Un carnero, un camello y una vaca encontraron en su camino una gavilla de paja.
El carnero dijo:
«Si dividimos esta gavilla en tres partes, ninguno de nosotros quedará satisfecho.
Es preferible que el de más edad de nosotros tres la aproveche él solo. Porque nuestro
deber es respetar a los ancianos».
El carnero propuso que cada uno dijese su edad y empezó por él mismo:
«Yo estaba en el mismo prado que el carnero sacrificado por Abraham».
La vaca dijo entonces:
«Yo estaba junto a Adán cuando él labraba. Pues yo era la hembra de su toro».
A estas palabras, el camello se apoderó de la gavilla de paja y se puso a
comérsela:
«De nada sirve deciros mi edad. Pues, como todo el mundo sabe, mi estatura es la
prueba de mi antigüedad. Así, los cielos son más antiguos que la tierra».
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