sábado, 16 de marzo de 2019

El origen de los tigres (mito puinabe)

Una vez, después de la fiesta de matrimonio, la india no quiso acostarse
con su marido en el mismo chinchorro. Desde esa noche en adelante
no lo tomó más en cuenta para nada. No le sembraba, no le cocinaba,
no se acostaba con él; en fin, no lo quería.
-Mi mujer no me quiere -pensó el puinabe-, ¿Qué habrá sucedido?
Tal vez no le gusten los hombres.
Al cabo de algunos días se buscó a un primo.
-Vamos, primo, al conuco, a comer caimarones14.
-Bueno, vamos.
Llegaron donde estaban los árboles.
-Súbase, primo, yo espero abajo los racimos.
Le tiró cuatro racimos y se quedó arriba. Tanto el puinabe casado
como su primo se comían los más maduros. De pronto el marido empezó
a transformarse en una fiera, con grandes colmillos y garras, y la piel
manchada. Para matar a su mujer se hizo fiera. El otro no sabía nada.
Descendió del árbol y de pronto le brincó la fiera y lo tumbó. No le hizo
ningún daño, probaba su nueva forma y fortaleza.
-¿Por qué se volvió animal? -le preguntó el primo asustado.
-Fiera soy, para castigar a mi mujer. Ella no me quiere, entonces la
voy a matar.
-Usted verá -contestó el otro.
Y se regresaron.
-No le diga a nadie que me he convertido en fiera.
A mitad de camino se separaron. El primo tomó la vereda de su casa
y el puinabe-fiera se detuvo cerca de la suya. Cuando llegó la tarde llamó
a su esposa a gritos.
-¿Qué le pasará a tu marido? -preguntó el papá de la india-. Parece
como si lo hubiera picado la culebra. Ve a ver qué le pasa.
Ella se acercó a donde salían los gritos. El se calló. A la distancia de
un salto le brincó y la mató.
-Traigan candela, traigan candela -volvió a gritar.
-¿Habrá perdido el camino? -preguntó el padre a su mujer. Y tomó
el camino con una astilla prendida.
De un zarpazo el puinabe-fiera le destrozó la cabeza.
Volvió a llamar, esta vez a la suegra.
-¿Qué es lo que tienes? -gritó la vieja mientras se acercaba.
Y también la mató.
Al otro día por la mañana los indios encontraron los muertos. El
primo dijo quién había sido. Echó el cuento de la conversión en fiera
para matar a su mujer porque no lo quería. Todos los indios se armaron
con garrotes de corazón de palo y salieron a buscarlo. Lo encontraron
debajo de una mata y lo ajusticiaron.
-Ése era mi compañero -decía el primo.
-Vamos a enterrarlo -dijeron los otros.
En efecto, abrieron un enorme hoyo y lo lanzaron. Luego emprendieron
a pilarlo por temor. Tanto lo pilaron que la sangre saltaba fuera
del hoyo y cada poco se convertía en un tigrito, y rápido el tigrito corría
hacia el monte.
Si no hubiera salido la sangre no habría el tigre. De esa sangre se
formaron todos los tigres, hoy tan abundantes.

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