, al crío abandonado le dio de mamar una osa durante unos días, hasta que fue recuperado por el pastor.[27]
Otra narración sobre los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Paris cuenta que Príamo consultó a un oráculo local acerca de su reino poco después de que Paris naciera, y se le ordenó que matara al niño y a la mujer que lo había dado a luz. Pero ocurrió que Cila, una hermana de Hécabe que estaba casada con un anciano troyano llamado Timetes, había dado a luz a un niño por aquel entonces como resultado de un enredo secreto con Príamo. Príamo mató a Cila y a su hijo Munipo en vez de matar a Hécabe y a Paris. En otra versión bastante distinta, Príamo recibe el correspondiente consejo de Ésaco (un hijo suyo con el don de la profecía, cf. p. 586), y Munipo era hijo legítimo de Timetes.[28]
El niño abandonado recibió el nombre de Paris y creció hasta convertirse en un joven robusto. A menudo los autores antiguos se refieren a él con el nombre alternativo de Alejandro (Alexandros), que de hecho significa «guerrero». Algunos decían que este título se le otorgó durante sus años mozos en el campo por su bravura al «repeler» ladrones y «defender» el ganado (de acuerdo con los significados del verbo griego alexo).[29] Un día, cuando ya era mayor de edad, unos criados de Príamo confiscaron su toro favorito, pues el rey, que naturalmente daba por sentado que el hijo que había abandonado estaba muerto, había decidido celebrar unos juegos en memoria de su hijo desaparecido, y envió a algunos hombres al campo a por un premio adecuado. Al ver que se llevaban su toro, Paris corrió tras ellos para pedirles una explicación, y le dijeron lo de los juegos. Así que marchó a Troya para ganar de nuevo su toro y salió victorioso de todas las pruebas al derrotar a cada rival, incluidos sus propios hermanos. Deífobo, uno de los príncipes, se enfadó tanto al perder contra quien parecía un plebeyo, que le amenazó con su espada, por lo que Paris se refugió en el altar de Zeus Herkeios. Pero enseguida su hermana Casandra, que tenía el don de la profecía, reveló su verdadera identidad. Entonces Príamo lo reconoció como su hijo y le invitó a que adoptara la posición que tenía por derecho como miembro de la familia real.[30]
Aunque Paris era ahora bienvenido de vuelta a la familia como si el sueño agorero de su madre ya no tuviese significado, el plan divino que le haría traer la desgracia a Troya (cf. p. 566) seguía en marcha, y se encauzó totalmente cuando Hermes le llevó a Hera, Atenea y Afrodita al monte Ida para celebrar un juicio sobre su belleza. Se sabe que esta prueba había sido descrita en la parte introductoria de las Ciprias, aunque el sumario que ha sobrevivido aporta pocos detalles, informando tan sólo de que Paris juzgó a favor de Afrodita porque se lo ganó al ofrecerle a Helena como esposa. No se nos cuenta si las otras dos diosas ofrecieron algún incentivo. Un fragmento del poema describe cómo se preparó Afrodita para la prueba, vistiéndose con atuendos perfumados y teñidos con flores primaverales que las Cárites y las Horas (Gracias y Estaciones) le habían confeccionado, y tejiendo con ayuda de sus asistentes guirnaldas de dulce aroma hechas de flores. Tal como se cuenta la leyenda en tragedias y fuentes posteriores, muy posiblemente basándose en los relatos épicos, cada una de las diosas ofreció un soborno a Paris: Hera le prometió influencia real, Atenea éxito en la guerra y Afrodita a la mujer más encantadora como esposa. Si tenemos en cuenta que las diosas se incorporaban, por así decirlo, a sus propios regalos, representando Hera la realeza, Atenea la conquista y Afrodita el placer amoroso, con seguridad esto podría ser entendido como una aproximación literaria al viejo problema, tan familiar para el folclore, de «¿Qué bien es el mejor?», sobre todo si se recuerda que los bienes así ofrecidos mantenían un lugar muy alto en la escala de valores griega. Por su respuesta a los incentivos de las diosas, Paris escogió entre diferentes formas de vida y se expuso a ser juzgado por su elección. Al decidir a favor de Afrodita, se ganó el odio indeleble de las otras diosas. Además, cuando procediera a raptar a Helena de Esparta con su ayuda, provocaría la venganza de Menelao y de los griegos en general. Como hemos visto, en estas circunstancias Menelao convocaría en su apoyo a todos los antiguos pretendientes de Helena, y por eso la guerra de Troya se puso en marcha, y el plan de Zeus se cumplió.[31]
Sólo hay una referencia directa al juicio de Paris en la Ilíada, aunque hay bastantes pasajes relacionados con Hera, Atenea y Afrodita que se interpretan mejor a la luz de aquella leyenda. Después de aclarar a lo largo del poema que Hera y Atenea eran excepcionalmente hostiles a Troya, Homero ofrece una explicación para su actitud en el último canto. El asunto sale a la superficie en conexión con el maltrato que da Aquiles al cadáver de Héctor (cf. p. 601). Al final los dioses sintieron tanta repugnancia por el comportamiento del héroe griego que quisieron enviar a Hermes para que le arrebatase el cuerpo de Héctor, plan que contó con la aprobación de todos excepto con la de Hera, Poseidón y Atenea, que persistían en el odio que sentían hacía tiempo por la sagrada Ilion y por Príamo y su gente, «a causa de la ciega insensatez (ate) de Alejandro (Paris), que había desdeñado a las diosas (es decir, Hera y Atenea) cuando ellas fueron a su lugar, y prefirió a la única que le ofrecía dolorosa lascivia» (obviamente Afrodita).[32] Esto puede expresarse de forma bastante más oscura, pero no hay razón para suponer que se refiera a cualquier cosa distinta al relato convencional del juicio de Paris, en especial cuando se recuerda a lo largo de la Ilíada que Hera y Atenea apoyaban a los griegos mientras Afrodita hacía lo mismo con los troyanos y mantenía una relación especial con Paris y Helena.
Paris navega a Grecia para secuestrar a Helena
Paris preparó entonces el viaje por mar a Grecia para ganarse a Helena como esposa. Por consejo de Afrodita, ordenó que Fereclo, hijo de Tectón (cuya posterior muerte a manos del héroe cretense Meriones se describe en la Ilíada),[33] le construyese unos barcos. Recibió abundantes advertencias sobre las consecuencias de su empresa antes de salir de Troya. De acuerdo con las Ciprias, dos distinguidos videntes, su hermano Héleno y su hermana Casandra, predijeron lo que sucedería si seguía adelante.[34] Además, una tradición que aparece por primera vez en el siglo V a.C. sugiere que recibió advertencias similares de su propia esposa (porque él estaba ya casado con una ninfa de poderes proféticos llamada Enone, que le advirtió de que traería el desastre sobre su ciudad y sobre sí mismo).[35] A pesar de todo se hizo a la mar junto a Eneas, que lo acompañó por orden de Afrodita.
La situación de Enone fue particularmente triste, porque sabía desde el principio que el amor de Paris por ella no le traería más que infelicidad. Él la conoció mientras aún vivía en el monte Ida con los pastores; y era una hija de Cebrén, el dios de un río local. Cuando Paris le aseguró que la amaba y juró que nunca la abandonaría, ella era capaz de decirle por sus propias artes proféticas (que había adquirido de los dioses o en concreto de Rea) que incluso aunque él la amase sin medida en ese momento, llegaría un tiempo en que la abandonaría para raptar a una mujer de Europa. Cuando Paris estaba a punto de partir, ella le advirtió que sufriría una grave herida en el conflicto que provocaría con su futura acción, y que sólo ella podría curarlo; o simplemente le dijo que volviese a su lado en caso de que sufriese una herida. Cuando él fue gravemente herido en los últimos momentos de la guerra (cf. p. 607), recordó las palabras de Enone y envió a un mensajero al monte Ida para pedir su ayuda; pero para entonces ella estaba tan resentida que no quiso ir, replicando que mejor acudiera a Helena en vez de a ella. Sin embargo, más tarde al ver su cuerpo muerto, se sintió abrumada por el remordimiento y se mató. En una versión ligeramente distinta, ella volvió a pensárselo después de la primera negativa y llegó a su lado con preparados curativos para encontrarse con que él había muerto entre tanto.[36]
Según Helánico, Enone y Paris tuvieron un hijo llamado Corito, que fue a Troya para participar en la lucha y se enamoró de Helena. Ella lo trataba con bastante amabilidad por su excepcional belleza, hasta que sus visitas llegaron a oídos de Paris y lo mató. En otro relato Enone se lo envió a Helena para provocar conflictos, con la esperanza de que Helena lo encontrase atractivo y en consecuencia Paris se sintiera celoso. El plan función demasiado bien, aunque no en el sentido en que ella hubiera querido, pues Paris se temió lo peor cuando un día vio a los dos sentados juntos en el dormitorio de Helena, y mató a Corito con el arrebato del momento. Esto dio a Enone una razón adicional para negarse a curar a Paris cuando después fue herido.[37]
Cuando Paris llegó a Laconia, se entretuvo al principio con los Dioscuros, y luego prosiguió hacia Esparta, donde recibió la generosa hospitalidad de Menelao y Helena. Sin embargo, nueve días después Menelao tuvo que partir hacia Creta para asistir al funeral de Catreo, el último rey de la isla (que era su abuelo materno, cf. p. 464), así que dejó a sus huéspedes al cuidado de Helena, a quien dijo que les facilitara cualquier cosa que pidieran. Paris se aprovechó de su ausencia para hacerle la corte a Helena, un esfuerzo que no resultó demasiado dificultoso gracias a su propio atractivo físico y la ayuda que recibió de Afrodita. Tan pronto como ella estuvo a punto de consentir, él se fugó con ella por la noche, con gran parte del tesoro del marido cargado en su barco antes de partir.[38] En las Ciprias consumaron su unión antes de marcharse, mientras que la Ilíada mantiene que sucedió después de la partida, en una isla de localización incierta llamada Cranae[39] (isla Rocosa, más tarde identificada con la isla de Helene, lejos de la punta sur del Ática, con Citera o una pequeña isla alejada de la costa laconia, cerca de Guitión).[40] Se supone que en su papel de protectora del matrimonio, Hera envió vendavales contra la pareja que huía, haciendo que fuesen arrastrados hasta Sidón en Fenicia. La Ilíada hace alusión a su visita y menciona que Paris compró allí unas togas con elegantes encajes, y según las Ciprias parecería que incluso conquistó la ciudad. Tras un breve retraso (o después de esperar allí un tiempo para eludir la persecución), Paris y Helena acabaron su viaje y llegaron a Troya, donde formalizaron su unión con la ceremonia correspondiente.[41]
Estesícoro, poeta del siglo VI a.C., contaba dos versiones de la historia de Helena: primero ofrecía la versión corriente en la que ella contribuía a provocar la guerra de Troya al huir con Paris; y después compuso una palinodia, o poema de retractación, en la que ofrecía un relato del todo diferente, en apariencia de su propia invención, para reivindicar el honor de Helena. Cuenta la leyenda que ella lo dejó ciego por insultarla en el primer poema, y entonces él había compuesto la retractación para recuperar la vista (cf. p. 746). Según la palinodia (de la que muy poco ha sobrevivido), Helena ni se embarcó con Paris ni llegó a Troya, sino que por lo visto permaneció durante toda la guerra en Esparta, mientras que un espectro (eidolon) con su apariencia acompañó a Paris a Troya.[42] Una historia similar se cuenta en una obra conservada de Eurípides, Helena, en la que se dice que Hera había creado el fantasma airada por haber sido descartada en el juicio de Paris. Paris llevó al fantasma a Troya, mientras que la verdadera Helena fue transportada por Kermes a Egipto, y allí vivió en la corte real hasta el final de la guerra. Cuando después de la guerra Menelao naufragó en Egipto mientras navegaba de vuelta a casa con el espectro de Helena, éste desapareció y la verdadera Helena ocupó su lugar. De acuerdo con Eurípides, Helena corría peligro de quedar retenida en Egipto porque el gobernante original, Proteo, había muerto durante la época de la guerra; lo había sucedido su despiadado hijo Teoclímeno, que quería obligar a Helena a casarse con él, y mataba a cualquier griego que se adentrase en su dominio. Pero Helena se las arregló para engañarle con ayuda de la generosa hermana de aquél, la sacerdotisa Teónoe. Eurípides también mantiene en Electra que Zeus envió a Troya una imagen de Helena, mientras la auténtica permanecía en Egipto con Proteo.[43]
Heródoto afirmó haber oído de los prisioneros de Egipto que Paris había sido conducido ahí por un vendaval después de partir con Helena, y que Proteo le había quitado a Helena y el tesoro robado porque no aprobaba su comportamiento inmoral. Ésta es una versión racionalizada y sin el fantasma de Helena, pues se nos cuenta que los griegos hicieron la guerra contra Troya porque creían que Helena debía de estar allí, aunque los troyanos les aseguraron que ella y el tesoro se habían detenido en Egipto. Cuando, después de la caída de Troya, se descubrió que no había en absoluto señal de ella en la ciudad, los griegos se dieron cuenta de que los troyanos habían estado diciéndoles la verdad, y Menelao zarpó hacia Egipto para rescatar a Helena de Proteo.[44]
Menelao y Agamenón organizan una expedición contra Troya. La salida se frustra
La diosa Iris (que actuaba con frecuencia como mensajera divina, vid. p. 98) informó a Menelao del secuestro de su esposa, y él se apresuró por volver a Grecia para consultar con su hermano Agamenón cómo reunir un ejército para rescatar a Helena de Troya.[45] Puesto que todos los antiguos pretendientes de Helena estaban vinculados por juramento a ayudar a su marido en tales circunstancias (cf. p. 570), muchos de los gobernantes más destacados y de los héroes de Grecia estarían obligados a luchar como aliados suyos. En las Ciprias, Menelao (y es posible que también Agamenón) viajó por toda Grecia con Néstor para reclutar jefes para la expedición. O quizá Agamenón simplemente envió mensajeros para recordar a los antiguos pretendientes sus obligaciones.[46] De todos los pretendientes, sólo Odiseo intentó evitar la convocatoria (cf. p. 594). Otros aceptaron tomar parte por voluntad propia, como el caso excepcional de Aquiles, que era un niño en la época del matrimonio de Helena, pero que era ahora invitado a participar por ser un joven guerrero excepcionalmente prometedor.
Después de que se hicieran los arreglos necesarios, los cabecillas griegos y sus hombres se reunieron en Áulide, una ciudad en la costa oriental de Beocia, con la intención de prepararse para el viaje a Troya a través del Egeo. En el segundo canto de la Ilíada (líneas 494-759) puede encontrarse un registro muy antiguo y exhaustivo de los líderes que además aporta información muy valiosa sobre sus lugares de origen y poder relativo. Más adelante (p. 455 y ss.) trataremos de algunos de los héroes más destacados. Mientras estaban en Aulide, los griegos fueron testigos de un portento que interpretó el adivino Calcante. Una serpiente reptó desde debajo del altar durante un sacrificio a Apolo y trepó a un árbol en el que había un nido con ocho polluelos de gorrión. Devoró a los polluelos y también a su madre, que revoloteada alrededor por causa de sus piadas, pero entonces Zeus la convirtió en piedra. Según reveló Calcante, esto significaba que los griegos gastarían nueve años luchando en Troya antes de que la ciudad se les rindiese por fin al décimo año.[47]
Cuando los griegos se pusieron en camino hacia Troya por primera vez, tenían tal ignorancia de la geografía del área que desembarcaron en el territorio vecino de Misia y devastaron aquello convencidos de que era Troya. Al descubrir que su reino estaba siendo atacado, Télefo, hijo de Heracles y Auge (cf. p. 699) y gobernante de los misios, reunió un ejército a toda prisa y persiguió a los griegos hasta sus barcos, matando a muchos, incluido Tersandro, hijo de Polinices, el jefe del contingente beocio (cf. p. 430). Pero al final Aquiles lo puso en fuga y lo hirió de gravedad en el muslo cuando tropezó con unos sarmientos. Píndaro menciona que Aquiles tiñó la meseta llena de viñas de Misia con la sangre de Télefo, y hay quien mantiene que el accidente fue provocado por Dioniso, pues Télefo había dejado de rendirle los honores debidos.[48]
Puesto que no tenían ninguna disputa con los misios, los griegos volvieron a embarcar y partieron en busca de Troya, pero enseguida la flota fue golpeada por una furiosa tempestad que dispersó los barcos, e hicieron como pudieron el camino de vuelta a sus distintas patrias. Pasarían diez años antes de que emprendieran el segundo viaje, por lo que este falso inicio significaba que Troya no caería hasta veinte años después de la primera vez que se habían reunido.[49] Esta historia del retraso era, por cierto, de origen primitivo, pues ya se narraba en las Ciprias, y puede que Homero la conociera, pues en un momento de la Ilíada Helena menciona que han pasado veinte años desde que abandonó su hogar.[50]
Durante el período entre las dos travesías, Télefo estaba cada vez más afectado por el estado de su herida, pero rechazaba la curación con pertinacia, así que decidió viajar a Grecia para consultar el oráculo de Delfos. Cuando le advirtieron que el causante de la herida se convertiría en el sanador, se dispuso a encontrar a Aquiles, que entonces estaba en Argos (porque las tropas griegas se habían encontrado allí antes de dirigirse a Aulide para la segunda partida). En una famosa escena de Télefo, una tragedia perdida de Eurípides, Télefo aparecía entre los griegos vestido con harapos como un mendigo; después cogió a Orestes, el hijo pequeño de Agamenón, de su cuna y amenazó con matarlo si se le denegaba la ayuda. A pesar de que Aquiles respondió que no sabía nada de medicina, Odiseo explicó que el oráculo no se había referido al propio Aquiles cuando había hablado del «causante» de la herida, sino en realidad a la lanza que la había infligido. Esta sugerencia acabó por ser cierta, pues cuando Aquiles rascó un poco de herrumbre de su lanza pelia en un poco de agua y la aplicó en la herida, Télefo se curó inmediatamente. El remedio se llevó a cabo por una forma de magia simpática, como en la historia de Íficlo (cf. p. 554). Télefo pagó el favor guiando a los griegos a través del Egeo cuando salieron para Troya.[51]
Los griegos cruzan el Egeo con éxito tras el sacrificio de Ifigenia
Cuando el contingente griego se estaba preparando para partir de Áulide por segunda vez, la flota quedó detenida en el puerto a consecuencia de un acto de impiedad cometido por Agamenón. Según las Ciprias, disparó a un venado mientras estaba de caza por la zona y fue tan imprudente como para alardear de que era mejor cazador que la propia Ártemis. La diosa castigó su arrogancia enviándole vientos adversos (o imponiendo una calma chicha) para imposibilitar que la flota se hiciera a la mar. Entonces el vidente Calcante reveló que la culpa era de Agamenón, y declaró que Ártemis no sería apaciguada a menos que se le sacrificara a una de las hijas solteras de Agamenón. Así que convocaron a su hija Ifigenia haciéndole creer que iba a ser casada con Aquiles, y la condujeron después al sacrificio. En el último momento Ártemis la sustituyó por un ciervo en el altar, y a ella la trasladó a la tierra de los tauros (Crimea) para convertirla en diosa.[52] En una versión que aparece por primera vez en la obra de Eurípides Ifigenia en el país de los tauros, Ártemis instituye a Ifigenia como sacerdotisa suya en la tierra de los tauros (de donde después la rescató su hermano Orestes); o en la versión más simple, tal y como aparece en Píndaro y Esquilo, fue sacrificada en el altar. De todas formas, Ártemis cejó en su cólera y amainó los vientos adversos (o la falta de viento) para permitir que la flota griega prosiguiera su camino.[53]
El mito de Ifigenia, que aquí sólo nos interesa por su relación con la partida de la flota, será estudiado en profundidad en el próximo capítulo en conexión con la historia de su familia (vid. pp. 660 y ss.). Aunque las narraciones épicas tempranas sobre la causa del enfado de Ártemis mantienen la historia estándar, existen otras versiones. De acuerdo con Eurípides en su Ifigenia en el país de los tauros, la diosa exigió el sacrificio como reparación por la ruptura de un voto. Pues Agamenón muchos años antes había hecho un juramento en el que se comprometía a ofrecer a la diosa lo más precioso que naciera ese año, pero cuando su preciosa hija Ifigenia hubo nacido, él no había querido sacrificarla en cumplimiento de su voto.[54] En una versión recogida por Apolodoro, la ofensa se había remitido a la generación anterior: pues Atreo, el padre de Agamenón, había jurado a Ártemis que le ofrecería el cordero más bonito que naciese en sus rebaños, pero no quiso sacrificar un cordero de vellón dorado (cf. p. 651) cuando había nacido.[55] O puede que Ártemis estuviese enojada porque Menelao había asaeteado un venado sagrado para ella.[56]
Desde luego Agamenón estaba en un terrible apuro por la exigencia de Ártemis. Aunque Esquilo y Sófocles compusieron obras sobre este asunto tentador, sólo ha sobrevivido la Ifigenia en Áulide de Eurípides. En esta obra, Aquiles intenta salvar a Ifigenia al descubrir que ha sido convocada con la añagaza de que iban a casarla con él, pero al final la propia doncella resuelve la situación al aceptar ser sacrificada por el bien común.
Tras cruzar el Egeo con seguridad, los griegos arribaron a la isla de Ténedos, justo frente a la costa de la Tróade. Pese a que el rey de la isla, Tenes (o Tennes), intentó mantenerlos lejos bombardeándolos con piedras, sin embargo desembarcaron, y Aquiles mató a Tenes de una estocada en el pecho.[57] En una versión que da menos crédito al héroe griego, mató a Tenes cuando el rey intervino para que dejara de violar a su hermana Hemitea.[58]
Tenes se había vuelto amargado y hostil hacia los extranjeros como resultado de su desafortunada historia anterior. Era hijo de Cicno, un hijo de Poseidón (que puede ser identificado con el Cicno que se mencionará más adelante, cf. pp. 583-584), que reinó en Colonas tierra adentro y había engendrado a Tenes con su primera esposa, Proclea, hija de Laomedonte. Tras la muerte de Proclea, Cicno se había casado con una segunda esposa, Filónoma, que se apasionó por su hijastro y se acercó a él con intenciones amorosas; pero su amor se convirtió en rencor cuando fue rechazada, y decidió vengarse de él contándole a su padre que había intentado seducirla. Cicno la creyó y se fue convenciendo cada vez más al persuadir ella a un flautista, Eumolpo, para que prestase falso testimonio a su orden. Así que Cicno encerró juntos en un arcón a Tenes y a su hermana Hemitea (que había hablado en su apoyo), y los arrojó al mar. Después de que llegara a las orillas de Ténedos (entonces Leucofris), Tenes fue invitado a convertirse en rey de la isla, a la que renombró a partir de su nombre. Cuando por fin Cicno descubrió que su esposa le había engañado, exigió vengarse sin piedad enterrándola viva a ella y lapidando hasta la muerte al flautista Eumolpo. Entonces partió hacia Ténedos en busca del perdón de su hijo, pero cuando amarró su barco e intentó hablar, Tenes estaba demasiado enfadado como para incluso escuchar y cortó sus amarras con un hacha.[59]
Una tradición afirmaba que Apolo era el verdadero padre de Tenes, y Tetis había predicho que su hijo Aquiles encontraría una muerte prematura a manos de Apolo si mataba a un hijo de este dios. Así que ordenó que lo acompañase un sirviente llamado Mnemón (el que recuerda), cuya tarea era recordarle continuamente este peligro. Pero Mnemón olvidó advertirle que Tenes era hijo de Apolo, y Aquiles se enfureció tanto cuando supo de su negligencia que le atravesó el pecho de una estocada.[60] Como ya veremos (p. 605), se decía que Apolo había matado a Aquiles (o que había ayudado a Paris a matarlo) delante de los muros de Troya.
Filoctetes, hijo de Peante, gran arquero del sur de Tesalia que era el dueño entonces del arco de Heracles (cf. p. 375), fue abandonado por sus compañeros en el curso de la travesía. Según las Ciprias, fue mordido por una serpiente mientras celebraba un banquete con sus compañeros en Ténedos; después fue abandonado por ellos en Lemnos (a unos 50 kilómetros hacia el oeste) por el hedor de su herida.[61] Sófocles da una versión bastante distinta en su Filoctetes, al indicar que el héroe fue mordido en un lugar llamado Crise por una serpiente que estaba guardando el santuario sin techo de la diosa Crise.[62] En apariencia Eurípides mantiene casi lo mismo en el prólogo de su obra perdida del mismo nombre, pues sostiene que la serpiente mordió a Filoctetes cuando guiaba a sus compañeros al altar de la diosa para ofrecer un sacrificio.[63] El lugar en cuestión debe diferenciarse sin duda del Crise que se menciona en la Ilíada como hogar del sacerdote Crises. Pausanias informa de que se trataba de una isla (evidentemente una muy pequeña) situada cerca de Lemnos hasta que quedó sumergida bajo el mar (se presume que por un fenómeno sísmico).[64] Fuentes más tardías sugieren que Filoctetes sufrió su herida en el santuario de Crise en la propia Lemnos.[65] En la versión de Higino se dice que Hera envió la serpiente contra él en Lemnos porque estaba enfadada con él por haber ayudado a Heracles a encender su pira funeraria; o, según otra versión, Crise era una ninfa enamorada que incitó a la serpiente a morder a Filoctetes cuando él desdeñó sus proposiciones.[66] Fueran cuales fueran las circunstancias exactas en que se produjo la herida, sus camaradas estaban tan molestos por el olor de su herida putrefacta, y quizá también por sus ominosos gritos de dolor, que lo abandonaron a su suerte. Cazando pájaros silvestres con su arco sobrevivió en Lemnos por casi diez años, hasta que al final lo rescataron y llevaron a Troya, donde lo curó por fin un hijo de Asclepio (cf. p. 607).[67] Su dura situación aparece vívidamente retratada en el Filoctetes de Sófocles, que narra cómo Odiseo y Neoptólemo vuelven para rescatarlo. Lemnos aparece como una isla deshabitada en esta relación[68] (aunque esto choque con otros aspectos de su leyenda, muy en especial los relacionados con la visita de los Argonautas, cf. p. 501).
En una narración del todo diferente sobre la herida de Filoctetes procedente de fuentes latinas, Heracles le había hecho prometer que nunca revelaría el lugar de reposo de sus restos mortales, y le había dado a modo de retribución sus flechas envenenadas. Después de enterarse por un oráculo de que necesitarían las flechas durante la guerra de Troya, más tarde los otros griegos habían preguntado a Filoctetes acerca de Heracles. Cuando al final les contó que el héroe estaba muerto, ellos habían insistido en que debería mostrarles dónde estaba enterrado. Por querer mantener su juramento al menos de manera formal, no había dicho nada, pero había indicado el lugar donde yacía enterrado el héroe con una huella de su pie. Sin embargo pagó su trasgresión, pues una de las flechas envenenadas cayó de su carcaj durante el viaje a Troya y le infligió una herida en un pie que parecía incurable. Así que sus compañeros lo abandonaron como en la historia conocida, después de quitarle las flechas que quedaban.[69]
Los griegos desembarcan en Troya
Cuando vieron que un ejército invasor llegaba por el mar, los troyanos intentaron evitar que los griegos desembarcaran arrojando piedras a sus barcos. El primer guerrero griego que saltó a tierra fue Protesilao, hijo de Íficlo, que comandaba a los hombres de Fílacas (cf. p. 564) y las ciudades vecinas del sur de Tesalia. Las características principales de este relato ya aparecen mencionadas en la Ilíada, que cuenta que lo mató un guerrero dárdano en cuanto puso el pie en tierra, dejando una esposa afligida en Fílacas y una casa a medio construir (porque estaba recién casado). Fuentes posteriores de las Ciprias en adelante señalan que quien lo mató fue Héctor, sin duda porque parecía apropiado que el primer enemigo debía morir a manos del más grande de los guerreros que defendían Troya. Conforme una tradición que Apolodoro menciona en primer lugar (pero bien puede haber sido bastante antigua), el primer hombre en desembarcar estaba destinado a ser el primero en morir, y Aquiles se contuvo porque Tetis le había avisado de esto.[70] También puede ser que esto fuera de conocimiento general y Protesilao mostrara así un coraje excepcional al saltar a tierra mientras los demás se contenían.[71]
La desafortunada joven esposa de Protesilao era Laodamía, una hija de Acasto, rey de Yolcos (excepto en las Ciprias, en la que se la llamaba Polidora, hija de Meleagro).[72] El registro más antiguo de su leyenda está contenido en lo que podemos reconstruir de la obra perdida de Eurípides Protesilao. En aquella tragedia se contaba que Protesilao había partido a la guerra un solo día después de haberse casado con Laodamía. Después de su muerte, rogó a los dioses del Hades que le permitieran volver con ella un día más. Su deseo fue concedido, pero por lo visto Laodamía se quitó la vida cuando él tuvo que partir.[73] En otro relato, el cadáver de Protesilao fue llevado ante ella después de que hubiese rogado a los dioses que le permitieran encontrarse con él durante tres horas. Ella murió con el corazón roto después de que Hermes se lo llevara otra vez.[74] O bien ella hizo una imagen de bronce de él para consolarse después de que fuese devuelto al Hades; y cuando por casualidad un sirviente la vio abrazando la estatua mientras la espiaba a través de una grieta en la puerta, supuso que tenía un amante e informó a su padre Acasto. Pero cuando éste irrumpió en su habitación vio que tan sólo se trataba de una estatua, e intentó aliviar la angustia de su hija quemando la efigie. Esto sólo sirvió para incrementar la angustia de ella, que saltó a la pira con la imagen y murió abrasada.[75] En otra versión más, ella creó tal imagen y se unió a ella como si fuese su marido, provocando la piedad de los dioses, que ordenaron a Hermes que sacase a Protesilao del Hades para reunirlos. Ella supuso entonces que él había vuelto sano y salvo contra toda esperanza y se regocijó al verlo, pero quedó tan atormentada cuando se lo llevaron de nuevo que se quitó la vida.[76]
Tras la muerte de Protesilao, Aquiles saltó a tierra a la cabeza de sus seguidores tesalios, los mirmidones, y se enfrentó a Cicno, hijo de Poseidón, el más formidable de los muchos guerreros que se oponían al desembarco griego. Es muy posible que se pueda identificar a este Cicno con el Cicno que era padre de Tenes (cf. p. 580), aunque nunca se ha confirmado. Era especialmente peligroso porque su divino padre lo había vuelto invulnerable (en el sentido literal, es decir, inmune a heridas punzantes). Su nombre significa «cisne» en griego, y supondría que él era pálido o quizá albino, pues el Catálogo atribuido a Hesíodo se refiere a su «cabeza blanca» y Helánico afirmaba que era blanco de piel desde su nacimiento.[77] Otra narración sugiere que de niño había sido cuidado por cisnes.[78] Aunque se sabe que las Ciprias contaba la historia de su muerte, una alusión de pasada hecha por Aristóteles proporciona la evidencia más temprana de su invulnerabilidad (a menos que pueda inferirse ya de un fragmento del Poimenes de Sófocles).[79] Píndaro menciona que Aquiles lo mató sin añadir ningún detalle. Siguiendo quizá una tradición primitiva, Apolodoro informa de que Aquiles causó su muerte al arrojar una piedra a su cabeza.[80] En la narración completa de Ovidio, Aquiles se enfurecía al darse cuenta de que ni su lanza ni su espada dejaban huella sobre el cuerpo de Cicno, y golpeaba la cara del héroe invulnerable con la empuñadura de su espada. Cuando Cicno se estaba apartando del violento ataque, un enorme peñasco bloqueó su retirada, y Aquiles aprovechó esto para estrellarlo contra el suelo. Entonces Aquiles se arrodilló sobre él, machacando sus costillas con su escudo, y lo mató al final estrangulándolo con la correa de su casco. Ovidio termina diciendo que Cicno fue transformado en cisne por su padre Poseidón, pero sin duda era una innovación helenística (si no un detalle inventado por el propio Ovidio).[81]
Los troyanos quedaron tan consternados por la muerte de Cicno que se retiraron al amparo de su ciudad, y todos los demás griegos saltaron entonces de sus barcos y persiguieron al enemigo que huía a través de la llanura, que llenaron de cuerpos muertos. Como resultado de estos hechos, los invasores establecieron una base sólida en el llano y acorralaron a los troyanos tras las murallas de su ciudad. Entonces comenzó el largo asedio.[82]
Personajes principales del conflicto
Príamo y la familia real troyana
En este punto debemos desviarnos para decir algo sobre los personajes destacados en ambos frentes del conflicto. Del lado troyano, los muchos hijos de Príamo eran los más sobresalientes en la batalla y en la vida de la ciudad. El propio Príamo era demasiado viejo para tomar parte en la lucha, aunque continuaba siendo fuente de toda autoridad en Troya. La Ilíada menciona por su nombre a 22 de sus hijos, y fuentes posteriores añaden bastantes más nombres a la lista (bien de la tradición temprana, bien producto de la invención posterior). La mayoría de ellos no tenían historias definidas o aparecían tan sólo un momento en una escena de batalla épica antes de morir o ser capturados por un oponente griego. A pesar de que Príamo se queja en la Ilíada de que le han despojado de muchos de sus hijos, sólo menciona los nombres de dos que murieron en los primeros años del conflicto, llamados Méstor, cuya leyenda se ha perdido, y Troilo,[83] que murió en un momento temprano a manos de Aquiles cuando era poco más que un niño (cf. p. 598). Troilo es más conocido hoy en día por el relato medieval de su amor por Crésida. Licaón era otro hijo de Príamo a quien Aquiles sorprendió fuera de los muros de la ciudad en una fase temprana de la guerra. Sin embargo, le perdonó la vida, pues prefirió venderlo como esclavo lejos de allí, aunque demostró que no era tan indulgente cuando volvió a encontrárselo en la batalla después de que hubiese sido rescatado (cf. p. 598). Por la virtud de su papel como primer defensor de Troya en la Ilíada, Héctor destaca entre los otros hijos de Príamo como el mejor guerrero entre ellos y como un héroe de carácter distinguido y equilibrado; en último término sólo se le puede comparar a Paris (que no era mal guerrero a pesar de sus aires afeminados). Héctor es retratado en la Ilíada no sólo como un guerrero valiente y caballeroso superado únicamente por Aquiles, sino también como marido y padre afectuoso. Estaba casado con Andrómaca, cuyo padre, Eetión, y siete hermanos habían sido asesinados por Aquiles durante su saqueo de la ciudad, Tebas Hipoplaquia.[84] El famoso pasaje de la Ilíada en el que Héctor se encuentra con ella en las murallas antes de partir a la batalla es una de las partes más conmovedoras del poema (así se sentía también en Grecia, a juzgar por un comentario en el Ion platónico).[85] Su hijo Astianacte (que está presente en este encuentro y queda muy asustado por el penacho del casco de Héctor) estaba destinado a una muerte espantosa durante el saqueo de Troya (cf. p. 615). Deífobo y Héleno, que tienen apariciones ocasionales en la Ilíada como insignes hijos de Príamo, alcanzaron su mayor importancia justo al final de la guerra. Compitieron por la mano de Helena tras la muerte de Paris, y Héleno estaba tan ofuscado por que le había ganado su hermano que huyó de la ciudad para vivir en el monte Ida, donde fue capturado más tarde por Odiseo. Héleno era adivino, y el vidente griego Calcante había avisado a Odiseo de que podría revelar algunas condiciones que deberían ser cumplidas si se quería tomar Troya (vid. pp. 607-608). Deífobo entregó a Helena y también su vida a Menelao durante la noche del saqueo (vid. p. 641), mientras que Héleno, que se había asegurado su propia supervivencia por la información que había revelado a los griegos, acompañó a Neoptólemo, hijo de Aquiles, al Epiro (cf. p. 632). El benjamín de la familia, Polidoro, que aparece en la Ilíada como el más joven y más querido hijo de Príamo, entra en batalla en contra de la orden de su padre y enseguida muere a manos de Aquiles.[86] De acuerdo con un relato contradictorio que aparece por primera vez en una tragedia, Príamo intentó asegurarle del peligro enviándoselo a Poliméstor, un yerno suyo de Tracia, junto con una cantidad del tesoro; pero cuando la fortuna de la guerra dio la espalda a los troyanos, Poliméstor asesinó a Polidoro para robar el tesoro (cf. p. 617).
Las hijas de Príamo serán estudiadas más abajo en relación con la caída de Troya (vid. pp. 616-617). Aunque tres hermanos de Príamo aparecen en la Ilíada entre los ancianos que se reúnen en los bastiones,[87] por lo general se aceptaba en la tradición posterior que todos los hijos de Laomedonte excepto Príamo murieron cuando Heracles arrasó Troya (cf. pp. 363-364).
Príamo tenía un hijo de su primera esposa Arisbe (o de una ninfa llamada Alexírroe), Ésaco, que poseía poderes proféticos y acabó convirtiéndose en un pájaro. Apolodoro afirma que se casó con Astérope, una hija del río Cebrén, y que guardó por ella un luto tan riguroso tras su muerte, que fue convertido en un pájaro (de un tipo no especificado).[88] O bien, según el relato de Ovidio, se enamoró de Hesperia, hija de Cebrén, después de encontrársela junto a las aguas de su padre; pero cuando la perseguía con intención amorosa, ella pisó una serpiente venenosa que la mató. Él estaba tan atormentado por el remordimiento que se arrojó al mar, provocando la piedad de la diosa del mar Tetis, que lo transformó en un pájaro, en apariencia un colimbo (mergus). Pero él no se sentía feliz en absoluto por haber sido rescatado, por lo que se zambullía repetidas veces en el mar en su nueva forma con la esperanza de acabar con su vida, y se hizo aún más delgado, de ahí la forma y los hábitos del colimbo.[89] Algunos dicen que fue él quien interpretó el sueño de Hécabe antes del nacimiento de Paris (cf. p. 572).[90]
Eneas, hijo de Anquises y Afrodita (vid. pp. 269-270 para la historia de su nacimiento), era el representante destacado de la rama más joven de la familia real troyana, que descendía de Asáraco, el hermano más joven del abuelo de Príamo, Ilo (cf. p. 673). Creció fuera de la ciudad, en el monte Ida, donde tuvo un desafortunado encuentro con Aquiles al principio de la guerra (cf. p. 397). Su rama familiar había sido relegada a la sombra por la rama mayor que gobernaba desde la ciudad, y la Ilíada lo presenta resentido por su posición, en especial cuando considera que Príamo no está rindiéndole el honor que merece. Aun así ayuda a defender Troya lo mejor que puede, mandando a sus dárdanos como un contingente separado con Antíloco y Acamante, dos hijos de Antenor (cf. infra), como lugartenientes.[91] Aunque guerrero de prestigio, no destaca de ninguna manera en el combate; de hecho sólo sobrevive a sus momentos de mayor peligro porque los dioses vienen en su ayuda, como cuando Afrodita y Apolo lo salvan de Diomedes, y Poseidón de Aquiles.[92] Poseidón explica a los otros dioses en esta última ocasión que su sino es sobrevivir, porque él y sus descendientes están destinados a gobernar sobre los troyanos después de la destrucción del linaje de Príamo.[93] Un lejano futuro mucho mayor se le asignó en la tradición tardía, como veremos en el capítulo XVII.
Algunas familias nobles de Troya y el fracaso de la embajada griega
Heródoto se inclinaba a aceptar que Helena había estado en Egipto durante la guerra (cf. p. 576) porque no podía creer que los troyanos hubieran rechazado entregarla cuando habían podido, tanto si Paris quería como si no; claro que en efecto esto habría estropeado la historia, y no hay ningún indicio en los relatos míticos de que se ejerciese verdadera presión sobre Paris para ganarse el favor de los griegos entregándoles a Helena. En una escena memorable de la Ilíada, un día los ancianos de Troya ven a Helena caminando hacia ellos mientras están sentados juntos en el bastión, y comentan que no hay deshonra (ou nemesis) en que los troyanos y los griegos hayan tenido que sufrir tantos males por esa mujer, de apariencia tan maravillosa como una diosa inmortal; pero añaden, sin embargo, que desean que ella se marche y deje de ser una maldición para ellos y sus hijos, lo que se trata más de un deseo que de la expresión de un anhelo vehemente.[94] El problema quedó fijado por fin, para bien o para mal, cuando los griegos enviaron a Troya emisarios muy al principio de la guerra (justo después de desembarcar, o bien justo antes, mientras la flota estaba en Ténedos). La delegación la encabezaban Menelao y Odiseo, que manifestaron que no habría necesidad de una guerra si entregaban a Helena junto con los tesoros que habían sido robados por Paris.
En la medida en que se puede hablar de un «partido de la paz» y de un «partido de la guerra» en Troya, éstos estaban encabezados por Antenor y Antímaco respectivamente, los miembros más ancianos de dos familias nobles en Troya. Los dos embajadores griegos recibieron la hospitalidad de Antenor, un sabio anciano casado con Teano, la sacerdotisa troyana de Atenea. En la creencia con cierta justificación de que las exigencias griegas eran legítimas, Antenor defendió ante los troyanos en su asamblea que debían acceder a los puntos en cuestión, porque no podía reportarles bien ninguno luchar en una guerra por una causa deshonrosa; pero Antímaco volvió a la audiencia en su contra, llegando incluso tan lejos como para recomendar que debían matar en el acto a los embajadores griegos. Así se cuenta la historia en la Ilíada, y fuentes más tardías añaden que sólo gracias a la intervención de Antenor los dos griegos escaparon con vida.[95] Homero atribuye motivos interesados a Antímaco, diciendo que siempre se ponía a la cabeza de la oposición a la devolución de Helena porque Paris le había obsequiado generosos presentes de oro; pero su comportamiento innoble no le reportó a la larga más que dolor, pues Agamenón mató con brutalidad a sus dos hijos, Pisandro e Hipóloco, cuando se los encontró en el campo de batalla, desechando cualquier pensamiento de pedir rescate en vista de la conducta de su padre.[96] Sin embargo, los griegos quedaron tan impresionados por el comportamiento de Antenor, que durante el saqueo de Troya colgaron una piel de pantera sobre la puerta de su casa para indicar que ni su familia ni sus posesiones debían tocarse.[97]
Si bien en la tradición inicial Antenor estaba motivado por consideraciones de justicia, algunos relatos tardíos hacen una interpretación totalmente distinta de sus actos y lo presentan como un traidor que conspiró con los griegos por puras razones egoístas, y sugieren incluso que su mujer y él mismo entregaron la ciudad a los griegos abriendo sus puertas y la trampilla del Caballo de Madera, o ayudándoles a robar el Paladio (un talismán que protegía la ciudad).[98]
Antenor tenía varios hijos, entre ellos Agénor, que tuvo su instante de gloria cuando resistió frente a Aquiles en el momento culminante de su avance mientras el resto de los troyanos estaban en plena huida, buscando desesperados la protección de las murallas de la ciudad. Agénor atacó primero con un golpe de su lanza, pero no causó daño porque rebotó en una de las grebas de Aquiles; y sin lugar a dudas habría muerto en el contraataque del héroe griego si Apolo no lo hubiera envuelto en una nube y lo hubiera alejado con rapidez. Entonces Apolo asumió su aspecto para engatusar a Aquiles mientras los demás troyanos escapaban, dejando solo a Héctor para que se enfrentase a él.[99] Agénor murió al final a manos de Neoptólemo, el hijo de Aquiles, durante el saqueo de la ciudad.[100]
Además de las familias de Agénor y Antímaco, sólo otra familia noble, la de los Pantidas, tenía algún significado real. Su miembro de más edad, Pántoo, a quien se mencionaba entre los ancianos troyanos que se reunieron en el bastión, tenía tres hijos: Polidamante (o Poulydamas en el poema épico), Euforbo e Hiperénor. Polidamante nació la misma noche que Héctor, y era tan conocido por su prudencia como Héctor por su destreza militar.[101] En la Ilíada ofrece a Héctor acertado consejo en cuatro ocasiones, pero Héctor no siempre tiene suficiente paciencia como para aceptarlo. Cuando Polidamante aconseja que los troyanos deben retirarse a la ciudad antes de que Aquiles regrese a la batalla, Héctor precipita el desastre sobre sí mismo y muchos de sus camaradas por su respuesta desdeñosa.[102] Héctor llega a entender que tiene bastante responsabilidad como para que se le reproche esto, y el miedo al rechazo de Polidamante es una de las principales razones que le impelen a permanecer fuera de la ciudad y terminar enfrentándose él solo a Aquiles.[103] Euforbo, el otro hijo mayor de Pántoo, fue el primero en herir a Patroclo antes de que Héctor le asestase el golpe mortal, pero poco después lo mató Menelao mientras intentaba vengar la muerte de su hermano Hiperénor.[104] El escudo que supuestamente Menelao había quitado a Euforbo en aquella ocasión, podía verse en el Heraclión en Micenas, o en Bránquidas, en Asia Menor, según otra fuente.[105] El sabio Pitágoras, que creía en la transmigración del alma, decía haber sido Euforbo en una de sus vidas anteriores, y se contaba que había verificado el testimonio al haber identificado el escudo de Euforbo en el templo de Apolo en Bránquidas.[106]
Los tres mayores aliados extranjeros de los troyanos —Pentesilea, Memnón y Eurípilo— llegaron hacia el final de la guerra, después del período recogido en la Ilíada (vid. pp. 602 y ss.). Se puede encontrar una lista de sus otros aliados principales en el segundo canto de la Ilíada.[107
Los Atridas, Áyax Telamón y Áyax Oileo
De los muchos líderes griegos, un par de ellos merecen mención aparte. En Homero como en la tradición posterior, Agamenón, hermano del agraviado Menelao, aparece como un hombre que debe su gran prestigio a su alta posición como rey de Micenas más que a méritos personales sobresalientes, incluso aunque sea valeroso y bastante eficaz como guerrero. Carece de un toque de seguridad a la hora de tratar con los demás cabecillas, quienes, y esto debe recordarse, no están formalmente sujetos a sus órdenes. Como tiende a actuar de manera abrupta y despótica, sin llegar a ser lo bastante resuelto como para mantener un liderazgo apropiado frente a las desventuras, suele caer en el abatimiento cuando un contratiempo grave amenaza al ejército. Como ya veremos, estos aspectos de su carácter tienen una importancia clave en el argumento de la Ilíada. En cierto modo Menelao queda eclipsado por su sobresaliente hermano, y al menos en el retrato que le hace Homero es un hombre de personalidad menos distinguida. Como guerrero no está entre los más destacados, aunque es efectivo: Aquiles, Agamenón, Áyax, Diomedes y, en el otro bando, Héctor, lo aventajan. Sin embargo es un personaje noble en la tradición primitiva, y los retratos hostiles a él de la tragedia ática, coloreados de sentimiento antiespartano, no deberían considerarse representativos. A menudo se nombraba a los dos hermanos como los Atridas (esto es, los hijos de Atreo); pertenecían a la familia pelópida, que con origen en Asia Menor había llegado a reinar en Micenas y Esparta hacia el tiempo de la guerra de Troya, reemplazando a las familias gobernantes originales. La sangrienta historia de la familia, conocida por sus rencillas internas, se tratará en profundidad en el capítulo siguiente.
Los guerreros más formidables del lado griego fueron Aquiles y Áyax el grande o Áyax Telamón (Aias en forma griega). Áyax era el único hijo legítimo de Telamón, que había sido el principal aliado de Heracles durante la primera guerra griega contra Troya (cf. p. 363). Como comandante de un contingente relativamente pequeño que había traído desde su nativa Salamina en 12 barcos,[108] Áyax sólo debía su importancia a sus cualidades personales. En contraste con muchos héroes de primer rango, de quienes se esperaba que fuesen tan expertos como arrojados, en el retrato de Homero es corto de entendederas y un orador pobre, pero posee un sentido común directo, es franco, leal y de total confianza, y su valentía es inconmovible. Conocido como «baluarte de los aqueos», es alto, fornido y de inmensa fuerza, y se defiende con un altísimo escudo de diseño micénico, formado por siete capas de piel de toro bajo una cubierta externa de bronce.[109] Es tan mañoso blandiendo grandes piedras como otras armas convencionales, y es en especial competente en las situaciones más desesperadas. Acompañan a su coraje la obstinación y el orgullo, el último de los cuales acaba causando su ruina cuando las armas del difunto Aquiles se entregan como premio a Odiseo en vez de a él (cf. p. 606). Lucha con frecuencia en compañía de su hermanastro Teucro, hábil arquero, y de su tocayo Áyax el menor, hijo de Oileo, que guía un contingente de tropas considerable desde su Lócride nativa en Grecia central. Como guerreros rápidos y de armas ligeras, ambos podían refugiarse detrás de Áyax y su magnífico escudo, y salir a descubierto cuando las circunstancias lo reclamaran.[110]
De naturaleza opuesta en muchos aspectos a la de Áyax el grande, Áyax el menor o Áyax Locrio es de constitución ligera y como tal lucha de avanzadilla con armas ligeras, pues sólo viste una coraza de lino como protección y cuenta con su rapidez y su destreza como lancero más que con ninguna fuerza excepcional. Aunque espléndido guerrero a su manera, es un hombre de carácter sin atractivo, malintencionado, pendenciero e irreverente, y como tal no gusta a los otros guerreros. La Ilíada ilustra este aspecto por la forma en que él se relaciona con sus compañeros en los juegos funerales por Aquiles: injuria a Idomeneo, provocando que el héroe le replique que él es el más mezquino de todos los griegos en todo, excepto en injuriar; y poco después, durante la carrera a pie, sus otros compañeros se alegran de reírse de él cuando Atenea hace que caiga de cabeza en unas boñigas para evitar que gane a Odiseo.[111] En apariencia su papel era más prominente en la épica tardía acerca del ciclo troyano. Como veremos, cometió un brutal acto de sacrilegio durante el saqueo de Troya (cf. p. 615), enfureciendo tanto a Atenea que ella puso en peligro a muchos de sus camaradas en el viaje de vuelta y provocó su muerte (vid. pp. 621 y ss.).
Los años mozos de Aquiles y su reclutamiento
Superior entre los griegos en Troya, más grande incluso que Áyax como guerrero y mejor que él en otros puntos, es Aquiles (en forma más apropiada Aquileo), el hijo de Peleo, rey de Ftía al sur de Tesalia. En parte de ascendencia divina por su madre, la nereida Tetis, es el más fuerte, el más rápido, el mejor parecido y el más valiente guerrero del ejército. Sus tropas, los mirmidones (y también los helenos tesalios y los aqueos), que lo habían acompañado a Troya en cincuenta barcos, le dotaron del mando que merecía.[112] A pesar de que Áyax Telamón y él no aparecen relacionados aún en la Ilíada, llegaron a ser considerados primos, al ser nietos de Éaco, rey de Egina, y miembros de una rama común de la familia asópida (vid. pp. 682 y ss.). El origen de su familia se estudiará en conexión con esto; para las circunstancias de su nacimiento y el temprano abandono por parte de su madre, vid. también pp. 95-96.
Una historia que aparece por primera vez en fuentes romanas, relata que su madre lo volvió invulnerable poco después de su nacimiento al sumergirlo en las aguas del Estigia, uno de los ríos del Hades.[113] No obstante no quedó protegido del todo, ya que ella lo estaba agarrando de uno de sus tobillos y esa parte de su cuerpo nunca llegó a tocar el agua. Por eso podía sufrir una herida en el tobillo, como se acordó que había sido la causa de su muerte (cf. p. 605). Una tradición de origen más temprano relataba una invulnerabilidad similar para Áyax, pues se contaba que Heracles envolvió a un Áyax aún bebé en su impenetrable piel de león (del invulnerable león de Nemea, cf. p. 338) y pidió a su padre Zeus que lo hiciera igual de invulnerable. Sin embargo, de nuevo esta vez la protección fue incompleta, porque el carcaj de Heracles estaba dentro de la piel de león y evitaba que las costillas de Áyax estuvieran en contacto con la piel; y con esto posibilitó que se matara al caer sobre su espada, como suponía la tradición que había ocurrido (cf. p. 607). Aunque la historia se recoge con esta forma por primera vez en Licofrón y sus escolios, un fragmento de Esquilo ya refiere la parcial invulnerabilidad de Áyax, y Píndaro menciona (en apariencia de acuerdo con un relato atribuido a Hesíodo) que Heracles rogó antes del nacimiento de Áyax para que Telamón tuviese un hijo que compartiera la cualidad de la piel de león.[114] Este tópico de invulnerabilidad o inmortalidad condicional aparece con cierta regularidad en el mito griego; podría decirse que tales historias servían tan sólo para enfatizar las limitaciones de la condición mortal.
Después de ser abandonado por su divina esposa, que no deseaba vivir con un mortal, Peleo confió al joven Aquiles al centauro Quirón para que lo criara en el monte Pelión. Para asegurarse de que Aquiles llegara a compartir fuerza y arrojo con las menos temerosas de las bestias salvajes, Quirón lo alimentaba con carne y vísceras de jabalíes y leones, y con tuétano de osos; y el joven héroe desarrolló su valor y sus destrezas marciales con la caza de feroces leones y jabalíes en el salvaje entorno montañoso alrededor de la cueva de Quirón. Aprendió además a moverse a excepcional velocidad dando alcance en la carrera a los ciervos sin ayuda de perros. Además, Quirón lo educó en las artes de la guerra, en las habilidades pacíficas de la medicina (como se menciona en la Ilíada) y la música.[115] Homero añade que empleó parte de su infancia con Fénix, hijo de Amintor, rey de los dólopes, quien lo instruyó en el arte de hablar en público y otras disciplinas prácticas.[116]
Fénix se había convertido en vasallo del padre de Aquiles en las circunstancias que siguen. Amintor, padre de Fénix, había ofendido a su esposa al repudiarla en favor de una concubina, y ella había persuadido a su hijo para que sedujera a la chica con la esperanza de que experimentar el amor de un hombre más joven la volvería en contra de su maduro amante. Amintor había maldecido a su hijo con ayuda de las Erinias (Furias) al oír aquello, rogándoles que nunca tuviera hijos (como de hecho acabó resultando). En consecuencia Fénix había dejado su casa y había buscado la ayuda de Peleo, que lo entronizó como rey de los dólopes en un territorio próximo al suyo.[117] En algunas narraciones poshoméricas, se dice que Fénix había sido cegado por su padre, pero que fue curado después por Quirón.[118] Amintor reinaba bien en Eleón, una ciudad en Beocia, bien en Ormenio, bajo el monte Pelión, en Tesalia; para su enfrentamiento con Heracles como rey de Ormenio, cf. p. 373.
Al final Aquiles volvió a la corte de su padre siendo un joven muy experto, y allí fue donde Néstor y Odiseo lo reclutaron para la guerra de Troya en la versión de la Ilíada.[119] Sin embargo, en la tradición posterior se cuenta que Tetis lo había escondido en Esciros, una isla al este de Eubea, porque sabía que estaba predestinado a encontrar una muerte prematura si tomaba parte en la guerra. O bien Peleo lo llevó a la isla. Lo dejaron al cuidado del gobernante de la isla, Licomedes, y vivió entre las doncellas de la corte disfrazado de mujer.[120] Cuando al fin se filtraron los rumores sobre su escondite, Odiseo viajó a Esciros con el fin de investigar allí, bien solo o bien con Diomedes. Para hacer que el joven héroe se delatara, Odiseo obsequió a las mujeres y a las chicas de la corte con finas ropas y baratijas, poniendo un par de armas entre ellas, y así Aquiles reveló su verdadero sexo al ir a coger las armas.[121] En otro relato más elaborado, Odiseo dispone a la entrada del palacio algunos bienes femeninos junto a un escudo y una lanza, y después ordena que se haga sonar una trompeta con acompañamiento de gritos y golpes de armas. Creyendo que atacaban el palacio, Aquiles se arranca de inmediato sus ropas femeninas y agarra el escudo y la lanza.[122] Después de que se descubriera su identidad de esta manera, acepta partir a la guerra.
Mientras Aquiles estuvo escondido entre las damas de palacio, tuvo una relación amorosa con Deidamía, una hija del rey, y ella quedó embarazada de un hijo, Neoptólemo (conocido también como Pirro), que se convertiría en un gran guerrero como su padre y lucharía en Troya en las últimas etapas de la guerra (cf. p. 609).[123] Este elemento de la leyenda de Aquiles era por cierto muy antiguo, pues ya la Ilíada menciona que había tenido un hijo en Esciros, y las Ciprias habla de su amor por Deidamía. Pero en la épica tardía se conocían en un momento un poco posterior que en la historia mencionada y en circunstancias distintas, cuando él llega a recalar en Esciros después de la primera travesía que acabó con mala fortuna (cf. p. 577 para las circunstancias).[124]
Odiseo y Palamedes
Odiseo fue un héroe de curioso carácter que para conseguir sus fines confiaba tanto en su inteligencia, o incluso en la absoluta falta de escrúpulos, como en su indudable valor y recursos. Era rey de la rocosa Ítaca, una isla frente a la costa occidental de la Grecia central, marido de la fiel Penélope y padre de Telémaco, que, cuando estalló la guerra, era aún un niño. Durante la guerra destacó en cada episodio que requería rapidez en el juicio. En batalla era formidable, pero no uno de los principales campeones; por ejemplo, cuando en la Ilíada se echa a suertes quién luchará contra Héctor, los griegos rezan para que el elegido sea Áyax el grande, Diomedes o Agamenón (Aquiles estaba ausente) mejor que Odiseo, a pesar de que él se ofrece voluntariamente.[125] Además de dar consejos útiles y acertados, es él quien se presta voluntario, entre otros, para salir con Diomedes en la peligrosa expedición nocturna del décimo canto de la obra épica, y Diomedes lo elige «porque sabe emplear su juicio extremadamente bien».[126] A menudo Diomedes y él son representados actuando en equipo, tanto en la Ilíada como en la tradición posterior. Su mayor empresa conjunta fue el robo del Paladio en los últimos episodios de la guerra (cf. p. 609).
Después de Homero el personaje de Odiseo sufre una degeneración notable. En la Odisea a veces no tiene escrúpulos, pero desde el ciclo épico en adelante, en especial en la tragedia ática, se le suele presentar como un agente doble muy malvado. Su actitud hacia Palamedes era especialmente vil, máxime porque implica a Diomedes en su detestable trato. Palamedes, hijo mayor de Nauplio (vid. pp. 312-313), era tan listo como el mismo Odiseo, y se le atribuían todo tipo de inventos, que iban desde el dado y las damas hasta medidas y pesos. Por encima de todo, con frecuencia se decía que había ideado todo o parte del alfabeto griego.[127] Cuando Menelao y Néstor (o los dos Atridas) viajaron a Ítaca para reclutar a Odiseo para la guerra de Troya, Palamedes los acompañó y se granjeó la eterna enemistad de Odiseo al revelar que fingía estar loco con esperanza de evitar la guerra. Pues, aunque estaba obligado por el juramento a tomar parte como antiguo pretendiente de Helena, no estaba dispuesto a hacerlo por ningún medio (quizá porque un oráculo le había avisado de que regresaría sólo veinte años después).[128] Así que enyugó juntas dos bestias mal avenidas, un buey y un caballo o un asno, para arar sus campos, y en los surcos sembró sal en vez de grano según ciertos relatos. Ahora bien, Palamedes adivinó su intención y puso a su hijo pequeño en el camino del arado para demostrar que estaba lo bastante cuerdo como para evitarlo, o bien amenazó al chiquillo con una espada para enseñar que Odiseo estaba tan bien como para correr para rescatarlo.[129] Desde entonces en adelante Odiseo estuvo resentido con Palamedes, y el sentimiento fue enconándose cuando Palamedes ganó mucha popularidad entre las tropas por sus inventos útiles y entretenidos. Por eso planeó su muerte en los primeros años del sitio de Troya. En la versión de las Ciprias, él y Diomedes lo ahogan mientras está pescando.[130] O bien falsificó una carta en nombre de Príamo en la que prometía a Palamedes una gran cantidad de oro por traicionar a sus compañeros griegos, y se aseguró de que el mensaje fuese descubierto en el cuerpo de un prisionero muerto. Cuando después fue leída en voz alta delante de Agamenón y los otros jefes, éstos decidieron que había que registrar la tienda de Palamedes, y descubrieron cantidades de oro que Odiseo había escondido allí de antemano. En consecuencia se condenó a Palamedes y murió lapidado.[131]
Había también una narración en la que Odiseo, Agamenón y Diomedes conspiraban juntos para causar la muerte de Palamedes (por los mismos medios que en la historia anterior) porque tenían envidia de la popularidad que había conseguido con las tropas.[132] En un relato posterior, Odiseo y Diomedes contaban a Palamedes que había algún tesoro escondido en un pozo y después de que hubiera descendido para buscarlo, le apedrearon desde arriba.[133]
Este asesinato, aunque exitoso, traería consecuencias funestas, pues Nauplio, el padre de Palamedes, se vengaría más tarde atrayendo a muchos griegos a su muerte cuando navegaban de vuelta a casa desde Troya (cf. p. 625). En una obra perdida de Eurípides, Éax, un hijo de Nauplio que también estaba luchando en Troya, informó a su padre del asesinato al inscribir la historia en las palas de unos remos que después arrojó al mar (de forma similar a un mensaje en una botella), un medio de comunicación muy poco práctico del que Aristófanes se burla en Las Tesmoforias.[134]
Néstor y Diomedes
Si Néstor es uno de los personajes mejor conocidos de la mitología de la guerra de Troya, se debe en gran parte al retrato afectuoso y a la vez humorístico que se hace de él en la Ilíada. Como único hijo superviviente de Neleo (ya que todos los demás habían sido asesinados por Heracles, cf. p. 366), era rey de la arenosa Pilos, en la costa oeste del Peloponeso (cf. p. 550 para el origen de su familia). Al ser mucho mayor que los otros líderes, pues tenía alrededor de 60 años en el período que recoge la Ilíada,[135] no era capaz de lograr tanto como quisiera en el campo de batalla, aunque era muy valorado por su sabio consejo y por sus prolijos pero agradables recuerdos. En la Ilíada aparece siempre como pacificador cuando los cabecillas más jóvenes riñen, y en la primera parte de este relato épico, su consejo es aceptado sin discusión por Agamenón. Pero cuando falla su idea de una reconciliación entre Agamenón y Aquiles mediante el envío de una delegación al segundo (cf. p. 599), se desliza de alguna manera a un segundo plano y su lugar es ocupado en gran medida por Diomedes, joven pero cabal.
A Néstor lo acompañaron a la guerra dos de sus hijos: Antíloco, el mayor, que se hizo muy amigo de Aquiles, y también Trasimedes. Antíloco estaba destinado a morir hacia el final de la guerra al intentar rescatar a su padre de la muerte (cf. p. 604). A pesar de todo Néstor regresó sano a casa junto con Trasimedes, y los dos aparecen en la Odisea en escenas posteriores a la guerra. Él mismo da la bienvenida a Telémaco, el joven hijo de Odiseo, a su corte en el tercer canto de la obra, en el que aparece disfrutando de una digna vejez. Es el mismo de siempre, todavía lleno de buenos consejos y viejas historias, y sólo se lamenta de una cosa: de haber perdido a su hijo mayor.
De entre los otros guerreros principales, Diomedes en particular merece ser destacado. Era de ascendencia etolia al ser hijo de Tideo, un antiguo compañero de Polinices durante la guerra tebana (cf. p. 544) que había desposado a una hija de Adrasto, rey de Argos, y había heredado el reino de su suegro (cf. p. 437 para las circunstancias). Era además un rey poderoso, de importancia comparable a la de Agamenón, y le acompañaban Esténelo y Euríalo (cf. pp. 438-439) como lugartenientes.[136] Destaca a lo largo de la Ilíada tanto por su valor, como también, sobre todo a partir del canto décimo, por su consejo franco y prudente a Agamenón. Igual que a su padre antes que a él, Atenea lo favorece en especial, inspirándole para que domine la lucha en el canto quinto, incluso para enfrentarse a divinidades. A pesar de que Pándaro le hiere en el hombro, él lo mata enseguida y después tumba a Eneas al golpearle en la cadera con una piedra. Cuando Afrodita acude en ayuda de Eneas (que es su hijo), él la hiere en una muñeca con su lanza, haciendo que huya al Olimpo en busca de cura para el dolor.[137] Poco tiempo después, al volver a atacar a Eneas, que ahora está bajo la protección de Apolo, el dios le hace retroceder tres veces y al final le advierte de que no se compare con los dioses inmortales.[138] Más tarde, con un poco de ayuda de Atenea, hiere de la misma forma a Ares en el vientre, haciendo que grite tan alto como nueve o diez mil hombres y que corra al Olimpo en busca de alivio (cf. p. 230).[139] Aunque sin duda Diomedes es un héroe de la más alta categoría, no pasa de ser un personaje bastante descolorido que carece de la personalidad individual de un Aquiles, un Áyax o un Odiseo. Tras la caída de Troya, regresa a casa sano y salvo. En la tradición posterior a la épica, sin embargo, nuevos problemas le daban la bienvenida a casa, puesto que su esposa lo había abandonado por otro hombre incitada por Afrodita, y marchó al exilio en el sur de Italia (cf. pp. 623 y 628).
Píndaro mantiene que Atenea convirtió a Diomedes en un dios inmortal; y según comentarios relevantes, el poeta Íbico apuntaba lo mismo, añadiendo que se casó con Hermínone y vivió con los Dioscuros durante su nueva existencia. Como se destacó antes, el padre de Diomedes, Tideo, había sido favorito de Atenea, y ella había intentado transferirle la inmortalidad hasta que en el último momento la disuadieron (cf. p. 420 para las circunstancias). De acuerdo con Ferécides, Tideo le rogó antes de morir que le concediera ese beneficio a su hijo en vez de a él.[140] Era adorado como un dios en algunos lugares del sur de Italia, en especial en Metaponto y Turios.[141] Podía verse su escudo en el templo de Atenea en Argos, y al pueblo de Argos le gustaba creer que él les había dejado el Paladio a su recaudo[142] (aunque se reivindicaba esta reliquia especial en muchos otros sitios, por ejemplo Esparta y Roma)
El curso de la guerra y la toma de Troya
Los primeros años de la guerra
Durante los primeros nueve años de guerra, los troyanos evitaron el contacto directo con el enemigo, prefiriendo guarecerse tras las murallas de su ciudad con la esperanza de que a la larga los griegos acabaran cansándose del asedio. Esta conjetura no carecía del todo de solidez, pues los invasores solían quedarse cortos con la comida y se desmoralizaron al estar en un punto muerto; incluso, según las Ciprias, habrían navegado de vuelta a casa si Aquiles no los hubiera detenido.[143] Para subir el ánimo de las tropas y privar a los troyanos de suministros y apoyo, los griegos hicieron incursiones contra los asentamientos de la zona e incluso contra islas y ciudades alejadas de la costa, llegando tan lejos como Clazómenas y Colofón en algunos relatos.[144] Aunque la propia fortaleza de Príamo, custodiada por guarniciones pesadas y defendida por una fuerza considerable de troyanos y tropas aliadas, era inexpugnable para las rudimentarias operaciones de asedio de la época, la campaña griega de desgaste empezó a mermar los recursos del rey y le imposibilitó reabastecerse mediante el comercio.
Aquiles tomó el mando de las incursiones griegas, y además robó el ganado de Eneas en el monte Ida[145] y atrapó a dos hijos de Príamo fuera de los muros de la ciudad. Capturó a Licaón cuando una noche estaba cortando madera de higuera para tallar mástiles para carro en el huerto de su padre, pero le perdonó la vida en aquella ocasión, pues prefirió venderlo como esclavo en Lemnos, donde lo compró un hijo de Jasón (en apariencia Euneo; cf. p. 502 para las circunstancias de su nacimiento). Pero al final fue rescatado y pasó once días con sus amigos antes de entrar en batalla el décimo segundo (ya que ahora estamos en el período que cubre la Ilíada, después de que las hostilidades directas se hubieran reanudado); y cuando tuvo la mala fortuna de encontrarse de nuevo con Aquiles, éste lo mató sin piedad, a pesar de sus ruegos.[146] En el que quizá sea el episodio más famoso de los primeros años de la guerra, Aquiles tiende una emboscada a otro hijo de Príamo, Troilo, cuando se aventura fuera de la ciudad con su hermana Polixena para traer agua de una casa de fuentes. Como se puede ver en vasijas con pinturas sobre este incidente, Troilo era muy joven, poco más que un niño. Aunque Príamo menciona su muerte en la Ilíada,[147] no se dan detalles allí ni en ninguna otra fuente anterior a época helenística, y tenemos que confiar en representaciones visuales para hacernos una idea acerca de cómo pudo haber sido contada la historia en la tradición más temprana. En el vaso Frangois, que se puede datar alrededor de 570 a.C., puede verse a Aquiles persiguiendo al imberbe Troilo, que trata de escapar en su caballo, y a una mujer, muy seguramente Polixena, como en otras imágenes de este tipo, que aparece corriendo muy delante de ellos. En otros vasos, Aquiles agarra del pelo a Troilo, que va a caballo, o lo mata en un altar. En una versión más tardía de este mito, que recoge por primera vez Licofrón, Aquiles sintió pasión por Troilo y le persiguió con intenciones amorosas, haciendo que se refugiara en el santuario de Apolo Thymbraios. Cuando Aquiles se dio cuenta de que ni podía convencer al joven ni persuadirle de que abandonara el santuario, perdió la paciencia y lo decapitó sobre el altar.[148] Otros registros de la tradición posterior explican el asesinato del joven indefenso diciendo que una profecía había revelado que Troya sería inexpugnable si Troilo sobrevivía hasta los veinte años, o que su muerte era una de las condiciones previas a la caída de la ciudad.[149] Al ser una ficción de origen medieval, la historia de su romance con Criseida queda fuera del alcance de este trabajo.[150]
Los hechos de la Ilíada
Los acontecimientos narrados en la Ilíada se sitúan en el décimo y último año de la guerra. En contraste con el resto de la épica del ciclo troyano, que fue compuesta algo más tarde (incluso aunque sea probable que la mayoría de su contenido fuese familiar para Homero), la Ilíada recorre un muy limitado espacio de tiempo, y la mayor parte del poema está dedicada a cuatro días cruciales en la lucha. Al principio del poema se anuncia que su tema será la cólera de Aquiles, provocada por una disputa entre él y el jefe de la expedición, Agamenón, que ofende su orgullo al privarle de su concubina y valioso botín de guerra, Briseida. Agamenón había recibido un botín similar, una mujer cautiva llamada Criseida; pero Crises, el padre de ella, que era sacerdote de Apolo, se había acercado al campamento griego para solicitar su rescate, y cuando Agamenón lo expulsa de allí con violencia, el sacerdote ruega venganza a Apolo, que asaetea el campamento griego para provocar una epidemia. Cuando Calcante, el adivino, explica la causa de la enfermedad y que sólo podría resolverse si Criseida era devuelta a su padre sin exigir rescate, Agamenón acepta entregarla a regañadientes. A cambio insiste en que se le compense por su pérdida, y reacciona a las críticas de Aquiles diciéndole que le entregue a Briseida con ese propósito. Ahora bien, Aquiles, que estaba muy unido a ella, se toma esto como una humillación inaceptable. Así que se retracta de su alianza con Agamenón y permanece al margen de la lucha, llevándose consigo a sus mirmidones y a su amigo Patroclo.[151] Los griegos, al verse sin su campeón más sobresaliente, son al fin vulnerables ante los ataques troyanos, y a pesar de que consiguen mantener su posición durante el tiempo que Diomedes domina el campo de batalla, pronto los empujan a su campamento en la orilla, y se ven obligados a fortificarlo con un foso y una muralla.[152] Al fin los troyanos logran acampar fuera en la llanura por primera vez desde el desembarco griego, y sus fuegos de guardia brillaron como incontables estrellas en una noche clara y sin viento.[153]
Por recomendación de Néstor y los demás líderes, Agamenón accede a buscar la reconciliación con Aquiles, y manda a Fénix, Odiseo y Áyax Telamón como enviados para prometerle la devolución de Briseida además de una cuantiosa compensación, que incluye el matrimonio con una hija de Agamenón y siete ciudades como dote si la guerra llega a un buen término. Cada uno de los enviados le presiona para que acepte aquellas condiciones, Odiseo en primer lugar y después el anciano Fénix, que puede dirigirse a él de manera más personal porque lo conoce desde su infancia, puesto que había sido tutor suyo por un tiempo. Sin embargo no logra convencer al furioso Aquiles, y el último en intervenir, Áyax, tampoco tiene mucho más éxito, incluso aunque su deslavazada apelación resulte más efectiva que los discursos elocuentes de sus compañeros. Aquiles sólo se compromete a reconsiderar su posición en el caso de que el enemigo irrumpa en el campamento griego e incendie las naves. En definitiva se equivoca al rechazar aquellas propuestas espléndidas, y así hay cierta justicia poética en la trágica desventura que recae sobre él cuando pierde a su amigo más cercano.[154]
Al día siguiente los griegos lanzan con Agamenón al frente un victorioso contraataque que casi lleva a los troyanos de vuelta a su ciudad. Pero la fortuna griega acaba cuando Agamenón, Diomedes y Odiseo sufren heridas uno tras otro. Cuando después Héctor retómala lucha (porque Zeus le ha advertido de que se mantenga alejado mientras Agamenón esté en la lucha), la suerte de la batalla cambia y los griegos son empujados de vuelta a sus barcos.[155] Atacando la muralla de los griegos con varias columnas a una, Héctor abre una brecha en la puerta con una piedra inmensa y conduce a través de ella a los troyanos hacia los barcos ante la resuelta oposición de Áyax.[156] Cuando casi tienen posibilidad de quemar los barcos, y de hecho ya han prendido la popa de uno de ellos, Aquiles cede a las súplicas de su favorito, Patroclo, testigo del desastre, y le permite que tome sus propias armas y entre en combate a la cabeza de los mirmidones. Los troyanos, al dar por sentado que están siendo atacados por el mismísimo Aquiles, se retiran en desorden y sufren muchas bajas mientras Patroclo los persigue casi hasta los muros de la ciudad. Con esa persecución tan prolongada, Patroclo desobedece el mandato de Aquiles, que le había ordenado que regresara a lugar seguro después de haber alejado de los barcos al enemigo. Así muere a los pies de las murallas por intervención de Apolo, que golpea su casco y armadura, dejándolo confuso y vulnerable. Euforbo, hijo de Pantoo, se aprovecha de la situación para herirle en la espalda con su lanza, y Héctor lo remata de una estocada en el vientre.[157]
Durante la lucha que sigue por el cuerpo de Patroclo, Menelao mata a Euforbo, pero es forzado a retroceder por los troyanos al mando de Héctor, que arranca al cadáver la armadura de Aquiles. Al final los griegos se las arreglan para recuperar el cuerpo y, perseguidos de cerca por los troyanos, lo llevan hacia los barcos. Cuando oye de la muerte de su amigo, Aquiles se lamenta con tanta amargura que Tetis, su madre, sale del mar con sus hermanas nereidas a investigar. Él le cuenta que está decidido a vengar la muerte de Patroclo matando a Héctor, pese a que ella le haya advertido que está destinado a encontrar su muerte poco después. Después de que ella parta a buscar una nueva armadura en el taller de Hefesto, él emprende una acción inmediata por consejo de la mensajera divina Iris: avanza hasta la trinchera que protege el campamento y da tres gritos impresionantes que aterrorizan a los troyanos. Al oírlos, éstos retroceden asustados, dando así a los griegos la oportunidad de retirar del campo el cadáver de Patroclo.[158] A la mañana siguiente, temprano, una vez que recibe la nueva armadura de Tetis, Aquiles convoca una asamblea para resolver sus diferencias con Agamenón. Renuncia formalmente a su cólera, mientras que Agamenón le ofrece una disculpa con bastante mala gana y se ofrece a pagar una compensación adecuada.
Tras volver a la batalla, Aquiles pronto aniquila a los troyanos, masacrando a varios de ellos con gran brutalidad y enfureciendo a Escamandro, dios del río, al remansar sus aguas con cadáveres (cf. p. 80). Incluso podría haber entrado a la fuerza en la ciudad si Apolo no hubiera intervenido, primero incitando a Agénor para que le plantara cara, y después atrayendo a Aquiles en otra dirección con el aspecto de Agénor (cf. p. 588). En consecuencia todos los guerreros troyanos pueden escapar de vuelta a la ciudad, pero dejan a Héctor sólo contra Aquiles fuera de las murallas. Al ver que Aquiles avanza hacia él como un dios de la guerra, Héctor pierde su temple y emprende la huida, pero después de ser perseguido tres veces alrededor de las murallas, Atenea se le aparece con el aspecto de su hermano Deífobo para convencerlo con engaños de que haga frente a Aquiles. Cae herido de gravedad en el duelo que sigue por un lanzazo en el cuello. Y a pesar de que ruega a Aquiles que permita que su cuerpo sea rescatado por sus padres para que le den un entierro honorable, cuando muere, Aquiles enhebra unas correas de cuero en sus tobillos, ata el cadáver a su carro y lo arrastra más allá de la ciudad a plena vista de los troyanos y después de vuelta al campamento griego.[159] Después del funeral de Patroclo y de los magníficos juegos funerales que siguen,[160] Aquiles continúa obsesionado con la muerte de Patroclo y maltrata el cuerpo de Héctor durante once días, hasta que los dioses acaban interviniendo. Envían a Tetis para ordenarle que acepte el rescate por el cuerpo de Héctor, mientras que Iris visita a Príamo para ordenarle que lleve un rescate a Aquiles. Así que de noche Príamo hace una visita secreta al campamento griego, guiado por Hermes, y se dirige como suplicante a Aquiles que al fin, conmovido, se une al anciano en un lamento por los pesares de la guerra. Aquiles lo envía de vuelta con el cuerpo de su hijo a la mañana siguiente, y el poema acaba con el funeral de Héctor.[161]
Los tres aliados extranjeros de los troyanos: Reso, Pentesilea y Memnón
Los griegos no fueron capaces de cortar la comunicación entre los troyanos y sus muchos aliados en Tracia y Asia. Estos aliados pueden dividirse en dos grupos principales: aquellos que aparecen en la lista de las fuerzas troyanas al final del segundo canto de la Ilíada (muchos de los cuales estaban presentes en apariencia desde los años de inicio de la guerra),[162] y el puñado de aliados de carácter más exótico que llegaron en los últimos momentos del enfrentamiento. Pocos héroes significativos se pueden encontrar entre los aliados del primer grupo; tan sólo Sarpedón y Glauco, de Licia, en el extremo suroccidental de Asia Menor (vid. pp. 456-457), tienen verdadera importancia. Sarpedón es la víctima más relevante de Patroclo. Después de su muerte, Zeus ordena a Hipno y a Tánato (Sueño y Muerte) que lleven su cuerpo de vuelta a Licia (cf. p. 63). El primero de los aliados más exóticos es el rey tracio Reso, cuya llegada y rápida muerte se describen en la Ilíada. Las aventuras de los otros —la amazona Pentesilea, el etíope Memnón y Eurípilo, hijo de Télefo— se narraron en los poemas épicos posteriores del ciclo troyano, la Etiópida y la Pequeña Ilíada. Estos últimos personajes son guerreros de la más alta categoría, capaces de representar una auténtica amenaza para los griegos. Podrían haber sido tan conocidos como Héctor si aún poseyéramos los poemas épicos tempranos que conmemoraban sus hazañas. Un relato épico posterior sobre las últimas fases de la contienda puede encontrarse en las Posthoméricas de Quinto de Esmirna, un poema compuesto en el siglo IV d.C[163]
Al afirmar que Reso es un hijo del rey tracio Eyoneo, Homero difiere de los autores posteriores, que por lo general mantienen que era hijo de Estrimón, un dios del río tracio, y de una u otra de las Musas.[164] En la narración homérica llegaba a Troya con algunos seguidores tracios la noche anterior al ataque troyano contra los navíos griegos, y acampaban a cierta distancia del principal ejército griego. Sus caballos eran más blancos que la nieve y más veloces que el viento, su carro llevaba ornamentos de oro y plata, y su magnífica armadura parecía más propia de un dios que de un mortal. Durante su primera noche en Troya, que estaba destinada a ser la última, por casualidad Odiseo y Diomedes habían salido como exploradores para averiguar qué estaba haciendo el enemigo. Fueron a toparse con Dolón, un troyano no demasiado heroico que había sido enviado a una misión parecida. Dolón vestía una piel de lobo y había emprendido la misión porque Héctor le había prometido darle el carro y los caballos divinos de Aquiles. Sobrecogido por el terror, enseguida informó a sus captores sobre la disposición de los troyanos y en particular sobre su nuevo aliado; pero esto no le reportó ningún beneficio, porque Diomedes lo decapitó de todas formas. Gracias a este golpe de suerte, los dos griegos pudieron sorprender a los tracios mientras dormían. Diomedes pasó a espada a Reso y a doce de sus compañeros mientras Odiseo se hacía con sus níveos caballos.[165] Fuentes posteriores citan profecías para justificar esta matanza nocturna. Según el Reso, una obra superviviente sobre este episodio que se adjudica sin seguridad a Eurípides, Atenea había revelado que ningún griego podría resistir a Reso si él sobrevivía a aquella noche; o bien, según otra narración, un oráculo había revelado que Troya sería inexpugnable si los caballos de Reso pastaban en el llano o bebían del Escamandro.[166] En una versión atribuida a Píndaro, Hera y Atenea aconsejaban la incursión nocturna pues Reso había luchado contra los griegos durante un día y les había infligido grandes daños.[167]
Cuando la suerte de los troyanos estaba en horas bajas tras la muerte de Héctor, un batallón de amazonas llegó a Troya bajo el mando de Pentesilea, que era hija del dios de la guerra Ares y de Otrere, reina de las Amazonas. Había llegado en busca de la purificación de Príamo por haber matado a un familiar, o si no para adquirir la gloria en la lucha, pues la ley de las Amazonas establecía que se hiciera así para que se les permitiera emparejarse con hombres.[168] Luchó con bravura y mató a muchos de los griegos, incluido Macaón, hijo de Asclepio, hasta que al final murió a su vez a manos de Aquiles, que admiraba su valor y guardó luto por ella después de su muerte. Su leyenda se contaba en la Etiópida, el siguiente relato épico del ciclo troyano después de la Ilíada, donde también se recogía la leyenda de Memnón, rey de los etíopes.[169] Aunque se presupone que esta composición habría tenido un tono muy diferente del de la Ilíada, al dar más rienda suelta a lo fantástico, la épica de Homero se refiere a las Amazonas en dos ocasiones: como anteriores adversarias de Belerofonte (cf. p. 562) y de Príamo (que había ayudado a derrotarlas en sus años de juventud, cuando ellas invadieron la vecina Frigia).[170]
La simpatía de Aquiles por la amazona muerta fue recibida con desprecio por el rudo Tersites, que se burló de él diciendo que se había enamorado de ella. En algunos relatos Tersites llegaba incluso a mutilar su cadáver, sacándole uno o ambos ojos con la punta de su lanza. Aquiles, encolerizado, lo mató de un golpe en el rostro; y como la muerte produjo discordia en el campamento griego, luego navegó hasta Lesbos para ser purificado. Odiseo llevó a cabo los ritos después de que Aquiles ofreciera primero sacrificios a Apolo, Ártemis y Leto. La purificación de la Etiópida es la primera que se atestigua en la literatura griega (pues no hay mención de este proceso en la épica homérica).[171]
Encontramos por primera vez a Tersites como miembro de la familia real etolia que se unió a sus hermanos, los hijos de Agrio, para deponer y maltratar a Eyoneo, el rey de Calidón, anciano tío suyo. Al contrario que sus hermanos, él pudo escapar a la pena que bien tenía merecida (cf. p. 544). Sin embargo, en la Ilíada se le presenta como un hombre de origen humilde, un alborotador malhablado al que le gusta abusar de quien es mejor que él, el más desagradable de los hombres que fueron a Troya. Cuando insulta a los reyes de la forma habitual en la gran asamblea que se convoca tras la retirada de Aquiles, Odiseo le hace callar y lo expone a la burla general al golpearle en la espalda y los hombros con su cetro dorado.[172] Aunque el resumen que ha sobrevivido de la Etiópida no dice nada sobre sus orígenes, es poco probable que fuese un simple plebeyo (aparte del retrato del grosero personaje que aparece en la Ilíada) cuando su muerte provocó graves desacuerdos entre los otros griegos. Incluso puede ser que Diomedes (que era nieto de Eyoneo y por tanto familiar de Tersites) encabezara la oposición a la acción de Aquiles, como en la épica tardía de Quinto de Esmirna.[173] Al describirlo Homero cojo y deforme, más tarde se inventó un relato para narrar su condición; pues se decía que mientras participaba en la caza del jabalí de Calidonia, abandonó aterrorizado su puesto para gran enfado de Meleagro, jefe de la caza, que en respuesta lo arrojó por (o sólo lo persiguió hasta) un acantilado.[174]
Poco después de la muerte de Pentesilea, Memnón, hijo de Eos (Amanecer) y Titono, llegó a Troya con una fuerza de etíopes. Si bien se llegó a identificar a su gente, los aithiopes o «caras quemadas», con los africanos negros que vivían en las tierras al sur de Egipto, en origen eran sólo un pueblo del todo mítico que vivía cerca de la salida del sol en los bordes de la tierra; y por eso el reino de Memnón solía localizarse en el este, bien en una región mítica más allá del mundo conocido, bien en Siria o Persia. Con frecuencia se decía que vino de Susa, la antigua capital administrativa de Persia.[175] Autores más tardíos, activos cuando ya se había asociado a los etíopes principalmente con África, sugieren que Memnón había conducido a sus etíopes fuera de su patria original africana para ganar un reino en Asia.[176] Memnón fue el último y quizá el más formidable de los oponentes de Aquiles, al que se parecía en algunos aspectos significativos, porque él también era hijo de una diosa y propietario de una divina armadura que había sido forjada por Hefesto. Tras matar a muchos adversarios en batallas, alanceó a Antíloco, hijo de Néstor, que sacrificó su propia vida para rescatar a su padre: el carro de Néstor había quedado inmovilizado después de que uno de sus caballos fuese herido por una flecha disparada por Paris, y él había pedido ayuda a su hijo para que lo salvara de Memnón, que blandía su lanza cerca de allí. Antñoco era entonces amigo íntimo de Aquiles, de hecho el más íntimo desde la muerte de Patroclo, e igual que el gran héroe había vengado la muerte de Patroclo, se dispuso ahora a vengar la de Antíloco con la muerte de Memnón. Una vez que Memnón fue asesinado, su divina madre solicitó a Zeus que le otorgase la inmortalidad.[177]
De acuerdo con la tradición local, Memnón fue enterrado en la Tróade, junto a un arroyo llamado el Asopo. En la obra tardía de Quinto se decía que las brisas del alba se habían agrupado a petición de Eos para llevar el cadáver a aquel lugar.[178] Una leyenda que recuerda aquella acerca de los pájaros de Diomedes (cf. p. 628) cuenta que sus camaradas etíopes fueron transformados en unos pájaros extraordinarios, los memnónides, que conmemoraban el aniversario de la muerte de su líder cada año con una batalla sobre su tumba.[179] Pero en la versión que da Ovidio del relato (que es la más temprana que se conserva, aunque hay razones para sospechar que se trata de una leyenda bastante antigua), Zeus hizo que los pájaros saliesen de las cenizas sobre la tumba de Memnón en respuesta a los ruegos de Eos, que le suplicaba que aliviase su desesperanza otorgando algún honor excepcional a su hijo muerto.[180] Una tradición posterior sugiere que el rocío de la mañana se forma con las lágrimas que Eos continúa vertiendo por Memnón. Estas historias se contradicen con el relato más antiguo en la Etiópida, en el que Zeus le otorga la inmortalidad a petición de su madre.[181]
Muerte de Aquiles y suicidio de Áyax
Tras matar a Memnón, Aquiles persiguió a los troyanos por toda la llanura y habría podido obligarles a entrar en la ciudad si Paris, o Apolo (o ambos), no le hubiese acertado en el talón. Una tradición tardía mantenía que era invulnerable excepto en el talón (cf. p. 591). Durante la lucha que siguió en tomo a su cuerpo y su armadura divina, Áyax se las arregló para cargar el cadáver sobre sus hombros, y después lo llevó hacia los barcos griegos mientras Odiseo rechazaba a los troyanos que los perseguían.[182] La Odisea ofrece una descripción de su magnífico funeral, y cuenta que lo lloraron sus compañeros durante diecisiete días con sus noches, y también acudieron Tetis y sus hermanas las Nereidas desde debajo del mar, y las nueve Musas, que dirigieron los cantos. Después de que las llamas de la pira funeraria consumieran su cuerpo, sus camaradas reunieron los restos y los mezclaron con los de Patroclo en una urna dorada que había fabricado Hefesto. Entonces levantaron un enorme túmulo sobre sus restos y los de Antíloco, de forma que pudiese verse como accidente del terreno desde lejos en el mar.[183]
Desde el punto de vista homérico, Aquiles partió hacia el Hades de la forma ya conocida, y allí después lo encontraría Odiseo como un rey entre las sombras. En la Etiópida, sin embargo, Tetis lo arrancaba de su pira funeraria y lo transportaba a Leuce (la isla Blanca), un hogar póstumo en la superficie de la tierra para héroes y heroínas elegidos (muy parecido al Elíseo, cf. p. 170);[184] y en la tradición posterior, se aceptaba por lo general que se le otorgó la inmortalidad, ya fuese en Leuce (que llegó a ser identificada con una isla en el mar Negro) o en el Elíseo. Se decía a menudo que había contraído matrimonio póstumo con Medea o con Helena, aunque a veces era con Ifigenia o Polixena.[185]
Después del funeral de Aquiles, se celebraron magníficos juegos en su honor, y se ofrecieron sus armas y armadura divinas como premio al guerrero griego al que se declarase el más valiente. Según la Odisea, Tetis organizó el concurso, y Atenea y «los hijos de Troya» (es decir, los prisioneros troyanos) juzgaron, provocando la cólera de Áyax Telamón al ser descartado en favor de Odiseo.[186] En la curiosa versión avalada por la Pequeña Ilíada, un poema épico no homérico del ciclo troyano, algunos hombres fueron enviados para que escucharan a hurtadillas al pie de las murallas de Troya de acuerdo con una sugerencia de Néstor, y aquellos escucharon a dos muchachas que discutían sobre los dudosos méritos de Áyax y Odiseo. Cuando una argumentaba que Áyax era el más arrojado porque había cargado con el cuerpo de Aquiles desde el campo de batalla mientras Odiseo se había mostrado poco dispuesto a hacerlo, la otra replicaba (por inspiración de Atenea, que favorecía en especial a Odiseo) que incluso una mujer podría llevar esa carga una vez que estuviera sobre sus hombros, pero que no tendría la osadía de rechazar al enemigo (como había hecho Odiseo mientras cubría la retirada de Áyax).[187] En algunos relatos posteriores, los guerreros griegos zanjaban el asunto por votación.[188] Fuera cual fuese el procedimiento, Odiseo fue elegido para recibir el premio de honor, ante la ira y el asombro de Áyax, que fue incapaz de creer siquiera por un momento que Odiseo pudiera ser el mejor guerrero. A juzgar por la literatura superviviente, Áyax en efecto merecía ganar la competición si la resolución y el coraje puros hubiesen sido los requisitos. En relación con su encuentro con Áyax en el Hades, donde lo ve aparte de todos los demás fantasmas, consumido aún por la rabia de su derrota, Odiseo declara en la Odisea que llegó a desear no haber ganado nunca, y concedía que Áyax no había sido superado en su destreza militar por ninguno de los griegos, excepto Aquiles mismo.[189]
Áyax se suicidó poco después de padecer esta humillación en la competición por las armas. Si bien la obra de Homero no tiene nada definitivo que decir sobre su muerte, aparte de que tuvo lugar después de su derrota,[190] el resumen conservado de la Pequeña Ilíada sostiene que enloqueció tras perder el concurso, acabó con el ganado de sus compañeros y después se mató. Para el relato completo más temprano de estos sucesos tenemos que confiar en el Áyax de Sófocles (aunque Píndaro ya anota que Áyax se suicidó saltando sobre su espada al final de la noche). Según Sófocles, Áyax había planeado vengarse de su poco merecida derrota atacando a los líderes griegos de noche cuando dormían, pero Atenea frustró su intento volviéndolo loco, y por eso mató a sus vacas y ovejas. Cuando volvió a la cordura y descubrió lo que había hecho, estaba tan avergonzado que decidió suicidarse, sin hacer caso de las súplicas de su concubina Tecmesa.[191] Como aclara la evidencia artística, desde tiempos antiguos se aceptaba que había clavado su espada en la tierra y se había dejado caer sobre ella. Otra tradición mantenía que era vulnerable sólo en el punto en que la espada lo traspasó, en el pecho o la clavícula, cf. p. 591. En la Pequeña Ilíada, Agamenón le negó un funeral heroico apropiado por cremación, y ordenó que en vez de eso fuese enterrado en un féretro;[192] o bien, según la versión de Sófocles, Menelao y Agamenón propusieron que se dejara su cadáver a la intemperie como presa para carroñeros, hasta que Odiseo convenció a Agamenón de que permitiera su entierro.[193] Dejó un hijo suyo y de Tecmesa, Eurisaces (Ancho Escudo, llamado así por el enorme escudo de su padre, cf. p. 590), cuyo cuidado recayó entonces en Teucro, el hermanastro de Áyax.[194]
Hechos anteriores a la caída de Troya: Filoctetes dispara a Paris, Neoptólemo mata a Eurípilo y Odiseo roba el Paladio
En la siguiente etapa del conflicto, los griegos dieron tres pasos importantes en el avance hacia la posible victoria final. Recogieron a su compañero Filoctetes, abandonado hacía tiempo, que después mató a Paris con el arco de Heracles; trajeron también al hijo pequeño de Aquiles, Neoptólemo, que haría una contribución crucial a la lucha posterior, pues ayudó a llenar el vacío que había dejado la muerte de su padre; y Odiseo se introdujo en Troya para robar su talismán protector, el Paladio (una antigua imagen de Atenea, cf. p. 673). Estas medidas las sugirió una profecía (o varias) como acciones que deberían emprender para llegar a las condiciones previas a la caída de la ciudad. En el relato primitivo de la Pequeña Ilíada, Odiseo organiza una emboscada para capturar a Héleno, un hijo de Príamo que posee el poder de la adivinación, y Héleno, sin duda bajo presión, revela que deben recoger a Filoctetes de Lemnos (donde había sido abandonado a causa de una herida que recibió durante el camino hacia Troya, cf. p. 581). Después de que Macaón, hijo de Asclepio, cure su herida, Filoctetes se enzarza en un combate singular con Paris, y lo mata. Menelao, que tenía buenas razones para odiarlo, mutila su cadáver, pero al final los troyanos lo recuperan para enterrarlo. Entonces los griegos emprenden las siguientes dos acciones que se mencionan arriba, el reclutamiento de Neoptólemo y el robo del Paladio, medidas que con mucha probabilidad son aconsejadas por el cautivo Héleno (aunque nada se menciona sobre esto en los testimonios que conserva la Pequeña Ilíada).[195] Apolodoro ofrece una narración bien distinta de estos hechos, en la que Héleno permanece dentro de la ciudad hasta después de la muerte de Paris, y es el vidente griego Calcante quien advierte de que Filoctetes debe ser recuperado. Esto conduce a la muerte de Paris como en la Pequeña Ilíada, y entonces Héleno compite con su hermano Deífobo por la mano de Helena. Héleno se enfurece tanto cuando su hermano consigue la mano de ella, que deja la ciudad para vivir en el monte Ida. Es en este momento cuando Odiseo lo captura, aconsejado por Calcante. Entonces Héleno revela más medidas que deben tomar para que Troya caiga, a saber, que deben recoger a Neoptólemo, hacerse con el Paladio y enviar a buscar los huesos de Pélope.[196]
La última condición para la caída de Troya aparece por primera vez en el período helenístico en Licofrón. Se decía que los huesos habían sido enterrados en Letrina (Élide), cerca de Olimpia.[197] No está claro por qué su presencia habría afectado al destino de Troya (aunque el origen asiático de Pélope, cf. pp. 645-646, puede haber tenido algo que ver con el asunto). Según un relato recogido por Pausanias, sólo se recuperó un hueso del hombro, y después se perdió durante el viaje de vuelta cuando el barco que lo transportaba naufragó por una gran tempestad frente a Eubea (es evidente que enviada por Atenea, cf. p. 626). Muchos años después, un pescador de la ciudad eubea de Eritrea cogió el hueso en sus redes y, sorprendido por su tamaño, viajó a Delfos para consultar el oráculo acerca de aquello. Por casualidad unos embajadores de Elea estaban allí entonces, buscando cura para una epidemia, y se les aconsejó que restituyeran el hueso al lugar apropiado mientras que al pescador se le dijo que les entregara el hueso. Los de Elea recompensaron a Damármeno (que era como se llamaba el pescador) adjudicándoles a él y a sus descendientes el cargo de guardianes del hueso.[198]
Cuando Neoptólemo llegó a la Tróade después de ser recogido de su lugar de nacimiento en Esciros (cf. p. 593) por Odiseo, asumió el mando para derrotar al último gran aliado de los troyanos, Eurípilo, hijo de Télefo. Cuadra que su oponente en el último enfrentamiento heroico de la guerra fuese el hijo de un héroe que se había enzarzado con su padre Aquiles la primera vez que los griegos habían puesto el pie en suelo de Asia (cf. p. 578). Según el mitógrafo antiguo Acusilao, que puede haber tomado este dato de la Pequeña Ilíada, Astíoque, madre de Eurípilo, lo había llevado de vuelta a su nativa Misia hasta que Príamo la sobornó para que cambiara de idea enviándole una maravillosa parra dorada.[199] En otro lugar se cuenta que esta maravilla había sido creada por Hefesto, y había sido un regalo de Zeus para uno de los antecesores de Príamo —Tros o Laomedonte— en compensación por el rapto de Ganímedes (cf. p. 672).[200] Aunque la Odisea menciona de pasada que Eurípilo y sus compañeros encontraron su muerte «a causa de los regalos de una mujer»,[201] no podemos estar seguros de que Homero tuviera en mente la misma historia. Algunos mitógrafos explicaban que Príamo persuadió a Eurípilo para que fuera allí prometiéndole a una de sus hijas como esposa.[202] Después de llegar con una fuerza de tropas desde Misia, que queda en una región colindante del Asia Menor, luchó con valentía y acabó con muchos griegos, incluido Macaón, hijo de Asclepio, y el líder beocio Peneleo (cf. p. 431); pero resultó que no estaba a la altura de Neoptólemo, que demostró su destreza al matarlo en batalla.[203]
Después de la muerte de Eurípilo, Odiseo entró a escondidas en Troya para robar el talismán protector de la ciudad. En el relato épico primitivo de la Pequeña Ilíada, hizo dos incursiones secretas, entrando primero en la ciudad con un disfraz de mendigo para espiar sobre el terreno, para volver con Diomedes a robar el Paladio. Si bien Helena lo vio y lo reconoció durante la primera visita, no lo traicionó aunque entabló una conversación peligrosa con él, que trataba de planes para la toma de la ciudad, pues parecía que ella estaba descontenta con su situación apurada en Troya.[204] Este encuentro ya se menciona en la Odisea, y en él la propia Helena cuenta a Telémaco cómo había reconocido a su padre en la ciudad, lo había llevado a su casa y lo había bañado. Después de haberle prometido no traicionarlo, él le había revelado todo lo que los griegos tenían intención de hacer. Él había pasado por la espada a muchos troyanos antes de irse, haciendo que las mujeres de la ciudad se lamentaran, pero Helena se regocijaba por dentro, pues sus pensamientos habían regresado a su patria y ahora lamentaba que Afrodita le hubiera convencido de que abandonara a su marido y a su hijo.[205] En la versión de Apolodoro, se cuenta que Odiseo sólo había hecho una incursión. Tras acercarse de noche con sigilo a la ciudad con Diomedes, se disfrazó de mendigo y se adentró en la ciudad mientras su compañero esperaba fuera. A pesar de que lo reconoció, Helena le ayudó en el robo del Paladio, y él se lo llevó de vuelta a las naves griegas con ayuda de Diomedes.[206] Había quienes decían que Odiseo y Diomedes se colaron en la ciudad por una cloaca,[207] y hay muestras artísticas de una versión en la que se hacen con la estatua los dos juntos.
En una versión que retrata a Odiseo de forma muy negativa, Diomedes sube a Troya para hacerse con el Paladio y Odiseo intenta matarlo en el viaje de vuelta para robar la estatua y la gloria para él; pero cuando levanta la espada para atacar, Diomedes es alertado por un brillo de la luna en la hoja (o por la sombra de la hoja), y obliga a Odiseo a caminar delante de él el resto del camino. Esta historia se usaba para explicar la expresión proverbial «obligación diomedeana» (Diomedeios ananke), locución que se creía originada en la Pequeña Ilíada. Se presumía que algunos de estos incidentes eran descritos en el poema épico, aunque las circunstancias deben haber sido bastante diferentes, pues el Paladio había sido robado de Troya por Odiseo en vez de Diomedes, de acuerdo con lo que se convertiría en la narración reconocida por la tradición posterior.[208]
La estratagema del Caballo de Madera, el ardid de Sinón y el destino de Laocoonte
Al encontrar la ciudad tan inaccesible como siempre pese a aquellas anteriores medidas, los griegos adoptaron una nueva perspectiva que utilizaba la astucia más que la confianza en el uso abierto de la fuerza como antes. Así que, por sugerencia de Atenea (o del más ingenioso de los mortales, Odiseo), construyeron un enorme caballo de madera con un interior hueco que sirviera de escondite para ocultar una tropa. En un lado se colocó una trampilla disimulada con ingenio para permitir que entraran y salieran. Epeo, hijo de Panopeo, un héroe de la Fócide (vid. p. 602), lo construyó con la ayuda de Atenea, usando madera de los bosques del monte Ida. Cuando el caballo estuvo acabado, un grupo selecto de tropas se colocó dentro bajo el mando de Odiseo, y los otros griegos incendiaron su campamento y zarparon como si hubieran decidido abandonar el asedio. Las estimaciones sobre el número de la tropa de dentro del caballo varían desde doce a cincuenta o cien hombres. Éstos estaban destinados a actuar como una avanzadilla que abriría las puertas de la ciudad a la tropa mayor si es que los troyanos arrastraban el caballo dentro de la ciudad. Mientras tanto la flota griega estaba esperando frente a la costa de Ténedos, a la espera de la señal de fuego que avisaría a los barcos para que volvieran.[209]
La mañana después los griegos habían puesto en práctica su plan: los troyanos vieron el Caballo de Madera solo en la planicie desierta y salieron a investigar. La narración más antigua, en la Odisea, cuenta que lo arrastraron dentro de la ciudad y después discutieron acerca de qué erado mejor que podían hacer: unos proponían que había que abrirlo a golpes; otros, que debían arrastrarlo a lo alto de un acantilado y arrojarlo desde allí, y de nuevo otros, que deberían dejarlo donde estaba como ofrenda a los dioses. Al final sellaron su propio destino al escoger la última opción.[210] En otro lugar se refiere que los griegos animaron a los troyanos a que considerasen el caballo como un objeto sagrado, pues lo habían decorado con una inscripción en la que se afirmaba que era para agradecer a Atenea un regreso seguro.[211] En apariencia la historia del Caballo de Madera se contaba casi de la misma forma en dos poemas épicos del ciclo troyano: la Pequeña Ilíada y el Saqueo de Troya. En el primero los troyanos demolían parte de la muralla de la ciudad para permitir la entrada del enorme objeto.[212] Homero añade un detalle interesante al argumento, pues sostiene que Helena dio la vuelta alrededor del caballo llamando a los hombres que estaban dentro con imitaciones perfectas de las voces de sus esposas, pero aunque Menelao y Diomedes sintieron la tentación de responder, los detuvo Odiseo, que también tapó con la mano la boca de un tal Anticlo (que es desconocido aparte de por eso) para evitar que hablara en voz alta. Así es el extraño relato que narraba Menelao en la Odisea, y decía para satisfacer el capricho de su mujer que aquello debió de ocurrir por inspiración de algún dios que favorecía a los troyanos.[213]
Cuando se comparan con aquellas versiones tempranas de la estratagema del caballo, las que aparecen en la Eneida y en la épica griega posterior son bastante diferentes en dos aspectos principales. En primer lugar, los troyanos sospechan bastante más del caballo y por eso discuten sobre lo que deben hacer con él mientras todavía está en su ubicación original; y en segundo lugar, los griegos consideran que los troyanos sospecharán y entonces lo organizan todo para que Sinón, un primo de Odiseo, sea capturado en circunstancias que le permitan convencerlos de que el caballo no supone peligro alguno y debe ser introducido en la ciudad. Sinón aparece también en la épica anterior, aunque sólo como el hombre que queda atrás para encender la señal luminosa que avisaría a la flota griega en el momento adecuado. Sin embargo, en los relatos posteriores en lugar de ocultarse, se asegura de que los troyanos lo encuentran y se las arregla para ganarse su confianza haciéndoles creer que es un desertor con razones para odiar a sus compañeros griegos.
En la obra de Virgilio, los troyanos mantienen un acalorado debate delante del caballo antes de que Sinón aparezca en escena, unos defendiendo que deberían arrastrarlo hasta la ciudad mientras otros mantienen que deberían desconfiar de cualquier regalo de los griegos y que, por lo tanto, deberían destruirlo o al menos abrirlo para ver si hay algo escondido dentro. Laocoonte, un sacerdote troyano, es el primero en proponer la segunda opción, e incluso justifica su punto de vista al golpear un flanco del caballo con su lanza, lo que hace que suene un eco dentro. Pero justo en ese momento, Sinón, que ha sido capturado de acuerdo con el plan griego, es llevado allí para un interrogatorio. Dice que ha tenido malas relaciones con los otros griegos porque había hecho un voto para vengar la muerte injusta de Palamedes (cf. p. 595), y alega que Odiseo había planeado su destrucción al persuadir a Calcante, el vidente, de que declarase que debía ser sacrificado para asegurar así la partida de la flota griega. En cuanto los troyanos se han convencido de su historia y realmente creen que odia a sus antiguos camaradas, escuchan con confianza lo que tiene que decir sobre el Caballo de Madera. Sinón les cuenta que los griegos construyeron el caballo aconsejados por Calcante, para expiar su sacrilegio al haber robado la imagen sagrada de Atenea: el Paladio; y silos troyanos dañasen este objeto sagrado, podrían estar seguros de que iban a sufrir una terrible destrucción, pero por otro lado podían esperar un destino espléndido si lo llevaban dentro de su ciudad. Así que deciden hacer esto último, y sienten que se confirma su decisión cuando Laocoonte y sus dos hijos mueren poco después por el ataque de dos serpientes que llegan nadando de Ténedos, pues interpretan esto como una indicación de que los dioses se han enfadado con él por haber profanado el objeto sagrado. Cuando el caballo está dentro de las murallas, la profetisa Casandra añade sus propias advertencias, que no causan efecto porque está destinada a no ser creída nunca (cf. p. 215). Sinón adopta medidas más radicales para ganarse la confianza de los troyanos en el relato épico griego tardío de Quinto de Esmirna, pues guarda silencio durante un tiempo considerable mientras ellos lo torturan y le rebanan las orejas y la nariz, dándoles así motivos para creer que le habían sonsacado la verdad. En otro relato épico posterior de Trifiodoro, Sinón se mutila a sí mismo para hacer que la historia suene más creíble.[214]
Sobre el destino de Laocoonte y su significado se ofrecen versiones muy diferentes. En la épica temprana del Saqueo de Troya, muere después de que los troyanos hayan introducido el caballo en su ciudad. Mientras festejaban con la feliz creencia de que la guerra había terminado con ventaja para ellos, aparecen dos serpientes y acaban con Laocoonte y uno de sus dos hijos. Eneas y sus seguidores consideran esto un portento y salen de la ciudad para retirarse en el monte Ida.[215] El significado de esta señal no es difícil de averiguar: la muerte de Laocoonte indica la inevitable caída de la ciudad, mientras que la muerte de su hijo (evidentemente el mayor, aunque no se indica en el argumento conservado) apunta a la destrucción de la rama mayor de la familia de Príamo. Al retirarse Eneas, representante principal de la rama menor, sobrevivirá para tomar el mando. En el relato de Virgilio, por el contrario, las serpientes parecen actuar movidas por voluntad divina para asegurar que las advertencias de Laocoonte sobre el caballo sean desoídas. La obra épica de Quinto, en la que el episodio cumple una función similar, plantea con claridad que Atenea envió las serpientes con esta intención (tras dejar primero ciego a Laocoonte). Los dos hijos de Laocoonte mueren en estas versiones.[216] Siguiendo a Apolodoro, las serpientes fueron enviadas por Apolo «como señal» cuando el caballo ya estaba en la ciudad; llegaron nadando por el mar desde alguna isla vecina y devoraron a los hijos de Laocoonte. Esto coincide con una versión poco conocida de Sófocles donde sólo morían los hijos (hecho de significado incierto). Como la parte relevante del texto de Apolodoro se ha conservado tan sólo en forma de sumario, no está claro lo que quería indicar Apolo ni si alguien emprendió alguna acción en consecuencia. En la versión de Sófocles, el padre de Eneas interpretaba el episodio como una señal, por lo que éste se decidía a dejar la ciudad antes de que cayera, de manera muy similar a la de la épica primitiva.[217] Por lo general se decía que las serpientes habían llegado desde unas islas de identificación incierta: las Calidne. En Baquílides aparece lo mismo y se añade de forma inesperada que asumieron forma humana a su llegada.[218]
En versiones diferentes que se recogen por primera vez en fuentes mitográficas romanas, las serpientes son enviadas por Apolo para castigar a Laocoonte por comportarse de forma inapropiada para un sacerdote, bien porque había tenido relación carnal con su esposa delante de unas imágenes divinas en el recinto de Apolo, bien por haberse casado y haber tenido hijos contra el deseo del dios.[219] A pesar de que Laocoonte era en principio sacerdote de Apolo Thymbraios, algunos autores, incluidos Virgilio y el poeta helenístico Euforión, mantienen que fue elegido por sorteo para convertirse en sacerdote de Poseidón en algún momento (pues el sacerdote original había sido lapidado hasta la muerte por los troyanos al no haber hecho los sacrificios apropiados para advertir del desembarco griego).[220] Por si puede servir de algo, en fuentes posteriores se describe a Laocoonte como hijo de Capis, el abuelo de Eneas, o del troyano de más edad, Antenor.[221
La toma de Troya
En mitad de la noche, mientras los troyanos duermen después de celebrar su victoria aparente, los griegos ponen su plan en marcha. Sinón enciende un fuego de aviso en la ciudad (o en la tumba de Aquiles cerca de la orilla) para atraer a la flota desde Ténedos y señalarle el camino;[222] y los guerreros que han estado esperando dentro del caballo de madera abren la trampilla y bajan hasta el suelo con escaleras o una soga.[223] En la narración de Virgilio, que presenta los hechos de aquella noche a través de la mirada de Eneas y se aparta a menudo de la épica temprana anterior, Helena avisa a la flota levantando una antorcha desde la ciudadela; y cuando la flota navega desde Ténedos, se enciende un fuego de aviso como indicación a Sinón, que retira entonces unas planchas del Caballo de Madera para liberar a los guerreros de su encierro.[224] Cualquiera que sea la secuencia de los acontecimientos previos, los guerreros del caballo matan a los centinelas y a cualquiera que pueda haber dado la voz de alarma, y entonces abren las puertas de la ciudad para franquear el paso al ejército principal (en el caso de que fuera necesario, pues en algunos relatos, como el mencionado arriba, los troyanos ya han abierto brechas en los muros para facilitar la entrada del caballo). Ahora todas las tropas griegas pueden reunirse para masacrar a los incautos troyanos.
Ninguna antigua narración completa sobre los hechos de la noche del saqueo ha sobrevivido, aunque se pueden encontrar relatos continuados de un período posterior en el canto segundo de la Eneida y en el canto decimotercero de las Posthoméricas de Quinto. Nos concentraremos en el destino de los troyanos más destacados como podrían haberse presentado en la tradición épica antigua en particular. La descripción de Pausanias de gran mural de Polignoto sobre la toma de Troya, pintado a mediados del siglo V a.C., puede darnos mucha información acerca de qué les sucedió aquella noche a los individuos destacados de ambos bandos en los relatos tempranos.[225]
De acuerdo con la versión estándar del Saqueo de Troya en el ciclo épico, Neoptólemo se abrió paso hacia el palacio y mató a Príamo con su lanza cuando el rey buscaba refugiarse en el altar de Zeus Herqueio en el patio central.[226] La Pequeña Ilíada presentaba el episodio de forma diferente, sugiriendo que Neoptólemo lo alejó a rastras del altar y lo asesinó a la entrada del palacio.[227] Además hay versiones posteriores en las que el joven héroe lo decapita o lo arrastra fuera de la ciudad para matarlo sobre la tumba de Aquiles;[228] y en la representación de Virgilio, mata a un hijo suyo superviviente, Polites, delante del anciano rey antes de pasarlo a cuchillo.[229] Menelao se dirige hacia la casa de Deífobo para recuperar a su esposa Helena. Según la Odisea, le acompaña Odiseo, que se ve envuelto en una lucha desesperada allí, pero gana al final con ayuda de Atenea. Sin embargo, nuestro argumento del Saqueo de Troya no menciona a Odiseo en relación con esto, y simplemente indica que Menelao encontró a Helena y se la llevó de vuelta al barco después de matar a Deífobo.[230] En la Pequeña Ilíada en apariencia había planeado matarla, pero arroja su espada al entrever sus pechos desnudos; o, en otra versión, la visión de su belleza divina evitó que las tropas griegas la lapidaran como tenían pensado, o la pasaran a espada.[231] En la Eneida, Eneas la ve escondiéndose en el templo de Hestia (Vesta en forma latina) y la hubiera matado si su divina madre Afrodita (Venus), que era también la protectora de Helena, no le hubiese prevenido de no hacerlo.[232] Etra, la madre de Teseo, que había sido obligada a servir a Helena como doncella (cf. p. 472), es descubierta después del saqueo entre los cautivos por Demofonte y Acamante, los dos hijos de Teseo, y se les permite llevársela con ellos después de que Agamenón se haya ganado el consentimiento de Helena (cf. asimismo p. 489).[233] Andrómaca, la viuda de Héctor, es capturada por Neoptólemo cuando está sola con su pequeño hijo Astianacte. Unas pocas líneas conservadas de la Pequeña Ilíada describen cómo Neoptólemo se la lleva a los barcos griegos, pero arranca al joven Astianacte de los brazos de su niñera, lo agarra por los pies y lo tira desde una torre. En el Saqueo de Troya, por contraste, Odiseo lo mata arrojándolo desde las murallas de la ciudad;[234] o bien en algunas narraciones más tardías, los griegos, animados por Odiseo, deciden en una reunión tras la caída de la ciudad que Astianacte debe morir.[235] Los pintores de vasijas representan su asesinato en conjunción con el de Príamo. Esto era una medida racional aunque despiadada, pues elimina así al único miembro de la familia real troyana que podría buscar venganza en el futuro. Andrómaca es asignada a Neoptólemo después del saqueo y lo acompaña al Epiro como su concubina (vid. p. 631).
Hécabe, la esposa de Príamo, es capturada y llevada a los barcos, igual que sus hijas; de éstas, sólo Casandra tiene una historia destacable asociada a su captura. De acuerdo con el Saqueo de Troya en el ciclo épico, pide refugio aferrándose a una imagen del culto de Atenea, pero Áyax el menor la arrastra por la fuerza, cambiando la estatua de posición al hacerlo. Los guerreros que lo acompañaban quedan tan horrorizados por su comportamiento que le hubieran lapidado si no se hubiera refugiado en el altar de Atenea, presumiblemente en el mismo templo en el que había cometido su acto de sacrilegio.[236] Atenea exige una terrible venganza como veremos (pp. 621 y ss.), y causa la muerte no sólo de Áyax, sino también de muchos de sus camaradas mientras navegan de vuelta a Grecia. Estos hechos se describían en el siguiente poema épico del ciclo troyano, los Regresos. Autores posteriores realzaban la historia del sacrilegio de Áyax contando que había violado a Casandra bajo la estatua de la diosa. Es bastante posible que esto ya lo mantuviera Alceo (nacido a finales del siglo VII a.C.) pero por desgracia el verbo relevante ha desaparecido del papiro.[237] De cualquier forma, la evidencia de las artes visuales sugeriría que la anécdota ya se conocía hacia el siglo VI. El primer autor que menciona sin posibilidad de equívoco la violación es Licofrón, que añade que la estatua movió sus ojos hacia arriba con asco.[238]
Cabe señalar brevemente el sino de los principales supervivientes troyanos. De los hijos de Príamo, Héleno ya estaba en el campamento griego, pues había revelado las condiciones previas para la caída de Troya bajo un mayor o menor grado de obligación (cf. p. 607). Después de la guerra acompañaría a Neoptólemo al Epiro (cf. p. 632). Al menos en la tradición posterior a la épica, Príamo había enviado fuera a su hijo más pequeño, Polidoro, con la esperanza de asegurar su integridad, aunque sin resultado, porque fue asesinado por su anfitrión (cf. supra). Eneas, que pertenecía a otra rama de la familia, escapó durante la confusión con su anciano padre Anquises sobre su espalda (cf. p. 749), si es que no había huido de la ciudad ya un poco antes (cf. p. 612). Al noble troyano Antenor y a su familia los dejaron en paz porque él había apoyado a los embajadores griegos cuando habían propuesto un acuerdo pacífico al comienzo de la guerra (cf. p. 588).
El destino de las mujeres troyanas
Después de la matanza de los hombres en edad militar, como era práctica común tras la toma de una ciudad, los griegos incendiaron Troya (o a lo que quedaba de ella) y volvieron al campamento junto a los barcos para repartir el botín. La historia se centra ahora en el destino penoso de las mujeres cautivas, en especial aquellas que pertenecían a la familia próxima de Príamo.[239] Hécabe (Hécuba), la esposa de Príamo, destaca con mucho en todas las versiones de la saga de Troya como la figura majestuosa más infeliz, que estaba destinada a ver cómo asesinaban a sus hijos uno tras otro, y degollaban a su marido en el patio de su propio palacio. Nada se sabe por la épica antigua de cómo se las arregló tras la caída de la ciudad, y aunque es lugar común en las tradiciones posteriores que fue adjudicada en una rifa a Odiseo, no existe evidencia de esto en la Odisea ni en los testimonios supervivientes del Saqueo de Troya. Se decía con frecuencia que había muerto poco después, también en circunstancias excepcionales, pues se transformó en una perra en las playas del Helesponto (o mientras la llevaban sobre sus aguas en un barco), y desde entonces encentró una muerte rápida y fue enterrada en Cinosema (Tumba de la Perra), cerca de la entrada al Helesponto por su orilla europea.[240] En la Hécabe de Eurípides, que con seguridad es la fuente que más temprano se puede datar sobre esta transformación, se predice que Hécabe nunca alcanzará Grecia, pues se trasformará en un perro de ojos enfurecidos en el barco que la llevará hacía allí, y entonces saltará de su mástil y caerá para morir en el mar, y para ser enterrada en Cínosema.[241] Queda claro por la manera alusiva en que se describe el destino de Hécabe, que ya debía ser un relato bien conocido. En las narraciones que llegan después, se dice de Hécabe que había sido transformada después del salto al mar angustiada por el destino de su patria,[242] o mientras la lapidaban los griegos en castigo por las maldiciones que había pronunciado contra ellos[243] (o bien por los tracios, porque ella había cegado a su rey Poliméstor,[244] cf. infra). Había quien decía que se convirtió en el fantasma de un perro de caza que perturbaba las tierras alrededor del Helesponto con sus aullidos, o que se convirtió en perro de caza de Hécate.[245] Por el contrario, en relatos racionalizados tan sólo se la lapidaba como a un perro sin experimentar transformación.[246] El poeta lírico temprano Estesícoro ofrece un relato excepcional de su sino al afirmar que Apolo la trasladó a Licia después de la guerra.[247]
En la Hécabe de Eurípides se cuenta que Odiseo había llevado a Hécabe a través del Helesponto a la península tracia de Quersoneso, donde sus asistentes descubrieron el cuerpo de su joven hijo Polidoro en una playa.[248] Este Polidoro, que era el último hijo que había tenido, había sido confiado a Poliméstor, rey de Tracia, por Príamo, que había entregado a su hijo cierta cantidad de oro para asegurarse la continuidad de su linaje en caso de que Troya cayera;[249] y así supo Hécabe que Poliméstor había asesinado a su hijo para robarle el oro. Con permiso de Agamenón, invitó a Poliméstor y a sus hijos a que la visitaran, y les hizo entrar en su tienda sin protección al prometer que les revelaría dónde se habían escondido los tesoros ancestrales de Príamo. Entonces cegó a Poliméstor y mató a sus hijos con ayuda de las mujeres.[250] Al final de la obra, Poliméstor revela la profecía antes mencionada sobre el sino de Hécabe, y Agamenón ordena que el rey ciego sea abandonado en una isla desierta. Tanto en esta obra como en sus Mujeres troyanas, Eurípides pinta un retrato conmovedor de las secuelas de la caída de Troya y de los aprietos de las mujeres cautivas.
Las hijas de Príamo y Hécabe tuvieron destinos variados. La profetisa Casandra, que ya había sufrido a manos de Áyax el menor durante la noche del saqueo, fue entregada como premio de guerra a Agamenón, por lo que luego fue asesinada en Argos por Clitemnestra, la esposa de éste (cf. pp. 654-655).[251] Según una versión que ya se contaba en el Saqueo de Troya, Polixena fue asesinada sobre la tumba de Aquiles. Fuentes posteriores explican que el espíritu de Aquiles ordenaba que ella le fuese ofrecida como su parte del botín (o como su novia en la muerte), y mantienen que el sacrificio lo llevó a cabo el hijo del héroe, Neoptólemo. Aunque la obra de Sófocles que toca este tema, la Polixena, se ha perdido, puede encontrarse un relato completo de este episodio inquietante en la primera parte de la Hécuba de Eurípides. La idea de que el sacrificio era una especie de matrimonio forzoso aparece por primera vez en el período helenístico, en Licofrón. Séneca afirma de manera más explícita que Aquiles quería a Polixena como esposa póstuma en los Campos Elíseos.[252]
Los mitógrafos revisionistas tienen mucho que decir sobre Polixena. Filóstrato sugiere que acompañó a Príamo cuando visitó a los griegos para que le devolvieran el cuerpo de Héctor, y se enamoró de Aquiles en ese momento. Después de la muerte de él, ella se escabulló de la ciudad y se apuñaló sobre su tumba para así convertirse en su novia póstuma.[253] En narraciones de fuentes latinas, Aquiles la vio durante un descanso en la lucha y sufrió su propia muerte al intentar casarse con ella, pues Paris y Deífobo aprovecharon la negociación para asesinarlo en el santuario de Apolo Thymbraios, justo a las afueras de la ciudad.[254]
A pesar de que no está claro por qué las Ciprias debieran haber tenido algo que decir sobre la materia, en apariencia ofrecían un relato sobre el destino de Polixena diferente del que aparece en el Saqueo de Troya, pues se afirmaba que ella había sufrido una herida fatal a manos de Odiseo y Diomedes durante la toma de la ciudad y había sido enterrada por Neoptólemo poco después.[255]
De acuerdo con una narración de la que informa por primera vez Licofrón, a otra hija de Príamo, Laódice, se la tragó una grieta en la tierra cerca de la tumba de su antepasado Ilo. Quinto explica en su épica tardía que ella suplicó a los dioses para que se cumpliese su destino y para que la alejaran de la indignidad de la esclavitud.[256] La Ilíada se refiere a ella como la más bella de las hijas de Príamo, y menciona que estaba casada con Helicaón, hijo de Antenor. Es muy posible que su conexión con la familia de Antenor la salvara de la esclavitud en la épica primitiva, en especial porque en la Pequeña Ilíada Odiseo salvaba a su marido durante el saqueo.[257] Para una historia de amor helenística que declara que antes ella había dado un hijo a Acamante, el hijo de Teseo, cf. p. 491. Menos en las tradiciones más antiguas, en todas se decía que Eneas se había casado con Creúsa, hija de Príamo. Polignoto la retrataba entre los cautivos troyanos en su pintura del saqueo;[258] mientras que composiciones literarias posteriores no se ponen de acuerdo acerca de si escapó con su marido o fue abandonada. En la versión más conocida, la de la Eneida, Eneas se aflige al descubrir que ella ha quedado atrás en su huida de la ciudad en llamas, y vuelve a buscarla; pero su espíritu se le aparece para decirle que se la ha llevado consigo la Madre de los Dioses, y que la voluntad divina es que viaje lejos sin ella.[259] Según Licofrón, sin embargo, los griegos permitieron a Eneas partir y coger aquello que pudiera llevarse encima, y él escogió llevarse a su padre y sus dioses del hogar antes que a su mujer, a sus hijos y sus propiedades; o bien escapó durante el saqueo también con su esposa y sus hijos.[260]

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