miércoles, 6 de marzo de 2019

EL RATÓN Y LA RANA

Un ratón que se paseaba a lo largo de un arroyo se hizo amigo de una rana. Se
reunían ambos, todos los días, a una hora fija, en el lugar de su primer encuentro con
el fin de contarse historias y divertirse.
Un día, el ratón dijo a la rana:
«¡Oh, tú, el más noble de los animales! Desde hace mucho tiempo, deseo
confiarte un secreto. Vienes del agua y a ella vuelves. Y yo, cuando te llamo desde la
orilla del arroyo, no obtengo respuesta porque tú no me oyes. Mi corazón no se
satisface con nuestros encuentros diarios. Me siento extraviado cuando no veo tu
rostro. Para mí, eres la luz del día y la paz de la noche. Mi corazón desea estar
contigo en todo instante. Pero tú ignoras todo de mi estado. ¡Oh, hermana mía! Yo
vengo de la tierra y tú vienes del agua. Me es imposible sumergirme en el agua. Es
preciso que encontremos un medio para que te lleguen mis llamadas».
Y propuso esta solución:
«Vamos a tomar un hilo muy largo y cada uno de nosotros atará una de sus patas a
uno de sus extremos. Así, cuando quiera verte, me bastará con tirar del hilo».
Esta solución no gustó mucho a la rana y se negó.
Si la rana del alma está atada al ratón del cuerpo, es importunada sin cesar por
este último, que tira del hilo.
El ratón insistió tanto que la rana acabó por ceder. Se ataron, pues, por medio de
un largo hilo y, cada vez que el ratón tiraba de él, la rana subía del fondo del agua
para conversar con su amigo. Ahora bien, un día, un enorme cuervo atrapó al ratón y
alzó el vuelo. Arrastró al ratón y a la rana tras él, el ratón en su pico y la rana al
extremo del hilo. La gente que vio este espectáculo dijo:
«¡Qué cosa tan asombrosa! ¡Una rana, criatura acuática, cazada por un cuervo!».
La rana, por su parte, se decía:
«¡Quien se hace amigo de una criatura que no es de su clase merece ciertamente
el castigo que yo sufro!».

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