En Huariaca, provincia de Pasco, existe un cañón
antes de entrar al pueblo; es conocido con el nombre de
Atoghuarco; en su fondo pasa rugiendo el río Huallaga.
Es un lugar sumamente pintoresco; en las noches es tenebroso,
los cerros que lo rodean son escarpados y solo
crecen allí enredaderas y plantas espinosas.
La leyenda popular atribuye la aparición del cañón a
la maldición de' una india llamada «la vieja Rucuto». Ella
vivía y sembraba en el lugar en que hoy está el cañón, y a
la llegada de los españoles, estos invadieron sus sembríos
e hicieron caminos, en compañía de muchos esclavos negros.
La vieja les dijo que se fueran; y como no le hicieron
caso, los amenazó. Los extranjeros, para vengarse, hirieron
a la hija de la india, que era muy bella y extrañamente
pálida. Con la herida, su palidez extremó y la vieja Rucuto,
furiosa, los amenazó terriblemente, pues ella era amiga
de todos los espíritus, y todos le temían.
Los españoles no quisieron oírla; hirieron otra vez a
la indiecita, la cual se fue poniendo flaca, blanca, hasta
la transparencia. Entonces la india fue, dolorida, a pedir
ayuda al espíritu del cerro sobre el cual vivía; y cuando
este maldijo a los malvados extranjeros, el terreno se
hundió formando el cañón de Atoghuarco y causando la
muerte a todos los españoles y los negros.
Actualmente los indios del lugar siguen una extraña
costumbre que han tenido sus abuelos: cada vez que
cruzan el puente que está sobre el río que origina el
cañón, deben colocar en un lugar del cerro una piedra
pequeña; las van colocando unas sobre otras, dando así
un aspecto curioso y original a los agujeros que hay en
las rocas del cerro.
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