Se cuenta que en la margen derecha del río Huasta,
afluente del Mayo, cerca de su origen y hacia la izquierda,
había un pueblo con el nombre del mencionado río.
A este pueblo venía el cura de Olleros" a celebrar misa
y otras ceremonias propias de su misión; el cura hacía el
viaje siempre en un día, ida y vuelta, a pesar de lo muy
accidentado y escarpado del camino.
Con el transcurso del tiempo el pueblo de Huasta llegó
a corromperse, a tal extremo, que irritó la cólera divina,
resolviendo Dios castigarlo convirtiéndolo en laguna.
De un momento a otro apareció en el pueblo el demonio
bajo la figura del cura que venía de Olleros. Cuando el
niño que servía de sacristán levantó la casulla del cura, en el
instante en que hacía la primera genuflexión de la misa, vio
que este tenía rabo; el niño lanzó un grito, lleno de espanto,
y el diablo desapareció violentamente, en medio de humo
y fuerte olor a azufre; y el pueblo se convirtió en laguna.
Muchos años después, un brujo llamado Agapito Vargas,
acompañado de su amigo Felipe Pinedo, fue a ese
pueblo, encontrando solo una laguna, donde, hacia la derecha,
vieron sobre la cumbre de una colina próxima a
un Cristo de cuyo pie manaba agua amarilla que era oro;
uno de ellos recogió un poco del agua, y emprendieron
en seguida el regreso, pero en el trayecto se desencadenó
una tempestad que puso en peligro sus vidas; dándose
cuenta ellos de que la causa de la tempestad era el oro que
llevaban, lo arrojaron al suelo y calmó el tiempo como
por encanto.
Los caminantes prosiguieron su viaje, llegando al recodo
del río donde habían dejado su canoa. Bajaron rumbo
a Moyobamba; allí dieron cuenta de lo acontecido a las
autoridades. La noticia se extendió por toda la población.
Las autoridades enviaron una comisión para constatar
el hecho. Los hombres que formaban la comisión buscaron
el lugar y no lo encontraron, pues este había desaparecido
misteriosamente.
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