Señor de las Siete Puertas, condúcenos en dirección al sol, quien ya ha pasado más allá de la media noche.
Tuyas son las flechas, Oh, Señor.
Sin Tu Orden nosotros no entraremos en la ciudad del descanso.
Y en nuestro camino no nos detendremos por una hora, tampoco por un día o un año.
Porque Tú, el más veloz, sostienes las riendas de nuestros caballos.
Porque Tú, también has pasado por este camino y diste Tu paciencia como garantía.
Tu paciencia como garantía.
¿Dices, Guardián, de dónde fluye la fuente de la Paciencia?
De la mina de la confianza. . .
* * *
¿Quién sabe dónde cambia su corcel el mensajero?
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