sábado, 23 de marzo de 2019

EL COMIENZO DEL CAMINO

El Señor Buda en verdad dejó el pueblo donde nació. En verdad Él meditó bajo el árbol de la sabiduría. En verdad Él enseñó en Benarés. En verdad Él concluyó Su enseñanza en Kushinagar. Mas los siglos añadieron muchas historias.
El Señor partió de Su lugar natal a lomo de caballo acompañado por un siervo-mensajero. El camino yace hacia el noroeste, a lo largo del valle del río. El apurado viaje duró dos semanas. Más allá del paso de las montañas, terminó el camino para caballos. Más adelante continuaba el camino de los cazadores. Aquí lo dejó el manifestado mensajero, mas en su despedida dijo, “Príncipe, Hermano, cuando llegues a la choza del cazador, entrégale este pedazo de madera.” Y él le entregó un pedazo de madera con tres señales.
El Señor viajó por el sendero por siete días. Al octavo llegó a la choza. La puerta permanecía abierta y un anciano alto vestido con una sucia sobrepelliz estaba cortando madera.
El Señor se le aproximó saludándolo, como se acostumbra en la India. Mas el cazador se rió y le señaló un árbol. El Señor recordó el pedazo de madera y se lo entregó. El anciano examinó las marcas y amablemente le señaló la mesa dentro de la choza. El Señor entendió la invitación y compartió la carne de venado y la miel. Luego el anciano, con gestos, le pidió al Señor que descansara.
Cuando el Señor Buda despertó, el sol recién había iluminado las nieves. El cazador ya no estaba en la choza, pero desde el patio sonaba el ruido que hacia el hacha. Sin embargo, pronto su figura apareció en la puerta y le ofreció al Señor un trago de miel. Entonces el anciano tomó un saco y una lanza y señaló al sol. El Señor entendió que era hora de partir y tomando su bastón se marchó de la cabaña. El anciano se inclinó tres veces ante Él y le indicó que debía seguirle. Se aproximó a unos matorrales y empujó unas ramas dejando un angosto sendero al descubierto. Le hizo señas al Señor
que lo siguiera y rápidamente se adelantó, señalando hacia el sol. De esta forma caminaron hasta el medio día. El bosque se puso menos denso y se pudo escuchar el retumbar del río y llegaron a su orilla. El anciano sacó su arco y lanzó una flecha. Esperaron en silencio. El Señor se sacó los adornos que todavía tenia y se los ofreció al anciano. Pero este le pidió que los arrojara al río.
En la orilla opuesta apareció un hombre alto que empujó su barca y se dirigió hacia ellos. Su ropa estaba ribeteada con piel. Y su rostro era ancho y obscuro. Al llegar a la orilla el extraño se inclinó ante el Señor y lo invitó a subir a la barca. El Señor quiso despedirse del cazador pero este ya había desaparecido. El extraño también se mantenía en silencio. Al llegar a la otra orilla montaron en caballos y empezaron a ascender a la montaña.
Durante la noche llegaron a los límites de las nieves y al amanecer descendieron a la Morada.

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