En la actualidad hay en la provincia de Pasco un pueblo
llamado Chacos; tiene pocos habitantes, más o menos dos
mil indígenas; en este lugar se venera una efigie de Cristo
Crucificado; una imagen preciosa e imponente, muy milagrosa,
por lo cual, todos los años se le festeja el 3 de mayo.
La leyenda de la aparición de este Señor es la siguiente:
hace muchísimos años, cerca de este pueblo, en un sitio
llamado Runtu-Puna, un pastorcito que cuidaba por
ahí sus cerdos oía todas las tardes, al ponerse el Sol, golpes
fuertes, como de un martillo sobre un madero seco; como
si clavasen. Después de repetidas búsquedas, el pastor encontró
entre la arboleda una cruz grande, con un Cristo
Crucificado; inmediatamente dio aviso de su hallazgo a los
pobladores de Chacos. Estos, en gran número, acudieron
a ver al Crucificado. Sabedores de esta misma noticia, los
habitantes de otro pueblo, que está más o menos a igual
distancia, llamado Huariaca, se dirigieron al mismo lugar
con el objeto de llevarse el hallazgo y trasladar el crucifijo
a su pueblo. Pero se cuenta, en forma patética, y como un
milagro, que, cuando la gente de Huariaca quería cargar la
cruz, no podía ni moverla porque pesaba inmensamente; y
comenzaba una lluvia tormentosa. Y cuando los habitantes
de Chacos la levantaban no pesaba nada y salía el Sol. Y esto
ocurrió varias veces; hasta que los de Huariaca cedieron a
los de Chacos la cruz, ya que ese era el deseo del Señor.
Desde esa época este Señor es venerado en su iglesia y
no le mueven. En una ocasión hace poco, unos peregrinos
que habían ido a la fiesta, en compañía del sacerdote y
de un fotógrafo, quisieron mover al Señor para sacarle en
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