sábado, 16 de marzo de 2019

La babosa que se convirtió en hombre (mito iroqués)

En las orillas del río Missouri vivió cierta vez una babosa, muy contenta,
porque encontraba allí abundante comida, y satisfacía todos los
deseos que una babosa suele tener.
Pero el desastre la alcanzó un día. Las aguas del río crecieron y
cubrieron las orillas, y a pesar de que el pequeño animalito se subió
sobre un tronco, la corriente se los llevó a los dos, y así flotó sin socorro
alguno durante varios días, hasta que las aguas cedieron y abandonaron
a la pobre babosa en una ribera extraña toda cubierta del lodo que el río
había dejado.
Agotada por el calor y medio ahogada por el fango, y hambrienta y
sin alimentos, desesperada, la babosa se resignó con su suerte y se preparó
a morir. Pero, de pronto, nuevos sentimientos la invadieron, y un
vigor renovado sostuvo su cuerpo. Abrió sus conchas; su cabeza poco
a poco se elevó sobre el suelo; sus extremidades inferiores se le convirtieron
en piernas y pies; dos brazos surgieron de sus costados, y en sus
extremidades halló manos y dedos. Bajo la influencia de un sol benigno
la babosa se convirtió en un hombre, alto y apuesto.
Por un rato, quedó asombrada del cambio. Al principio no tuvo energía
ni pensamientos, pero poco a poco su cerebro entró en actividad y
decidió regresar a su lugar nativo.
Desnudo e ignorante y medio muerto de hambre, el nuevo hombre
comenzó a caminar hacia sus tierras. Por el camino halló bestias y aves
que excitaban su apetito, pero, no sabiendo cómo capturarlos, su hambre
no podía ser aplacada. Poco después, se sintió tan débil que rodó
por el suelo casi desmayado, desesperado y pensando que iba a morir.
No habían transcurrido unos breves instantes, cuando escuchó una voz
que lo llamaba:
-¡Wasbashas! ¡Wasbashas...!
Miró a su alrededor y halló al Gran Espíritu, sentado sobre un animal
blanco. Sus ojos eran como estrellas y sus cabellos brillaban como
el Sol.
Temblando de pies a cabeza, Wasbashas inclinó su cabeza. No podía
mirar hacia arriba. De nuevo la voz le habló en un tono suave:
-Wasbashas, ¿por qué te hallas aterrorizado?
-Estoy temblando -repuso Wasbashas-, porque estoy delante de
quien me levantó de la Tierra. Pero estoy desmayado, no he comido
nada desde que dejé mi cubierta de caracol en las orillas del río.
Entonces el Gran Espíritu cogió en sus manos un arco y unas flechas.
Y diciéndole que se fijara bien, puso una flecha en el arco, la
lanzó al aire y tumbó un pájaro, que cayó muerto al suelo. Al momento
apareció un venado, y el Gran Espíritu le lanzó una flecha que lo atravesó.
-Aquí tienes tu comida, y éstas son tus armas -le dijo, y le entregó a
Wasbashas el arco y las flechas.
El Gran Espíritu le enseñó entonces a quitarle la piel al venado y a
prepararla como abrigo.
-Estás desnudo y necesitas de un vestido para cuando vengan la
lluvia y la nieve.
Después de dicho esto, le enseñó al hombre cómo hacer fuego y
cómo asar la carne del venado y del pájaro. Después puso sobre su cuello
un collar de conchas de mejillones y le dijo:
-Este collar es el título de autoridad que te doy sobre todas las bestias.
Dicho esto, el Gran Espíritu se elevó por el aire y desapareció. Wasbashas
se reconfortó con la comida y después siguió su camino, hasta
llegar a la tierra natal.

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