jueves, 28 de marzo de 2019

LA SAGA DE LOS DEUCALIÓNIDAS

Las dos familias más importantes en la mitología heroica griega son los Ináquidas, oriundos de Argos, y los Deucaliónidas, que provenían de la Grecia central y que se extendieron por otras áreas de la Grecia continental así como por el oeste del Peloponeso. Después de haber dedicado el capítulo precedente a la mayor aventura asociada con este linaje —la búsqueda del vellocino de oro a cargo de Jasón—, debemos ahora trazar su historia desde sus orígenes. Deucalión, hijo de Prometeo, el fundador de esta saga familiar, y su esposa Pirra, hija de Pandora, la primera mujer, son las figuras centrales en el mito que se desarrolló para explicar el origen de los pobladores de la Lócride oriental, en el este de Grecia. Después de sobrevivir a una inundación que afectó a la mayor parte de Grecia (o toda entera o al mundo entero según las versiones posteriores), Deucalión y Pirra crearon una nueva raza de humanos en Lócride tirando piedras por encima de sus hombros, además de varios hijos con el procedimiento natural, entre los que se encuentra Helén, el epónimo de los griegos, los helenos. Helén, a su vez, fue el abuelo de Eolo, Doro, Aqueo e Ion, los epónimos de las cuatros grandes divisiones del pueblo griego: los eolios, los dorios, los aqueos y los jonios. Ninguno de ellos tiene leyendas muy importantes (quizá sólo Ion). Todos los héroes y heroínas principales de la familia fueron descendientes de Eolo, que tuvo numerosos hijos e hijas. La historia de los Deucaliónidas es principalmente la historia de los Eólidas.
Eolo, que vivió en Grecia central, cerca de las tierras de Deucalión, tuvo siete hijos y cinco hijas que se diseminaron por distintas partes de Grecia. Como se puede imaginar a partir de esto, esta rama de la familia tiene una estructura y una historia más complejas que la de los Ináquidas, en la que sólo hay tres líneas principales situadas en lugares de primera importancia. Los Deucaliónidas no sólo llegaron a establecer linajes reales en una gran cantidad de lugares importantes, sino que el tiempo en que cada uno de estos linajes gozó de una situación de preeminencia en la historia mítica es sólo de una generación o dos, en contraste con los linajes Ináquidas de Tebas o Argos. Incluso si parte del material que suministran carece en ocasiones de gran interés, en todo caso se ha de llevar a cabo un tratamiento completo y sistemático de la familia y no detenerse únicamente en sus héroes y mitos más célebres. De este modo, se seguirá aquí el método de la mitología antigua y se considerará a cada uno de los hijos de Eolo y a sus descendientes respectivos, empezando por sus hijas (cf. pp. 532 y ss.) para continuar con los hijos (cf. pp. 546 y ss.).
Los linajes gobernantes que fundaron los hijos e hijas de Eolo se establecieron en tres áreas principales: en el sur de Tesalia, en las tierras que baña el golfo de Pagasa; en Etolia, al sudoeste del continente; y en el Peloponeso occidental. Los principales reinos de los Deucaliónidas se pueden, por tanto, representar como un semicírculo cuyo centro es el área de origen de la familia, y que se extiende desde Tesalia hacia Etolia y luego, atravesando el golfo de Corinto, hasta la Élide y Mesenia. No obstante, otras ramas de la familia habitaron en otras partes, en la Grecia central, en Corinto e incluso en la isla de Sérifos, en el Egeo.
La familia real etolia descendía de Cálice, una de las hijas de Eolo, y éste era el linaje real eleo menos importante. Calidón, la ciudad principal de Etolia, fue célebre en la mitología como el lugar de nacimiento de Eneo y de su hijo Meleagro, quien dirigió la expedición formada por varios de los más sobresalientes héroes griegos para dar caza al jabalí de Calidón (cf. pp. 539 y ss.), la segunda de las aventuras panhelénicas más destacables vinculadas con esta familia. Todas las demás ramas de esta familia descendían de los hijos de Eolo. Como vimos en el capítulo anterior, Creteo fue el fundador de un linaje tesalio que tuvo su importancia en relación con la saga de los Argonautas. Se abordarán en este capítulo otros aspectos de la mitología tesalia de la familia de Creteo (cf. pp. 552 y ss.), así como una rama tesalia interesante que surge en Fílacas de otro de los hijos de Eolo (cf. p. 564). Uno de los hijos de Creteo, Amitaón, cruzó a Mesenia, en la punta occidental al sur del Peloponeso y allí fundó una familia de adivinos y de gobernantes peloponesios entre los que se incluye el gran adivino Melampo (cf. p. 553). Amitaón gozó de la hospitalidad de su hermanastro Neleo en la arenosa Pilos, célebre en el mito como la ciudad natal de Néstor, el longevo hijo pequeño de Neleo (cf. pp. 550-551). Neleo estableció su reino en las tierras costeras de Mesenia que le entregó Perietes, hijo de Eolo, que fundó un linaje real en Mesenia destinado a terminar prematuramente, lo que provocó que los hijos de Neleo se hicieran también con el dominio de esas tierras (cf. pp. 549 y ss.). Cabe mencionar asimismo la rama corintia de la familia, de la que es fundador Sísifo, hijo de Eolo, el hábil tramposo que fue abuelo de un gran héroe; el matador de monstruos Belerofonte. Nos detendremos también en Atamante, un miembro beocio de la familia que se casó muchas veces (cf. infra pp. 546 y ss.), así como en otros notables héroes y heroínas descendientes de Deucalión y Eolo.
Deucalión y su descendencia directa
Deucalión y Pirra sobreviven al gran diluvio
Deucalión, el primer hombre de Grecia central y el superviviente de la gran inundación, era hijo de Prometeo. De acuerdo a las narraciones más antiguas, su madre fue una oceánide llamada Hesíone,[1] (se podría pensar que Deucalión, como hijo de dioses, hubiera debido ser inmortal). Se casó con su prima Pirra, hija de Epimeteo, el hermano de Prometeo, y de la primera mujer, Pandora.[2] Dado que Pandora fue una creación de los dioses (cf. p. 142), Pirra fue la primera mujer que nació mediante un proceso natural. Deucalión y Pirra, en un primer momento, estaban vinculados con la región de la Lócride, en la Grecia central. Parece que el mito del gran diluvio proviene de Oriente Próximo y el papel de Noé aquí lo asume Deucalión. La fuente griega más completa sobre esta historia es la que da Apolodoro. A consecuencia de un aviso de su padre Prometeo, que sabía que Zeus estaba planeando provocar un diluvio que destruyera a la raza de bronce, Deucalión construyó un gran arcón, lo cargó de provisiones y se subió a él en compañía de su esposa. Zeus provocó una intensa lluvia y la mayor parte de Grecia quedó sumergida. La mayoría de los humanos perecieron, excepto unos pocos que se refugiaron en las montañas. Mas Deucalión y Pirra lograron mantener a flote el arcón durante nueve días y nueve noches, navegando a la deriva hasta llegar al monte Parnaso. Cuando las lluvias cesaron, Deucalión saltó a tierra y ofreció un sacrificio a Zeus Phyxios (de la Huida). Zeus entonces mandó a Hermes que fuera a su encuentro y le ofreciera aquello que más deseara, y él pidió que se le concediera una nueva raza de humanos. Hermes les dijo que bastaba con tomar unas piedras y tirarlas por encima de sus hombros. De este modo, las piedras que tiró Deucalión se convirtieron en hombres y las que tiró Pirra, en mujeres.[3]
Píndaro es el primer autor que se refiere directamente a la inundación y cuenta cómo las aguas cubrieron por completo la negra tierra hasta que de repente refluyeron por obra de Zeus. Deucalión y Pirra descendieron del monte Parnaso y se asentaron en Opunte, en la Lócride oriental, donde dieron vida a un nuevo pueblo del modo en que se ha descrito.[4] Un fragmento atribuido a Hesíodo menciona las piedras y al nuevo pueblo se le da el nombre de léleges (los habitantes aborígenes de la Lócride oriental).[5] Como Píndaro señala, esta parte de la historia tiene una inspiración etimológica, dado que la palabra griega laas, que significa «piedra» es muy parecida a la palabra laos (pueblo). Aunque se pensaba que Deucalión había gobernado en Lócride, los autores de época helenística en adelante afirman que era tesalio y cuentan que era el rey de Ftía o de toda Tesalia.[6] Helánico afirma que no fue en el Parnaso donde le detuvo el flujo de las aguas, sino en el monte Otris, al sur de Tesalia.[7] Una tradición ateniense menciona que se refugió en Atenas durante la inundación, e incluso que estaba enterrado en un túmulo cerca del santuario de Zeus olímpico, cuyo culto había fundado.[8] Como también sucede con la causa de la inundación, Apolodoro, como hemos visto, menciona que la provocó Zeus para destruir a los pobladores de esa época, que se identifican con la viciosa raza de bronce de la que habla Hesíodo (aunque según Hesíodo éstos murieron a causa de su propia violencia, cf. p. 114). Otras fuentes sugieren que Zeus mandó el diluvio para castigar la injusticia humana, lo que es similar, o para vengar el crimen de Licaón o de sus hijos (cf. p. 693).[9]
Tal y como se concibió dentro de la mitología griega, el diluvio sólo afectó a la Grecia continental, por lo que el lanzamiento de piedras no explicaba cómo se repobló el mundo, sino sólo cuál era el origen de un pueblo específico de Grecia, los léleges de la Lócride oriental. En las versiones romanas, sin embargo, la inundación es un diluvio universal que cubrió el mundo entero y del que sólo se salvaron unas pocas cimas de montañas (o sólo el monte Parnaso). Según Ovidio, Zeus quedó tan apesadumbrado por el crimen de Licaón y en general por la injusticia humana que decidió eliminar a la raza que habitaba entonces y emplazar una nueva. Aunque en un primer momento intentó llevarlo a cabo arrojando rayos a todas las partes de la tierra, sintió miedo de que el fuego llegara a los cielos y echó mano del agua para sus fines. Las Nereidas quedaron impresionadas de ver bosquecillos y ciudades debajo del mar, los delfines se hicieron con los bosques, los pájaros caían al mar exhaustos ante la imposibilidad de posarse. Todo se hundió o murió de hambre, sólo sobrevivieron Deucalión y Pirra, que navegaron a través de las aguas en una pequeña barca hasta que alcanzaron la cima del monte Parnaso. Zeus se alegraba de que hubieran sobrevivido, pues sabía de su virtud y piedad. Hizo que el viento del norte barriera las nubes que descargaban la lluvia, mientras que Poseidón apaciguó las olas con su tridente y dio la orden a Tritón de que soplara su cuerno de concha para que las aguas se retiraran a sus cauces. Al ver que estaban solos en el mundo, Deucalión y Pirra pidieron un oráculo a Themis, que les indicó que arrojaran los huesos de su gran madre por encima de sus hombros. Quedaron atónitos ante la respuesta, pero Deucalión se dio cuenta de que se refería a las piedras que había en el cuerpo de la Madre Tierra y la pareja se puso a la tarea de traer a la vida a una raza de mortales.[10]
Helén y los epónimos de las cuatro divisiones principales del pueblo heleno
Deucalión y Pirra tuvieron un hijo muy importante, Helén, y otros cuantos, según las diferentes versiones;[11] de dos de los últimos, Protogenia y Anfictión, cabe hacer mención por separado. Protogenia fue la primera mujer engendrada por un mortal. Zeus la sedujo y tuvieron un hijo juntos, Etlio, que aparecerá más adelante como primer rey de la Élide y padre de Endimión (cf. p. 534).[12] Anfictión fue el fundador epónimo de una importante sociedad religiosa, la Liga anfictiónica. Los santuarios comunes de la Liga eran el templo de Apolo en Delfos y el templo de Deméter Anfictionis en Antela, cerca de las Termopilas. Heródoto señala que Anfictión tenía un altar en este último. En realidad, el nombre de ésta y de cualquier otra de estas sociedades (amphiktyioneiai) hace referencia a que estaban constituidas por los «pobladores de los alrededores» y vecinos. Se decía que Locro, el epónimo de la provincia natal de Deucalión, la Lócride, era nieto del nieto de Anfictión. A pesar de la confusión que se produce con el presente Anfictión, que fue el gobernante de las Termopilas, también se señala a veces que el rey originario de Atenas con el mismo nombre (cf. p. 480) fue hijo de Deucalión.[13]
Helén fue el epónimo del pueblo griego, los helenos, y el antecesor de las ramas principales de la familia a partir de los hijos que tuvo con su esposa, la ninfa Orsis.
Los helenos, nombre que se aplicaba al conjunto del pueblo griego, fueron en origen una tribu de griegos que habitaban al sur de Tesalia. Aparecen con ese nombre en la Ilíada, que los incluye en el contingente que comanda Aquiles (que provenía de esa misma región, de Ftía).[14] Aunque Homero utiliza la palabra panhellenes como término general en una ocasión,[15] generalmente se refiere a los griegos como aqueos, argivos o dánaos. Los helenos en sentido amplio pasaron a llamarse Graeci en latín, debido a los Graikoi, un pueblo helénico que vivía al oeste de los helenos de los que habla Homero. Graico, el epónimo de los Graikoi, aparece en el Catálogo atribuido a Hesíodo como hijo de Zeus y de una hija tardía de Deucalión también llamada Pandora.[16]
Los helenos consideraban que eran divisibles en cuatro grupos principales: los eolios, los dorios, los aqueos y los jonios, distinguibles por sus variaciones dialectales, por su historia, distribución, instituciones, etc. Se podía expresar esta idea en términos genealógicos convirtiendo a Helén, el epónimo del pueblo heleno, en el padre o el abuelo de los epónimos mencionados antes. Se estaba mayoritariamente de acuerdo en que había engendrado a tres hijos, Eolo, Doro y Juto y que Juto había sido el padre de Aqueo y de Ion.[17] Estos dos últimos fueron separados de Eolo y de Doro como miembros de generaciones siguientes porque se pensaba que los aqueos y los jonios tenían más relación entre sí que con los eolios y los dorios.
Se consideraba que los diferentes grupos tribales no habían vivido siempre en las mismas regiones y que el modo en que se distribuyeron en época clásica había sido fruto de un largo y complejo proceso migratorio. Hemos de imaginar que Helén vivió en la Ftiótida, en el sur de Tesalia, la tierra de los helenos que se menciona en la Ilíada, y que allí le sucedió Eolo, cuyos hijos y descendientes se diseminaron por diversos puntos del continente y el Peloponeso. Doros se estableció en la pequeña región de la Dóride, en la Grecia central, considerada la tierra ancestral de los dorios (a no ser que creamos que vivió en el norte de Tesalia, de la que se pensaba a menudo que había sido la tierra original de este pueblo). De Juto se contaba que había marchado a Atenas, la más importante de las ciudades jonias, en donde se había casado con una princesa ateniense y había engendrado a Ion y a Aqueo.
En las más antiguas fuentes Doro, Ion y Aqueo habían sido sólo epónimos, y poco más, de la familia de los Deucaliónidas. No sólo no tenían leyendas propias, sino que su genealogía era poco importante, dado que Eolo, con su larga progenie, aparecía como el ancestro de todas las ramas principales de la familia. Doro tuvo un único hijo, Egimio, del que ya se ha tratado en relación con Heracles (cf. p. 372). Como se ha explicado en el capítulo VIII, se establecieron relaciones cercanas y duraderas entre su familia y la de Heracles cuando el gran héroe le ayudó en su victoria contra los lapitas, cuando los dorios vivían en el norte. Cuando los Heraclidas invadieron el Peloponeso para reclamar sus derechos sobre esa región, los dorios se aliaron con ellos y se establecieron allí bajo su gobierno. La leyenda del retorno de los Heraclidas, por tanto, suministró una explicación mítica para la migración doria al Peloponeso (así como una justificación, ya que los dorios, un pueblo del norte, no tenían ninguna pretensión legítima sobre ese territorio). Egimio tuvo dos hijos, Dimas y Pánfilo, epónimos de dos tribus dorias: los dímames y los pánfilos. Hilo, un hijo de Heracles, al que adoptó Egimio, era el epónimo de la tercera tribu, los hileos. Se dice que Dimas y Pánfilo, los dos hijos de Egimio, se unieron a los Heraclidas en la invasión final del Peloponeso (aunque sea poco plausible mitológicamente), pero cayeron en la batalla en la que los Heraclidas consiguieron la victoria.[18

Aqueo, Ion y sus descendientes
El Catálogo atribuido a Hesíodo parece disminuir el número de descendientes de Juto en cinco ramas. Señala que se casó con Creúsa, hija de Erecteo, que le dio a Ion y a Aqueo como hijos y también una hija, Diomede,[19] que se casó con su primo Deyón (cf. p. 564). Con el paso del tiempo, sin embargo, surgieron diversas historias sobre Juto y sus descendientes, así como una versión legendaria acerca de cómo los jonios se establecieron en Asia Menor. Aunque la mayoría de estas narraciones son relativamente tardías y artificiales, tienen suficiente interés como para dedicarles una breve digresión.
Juto nació en Tesalia, como todos los hijos de Helén, pero cayó en desgracia ante sus hermanos, que le acusaron de robar la herencia común y le expulsaron al exilio; como consecuencia de ello se fue a Atenas, aunque quizá se le obligó a marcharse fuera porque Helén entregó el trono a su hijo mayor, Eolo, y ordenó a sus otros hijos que probaran suerte en otra parte. Después de alcanzar una situación honorable en su nueva ciudad y ayudar a los atenienses en su guerra contra los eubeos, contrajo matrimonio con una princesa ateniense, Creúsa, hija de Erecteo, que le dio dos hijos, Ion y Aqueo, epónimos de los jonios y los aqueos.[20] Cuando Erecteo murió, se le pidió a Juto que hiciera de árbitro en la sucesión y él entregó el trono al hijo mayor de Erecteo, Cécrope (el segundo rey ateniense de ese nombre, cf. p. 488), lo que enfureció tanto al resto de los príncipes que lo expulsaron de Atenas. Entonces él, en compañía de sus dos hijos, marchó a Egíalo, provincia costera al norte del Peloponeso que luego recibiría el nombre de Acaya.[21]
En época clásica eran dos las regiones griegas conocidas como Acaya: la región costera del Peloponeso entre Sición y Élide y una región al sudeste de Tesalia (Acaya Ftiótide). Según la narración de Pausanias sobre la historia de la familia de Juto, Aqueo dio su nombre a la Acaya de Tesalia y sólo indirectamente a la Acaya del Peloponeso, dado que él decidió marcharse de Egíalo después de la muerte de su padre, a fin de volver a Tesalia para recuperar la herencia que éste había perdido y fundó una línea de gobierno en su reino recientemente conquistado, dándole el nombre de Acaya.[22] Después de su marcha del Peloponeso, Egíalo cayó bajo el poder de su hermano Ion, y continuó siendo gobernada por descendientes de Ion como un reino jonio hasta que fue conquistada por algunos «aqueos» en circunstancias que se pasará ahora a explicar.
Arcandro y Arquiteles, dos de los hijos de Aqueo, decidieron abandonar la Acaya de Tesalia para instalar su casa en el Peloponeso, donde se casaron con las dos hijas de Dánao, rey de Argos, y dado que lograron gobernar sobre Argos y Esparta, el pueblo que allí habitaba pasó a llamarse aqueos. No hay que decir que esta parte de la historia es una invención arbitraria que no tiene nada que ver con las tradiciones antiguas de ningún otro lugar. Cuando, generaciones después, los Heraclidas y sus aliados dorios expulsaron a Tisámeno, el último rey pelópida de Argos y Esparta (cf. p. 381), él se marchó junto a sus aliados «aqueos» al norte, a Egíalo, e intentó encontrar un lugar tranquilo para establecerse junto a los descendientes de Ion que gobernaban esa tierra. Los príncipes jonios recurrieron, sin embargo, a la guerra, temerosos de que Tisámeno fuera elegido rey en virtud de su excelente linaje y buen carácter si los dos pueblos llegaban a mezclarse. Aunque el propio Tisámeno murió en la batalla, sus guerreros aqueos vencieron a los jonios y los expulsaron del territorio. De este modo Egíalo cayó bajo el poder aqueo y se convirtió en Acaya, mientras que los jonios se marcharon a Atenas, donde estaban seguros de recibir una acogida amistosa porque Ion había colaborado provechosamente con los atenienses en el pasado.[23] Hay una versión en la que es el propio Aqueo el que se queda a vivir en Egíalo después de exilarse de Atenas, su lugar de nacimiento, a causa de un asesinato involuntario, por eso la Acaya del Peloponeso recibió ese nombre.[24]
Cuando Aqueo salió en dirección a Tesalia, Ion se quedó en Egíalo, como hemos visto, y formó un ejército para atacar a Selino, que gobernaba entonces ese territorio. Ante la amenaza, el rey decidió encontrar un aliado y, con este fin, ofreció a Ion a su hija Hélice (ya que no tenía hijos). Al conseguir el trono, Ion dio a su pueblo el nombre de jonios y fundó la ciudad de Hélice en honor de su esposa.[25]
En virtud de su nacimiento como hijo de una princesa ateniense, Ion estaba vinculado desde sus orígenes con Atenas, a la que le gustaba verse como la ciudad de origen de los jonios. Se estableció incluso una relación más estrecha a través de las diversas historias que le presentaban como un general de los atenienses en una guerra o incluso como rey de Atenas. Continuando con la narración de Pausanias citada antes, se decía que los atenienses invitaron a Ion a su ciudad para que fuera su comandante en la guerra contra los eleusinos, donde murió, y que había sido enterrado en Pótamos, al sur del Ática, donde su tumba se mostraba en época histórica.[26] La guerra en cuestión era aquella en la que Eumolpo condujo a los eleusinos contra Atenas (durante el reinado de Erecteo en la versión más común, cf. p. 483). Según otra versión diferente, en la que el padre de Ion, Juto, no fue expulsado de Atenas, Ion condujo a los atenienses a la victoria en la guerra antes de abandonar el territorio, y ganó tal fama entre los ciudadanos que le nombraron rey y se dieron a sí mismos el nombre de jonios en su honor. Atenas prosperó bajo su reinado y mandó colonias a Egíalo. O simplemente lo eligieron rey en virtud de sus cualidades personales después de la muerte de su abuelo Erecteo.[27] Cabe señalar, sin embargo, que no tiene un lugar propio en la sucesión y que su nombre no se encuentra en las listas de reyes usuales (cf. p. 476). Heródoto indica que las cuatro tribus de la Atenas antigua (antes de las reformas de Clístenes) recibieron sus nombres a partir de los cuatro hijos de Ion: Geleon, Egícores, Árgades y Hoples.[28]
En una tragedia conservada, Ion, Eurípides ofrece una versión diferente de la historia de Ion. Le presenta como un hijo de Apolo que había reinado en Atenas como sucesor de su padre adoptivo Juto. Según esta versión, Apolo violó a Creúsa en una gruta junto a la Acrópolis antes de que contrajera matrimonio con Juto y ella abandonó al niño en esa gruta en cuanto nació, ocultando el nacimiento a su padre de acuerdo con las instrucciones que le había dado el dios. Aunque ella supuso que el niño moriría, Hermes lo recogió a petición de Apolo y se lo llevó a Delfos, donde fue criado como un sirviente del culto consagrado a Apolo.[29] Entre tanto, Creúsa se casó con Juto, que había luchado como aliado de Erecteo, el padre de Creúsa, y le sucedió como rey de Atenas. Según fueron pasando los años, parecía que Creúsa no podía tener hijos, de modo que la pareja fue a Delfos para pedir consulta al oráculo de Apolo.[30] Se le señaló a Juto que debía tomar como hijo a la primera persona que se encontrara cuando fuera (iôn) al templo. Resultó que fue el joven sirviente del templo y Juto le aceptó como hijo, dándole el nombre de Ion en referencia a las circunstancias de su encuentro. Juto consideró que debía ser un hijo que él había engendrado durante unas celebraciones báquicas que tuvieron lugar en Delfos antes de desposar a Creúsa.[31] Ignorante de que su hijo había sobrevivido, Creúsa no lo asumió lo mismo que su marido y, celosa, intentó dar muerte a Ion mediante una copa de vino envenenado. Mas antes de beber, Ion recibió un presagio funesto que le puso en alerta, de modo que vertió el vino en el suelo: entonces una paloma murió en cuanto dio un sorbo al líquido y él se dio cuenta de que alguien estaba intentando matarlo.[32] Después de forzar a un siervo a decirle la verdad, Ion se propuso matar a Creúsa, pero los sacerdotes de Apolo en Delfos le previnieron de no hacerlo. Cuando ella descubrió el origen del niño tras ponerle delante la cuna en la que lo había abandonado, madre e hijo se reconciliaron. Atenea apareció entonces y ordenó a Creúsa que se llevara a Ion consigo a Atenas y que dejara que Juto siguiera pensando que Ion era su hijo.[33] La diosa declaró que el propio Juto tendría otros dos hijos de Creúsa, Aqueo y Doro, y que Ion accedería al trono con el tiempo y engendraría cuatro hijos que darían nombre a las cuatro tribus de Atenas (cf. supra). A su vez, ellos engendrarían hijos que tomarían parte en la colonización de las Cicladas y de la costa de Asia Menor.[34] La historia precedente, que debe ser en buena parte invención de Eurípides (a no ser que la Creúsa de Sófocles contuviera un material semejante), entra en claro conflicto con las tradiciones habituales sobre Ion y la sucesión ateniense, de modo que hay que tomarla como una mera ficción.
La versión legendaria del establecimiento de los jonios en la costa occidental de Asia Menor surgió en un estado muy avanzado de la historia mítica griega, dos generaciones después del retorno final de los Heraclidas al Peloponeso. En ese período, se decía que muchos de los descendientes de los jonios que habían sido expulsados de Acaya habían salido de Atenas junto a sus aliados atenienses y pilios para fundar un nuevo reino jonio en la otra costa del mar Egeo. Para entender las circunstancias de esta migración, es necesario considerar cómo el retorno de los Heraclidas (cf. pp. 377 y ss.) afectó al transcurso de los acontecimientos tanto en Atenas como en Pilos. Cuando los Heraclidas entraron en el Peloponeso, reclamaron Pilos, la ciudad mesenia que había sido el centro de poder bajo los reinados de Neleo y Néstor (cf. p. 382), en la convicción de que Heracles había establecido allí su sucesión y había confiado la ciudad a sus descendientes (cf. p. 377). Los Nelidas se vieron obligados a huir y la mayoría de ellos recaló en Atenas. El más célebre de estos emigrantes nelidas fue Melanto, que consiguió el trono de Atenas (cf. p. 491) y Alcmeón, el mítico fundador de la noble familia de los Alcmeónidas (cf. pp. 5500-551).[35] El gobernante que dio la bienvenida a los jonios en Atenas, por tanto, no era un nativo ateniense, sino un nelida, Melanto. Los colonos abandonaron Atenas en dirección a Asia Menor, dos generaciones después como resultado de una disputa en el seno de la familia de Melanto. Después de la muerte de su hijo y sucesor al trono, Codro, sus dos nietos, Medonte y Neleo, se enzarzaron en una disputa por el trono, ya que Neleo se negaba a aceptar la autoridad de su hermano mayor debido a que era cojo. Cuando consultaron al oráculo de Delfos, éste indicó que Medonte se quedara con el reino y dio órdenes a Neleo y al resto de los hijos de Codro de que colonizaran Asia Menor con aquellos atenienses que quisieran acompañarlos.[36]
Junto a otros contingentes provenientes de otras partes de Grecia, los hijos más jóvenes de Codro partieron en una fuerza mixta en la que predominaban los jonios. En cuanto llegaron a la región central de la costa occidental de Asia Menor, los emigrantes se dividieron en dos grupos para fundar las doce ciudades principales de esa área, que desde entonces recibió el nombre de Jonia. Algunas de esas ciudades tenían mitos fundacionales propios que fueron adaptados para encajar con esta historia. Se decía, por ejemplo, que un joven cretense llamado Mileto (cf. p. 458) había sido el fundador de la ciudad llamada Mileto, pero había sido refundada por Neleo y un grupo de sus seguidores que dieron muerte a todos los hombres de la ciudad (excepto a los que huyeron) y se casaron con sus viudas e hijas.[37] Es interesante comparar esta versión legendaria de la migración jonia con la de la migración doria en el Peloponeso (cf. pp. 377 y ss., un mito mucho más significativo). Un rasgo notable de ambas leyendas es el hecho de que los líderes son de estirpes diferentes de las de la mayoría de sus seguidores. Como señala Pausanias,[38] se encuentra una pauta similar en otras leyendas semejantes, puesto que se decía que Yolao, un descendiente ináquida o argivo, había guiado a colonos de Tespia o de Atenas a Cerdeña (cf. p. 331), mientras que Teras, de origen tebano, había conducido a los espartanos y minios a Tera (cf. p. 732)

Las hijas de Eolo y sus descendientes
Eolo y sus cuatro hijas menores
Eolo, el epónimo de los eolios, se casó con Enarete, hija de Dímalo, que le dio una familia numerosa de siete hijos y cinco hijas.[39] Entre sus descendientes se encuentran figuras de gran importancia en la mitología heroica temprana, asociadas en su mayor parte con Tesalia, la Grecia central y el Peloponeso occidental. Se considerará aquí a cada uno de sus hijos y sus respectivas líneas individualmente, comenzando por sus hijas. El propio Eolo es poco más que un nombre.
No se debe confundir a Eolo, hijo de Deucalión, con el Eolo guardián de los vientos de la Odisea (cf. p. 636), a pesar de que ambos acaben confundidos en algunas fuentes antiguas. Aunque es en esencia un epónimo y un vínculo genealógico más que un héroe mítico, este Eolo aparece en un interesante mito, aquel en que seduce a Hipe, la hija del centauro Quirón. Cabe recordar aquí que las esposas e hijas de centauros tenían plena forma humana. En la versión de la historia mejor conservada, la que da la literatura astronómica, Hipe huyó a las montañas por la vergüenza que sentía de haber quedado embarazada de Eolo. Cuando su padre llegó allí en busca de su hija, ella estaba a punto de dar a luz al bebé y pidió a los dioses que la cambiaran de forma y la volvieran irreconocible. Quedó transformada en un caballo (lo que encaja bien con la hija de un centauro) y Ártemis se apiadó de ella y se la llevó al cielo, en donde se convirtió en la constelación del Caballo (Pegaso).[40] Hipe engendró a una hija, Melanipa, de su relación con Eolo, que aparece en dos tragedias de Eurípides. En un fragmento de una de ellas, Melanipa declara que Zeus convirtió a su madre en un caballo para aliviar a los mortales de sus penas por medio de encantos.[41] De acuerdo con otra versión fue transformada por servirse de sus poderes adivinatorios para revelar a los mortales los secretos de los dioses.[42] En otra versión, de Calímaco en este caso, Ártemis la transformó porque había dejado de honrar a la diosa y dedicarse a la caza (presumiblemente por su preñez).[43] Sin duda Eolo se encontró con ella mientras cazaba en el monte Pelión.
De las cinco hijas de Eolo, una, Alcíone, es recordada como la heroína de un mito de transformación, mientras que las otras cuatro tienen sólo importancia genealógica. Desde este punto de vista, Cálice es, sin duda, la más importante, puesto que no era sólo ancestro de la familia real etolia, que produjo héroes tan celebres como Eneo y Meleagro, sino también de la familia real de Elea.
(i) Alcíone se casó con Ceix, hijo de Heosforo (la Estrella de la mañana). Se debe distinguir a este Ceix del que recibió a Heracles en Traquis (cf. pp. 371-372), incluso a pesar de que a veces se les confunda en la propia Antigüedad. Él y su esposa encontraron una temprana muerte porque solían darse el uno a la otra los nombres de Zeus y Hera, de modo que el Zeus real, encolerizado, los transformó en dos clases distintas de pájaros: a Alcíone en un alción y a Ceix en un pájaro marítimo incierto, el ceix.[44] Según otra versión diferente, Ceix se hundió en un barco y Alcíone lloró por él sin cesar, o saltó al mar de desesperación, lo que provocó la compasión de los dioses que transformaron a la pareja en alciones.[45] El alción era un pájaro marítimo mítico que anidaba junto al mar, o en el mismo mar, durante los «días alciónicos» del invierno. Se contaba que Zeus era quien había creado esta calma, que dura una semana o un par de semanas, porque se había apenado al ver cómo las olas se llevaba al retoño de la metamorfoseada Alcíone. Según la versión de Ovidio, en la que el padre de Alcíone es el mismo Eolo guardián de los vientos, Eolo para los vientos durante una semana cada año para que sus nietos tengan el mar en calma.[46]
(ii) Pisídice se casó con Mirmidón, el epónimo de los mirmidones, un pueblo guerrero del sur de Tesalia al que gobernaría con el tiempo Peleo y al que el hijo de éste, Aquiles, comandaría en la guerra de Troya. La pareja tuvo dos hijos, Áctor y un tal Antifonte, del que no se sabe nada.[47] Áctor sucedió a su padre en el trono de los mirmidones en Ftía y, a su vez, le sucedió su hijo Euritión, que acogió a Peleo en su reino en circunstancias que serán explicadas en el siguiente capítulo (cf. p. 687).[48]
(iii) Cánace le dio muchos hijos a Poseidón, entre los que se incluye a Aloeo, el padre putativo de los gigantescos Alóadas que asaltaron los cielos (cf. p. 139) y a Triopas (o Tríopes), el padre de Erisictón (cf. p. 189).[49]
(iv) Perimele le dio dos hijos al dios río etolio Aqueloo, un tal Orestes (no el famoso) e Hipodamante, cuya hija Éurite se convirtió en la madre de Eneo (cf. p. 338).[50]
Endimión y su familia en Élide
(v) Para continuar con la línea principal eólida, por el lado femenino, Cálice se casó con Etlio, el primer rey de la Élide, y fundaron la familia real elea y además, a través de otra rama, la familia real etolia (muy importante en la mitología). Etlio era hijo de Zeus y Protogenia, hija de Deucalión. Le dio un solo hijo, Endimión, que le sucedió como rey de la Élide, la provincia noroccidental del Peloponeso.[51] Según otra fuente, Endimión, hijo de Etlio y Cálice, nació en Tesalia y marchó al Peloponeso al frente de un grupo de seguidores eolios para quedarse allí como primer rey de la Élide.[52]
El interés de Endimión radica en dos aspectos: tanto por las historias románticas que cuentan su relación con la diosa lunar Selene y su sueño eterno, como por el papel que desempeña en los asuntos dinásticos de la Élide. Aunque por lo general se está de acuerdo en que era un joven atractivo del que se enamoró Selene y que quedó sumido, por una u otra razón, en un sueño eterno, hay pocas y pobres fuentes al respecto. Según una versión, Zeus, a instancias de Selene, enamorada, le ofreció concederle aquello que deseara, y él pidió dormir para siempre para quedar ajeno a los destrozos del tiempo y la muerte.[53] En otra versión, Zeus le permitió escoger el momento y modo de morir, y él, en el instante en que escogió morir, cayó en un sueño eterno.[54] Otra leyenda cuenta que Selene solía visitarlo mientras dormía, por lo que se terminó sugiriendo que ella le había inducido el sueño para poder visitarlo a su antojo y robarle besos cuando quisiera.[55] Una historia completamente distinta cuenta que se le admitió en la compañía de los dioses y se enamoró de Hera, ante el comprensible enfado de Zeus, que puso fin al asunto condenándolo al sueño eterno. En una variante que sin duda estaba inspirada en la leyenda de Ixión (cf. pp. 711-712), Zeus hizo que se volviera loco y que intentara acostarse con una nube que tenía la forma de Hera y luego le arrojó al Hades para sufrir castigo.[56]
Selene quedó tan anonadada por la belleza de Endimión que solía visitarlo varias veces por la noche, o acostarse con él (antes de quedar sumido en su sueño eterno), o simplemente para contemplarlo mientras dormía.[57] Una tradición afirmaba que el lugar en donde yacía dormido eternamente y donde su admiradora le hacía visitas era una cueva en Asia Menor, o en el monte Latmos, al sudeste de Mileto. De acuerdo con esto, algunos afirman que dejó la Élide en un momento determinado para marcharse a vivir a Latmos, en donde se enseñaba su tumba en época histórica. Pero los eleos afirmaban que su tumba estaba en Olimpia, cerca de la línea de salida de las carreras de los Juegos Olímpicos.[58] No obstante, si hubiera quedado sumido en un sueño eterno, no podía tener tumba. Había una tradición en Élide que decía que Selene le dio cincuenta hijos.[59]
Etolo y sus descendientes en Etolia
De su esposa terrestre, que era bien una ninfa náyade o una mortal ordinaria de nombre diverso, Endimión tuvo tres hijos: Peón, Epeo y Etolo, y también una hija, Euricide, con la que Poseidón engendró a Eleo, el epónimo de esa tierra. Para determinar la sucesión, Endimión ordenó a sus hijos que compitieran por el trono en una carrera celebrada en Olimpia, y fue Epeo el que obtuvo la victoria. Aunque Etolo estaba feliz de continuar en la Élide bajo el reinado de su hermano, Peón se enfureció con la derrota y se marchó tan lejos como pudo, estableciéndose en la región de Macedonia del norte, que pasaría a llamarse Paonia desde entonces (cf. asimismo p. 495). Etolo gobernó en la Élide durante un tiempo después de la muerte de Epeo, pero tuvo que exiliarse tras provocar accidentalmente una muerte, ya que, mientras se encontraba en los funerales de Azán, un antiguo monarca arcadio (cf. p. 706), atropelló con su carro a un tal Apis, hijo de Foroneo o de Yasón de Palantio, causándole la muerte.[60]
El trono de Élide pasó a Eleo, el epónimo de esa tierra, hijo de Poseidón y Euricide, hija de Endimión. Pausanias es una fuente para la historia de la familia.[61] Dejando a un lado el interesante Corpus legendario relacionado con los Juegos Olímpicos, sólo hay dos narraciones que tengan interés verdadero en la historia legendaria de la Élide: la del enfrentamiento entre Heracles y Augías, rey de la Élide (cf. pp. 344 y 365) y la del ascenso de Óxilo (un descendiente de Etolo que se hizo con el trono al hacer de guía de los Heraclidas, cf. p. 381). Aunque generalmente se considera a Egeo hijo de Helio, se le incluye en el linaje real eleo mediante la esmerada realización que lleva a cabo Pausanias, que explica que realmente era hijo del Eleo antes mencionado y la idea de su nacimiento divino surgió debido a que el nombre de Eleo suena muy semejante al del dios Helios.[62]
Etolo dejó atrás el Peloponeso para asentarse en la punta sudoeste del continente, en el territorio que estaba enfrente de su antigua morada de la Élide, al otro lado del golfo de Corinto. Aunque los reyes que gobernaban entonces en esas tierras, tres hijos de Apolo llamados Doro, Laódoco y Polipetes, le ofrecieron una bienvenida amigable, él los mató para hacerse con el poder y asimismo dio muerte o subyugó a los habitantes aborígenes, los curetes, a los que no hay que confundir con los démones del mismo nombre que cuidaron del niño Zeus. A continuación dio a su reino el nombre de Etolia en honor de sí mismo.[63]
Etolo y su esposa, Prónoe, tuvieron dos hijos, Pleurón y Calidón, que dieron sus nombres a esas mismas ciudades, las principales del territorio. El hijo de Pleurón contrajo matrimonio con la hija de Calidón, Epicasta, que le dio dos hijos, Portaón y Demodice (o Demonice). Portaón se casó con Eurite, hija de Elipodamante (cf. p. 537) y engendraron un gran número de hijos, entre los que se cuenta Eneo, destinado a convertirse en el más importante de los reyes míticos de Calidón.[64] Para la estructura de la familia, cf. Tabla 10. Todos los mitos importantes de Etolia, incluso la aventura panhelénica de la caza del jabalí de Calidón, suceden en el reino de Eneo y están vinculados con él y su familia directa. De los hijos menores de Portaón, sólo tiene interés individual Agrio (el Salvaje). Se hizo con el trono por un tiempo cuando sus hijos depusieron al anciano Eneo (cf. pp. 544-545) y fue el padre del brutal Tersites.[65]
De acuerdo con el Catálogo atribuido a Hesíodo, Portaón además engendró a tres hijas de otra esposa, Laótoe, hija de Hiperide, a saber: Euritemisto, que se convirtió en la esposa de Testio, Estérope, que junto al dios río Aqueloo engendró a las Sirenas, y Estratonice, a la que raptó Apolo para casarla con Melaneo.[66] Este Melaneo nació de Apolo y de una ninfa llamada Prónoe. Era un arquero soberbio, como corresponde a un hijo de Apolo, y fue el fundador de un notable linaje de arqueros a través de su hijo Éurito, cuya pelea con Heracles ya ha sido mencionada (cf. pp. 359 y 373).
Demodice, la hermana de Portaón, es importante desde un punto de vista genealógico. Aunque muchos mortales la cortejaron a causa de su excepcional belleza y le prometieron regalos majestuosos, no se rindió ante ninguno de ellos y le dio cuatro hijos al dios Ares, dos de los cuales; Testio y Eveno, son importantes por las hijas que engendraron.[67] Testio, rey de Pleurón, a veces mencionado también como hijo de Agénor,[68] es, después de Eneo, el más importante de los reyes de Etolia. De una esposa a la que se dan diversos nombres, engendró a tres hijas notables: Leda, Altea e Hipermnestra, y también hijos, los Testíadas, que se unieron a la caza del jabalí de Calidón y generaron un conflicto con Meleagro después al disputarse la asignación de los despojos (cf. p. 541).[69] Leda se casó con Tindáreo, rey de Esparta, que le dio muchos hijos de primera importancia, ya con él, ya con Zeus: Helena, Clitemnestra y los Dioscuros (cf. p. 677). Altea, como se verá en breve, se casó con Eneo y desempeña un papel central en la historia de su hijo Meleagro. A Hipermnestra la desposó un rey argivo, Oícles, y se convirtió en la madre del adivino Anfiarao. Testio no hace ninguna aparición personal en el mito, excepto en la narración que sugiere que brindó protección a Tindáreo y a Icario después de que Hipocoonte los expulsara de Esparta (cf. p. 677).
El hermano de Testio, Eveno, el epónimo del río de ese nombre en el este de Anatolia, era un gobernante etolio de importancia menor al que se le recuerda sólo como padre de Marpesa, una doncella de excepcional belleza a la que cortejaron a la vez Apolo y el príncipe mesenio Idas.[70] Para la historia de cómo Idas la raptó, con consecuencias fatales para su padre, y después rechazó a Apolo a favor de su pretendiente mortal, cf. p. 214

Eneo y su familia en Calidón
Eneo, rey de Calidón, se casó con Altea, hija de Testio, que le dio numerosos hijos entre los que se cuenta a Meleagro y Toxeo y dos hijas notables, Deyanira, la segunda esposa de Heracles (cf. p. 368) y Gorge, que se casó con Andremón, el sucesor de Eneo.[71] Como se verá (p. 542), se decía que todas las demás hijas de Eneo habían sido transformadas en pájaros mientras lloraban por Meleagro después de su muerte prematura. Meleagro tenía un hermano mayor, Toxeo (Arquero), al que mató su padre, tal y como nos cuenta Apolodoro, «porque saltó por encima de la zanja (taphros)».[72] Causa intriga esta historia, porque se ha interpretado como un paralelo para el mito romano de la muerte de Remo, quien recibió la muerte por saltar por encima de los muros de Roma en el tiempo de su construcción (cf. p. 767). Es imposible sacar ninguna conclusión de la breve nota de Apolodoro. En cualquier caso, Meleagro se convirtió en el gran héroe de la familia, incluso a pesar de que estaba destinado a morir joven. Muchas veces se ha dicho que podía ser un hijo de Ares, ello a causa de su valor marcial.[73] Los otros hijos de Eneo no son más que nombres, aparte de Agelao, al que menciona Baquílides como una víctima del jabalí de Calidón.[74] Ninguno, en todo caso, se encontraba junto a Eneo para protegerle de los problemas que surgieron en su vejez ni para heredar su trono.
A la vista del significado del nombre de Eneo (Vinoso), parece lógico que haya narraciones que le vinculen con Dioniso y la introducción del vino. Apolodoro hace hincapié en que fue el primer mortal que recibió el vino de Dioniso,[75] e Higino da la explicación de esto. Mientras se encontraba como huésped de Eneo, Dioniso se enamoró de la mujer de éste. Cuando Eneo se dio cuenta, prefirió quitarse de en medio con la excusa de que tenía que hacer unos ritos sagrados fuera de la ciudad. Dioniso se acostó entonces con Altea y juntos concibieron a Deyanira. Recompensó a Eneo (Oineus) por su generosa hospitalidad dándole una vid, instruyéndole en su cultivo y decretando que el vino (oinos) recibiera ese nombre en su honor.[76] De acuerdo con otra narración, un tal Estáfilo, que trabajaba junto a Eneo como pastor, se dio cuenta de que a una de sus cabras le gustaba comer los frutos de una planta que no le resultaba familiar (vid) y después saltaba y retozaba. Cuando recibió esta fruta de su pastor, Eneo preparó un brebaje y ofreció parte a Dioniso, que comenzó a instruirle entonces en el cultivo de la vid e instituyó que la bebida recibiera ese nombre en honor suyo y que su fuente (es decir, staphyloi, racimo de uvas) se llamará así por Estáfilo.[77]
El historiador y geógrafo Hecateo da una versión completamente distinta del origen del cultivo de la vid, dando a la vez a Eneo una genealogía diferente. En época muy temprana, un hijo de Deucalión llamado Oresteo viajó a Etolia para establecer allí su reino. Sucedió entonces que un perro engendró el tallo de una planta y él dio la orden de que lo enterraran. Surgió entonces una vid que dio multitud de uvas. En conmemoración de este hecho accidental, llamó a su hijo Fitio (el que hace crecer) y Fitio llamó a su hijo Eneo después de las vides (oinai, una palabra arcaica). Etolo, el epónimo de esa tierra, es aquí hijo de Eneo en lugar de hijo de Endimión.[78]
En los mitos en los que aparece, Eneo no es una figura guerrera, sino un gobernante ecuánime que siempre ofrece su hospitalidad y refugio a los extranjeros. La Ilíada cuenta que una vez tuvo a Belerofonte en su hogar durante veinte días y ambos se intercambiaron preciosos regalos.[79] Dio refugio a Alcmeón durante el tiempo en que las Furias perseguían al héroe (cf. 429) y a los jóvenes Agamenón y Menelao después del asesinato de su padre (cf. p. 653). Heracles se quedó junto a él varios años después de contraer matrimonio con su hija Deyanira, hasta que un infortunado accidente hizo que el héroe tuviera que buscarse una nueva morada (cf. p. 369).
Meleagro y la caza del jabalí de Calidón
Ocurrió un acontecimiento de gran importancia al poco de nacer Meleagro, ya que bien el día de su nacimiento, bien siete días después (el momento en que un niño griego recibía su nombre), las Moiras se le aparecieron a su madre Altea y le revelaron que la vida de su hijo llegaría a su fin cuando un leño que estaba ardiendo en el hogar se consumiera. En la versión de Higino, bastante elaborada, una de las hermanas afirmaba que Meleagro sería noble de corazón y otra que sería valiente, pero la tercera hermana, Atropo (que era la que cortaba el hilo de la vida para poner fin a la existencia de las personas), miró en dirección a un madero que estaba quemándose en el hogar y dijo: «Vivirá mientras ese madero permanezca sin consumir». Aunque el aviso ya estaba dado, Altea saltó de su lecho y quitó el leño del fuego, escondiéndolo; en la mayoría de las versiones lo encierra en un arca. Parece que guardó el asunto en secreto ante todo el mundo, también para su hijo. Según Apolodoro, Meleagro era invulnerable mientras el tiempo que el leño estuviera a buen recaudo.[80]
Antes de asumir el liderazgo en la mayor aventura que se dio en esa tierra, Meleagro navegó junto a los Argonautas,[81] y ganó una competición de jabalina celebrada en los juegos fúnebres por Pelias.[82] Su nombre aparece en todos los catálogos que conservamos de los Argonautas. Dado que era poco más que un adolescente en esa época, su padre Eneo tomó la decisión de que lo acompañara su tío materno Ificlo y también Laocoonte, otro tío suyo y pariente cercano del rey. Los tíos maternos muchas veces desempeñan un papel importante en la iniciación de los jóvenes en las narraciones mitológicas. Meleagro sale bien parado en las Argonáuticas de Apolonio: mata a dos enemigos durante la batalla contra los doliones (cf. p. 502) e incluso se ofrece, pese a su juventud, a realizar tareas fundamentales para obtener el vellocino (aunque al final sería Jasón quien las lleve a cabo). El poeta señala que ninguno de los Argonautas era superior a él salvo Heracles.[83]
Se recuerda principalmente a Meleagro como el joven que guió a buen número de los más importantes héroes griegos durante la caza del jabalí de Calidón y que murió al poco de matar a la bestia a causa de una disputa sobre el reparto de los trofeos. La gran caza se produjo en las siguientes circunstancias. Cuando Eneo estaba ofreciendo las primicias de la cosecha (o un sacrificio habitual, según otras fuentes) a los dioses, se olvidó de Ártemis, que se encolerizó y mandó un jabalí de dimensiones y ferocidad sin igual contra su tierra. Destrozó los cultivos, mató el ganado y a todos los desdichados que se pusieron en su camino.[84] Aunque Eneo intentó aplacar a la diosa mediante sacrificios de cabras y vacas rojas, su cólera persistió,[85] por lo que decidió reunir a los héroes principales de allende sus tierras y prometió entregar la piel de la bestia como premio de honor para aquel que la cazara.[86] Dado que el rey era demasiado anciano para participar en la cacería, Meleagro se puso al mando del grupo. Entre los héroes que respondieron a la llamada se encontraban Jasón y un grupo de sus Argonautas, Teseo y su amigo Pirítoo, Peleo y su hermano Telamón, Anceo y Cefeo de Arcadia, Idias y Linceo de Mesenia, los Dioscuros de Esparta y Admeto y Euritión de Tesalia. La cacería se produjo después del viaje de los Argonautas, pero antes de la guerra de Tebas. Si Anfiarao se unió a la montería, como aparece en una fuente, fue el único de los cazadores del jabalí que participó en la marcha contra Tebas. Junto a estos héroes, participó una heroína notable, Atalanta, venida de Arcadia, que desempeña un importante papel en la mayoría de las fuentes. Apolodoro e Higino, así como Ovidio en las Metamorfosis, suministran un catálogo útil y detallado de los cazadores.[87]
Aunque la narración de la cacería del jabalí y el conflicto que surgió tras ella fueron tan célebres como la historia de los Argonautas, no nos ha llegado ninguna fuente de primera magnitud. Para la cacería, debemos consultar a Apolodoro y a Ovidio, junto al testimonio más antiguo, pero incompleto, que aporta Baquílides en su Oda V.[88] Cuando, después de nueve días de festejo, los cazadores se pusieron manos a la obra, Cefeo, Anceo y otros hombres se mostraron reacios a salir al campo en compañía de una mujer, pero Meleagro insistió en que Atalanta debía acompañarlos. Ella demostró ser más valiente y efectiva en la caza que cualquiera de los hombres, excepto Meleagro. Según Baquílides, la caza duró seis días y el jabalí causó varias bajas, entre ellas Anceo, un temible arcadio que llevaba una piel de oso y un hacha doble, y Agelao, el hermano favorito de Meleagro. Otros que aparecen mencionados como víctimas en fuentes posteriores son Ainésimo, hijo de Hipocoonte de Esparta, y un cierto Hileo[89] (e incluso, aunque parece bastante absurdo, Ixión y Telamón).[90] Muchos resultaron heridos y algunos murieron accidentalmente a manos de sus compañeros, por ejemplo, Euritión, rey de Ftía, al que mató por accidente Peleo (cf. p. 687). Ovidio hace mención de que se emplearon perros y redes, como cabría esperar. Los perros aparecen en la mayoría de las pinturas de vasos, en los que a veces incluso están escritos sus nombres.
Por lo general, se estaba de acuerdo en que fue Meleagro quien dio muerte al jabalí después de que Atalanta lo hiriera antes. Según Apolodoro, Atalanta le asestó el primer golpe al disparar una flecha que le alcanzó el lomo; a continuación Anfiarao le dio en un ojo y Meleagro le asestó el golpe final en el costado. Ovidio cuenta que Atalanta le disparó detrás de la oreja y Meleagro acabó con su vida clavándole una lanza en la espalda y atravesándole con otra por encima de sus patas delanteras.[91] El poeta helenístico Licofrón se aparta de la narración más común y señala que fue Anceo quien dio muerte al jabalí después de que éste le hiriera de muerte.[92]
La muerte de Meleagro
La historia debiera haber terminado con un final feliz en este punto, pero Meleagro, como el matador de la bestia, no quiso quedarse él solo con el premio de honor, sino que decidió entregar la piel y los colmillos a Atalanta, bien admirado por su valor y habilidad[93] o porque se había enamorado de ella.[94] Con este gesto, provocó sin pretenderlo una disputa con sus tíos maternos, los hijos de Testio, que protestaron porque, en caso de que su sobrino no quisiera quedarse con él, era a ellos a quienes les correspondía el premio por derecho de nacimiento y no a una mujer extranjera. Cuando pasaron a las manos y le quitaron la piel a Atalanta, Meleagro, encolerizado, los mató, causando así su propia destrucción. Su madre Altea se enfureció tanto cuando se enteró de que había matado a sus hermanos que volvió a encender el leño del que dependía su vida, de modo que Meleagro falleció en cuanto éste se consumió.[95] Sus hermanas lloraron tan desconsoladamente que Ártemis se apiadó de ellas y las convirtió en gallinas pintadas (meleagrides). Deyanira y Gorge continuaron igual, sin embargo, por petición de Dioniso, de modo que pudieron casarse con Heracles y Andremón, respectivamente, según las más antiguas tradiciones.[96]
En algunas fuentes, entre ellas la Ilíada, la más antigua de ellas, la disputa entre Meleagro y sus tíos se convirtió en una guerra total. Homero no hace mención de Atalanta, ni tampoco del motivo del leño, típico de folclore. Se nos cuenta allí, sin mucho detalle, que Ártemis provocó una disputa entre los etolios (es decir, los calidonios) y los curetes por la cabeza y la piel del jabalí muerto, y que los curetes llevaban las de perder mientras Meleagro permaneció en combate; mas cuando su madre le maldijo por haber dado muerte a uno de sus hermanos (o a algunos de sus hermanos, pues el texto es ambiguo), se retiró de la batalla, «rumiando la ira», y entonces los curetes ganaron ventaja e intentaron un asalto contra Calidón. Ante la dura presión de los curetes en las puertas de la ciudad, los sacerdotes más venerables le rogaron que volviera a la batalla y le ofrecieron magníficos regalos a cambio. Acudieron a visitarlo su padre, sus hermanos e incluso la propia Altea, sus camaradas más cercanos, pero siguió en su negativa hasta que su esposa Cleopatra le recordó las miserias de muerte y esclavitud que sufren las ciudades conquistadas. Entonces él se reincorporó a la batalla y su pueblo resultó vencedor.[97] Cabe identificar a sus derrotados oponentes, los curetes, con el pueblo de Pleurón, la ciudad gobernada por Testio y su familia.
Aunque Homero no afirma directamente que Meleagro cayera en la batalla, debemos quizá inferirlo de la maldición de Altea, porque señala que batió la tierra con sus manos, llamando a Hades y a Perséfone para que lo mataran y, funestamente, que «Erinia, vagabunda de la bruma, que tiene implacable el corazón, la escuchó desde el Érebo».[98] Si se entiende la historia en el contexto de la épica, es evidente que Homero sea oscuro, ya que Fénix cuenta esta historia mientras intenta persuadir a Aquiles para que tome las armas de nuevo contra Troya (cf. p. 599). De acuerdo con un fragmento del Catálogo atribuido a Hesíodo, Apolo disparó una flecha a Meleagro mientras peleaba contra los curetes en las afueras de Pleurón. En un poema épico antiguo llamado Miníadas, se cuenta que Meleagro sufrió un destino semejante.[99] Apolo actúa, presumiblemente, en defensa de su hermana Ártemis. Parece que el resto de la historia en ambos poemas seguía un curso semejante al de la Ilíada, pero no podemos afirmarlo con seguridad. Apolodoro da la versión homérica como una alternativa después de contar la versión usual, más tardía. Según Apolodoro, se produjo una guerra entre los curetes y los calidonios cuando los hijos de Testio exigieron la piel con el argumento de que uno de ellos, Ificlo, había sido el primero que había herido al jabalí (un dato que no da la Ilíada). Después de una expedición contra los curetes, Meleagro dio muerte a varios hijos de Testio, y su madre le maldijo por ello, lo que le provocó tal enfado que se encerró en su casa. Salió de su retiro cuando su esposa se lo suplicó y mató al resto de los hijos de Testio antes de encontrar su propia muerte durante la batalla.[100]
Meleagro se casó con Cleopatra, la hija de Idas y Marpesa. Apolodoro cuenta que ella se ahorcó después de su muerte.[101] En las Ciprias, un antiguo poema épico sobre el ciclo troyano, se decía que Protesilao se había casado con Polidora, posiblemente una hija legítima de Meleagro,[102] en lugar de con Laodamía como en la tradición siguiente (cf. p. 583). No hay, por otra parte, mención explícita de ningún hijo fruto de este matrimonio. Se dice a veces que Partenopeo, uno de los Siete contra Tebas, era hijo de Meleagro y Atalanta.[103]
No debería considerarse que Homero desconocía el detalle del leño, sólo porque lo omite en su versión de la historia de Meleagro. Los tópicos narrativos del cuento, algunos muy antiguos, aparecen con frecuencia en la mitología de los Deucaliónidas y es muy posible que el detalle del leño fuera ya célebre en época de Homero, pero que se prefiriera ignorarlo en el contexto de la gran épica. Se sabe que el trágico Frínico, muy antiguo, fue el primer autor que escribió sobre ello.[104]
El final de la vida de Eneo y sus sucesores en Calidón
Después de la muerte de Altea, que se ahorcó o se clavó una espada por remordimientos tras la muerte de su hijo,[105] Eneo se casó con Peribea, hija de Hiponoo, una descendiente de la antigua familia de los Ináquidas de Argos. Ella le dio un único hijo según la tradición habitual, pero muy notable: Tideo, uno de los Siete contra Tebas (cf. p. 416).[106] Una tradición alternativa que aparece por primera vez en época helenística sugiere que Eneo engendró a Tideo de una de sus hijas, Gorge, después de que Zeus le inspirara una pasión incestuosa hacia ella por razones desconocidas.[107] Tideo creció y se convirtió en un joven de prometedor futuro, pero al poco se vio obligado a partir al exilio después de dar muerte a uno o a varios parientes. Según el Catálogo atribuido a Hesíodo, mató a sus tíos paternos porque conspiraban contra su padre; en otra tradición da muerte a unos primos, los hijos de Melas o de Agrios, por razones semejantes. En otra versión de los hechos, mató accidentalmente a uno de sus hermanos, los nombres más repetidos son Olenia o Melanipo.[108] Buscó refugio en Argos, donde el rey, Adrasto, no sólo le ofreció su hospitalidad, sino que además le entregó a su hija Deípile como esposa (cf. p. 416). Adrasto prometió devolverlo a su tierra original, pero Tideo murió en Tebas (cf. p. 420) antes de que la promesa se pudiera hacer efectiva. Dejó tras de sí a un hijo, Diomedes, destinado a convertirse en un héroe mayor que su padre. Cuando Adrasto murió después de haber perdido a su hijo en la segunda guerra de Tebas, Diomedes heredó el reino como nieto (cf. p. 437) y después se convirtió en el comandante de los hombres de Argos, Tirinto y la Argólide oriental en Troya.
Todas las narraciones explicaban por qué Eneo contrajo segundas nupcias con Peribea. Su padre Hiponoo, asimismo padre de Capaneo, reinó en Óleno, Acaya. Según el Catálogo atribuido a Hesíodo, descubrió que Peribea había sido seducida por Hipóstrato, hijo de Amarinceo, un miembro de la familia real elea y se la mandó a Eneo para que le diera muerte (evidentemente porque vivía muy lejos); pero, en lugar de ejecutarla, Eneo decidió casarse con ella. En la Tebaida, un poema del ciclo épico, Eneo la ganó como botín de guerra después de atacar la ciudad de su padre.[109] En otra versión, cuando se quedó embarazada y le dijo a su padre que el hijo que esperaba era de Ares, él se la mandó a Eneo para que la matara, seguramente porque pensaba que su hija encubría una relación con un mortal, y el desconsolado rey la tomó por esposa. En otra fuente se dice que Hiponoo descubrió que Eneo la había seducido y la mandó con él al saber que estaba embarazada.[110]
Eneo, ya muy anciano, no podía mantener el control sobre su reino. Entonces algunos de sus sobrinos, los hijos de Agrio, protagonizaron una revuelta contra él para poner a su padre en el trono. No sólo le privaron de su derecho de nacimiento, sino que incluso lo encerraron en una prisión y le trataron cruelmente. Encontró a su salvador, no obstante, en su nieto Diomedes, que acudió a rescatarlo en compañía de Alcmeón, un gran héroe argivo que se convirtió en líder de los Epígonos (cf. p. 426). Ambos penetraron en Etolia y dieron muerte a todos los hijos de Agrio excepto a dos de ellos, Tersites y Onquesto, que había logrado escapar antes al Peloponeso. Al darse cuenta de que Eneo no podía ya gobernar de un modo seguro, Diomedes transfirió el reino a su yerno Andremón y se lo llevó consigo al Peloponeso.[111] En una versión de la historia, Eneo llegó sano y salvo a Argos, donde Diomedes cuidó de él hasta su muerte; en otra, lo mataron en el camino los dos hijos supervivientes de Agrio, que se emboscaron en Arcadia en un lugar conocido como el Hogar de Télefo. Para la carrera posterior de Tersites, en absoluto honrosa, cf. pp. 603-604; no vuelve a haber mención de su hermano Onquesto. Eneo fue enterrado en la Argólide occidental, en cualquiera de las versiones de su muerte, en la ciudad de Enoe, que le debe su nombre.[112] En otra versión de estos hechos, Diomedes expulsó a Agrio (o lo mató junto a sus hijos) después de la guerra de Troya con la ayuda de Esténelo, hijo de Capaneo, y devolvió el trono a Eneo,[113] pero esto es poco plausible según la cronología racional. Eneo se convirtió en un paradigma sobre las desgracias de la vejez.[114]
Nada se menciona sobre el nacimiento y origen de Andremón, que le sucedió en el trono de Calidón por su matrimonio con Gorge, hija de Eneo. Él estaba relacionado con la ciudad de Anfisa, la principal de la Lócride occidental; de hecho, se suponía que estaba enterrado allí en compañía de su esposa.[115] Su hijo Toante aparece en la Ilíada como el líder del contingente etolio en Troya.[116] Aunque se le menciona en ocasiones en la épica como un comandante respetable, no destaca especialmente como héroe. En la Pequeña Ilíada, un poema épico tardío del ciclo troyano, es el que hiere a Odiseo para dejarlo irreconocible y así poder llevar a cabo una incursión secreta en Troya al final de la guerra (cf. p. 609) y aparece en la lista de guerreros que se introdujeron en el caballo de madera.[117] En las tradiciones más antiguas, posiblemente consiguió el poder en Calidón después de la guerra, aunque en ocasiones se dice de él que se quedó a vivir en Italia.[118] De acuerdo con la tradición local de Anfisa, había sido Toante quien se había traído de Troya la estatua de bronce de Atenea que se encontraba en su templo en la Acrópolis, como botín de guerra.[119] Apolodoro menciona una historia curiosa en la que se dice que Odiseo había pedido refugio a Toante cuando tuvo que exiliarse de Ítaca por la muerte de los pretendientes de Penélope y que se había casado con una hija del rey, de la que no se menciona el nombre, que le dio un hijo llamado Leontófono.[120] Haimón, hijo y sucesor de Toante, fue el padre de Óxilo,[121] que ejerció de guía de los Heraclidas durante su invasión final del Peloponeso (cf. p. 381). Como recompensa por sus servicios, Óxilo pidió que se le entregara el trono de la Élide, en el que se habían sentado sus ancestros muchas generaciones antes de la marcha de Etolo.
Los hijos de Eolo y sus descendientes
Se seguirá, respecto a los hijos de Eolo y sus familias, el siguiente orden: (1) Atamante, (2) Salmoneo, (3) Perieres, (4) Creteo, (5), Sísifo, (6) Deyón, (7) Magnes. Ya se ha hablado del rey beocio Atamante, en conexión con la crianza de Dioniso (cf. p. 234) y el origen del vellocino de oro (cf. p. 492). Tiene su importancia por las historias de las que él mismo y su familia directa son protagonistas, más que por ser el fundador de una dinastía. Salmoneo se erigió como rey de la parte noroccidental del Peloponeso, mas pronto provocó la destrucción de su casa y de su ciudad a causa de sus impiedades. Su hija Tiro, único miembro de la familia que logró sobrevivir, se convirtió en la esposa de su hermano Creteo, que se había quedado en Tesalia. Perieres emigró al Peloponeso, como Salmoneo, pero se estableció más al sur, en Mesenia, donde sentó su linaje. Creteo fundó Yolco en Tesalia, dado que se ha hablado ya de las vidas de su hijo Esón y de su nieto Jasón en relación con la expedición de los Argonautas, nos centraremos aquí en las demás ramas de la familia que descendían de su hijo Feres, que fundó Feras, al oeste de Yolco, y su hijo Amitaón, que emigró a Mesenia y dio comienzo a una importante familia de adivinos y reyes argivos. Sísifo fue el fundador del antiguo linaje real corintio. Finalmente, hay dos hermanos de menor importancia, Deyón, vinculado con la Fócide en la Grecia central, y Magnes, el epónimo de Magnesia en la costa de Tesalia, padre de Dictis y Polidectes, mencionados ya al hilo de la leyenda de Perseo.
Atamante y sus esposas
Atamante fue un rey beocio al que se recuerda por sus desdichas familiares y por el papel que desempeña en la crianza de Dioniso. En ocasiones se menciona que gobernó en Orcómeno, al noroeste de Beocia, o en Tebas, aunque no se le pueda asignar un puesto en la sucesión real.[122] Hay muchas tradiciones diferentes acerca de sus matrimonios y de los conflictos que surgieron de ellos. Según la traición habitual, como se ha dicho en relación con el vellocino de oro, primero se casó con una diosa menor, Néfele (Nube), que le dio dos hijos, Frixo y Hele, pero luego la dejó para contraer matrimonio con una princesa tebana, Ino, hija de Cadmo, que le dio dos hijos más, Learco y Melicertes. Ino estaba celosa de sus hijastros, como hemos visto, y hubiera matado a ambos (o al menos a Frixo), si Néfele no se los hubiera llevado fuera de Grecia en un carnero dorado (cf. pp. 492-493).[123] En una versión distinta, Atamante celebró nupcias primero con Ino, pero después la dejó a instancias de Hera para contraer matrimonio con Néfele. Siguió viendo a Ino en secreto y cuando Néfele se enteró, lo abandonó. Ino recuperó entonces su puesto y tramó la muerte de los hijos de Néfele tal y como cuenta la versión más usual.[124]
Atamante, con el tiempo, perdió a sus otros hijos en trágicas circunstancias. Según una versión, descubrió que Ino había tramado la muerte de sus hijos anteriores y se encolerizó hasta tal punto que dio muerte a Learco, el mayor de los dos hijos que ella le había dado, y persiguió a la propia Ino, que se vio obligada a saltar al mar por miedo con el bebé Melicertes en sus brazos.[125] En la versión más favorable, Hera fue la causante de la muerte de los niños al volver locos a Ino y a Atamante, como castigo por haber criado a Dioniso, un hijo ilegítimo de Zeus (cf. p. 234). En su frenesí, Atamante salió de cacería y mató a Learco con una flecha, pensando que era un ciervo, mientras que Ino echó a Melicertes en un caldero de agua hirviendo y luego saltó con él al mar.[126] Según Ovidio, Atamante persiguió a Ino y a sus hijos por creer que eran una leona con dos crías: le arrebató a Learco de sus brazos y lo tiró por los aires, haciendo que se golpeara mortalmente la cabeza con una roca. Completamente fuera de sí, Ino echó a correr con Melicertes en brazos, aullando como una bestia, y se arrojó al mar.[127] Dioniso (o Afrodita en Ovidio) se apiadó de ella y la convirtió en una diosa marina menor, Leucotea (la Diosa blanca), a la que nos volveremos a encontrar como salvadora de Odiseo (cf. p. 641). Melicertes fue también deificado bajo el nombre de Palemón.[128]
Después de estos sucesos, Atamante fue expulsado de su reino y comenzó a buscar morada. Consultó el oráculo de Delfos, que le indicó que se asentara donde los animales salvajes le brindaran hospitalidad. Mientras atravesaba Tesalia, después de un largo deambular, pasó junto a unos lobos que estaban comiéndose una oveja muerta. Cuando los lobos lo vieron, echaron a correr, dejando allí su alimento, lo que le confirmó el cumplimiento del oráculo, Se quedó en esa región, llamada desde entonces la llanura de Atamante. Se casó de nuevo, ahora con Temisto, hija del héroe tesalio Hipseo, y tuvieron cuatro hijos, de los que sólo Esteneo es digno de mención, dado que la tradición beocia le menciona como padre de Atalanta (cf. p. 702).[129]
Algunas fuentes sugieren que Atamante contrajo matrimonio con Temisto cuando aún se encontraba en Beocia. Según Ferécides, aparentemente ocupó el lugar de Ino como la malvada madrastra que planeó la muerte de los hijos de Néfele.[130] Higino menciona que Atamante se casó primero con Ino, matrimonio del que nacieron Learco y Melicertes, pero se unió a Temisto cuando Ino desapareció en misteriosas circunstancias. Descubrió después que Ino no estaba muerta, como había supuesto, sino que simplemente se había ido de casa para participar en misterios báquicos en el monte Parnaso. De triodo que la trajo de vuelta a casa bajo una identidad supuesta, pretendiendo hacer creer a Temisto que se trataba de una sirvienta. Temisto asume aquí el papel de la malvada madrastra, quería matar a los hijos de su antecesora y confió sus planes a la supuesta sirvienta, diciéndola que vistiera de negro a las futuras víctimas y de blanco a sus hijos para evitar confusiones. Ino, sin embargo, vistió de negro a los hijos de Temisto para asegurarse de que fueran ellos los asesinados. Cuando Temisto se dio cuenta de lo que había sucedido, se quitó la vida.[131]
Hay una versión mixta en la que Atamante contrae primero matrimonio con Néfele, luego con Temisto y finalmente con Ino. Los hijos de Néfele e Ino son los de las versiones anteriores, mientras que Temisto dio a luz a dos hijos llamados Esfincio y Orcómeno. Después de que Ino ocupara su lugar, Temisto se escondió en el palacio para dar muerte a los hijos de Ino, pero mató a los suyos propios debido a que la nodriza les puso las ropas cambiadas. Por ello, se dio a sí misma muerte.[132]
El impío Salmoneo y su destrucción
Salmoneo fundó una ciudad en la Élide, al noroeste del Peloponeso, junto al río Alfeo, y la llamó Salmone en su honor. Se condenó a sí mismo a una muerte temprana, sin embargo, por usurpar prerrogativas de Zeus. No sólo se dio a sí mismo el nombre de Zeus y exigió los sacrificios que se ofrecían al rey de los dioses, sino que imitó sus truenos colgando ollas de bronce en la parte trasera de su carro y los rayos arrojando antorchas ardientes por los aires. Zeus castigó su impertinencia disparándole un rayo auténtico y después destruyó la ciudad entera junto a sus habitantes, presumiblemente por acceder a las pretensiones de Salmoneo y honrarle como si fuera Zeus.[133] Durante mucho tiempo se ha considerado que esta leyenda contiene elementos de magia sobre la climatología y que estas acciones, atribuidas a una loca pretensión, en realidad obedecían a la necesidad de provocar lluvias a través de magia simpática…
Durante su corta vida, Salmoneo se casó con Alcídice, hija de Aleo, que le dio una hija de considerable importancia, Tiro.[134] Como se ha señalado en el capítulo anterior (cf. p. 496), ella quedó bajo la tutela de su tío Creteo después de la muerte de su padre y dio hijos importantes tanto a éste como a Poseidón. De acuerdo con el Catálogo atribuido a Hesíodo, Zeus salvó a Tiro cuando destruyó la ciudad de Salmoneo, porque ella siempre había regañado a su padre por pretender ponerse a la altura de los dioses.[135]
Las familias de Perieres y Neleo en Mesenia
Perieres emigró al Peloponeso como su hermano Salmoneo, fijando su residencia en el suroeste de Mesenia. Se proclamó rey de esa tierra y se casó con Gorgofone, una hija de Perseo, cuyo nombre (Matador de la gorgona) se refería a la gran hazaña de su padre. Ella le dio dos hijos, Afareo y Leucipo, que heredaron el reino a su muerte.[136] Aunque el gobierno era compartido, Afareo se quedó con la mayor parte del poder. Contrajo matrimonio con Arene, hija de Ebalo, rey de Esparta, y tuvieron hijos gemelos, Idas y Linceo, los primeros miembros del linaje con mitos propios.[137] Arene era epónima de una antigua ciudad mesenia mencionada en la Ilíada por pertenecer a los territorios de Néstor.[138]
Aunque Idas y Linceo, conocidos como los Afarétidas (hijos de Afareo) actúan juntos en la mayoría de las ocasiones, Idas llevó a cabo su propia hazaña cuando raptó a Marpesa de su Etolia natal y la convirtió en su esposa en competición con Apolo (cf. p. 214). Esta leyenda está recogida en la Ilíada, donde se describe a Idas como el hombre más poderoso de su tiempo.[139] Marpesa le dio una única hija, Cleopatra, que se convertiría en la esposa de Meleagro (cf. p. 542).[140] Su hermano Linceo era proverbial por su excelente y aguda vista,[141] de la que sacó buen partido en la mayor aventura protagonizada por los dos hermanos (cf. pp. 680-681). No se le recuerdan aventuras en solitario ni tampoco esposa. Ambos hermanos participaron en las más importantes hazañas de su época, como el viaje de los Argonautas y la caza del jabalí de Calidón.[142] Pero, por encima de todo, se les recuerda por su enfrentamiento con sus vecinos espartanos, los Dioscuros, que resultó fatal para todos ellos (cf. pp. 678 y ss.).
Higino menciona una historia bastante extraña que sugiere que Idas atravesó Asia Menor e intentó arrebatar el trono a Teutras, rey de Misia. Teutras pidió ayuda a Télefo, que recorría Asia Menor en busca de su madre Auge (cf. p. 698). Télefo derrotó a Idas con la ayuda de Partenopeo (del que no se sabe por qué se encontraba allí).[143]
Leucipo, que reinó junto a Afareo en Mesenia, tuvo dos hijas, Hilera y Febe (las Leucípidas),[144] a las que los Dioscuros se llevaron a Esparta. En algunas fuentes este incidente fue la causa del enfrentamiento entre los Afarétidas y los Dioscuros, dado que las muchachas estaban prometidas a sus primos mesemos (cf. p. 678).
De acuerdo con una tradición del Peloponeso, Apolo fue el padre de Asclepio, el gran sanador, que nació fruto de su relación con Arsínoe, una hija de Leucipo, en lugar de con la tesalia Coronis, como se pensaba generalmente (cf. p. 209).[145] Pausanias cuenta que un arcadio una vez preguntó acerca de esto en Delfos y se le dijo que la versión tesalia era la verdadera.[146] A los mesenios les gustaba creer que Asclepio había gobernado sobre parte de su territorio, y luego sus hijos, Macaón y Podalirio, cuyas tumbas se encontraban al parecer, respectivamente, en Gerenia y Faras.[147]
Cuando Pelias expulsó de Tesalia a Neleo (cf. p. 497), éste buscó refugio en Mesenia y recibió una hospitalaria bienvenida de Afareo, que le dio una banda de tierra cerca de la costa. Por línea de su madre Tiro (que había dado dos hijos gemelos a Poseidón, cf. pp. 496-497), tenía ascendencia eolia, como su anfitrión. Entre las ciudades que había obtenido como resultado de la generosidad de Afareo, se encontraba Pilos, la «arenosa Pilos» que menciona Homero, donde se asentó y construyó su palacio. Se casó con Cloris, una hija de Anfión, rey de Orcómeno, que le dio doce poderosos hijos, entre los que se encuentran, entre los más jóvenes, Periclímeno y Néstor. Más adelante, Neleo hizo que la desgracia cayera sobre él y sobre su familia debido a una ofensa a Heracles, que organizó una expedición contra Pilos y los mató a todos excepto a Néstor, que aún no estaba en edad de tomar las armas (cf. p. 366). Durante su reinado, Neleo alojó a su sobrino Amitaón, hijo de Creteo, en su ciudad de Pilos (cf. p. 552). Para la historia acerca de cómo el hijo de Amitaón, Melampo, consiguió que la única hija de Neleo, Pero, se convirtiera en la esposa de su hermano, cf. pp. 553-554.[148]
Néstor demostró ser más afortunado que su padre, ya que no sólo llegó a la vejez, sino que agrandó considerablemente su herencia. Como se verá por la narración anterior, Idas y Linceo eran los únicos descendientes varones de Perieres en la segunda generación. Cuando ambos encontraron la muerte en su juventud antes de la guerra de Troya a consecuencia de su disputa con los Dioscuros, las tierras que habían pertenecido a Peñeres y a sus descendientes pasaron a Néstor.[149] En compañía de dos de sus hijos, Antíloco y Trasímedes, Néstor condujo a los hombres de Pilos y de otras ciudades de Mesenia a Troya,[150] y regresó a casa sano y salvo a su fin. Antíloco murió cerca del final de la guerra, mientras rescataba a su padre de Memnón, un extranjero aliado de los troyanos (cf. p. 604). El libro tercero de la Odisea cuenta cómo Néstor recibió a Telémaco, el joven hijo de Odiseo, en su palacio de Pilos al poco de terminar la guerra. Para su caracterización en la Ilíada, cf. p. 595. Ya en tiempos de sus tataranietos, su familia entera fue expulsada de Mesenia por los Heraclidas (cf. p. 383). Pero su desgraciado sino no significó el final de la familia, dado que uno de los exiliados, Melanio, se hizo con el trono de Atenas (cf. p. 491), y se decía que los Nelidas habían guiado a los jonios en su colonización de la costa de Asia Menor (al menos en la leyenda, cf. p. 532). Se suponía que la gran familia ateniense de los Alcmeónidas, a la que pertenecían los célebres Clístenes y Pericles, había sido fundada por un Nelida exiliado, Alcmeón, hijo de Silo, bisnieto de Neleo.[151]
En resumen, Perieres fundó un linaje eolio en Mesenia que gobernó la provincia entera hasta que su hijo Afareo entregó una parte de la costa a Neleo, hijo de Poseidón y Tiro, que asimismo era descendiente de Eolo. Dado que Leucipo, el otro hijo de Perieres, no tenía descendencia masculina y que los hijos de Afareo tuvieron una muerte prematura, la provincia entera pasó a manos de la familia Nelida durante el reinado de Néstor, hijo de Neleo.
Cabe mencionar que había versiones contradictorias sobre el nacimiento y origen de Perieres, dado que a veces se le incluye en la familia real espartana.[152] Pero las cuestiones genealógicas relativas a ello son demasiado complejas para examinarlas aquí.
Asimismo hay mención a una familia real completamente diferente que también gobernó en Mesenia en tiempos muy antiguos, antes de la llegada de Perieres. Este linaje debe su origen a la ambición de Mesene, hija de Triopas, una princesa argiva que contrajo matrimonio con el hijo más joven de Lélege, el rey espartano nacido de la tierra. Cuando el trono pasó a Miles, el hijo mayor de Lélege, ella indujo a su esposo, Policaón, a fundar un reino propio en las fértiles tierras occidentales. Por tanto, se estableció allí con algunos espartanos y argivos que les habían seguido y llamó a la tierra Mesenia en honor de su esposa.[153] Había un templo de Mesene en esa ciudad,[154] que pasó a ser la capital de esa tierra después de que quedara libre del yugo espartano en el siglo IV a.C., y se pueden ver imágenes de ella en las monedas mesenias. Es evidentemente una figura tardía. Pausanias, que no encuentra ningún dato sobre ella en la épica, concluye que su descendencia debió terminar generaciones antes de la llegada de Perieres.[155
Creteo y sus hijos
Creteo fue el fundador de la ciudad tesalia de Yolcos, muy conocida por su relación con el ciclo de los Argonautas. Contrajo matrimonio con Tiro, la hija de su hermano Salmoneo, de la que era tutor, y tuvo tres hijos con ella: Esón, Feres y Amitaón.[156]
Aunque Esón hubiera debido ser el que heredara el trono, su madre había tenido anteriormente dos hijos con Poseidón, y uno de ellos, Pelias, se convirtió en rey de Yolcos, bien legítimamente o por usurpar el trono. Esón se quedó en Yolcos o en sus inmediaciones, pero mandó a su hijo Jasón al interior, para que lo criara el centauro Quirón. El resto ya se ha visto en relación con el ciclo de los Argonautas. Cuando Jasón regresó a Yolcos después de hacerse con el vellocino de oro, se trajo consigo a la hechicera Medea, que provocó la muerte de Pelias. Pero Jasón y Medea prefirieron marcharse (o fueron expulsados) y el trono pasó a Acasto, hijo de Pelias (cf. p. 518). Como sucede con Esón, se dice normalmente que Pelias lo mató mientras Jasón se encontraba en su viaje argonáutico (cf. p. 519).
El hermano de Esón, Feres, fue el fundador de la ciudad tesalia de Feras, al oeste de Yolcos. Se casó con Periclímene, hija de Minias, que le dio dos hijos, Admeto y Licurgo. Admeto sucedió a su padre en el reino, célebre por sus ricos ganados, y se casó con Alcestis, la hija mayor de Pelias.[157] Ya se han contado los mitos acerca de esta célebre pareja en relación con Apolo (cf. pp. 211-213). Su hijo Eumelo (Rico en ganados) dirigió a los hombres de Feras, Yolco y las ciudades vecinas durante la guerra de Troya; sus maravillosos caballos, a los que había alimentado Apolo, eran los más veloces en Troya después de los de Aquiles.[158] Licurgo, el hijo menor de Feres, partió a la punta noroccidental de la Argólide y allí se convirtió en el rey de Nemea. Su fama proviene asimismo de ser el padre de Ofeltes, al que mató una serpiente cuando Adrasto y sus seguidores atravesaban Nemea en dirección a Tebas (cf. p. 418). Tal y como se ha indicado, esta leyenda explicaba el origen de los Juegos Nemeos, uno de los cuatro grandes festivales atléticos que se celebraban en la antigua Grecia. En época histórica se enseñaba en Nemea la presunta tumba de Licurgo.[159]
A diferencia de sus hermanos, Amitaón, el último de los hijos de Creteo, prefirió marcharse de su Tesalia nativa y se asentó con su hermanastro Neleo en la mesenia Pilos. Allí se casó con Idómene, una hija de Feres, y fue el cabeza de una familia de famosos adivinos y sabios héroes.[160] El Catálogo atribuido a Hesíodo señala que los Amitaóntidas se distinguían por su inteligencia (nous), al igual que los Eácidas (la familia de Aquiles y Áyax) se destacaba por su fuerza y los Atridas (la familia de Agamenón y Menelao) por su riqueza.[161] Como suele pasar con los fundadores de las grandes familias mitológicas, Amitaón no tiene mitos propios. Como mucho, Píndaro menciona que acudió a Yolco para estar presente en el momento en que Jasón le exigió a Pelias el trono.[162]
De cómo Melampo consiguió sus poderes proféticos y una novia para su hermano Bias
Amitaón tuvo dos hijos, Melampo y Bias, que vivieron en la Argólide y allí dieron comienzo a linajes reales. Melampo llegó a ser el mejor adivino de su época, además de convertirse en la cabeza de una familia en la que hubo muchos adivinos de fama. La manera en que llegó a conseguir sus poderes proféticos es la siguiente. Cuando de joven vivía en el campo, en las inmediaciones de Pilos, sus sirvientes mataron unas serpientes que habían hecho su nido en un roble que había junto a su casa. Cuando se enteró de esto, hizo un montoncito de leña para incinerar a los reptiles muertos y se hizo cargo de sus crías. Una noche, mientras Melampo dormía, se acercaron a él y lamieron sus oídos, concediéndole el poder de entender lo que decían los pájaros y otros animales. Se despertó sobresaltado, y al momento se dio cuenta de que entendía lo que decían los gritos de los pájaros que volaban por el cielo, de modo que, a partir de ese momento, era capaz de predecir el futuro a los mortales.[163] Según otra versión, una serpiente mató a un sirviente mientras Melampo realizaba un sacrificio en la corte de un tal Polifates. El rey mató a su vez a la serpiente y Melampo la enterró y se hizo cargo de sus crías, con las mismas consecuencias que arriba.[164] Melampo, asimismo, adquirió habilidades adivinatorias aprendiendo a interpretar las entrañas de los animales sacrificados y sacó también provecho de un encuentro con Apolo, el dios profético, junto al río Alfeo.[165]
La interpretación de los vuelos, los gritos y de otras acciones de los pájaros era muy importante en la adivinación técnica (la opuesta a la que provenía de la inspiración). En la historia referida, que presenta al adivino aprendiendo el lenguaje de los pájaros en un sentido literal y adquiriendo un conocimiento oculto de ellos, cabe reconocer una expresión mítica de esto. Al ser bestias misteriosas que se arrastran por las grietas de la tierra, es comprensible que las serpientes estuvieran relacionadas con la adivinación y la profecía. Aparecen en una variedad de contextos en cuentos de adivinos míticos. Al menos en una versión, Casandra y su hermano Héleno adquirieron sus poderes proféticos del mismo modo que lo hizo Melampo, cuando unas serpientes lamieron sus oídos mientras que pasaban la noche en el altar de Apolo Thymbraios en Troya (cf. pp. 215-216).[166] El adivino Poliido logró devolver a la vida al difunto Glauco al observar lo que hacía una serpiente (cf. pp. 461-462); el adivino Tiresias experimentó sus cambios de sexo a partir de encuentros con serpientes (cf. p. 432); y a Yamo, el fundador del clan de adivinos de Olimpia, lo alimentaron las serpientes cuando fue abandonado de niño (cf. p. 705).
Melampo se sirvió de sus excepcionales poderes para conseguirle una esposa a su hermano Bias, y después para apoderarse de reinos en Argos. Bias se enamoró de Pero, la única hija de Neleo, que tenía tantos pretendientes que su padre quiso aprovecharse de la situación y prometerla a aquel que le entregara los rebaños de Fílaco, un hijo del eólida Deyón que vivió en Fílacas, en Tesalia, cf. p. 564. Puesto que sabía que la tarea era compleja porque el rebaño estaba custodiado por un fiero perro al que no se podían acercar ni las bestias ni los hombres, Bias pidió ayuda a Melampo, que se ofreció a realizar él mismo la tarea. Antes de partir, el adivino predijo que le cogerían en el momento de intentar robar el ganado, pero que lograría apoderarse de él, mas estaría preso durante un año. Como predijo, lo arrestaron. Cuando pasó un año, escuchó que unos gusanos de la madera hablaban en el tejado de su celda. Cuando uno le preguntó al otro cuántas vigas del techo se habían comido ya, éste respondió que apenas quedaba ya ninguna. Sin demora llamó a sus guardianes y les pidió que lo llevaran a otra celda; y tan pronto como lo hicieron el techo se derrumbó. Cuando se enteró de estos acontecimientos, Fílaco se dio cuenta que su prisionero tenía dones excepcionales y le ofreció la libertad y el ganado si encontraba una cura para su hijo Íficlo, que sufría de impotencia. Un día, mientras estaba castrando unos carneros, Fílaco había visto a su hijo comportándose mal, aunque no quede especificado cómo, y le persiguió con un cuchillo ensangrentado en la mano, lo que le generó tanto miedo que quedó impotente. Melampo enseguida dio con el remedio gracias a un buitre que le dijo que conseguiría la cura si rascaba el óxido del cuchillo, lo echaba en agua y se lo daba a beber al joven durante diez días. El buitre, además, le informó de que Fílaco había dejado el cuchillo clavado en la corteza de un roble sagrado (o de un peral salvaje) y de que la corteza había crecido desde entonces. Melampo extrajo el cuchillo y siguió los pasos indicados. Finalmente, Fílaco le entregó el ganado, como le había prometido. Después de partir en dirección sur, a Pilos, el adivino se lo entregó a Neleo, que entonces permitió que su hija se casara con Bias.[167] Para la familia de Fílaco, cf. pp. 564-565.
De cómo Melampo consiguió reinos para su hermano Bias y para sí mismo en la Argólide. Los adivinos Melámpidas
Después de permanecer en Pilos durante un tiempo, Melampo consiguió reinos en la Argólide para su hermano y para él gracias a que libró a las hijas de Preto, rey de Tirinto, de un ataque de locura, o gracias a haber librado a las mujeres de Argos de un brote general de locura (o, en una versión combinada de ambas, por haber curado a las princesas y a las demás mujeres también). Hay pocos episodios en la mitología griega en los que la tradición sea tan compleja e inconsistente. En la versión de Ferécides, seguramente muy antigua, Hera provocó que las hijas de Preto tuvieran un ataque de locura porque se habían burlado de la sobriedad de su templo argivo y decían que el palacio de su padre era mucho más espléndido. Diez años después, su locura no había remitido, por lo que Preto pidió ayuda a Melampo, prometiéndole compartir con él su reino y entregarle como esposa a una de las muchachas si lograba sanarlas, lo que el adivino consiguió apaciguando a Hera con súplicas y sacrificios.[168] Aunque aquí no se hace mención de Bias, cabe considerar que compartió su recompensa con él, al igual que en el resto de tradiciones. El poeta lírico Baquñides (siglo V a.C.) da una versión semejante acerca de la locura de las muchachas, pero indica que Preto dio con su cura mediante un sacrificio de cincuenta vacas rojas a Ártemis, que intercedió entonces con Hera para librarlas de su locura.[169] En otra versión, la del Catálogo atribuido a Hesíodo, Dioniso provocó la locura de las princesas como castigo porque despreciaban sus ritos, y Melampo llevó a cabo la cura, con lo que ganó una parte de la tierra para su hermano. Aunque se han perdido los detalles, las muchachas se comportaron lujuriosamente durante su locura (quizá andaban errantes, desnudas total o parcialmente, tal y como aparecen en la cerámica); sus cuerpos estaban cubiertos de costras y llevaban el pelo suelto.[170]
La versión de Heródoto es completamente diferente. En ella los argivos hicieron venir a Melampo desde Pilos cuando las mujeres de su tierra sufrieron un ataque común de locura. Cuando él pidió la mitad de la tierra como pago por la cura, ellos consideraron que sus peticiones eran un ultraje y prescindieron de sus servicios. Sin embargo, más tarde aumentó el número de mujeres enfermas y se vieron obligados a recurrir a él de nuevo y aceptar sus condiciones. Entonces él pidió más y se negó a hacer nada si no concedían a Bias parte de su reino. Heródoto no menciona quién estaba en el trono de Argos en esa época, ni tampoco explica la causa de la locura.[171] De acuerdo con Diodoro, durante el reinado del nieto de Preto, Anaxágoras, hijo de Megapentes, se produjo un brote similar de locura, que infligió Dioniso y cuyo sanador fue Melampo, quien recibió dos terceras partes del reino como recompensa y las compartió con Bias. Asimismo, Pausanias sitúa el incidente en el reino de Anaxágoras.[172] Parece ser que hubo, por tanto, dos leyendas diferentes sobre la locura: en una fue Hera la que volvió locas a las hijas de Preto y en otra fue Dioniso el causante de la locura de las mujeres de Argos, quizá en un período posterior. Si fue así, Melampo estaría en un primer momento vinculado presumiblemente con una sola de ellas, quizá con la segunda
La versión de Apolodoro será la última que tratemos. Cuando las hijas de Preto se volvieron locas, ya por obra de Hera o de Dioniso (pues se señalan ambas posibilidades), anduvieron errantes por Arcadia y el Peloponeso en un estado de absoluta enajenación. Aunque Melampo se ofreció a curarlas a cambio de un tercio del reino, Preto consideró que el precio era desorbitante y se negó a pagar tanto. Cuando el resto de las mujeres argivas cayeron también en la locura, abandonaron sus hogares y llegaron incluso a dar muerte a sus hijos, Preto cambió de parecer y se mostró de acuerdo con el precio estipulado. Pero Melampo aumentó sus emolumentos y pidió otro tercio del reino para su hermano Bias. Cuando cerraron el trato, Melampo partió junto a los más vigorosos jóvenes de Argos para sacar a las mujeres de los parajes salvajes a través de gritos y bailes extáticos. Una de las tres hijas de Preto murió en el curso de la curación, mientras que las demás y el resto de las mujeres de Argos quedaron purificadas y recuperaron el juicio.[173] Cabe recordar aquí otras dos menciones. El mitógrafo argivo Acusilao menciona que fue Hera quien enloqueció a las hijas de Preto porque ellas despreciaron la imagen de madera (xoanon) de la diosa; por otra parte, Virgilio menciona que en su locura se creían vacas, un detalle cuyo origen posiblemente sea antiguo.[174]
Aunque en la versión de Ferécides, Preto tenía sólo dos hijas llamadas Lisipa e Ifianasa, Apolodoro añade un tercer nombre: Ifínoe (quizá también en el Catálogo atribuido a Hesíodo) y la mayoría de las demás fuentes afirman que eran tres, aunque no haya tanto acuerdo sobre cuáles eran sus nombres. Apolodoro —y también Ferécides— cuenta que Melampo se casó con Ifianasa mientras que Ifínoe murió en el proceso de curación y Lisipa se convirtió en la mujer de Bias. Este último matrimonio tiene una importancia menor, sin embargo, ya que se dice que los hijos de Bias nacieron de su matrimonio con Pero. En la versión que da Diodoro, en la que se dice que Melampo consiguió a su novia por curar a las mujeres de Argos durante el reinado de Anaxágoras, se casó con Ifianira, una hija de Megapentes y hermana de Anaxágoras.[175]
Los linajes reales fundados por Melampo y Bias estaban destinados a desempeñar un papel fundamental en la historia futura de esa tierra, ya que de él surgen la mayoría de los héroes argivos principales que participaron en las Guerras Tebanas. Adrasto, por ejemplo, era descendiente de Bias y Anfiarao, de Melampo. Ya se ha tratado este punto de la mitología de los Amitaóntidas en relación con la historia mítica de Tebas (cf. pp. 415 y ss. y 435 y ss.).
La rama de la familia por parte de Melampo era también célebre por sus adivinos. La Odisea nos suministra una buena parte del árbol genealógico (vid. Tabla 13, en la que los añadidos posteriores aparecen en cursiva).[176] Ya ha aparecido Anfiarao, el hijo mayor de Oícles, y su hijo Alcmeón como comandantes durante las Guerras Tebanas. Hubo asimismo en la familia dos importantes adivinos descendientes de Antífates, hijo de Melampo, el propio Anfiarao, que daba oráculos en su santuario de Oropo después de su muerte (cf. p. 420) y su hijo Anfíloco, cofundador de un oráculo en Malo, Asia Menor (cf. p. 631).
Según la Odisea,[177] Mantio, el hijo menor de Melampo, tuvo dos hijos: Polifides, al que Apolo concedió dones proféticos, y Clito, al que raptó Eos (Aurora) a causa de su belleza excepcional. Polifides se asentó en Hiperesia (Acaya), donde daba profecías a todos los que allí llegaban y engendró a un hijo, Teoclímeno, que en modo alguno carecía de dotes como adivino. Después de provocar una muerte, Teoclímeno huyó de su tierra por miedo a la venganza y se refugió en Pilos, en la costa de Mesenia, donde se encontró con Telémaco, el hijo de Odiseo, que estaba a punto de partir de vuelta a casa después de visitar a Néstor y a Menelao. Temeroso de que aún le estuvieran persiguiendo, Teoclímeno le pidió a Telémaco que le dejara acompañarlo a Ítaca. En cuanto llegaron, consiguió devolverle el favor mediante una profecía sorprendente: un halcón volaba por la derecha (el lado de los buenos augurios) con una paloma en sus garras y comenzó a arrancarle las plumas, que caían a la tierra que mediaba entre Telémaco y su barco. Teoclímeno interpretó esto como un augurio de que la familia de Telémaco mantendría la supremacía en Ítaca.[178] A continuación, comunicó a Penélope que esto era una señal de que Odiseo estaba ya en su tierra, tramando cómo acabar con sus pretendientes.[179] Mientras estaba en el palacio poco antes de la matanza de los pretendientes, previo su muerte mediante una visión siniestra: la carne que éstos comían parecía cubierta de sangre, al igual que los muros y el techo de la sala, y las cabezas y miembros de los pretendientes parecían estar envueltos de oscuridad, mientras que la entrada y el patio del palacio se poblaban de fantasmas.[180] Éste es un pasaje particularmente interesante, ya que en la poesía homérica la adivinación siempre se practica a través de medios técnicos, mediante observación de pájaros, etc. La inspiración adivinatoria aparece sólo una vez en la Ilíada, cuando el adivino Héleno se da cuenta de un plan decidido por los dioses.[181]
El adivino más célebre de la familia, después del propio Melampo y de Anfiarao, es Poliido, hijo de Cérano, que aparece en la Ilíada como un adivino corintio rico y noble.[182] Aparece tanto como descendiente de Mantio, hijo de Melampo, o de un hijo posterior de Melampo llamado Abante.[183] Su mito más famoso, que cuenta cómo encontró a un príncipe cretense perdido, Glauco, y lo devolvió a la vida, se ha contado en relación con la familia de Minos (cf. pp. 461-462): el resto de sus historias suceden en Corinto o en las regiones aledañas. Píndaro cuenta que aconsejó al héroe corintio Belerofonte cómo conseguir ayuda divina para domar al caballo alado Pegaso (cf. p. 563). Según una tradición local de Mégara, viajó allí para purificar a Alcátoo después de matara por accidente a su hijo Calípolis (cf. pp. 727-728).[184] Cuando Ífito, hijo de Éurito, viajaba de ciudad en ciudad buscando los caballos que le habían robado (cf. pp. 359-360), se encontró con Poliido, que le apremió en vano a no continuar su búsqueda en Tirinto, en donde encontraría su final a manos de Heracles.[185] La Ilíada menciona al adivino en relación con su hijo Euquenor, al que mató Paris con una flecha durante la guerra de Troya. Cuando Poliido le anunció que o bien una enfermedad grave lo mataría en su morada, o bien moriría frente a los troyanos junto a las naves griegas, Euquenor prefirió esta muerte a una enfermedad terrible, además de que así evitaría tener que pagar una compensación a Agamenón por no unirse a la expedición.[186]
Los Clitidas, un clan de adivinos de Olimpia, aseguraban que eran descendientes de Melampo a través un tal Clitio, un hijo de Alcmeón y de su primera esposa, Arsínoe, hija de Fegeo. Dado que Alcmeón murió a manos de los hijos de Fegeo (cf. p. 430), cabría explicar que Clitio abandonó Arcadia para asentarse en Olimpia, porque no quería vivir en el palacio de su abuelo junto a los asesinos de su padre.[187]
Sísifo, rey de Corinto, y su hijo Glauco
Sísifo fue el fundador de la rama de la familia deucaliónida que reinó en Corinto. Homero se refiere a él en la Ilíada como el más astuto de los hombres que vivieron en la ciudad de Éfira «en el fondo de Argos, prado de caballos».[188] Aunque no parece muy seguro que este lugar pueda ser identificado con Corinto, esto es lo que sucede en las tradiciones posteriores, y los mitos de los Sisífidas estaban vinculados con Corinto a pesar de que no pertenecían a la ciudad en origen. Los rasgos principales de la historia de la familia quedaron fijados en época muy antigua, ya que Homero ya menciona a Sísifo como hijo de Eolo y abuelo del gran Belerofonte a través de su hijo Glauco. Su astucia siguió siendo su rasgo definitorio a lo largo de toda la tradición posterior, en la que suele estar representado como un granuja con atractivo. Como ya hemos visto (p. 171), se le sometió a un castigo sin fin en el mundo subterráneo, ya por haber desvelado un secreto de Zeus o por haber engañado a la muerte cuando murió por vez primera, la historia siguiente tiende un puente entre ambas narraciones. Cuando Zeus raptó a Egina, una de las hijas del dios río Asopo, de su lugar de nacimiento en el norte del Peloponeso (cf. p. 638), la llevó a través de las tierras de Sísifo, quien informó al padre de ella a cambio de que hiciera manar una fuente en la acrópolis de Corinto. El enfado de Zeus fue tal que mandó a Tánato (la Muerte) para que se lo llevara al mundo subterráneo. Pero Sísifo se las ingenió para encadenar a Tánato, de modo que nadie murió durante un tiempo hasta que Ares finalmente logró liberar a Tánato y le entregó a Sísifo. Pero la historia no acaba aquí, ya que Sísifo tenía otra carta en la manga. Antes de marchar, le dijo a su mujer que no llevara a cabo ningún rito fúnebre en su honor. Cuando llegó al infierno, se quejó de esto antes Hades y Perséfone, pidiéndoles que le dejaran regresar durante un breve tiempo para recordar a su esposa sus deberes. Después de lograr escapar con estas excusas, permaneció en Corinto el resto de su vida hasta que murió por segunda vez de viejo.[189]
Aunque esta historia sobre su doble fallecimiento era su mito más célebre hay asimismo otros que le ponen en contacto con otros dos maestros del engaño y la astucia: con Odiseo y con el mayor de todos los ladrones, Autólico, el abuelo materno de Odiseo. Sísifo compitió una vez en ingenio con Autólico, al que su padre Hermes le había concedido el don de alterar la apariencia de lo que robaba. Podía cambiar las marcas y el color del ganado, por ejemplo, ponerle o quitarle cuernos; y una vez se sirvió de ello para robarle gran cantidad de ganado a Sísifo. Aunque Sísifo estaba seguro de que Autólico le estaba robando ganado —además el suyo disminuía y el de Autólico aumentaba en número—, no podía demostrarlo ya que el aspecto del ganado había cambiado. Puso entonces una trampa al ladrón y marcó las pezuñas del ganado con su nombre o con la inscripción «Autólico me ha robado». Cuando Autólico repitió el hurto, le siguió hasta su casa en el monte Parnaso e identificó el ganado por las inscripciones y le reclamó todo lo que le había quitado. Se cuenta que Sísifo engendró a Odiseo durante este viaje, porque sedujo secretamente a la hija de Autólico, Anticlea, y la dejó embarazada de Odiseo, al que, una vez casados, crio su esposo Aertés como si fuera su propio hijo.[190]
Nada se cuenta sobre las actividades de Sísifo como gobernante, excepto que se suponía que había fundado los Juegos Ístmicos en honor de Melicertes (cf. p. 560) después de que un delfín llevara el cuerpo del muchacho y lo dejara en el Istmo de Corinto.[191]
De acuerdo con la tradición habitual, Sísifo fue el fundador de Corinto-Éfira y su familia gobernó allí desde entonces hasta que se hizo con el poder el heraclida Aletes (cf. p. 381). El poeta épico corintio Eumelo cuenta una historia completamente diferente sobre los primeros tiempos de su ciudad. Sugiere que el territorio de Corinto, en un primer momento, lo recibió Eetes de su padre, el dios del sol Helios, y que a continuación lo gobernó su hija Medea. Según Eumelo, Helios entregó la tierra de Éfira (la región de Corinto) a Eetes y las vecinas tierras esopias (la región de Sición al oeste) a otro de sus hijos, Aloeo. Eetes marchó a la Cólquide, sin embargo, donde luego recibió la visita de Jasón y los Argonautas (cf. p. 509) y confió sus posesiones de Éfira a un tal Buno, hijo de Hermes. Después de la muerte de Buno, ambos territorios pasaron a manos de Epopeo, hijo de Aloeo, que los legó a su hijo Maratón. Para escapar a la violencia e injusticia de su padre, Maratón se refugió en el Ática (de ahí el nombre de la villa de Maratón en el noreste) y sólo regresó a su tierra natal para una breve visita después de la muerte de su padre para repartirla entre sus dos hijos, Corinto y Sición, que dieron entonces sus nombres a los territorios que pasaban a gobernar. Cuando Corinto falleció sin descendencia masculina, los corintios invitaron a Medea, la hija de Eetes, a convertirse en su reina y ella gobernó allí junto a su esposo Jasón. Escondió en el santuario de Hera a sus hijos para convertirlos en inmortales, pero todos murieron en el intento. Cuando Jasón se enteró de ello, sintió tal espanto que decidió marcharse a Yolcos. Después de que su esposo la abandonara, Medea decidió marcharse y entregó el reino a Sísifo, que en esta versión es el primer gobernante de una nueva genealogía eólida, en lugar del fundador de la ciudad.[192]
Según Eurípides, Jasón y Medea vivían en Corinto como huéspedes del rey Creonte (cf. p. 519), cuyo nombre (que significa «Gobernante») parece sugerir que se inventó al hilo de la historia. Según los escolios a Eurípides, era hijo de un tal Licáeto, que ascendió al trono después de la marcha de Belerofonte (presumiblemente, aunque no se indique, serían miembros de la misma familia).[193]
A los corintios les gustaba creer que Corinto, el epónimo de su ciudad, había sido un hijo de Zeus, pero el resto de griegos veían en esto un chiste, de modo que la propia expresión «Corinto, hijo de Zeus» se convirtió en una frase hecha para referirse a algo pesado y sin sentido.[194] El nombre de la ciudad es prehelénico (al igual que otros nombres como Jacinto, que tienen el mismo sufijo).
Sísifo se casó con Mérope, hija de Atlas, que le dio un hijo y heredero, Glauco,[195] y quizá otros hijos. Glauco se hizo célebre por su muerte, ya que se decía que sus yeguas lo habían destrozado. Glauco les daba carne humana para volverlas más violentas en la batalla, pero se vio obligado a darles de comer hierba durante los juegos fúnebres en honor de Pelias, de modo que ellas saciaron su deseo de carne devorando al propio Glauco.[196] En otras versiones Afrodita las volvió locas para vengarse de Glauco por reírse de sus ritos, o porque estaba furiosa con él por impedir que sus yeguas se acoplaran ya que creía que así serían más veloces.[197] En otra versión los animales entraron en un frenesí homicida después de comer una hierba especial en Potnias (Beocia) que volvía locos a los caballos,[198] o porque habían bebido un agua que tenía ese mismo efecto.[199] Después de esta terrible muerte, Glauco se convirtió en un fantasma malvado, el Taraxippos («el que aterroriza a los caballos»), que provocaba el pánico a los caballos en las carreras en los Juegos Ístmicos (que tenían lugar cerca de Corinto).[200]
Menos acuerdo hay sobre el Taraxippos que actuaba en las carreras de Olimpia. Se puede rastrear su origen en las carreras de caballos que el héroe Enómao celebraba para competir con los pretendientes de sus hijas (cf. p. 647). Quizá fuera el fantasma furioso de Mirtilo, muerto por Pélope después de que le ayudara a hacerse con la victoria, o el propio Enómao, que murió en el trascurso de su competición con Pélope, o alguno de los pretendientes a los que mató Enómao en carreras anteriores.[201] Para que el Taraxippos no hiciera su incursión en la carrera, los aurigas debían apaciguarlo con plegarias y sacrificios antes de la salida.
Las aventuras de Belerofonte en Argos y Licia
Glauco se casó con Eurímede o Eurínome, hija de Niso, que le dio un hijo de gran fama, el héroe matador de monstruos Belerofonte.[202] Había asimismo una tradición que sugería que el padre verdadero de Belerofonte era Poseidón, así aparece en el Catálogo atribuido a Hesíodo y en Píndaro.[203]
De acuerdo con un importante fragmento del Catálogo, Sísifo escogió como esposa para Glauco a Mestra, la hija de Erisictón que cambiaba de forma a voluntad, y le entregó valiosos regalos, pero ella se volvió a la casa de su padre. Dado que hay lagunas considerables en el papiro, no podemos afirmar que se sirviera de sus poderes para escapar (como cuando se escapó de los señores a los que servía para ganar dinero para su padre, cf. p. 189). Sísifo estaba muy contrariado, pero Zeus tenía otros planes para ella, puesto que no quería que tuviera una vida corriente en una familia humana, de modo que Poseidón se la llevó a la isla de Cos, donde le dio dos hijos. Sísifo entonces se vio obligado a elegir otra novia para su hijo, una «hija de los Pandiónidas» (presumiblemente su esposa habitual, la arriba mencionada, que era nieta de Pandión, rey de Atenas). A pesar de que este matrimonio sí duró, la voluntad de Zeus fue que Glauco no tuviera hijos con su mujer, de modo que su hijo putativo Belerofonte era realmente hijo de Poseidón.[204]
De joven, Belerofonte tuvo que marcharse de Corinto para siempre debido a que provocó accidentalmente una muerte. Su víctima recibe diversos nombres, algunos sugieren que mató a un tal Bélero (de ahí su nombre: el matador de Bélero) o a un hermano suyo que recibe diferentes nombres.[205] Belerofonte se refugió en la Argólide con Preto, rey de Tirinte, que lo purificó y le recibió en su corte como huésped. El problema surgió cuando la esposa del rey, a la que normalmente se le da el nombre de Estenebea (y Antea en la Ilíada) se enamoró del guapo extranjero y le acosó para que se encontraran en secreto. Él la rechazó y entonces ella, enfurecida, contó a su esposo que Belerofonte había intentado violarla o seducirla. Preto la creyó, pero no quería ejercer violencia contra un huésped al que él mismo había purificado, por lo que lo mandó a su padrastro, Yóbates, el rey de Licia en Asia Menor, con una tablilla sellada en la que le pedía que diera muerte al que se la presentaba.
Según Homero, el rey de Licia (aquí sin nombre) le agasajó durante los nueve días posteriores a su llegada, dando muerte a nueve vacas, y al alba del día décimo le pidió, para dar cumplimiento al deseo de Preto, que matara a la Quimera, un monstruo que exhalaba fuego al que se consideraba invencible. Homero lo describe como un león en la parte anterior, un dragón en la posterior y una cabra (chimaira, de ahí su nombre) en el tronco. En las representaciones posteriores, es básicamente un león, pero tiene una serpiente en lugar de cola y una cabeza de cabra que le sale del centro de su lomo. Belerofonte mató al monstruo guiado por señales que le dieron los dioses. El rey entonces le sometió a dos pruebas más, mandándole a luchar contra los solimos, un pueblo muy belicoso, y contra las Amazonas, mujeres guerreras que contendían con cualquier hombre. En ambos casos regresó a salvo después de dar muerte a sus enemigos, de modo que el rey le puso una prueba final enfrentándole a un grupo selecto de guerreros de sus tierras. Belerofonte les dio muerte a todos y el rey se dio cuenta de que debía ser hijo de algún dios y le entregó a su hija Filónoe (o Anticlea) en matrimonio junto a una parte de su reino.[206] Belerofonte engendró tres hijos con su esposa licia: una hija, Laodamía, que tuvo a Sarpedón con Zeus, y dos hijos: Hipoloco, el padre de Glauco (el segundo de Sarpedón en Troya), e Isandro, que murió joven (cf. p. 457). A Belerofonte se le torcieron las cosas al final, según nos cuenta Homero, ya que se ganó el odio de todos los dioses por alguna razón que permanece oculta: «Pero cuando aquél se hizo odioso a todos los dioses, por la llanura Aleya iba vagando solo, devorando su ánimo y eludiendo las huellas de las gentes».[207]
En todas las narraciones posteriores, se cuenta que Belerofonte había luchado contra la Quimera montado en el caballo Pegaso, hijo de Poseidón y de la gorgona Medusa (cf. p. 102). Según Píndaro, al principio le resultaba imposible la doma de Pegaso y pidió ayuda al adivino Poliido (cf. p. 558), quien le indicó que durmiera la noche entera en el santuario de Atenea en Corinto. La diosa se le apareció en sueños y le dijo que debía tomar una rienda que ella le ofrecía para la doma de Pegaso y que asimismo sacrificara un toro blanco en honor de Poseidón, el domador de caballos. Cuando despertó, encontró a su lado una maravillosa rienda de oro, que le fue realmente de provecho (cf. p. 247).[208] Según otra versión, Atenea fue quien domó al caballo en lugar del héroe;[209] en otra se cuenta que Belerofonte capturó al caballo mientras abrevaba en la fuente Pirene en Corinto, o lo recibió de su padre Poseidón, que se lo dio como regalo.[210]
De acuerdo con una obra perdida de Eurípides, la Estenebea, Belerofonte regresó a Tirinto y se vengó de Estenebea con la ayuda de su caballo alado. La convenció para que cabalgara con él cielo adentro y la tiró del caballo cuando sobrevolaban el mar Egeo en las proximidades de Melos.[211] Su desdichado final, mencionado en la Ilíada, se explicaba en algunas fuentes porque había intentado entrar volando en el Olimpo a lomos de Pegaso. Zeus, por tanto, mandó un tábano para que picara al caballo y lo encabritara, de modo que Belerofonte cayó a tierra en Licia, donde vagó en la miseria desde entonces.[212] Otra versión cuenta que se mareó al mirar abajo y murió a consecuencia de la caída.[213] Pegaso continuó su camino y Zeus le honró convirtiéndole en la constelación del Caballo (la conocida como Pegaso).[214]
Dado que Belerofonte no regresó nunca a Corinto, el trono pasó a un tal Toante, del que se cuenta que era nieto de Sísifo a través de un hijo llamado Ornitión. La ciudad, durante tres generaciones, estuvo gobernada por Toante y sus descendientes hasta que un heraclida, Aletes, la conquistó al mando de un ejército dorio (cf. p. 381).[215] Ornitión tuvo un hijo, Foco, que se asentó en Fócide, en la Grecia central (cf. p. 725).


Dos eólidas menores, Deyón y Magnes, y sus familias
Deyón (o Deyoneo) no tiene mitos propios, pero gobernó la Fócide, en la Grecia central. Se casó con Diomede, la hija de Juto, que le dio muchos hijos, entre los que se encuentran Céfalo, de cuyo tumultuoso matrimonio con Procris en el Ática hemos hablado en el capítulo X (cf. pp. 485 y ss.), y Fílaco, el fundador epónimo de Fílacas, en el sur de Tesalia.[216] Al suroeste de Yolcos y Feras, Fílacas rivalizaba con la ciudad natal de Aquiles, Ftía, en la historia mítica como una de las dos ciudades principales de la Ftiótide, al sureste de Tesalia. Fílaco se casó con Clímene, hija de Minias, que le dio dos hijos, un varón, Íficlo, y una niña, Alcímeda, que se casó con Esón y fue la madre de Jasón.[217] Como ya se ha contado en este capítulo, Fílaco encerró en prisión al adivino Melampo por intentar robarle el ganado, pero después lo liberó para que encontrara un remedio que curara la impotencia que involuntariamente había ocasionado a su hijo Íficlo (cf. p. 554). Íficlo quedó curado y contrajo matrimonio con Astíoque, que le dio dos hijos célebres: Protesilao, el primero de los griegos que saltó a tierra troyana y el primero también que resultó muerto (cf. p. 582) y Podarces, que comandó a los hombres de Fílacas y las ciudades aledañas en la guerra de Troya después de la muerte de su hermano.[218] En la épica tardía se contaba que Podarces había muerto a manos de la amazona Pentesilea en uno de los episodios finales de la guerra.[219] Su nombre, Podarces («Pies veloces»), proviene de la notable velocidad en la carrera de su padre, ya que se contaba que Íficlo podía rivalizar con el viento y que si corría sobre cereales, iba tan rápido que no daba tiempo a que las espigas se doblaran sobre los tallos, y si lo hacía sobre el mar, era tan veloz que nunca se hundía.[220] Esto aparece en un fragmento del Catálogo atribuido a Hesíodo, y este detalle ya es mencionado por Homero, al igual que el origen del nombre de su hijo.[221] Algunos afirman que fue él quien se hizo con la victoria en el certamen de carrera durante los juegos fúnebres en honor de Pelias.[222]
Deyón tuvo asimismo dos hijas, Asterodiya y Filónide se quedaron en su tierra natal de Fócide. Asterodiya se casó con Foco, hijo de Éaco,[223] uno de los dos epónimos de la tierra, junto a Foco, hijo de Ornitión. Para el papel de estos epónimos en la historia de la Fócide y los hijos de Asterodiya, cf. p. 725. Filónide también tuvo dos hijos en el mismo parto, pero en distintas circunstancias. Era tan bella que excitó el deseo de dos dioses, Apolo y Hermes, quienes se acostaron con ella el mismo día: engendró al músico mítico Filamón de Apolo, de Hermes al maestro de ladrones Autólico (cf. p. 559).[224] Ambos vivieron en el monte Parnaso, que dominaba los territorios de su padre. Filamón engendró a Támiris, un músico aún más importante que su padre, de una ninfa llamada Argiope. Dio a luz al niño en Tracia (donde después tendría lugar su famosa competición con las Musas), ya que Filamón se negó a llevársela a casa.[225] Si bien esta historia no le deja muy bien parado, encontró una muerte noble mientras intentaba evitar que los flegios saquearan Delfos (cf. p. 718).[226] Ferécides sugiere que fue él y no Orfeo el que acompañó a los Argonautas.[227]
En la versión que da Apolodoro, el hijo de Eolo que queda fue Magnes, el epónimo de Magnesia, la región costera del norte de Tesalia. Se casó con una ninfa náyade y tuvo con ella dos hijos, Polidectes y Dictis, que vivieron en la isla de Sérifos y desempeñaron un importante papel en la historia de Perseo (cf. pp. 318 y ss.).[228] En el Catálogo atribuido a Hesíodo, sin embargo, Magnes es hijo de Zeus y de Tía, una hija de Deucalión, y es además hermano de Macedón, el epónimo de Macedonia.[229] Aunque no se conserva el nombre del séptimo hijo de Eolo en los fragmentos que conservamos del Catálogo, se sugiere con bastante certeza que fuera Minias (el epónimo de los minios, cf. p. 716)

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