miércoles, 6 de marzo de 2019

DESPIERTO EN EL SUEÑO

Durante un viaje un judío, un musulmán y un cristiano se hicieron amigos. Igual
que la razón se hace amiga del ego de Satanás, lo mismo un fiel puede hacerse amigo
de dos extraviados. El cuervo, el búho y el halcón han caído en la misma jaula. Un
Oriental y un Occidental que pasan la noche en un mismo lugar se hacen amigos.
Pero cuando los barrotes de la jaula se rompen, cada ave vuela en diferente dirección.
Al llegar estos tres compañeros al final de una etapa, alguien vino a traerles
dulces y este presente alegró a nuestros tres solitarios. Las gentes de la ciudad son
sabios refinados en su comportamiento. Pero el campesino es un maestro de
generosidad.
Aquel día, el judío y el cristiano no tenían hambre, mientras que el musulmán
había ayunado. Era para él la hora de romper el ayuno y era grande su apetito. Pero
los otros dos le dijeron:
«Dejemos esto aquí. ¡Los comeremos mañana!
—¡Comámoslos esta noche! replicó el musulmán. ¿Por qué esperar a mañana?
—¿Tienes acaso intención de comerlos tú solo? preguntaron los otros.
—Somos tres, dijo el musulmán. Dividamos estos dulces en tres partes iguales y
que cada uno se tome su parte como quiera.
—¡El que divide merece el infierno! Tú eres patrimonio de Dios y todas las partes
de los dulces le pertenecen. ¿Cómo te atreverías a hacer ese reparto?».
El musulmán se resignó y dijo:
«¡Oh, amigos! ¡Sea según vuestros deseos!».
Y fueron a acostarse. Por la mañana, cada uno se puso a rezar según su religión.
Después de la oración, uno de ellos propuso que cada uno contase su sueño de la
noche. Y que el que hubiese tenido el sueño más hermoso, recibiese la parte de dulces
del que hubiese tenido el sueño menos hermoso…
El judío contó su sueño:
«En mi camino me crucé con Moisés. Lo seguí a la montaña de Sinaí. Allá arriba
nos rodeó la luz. Después, vi que, por voluntad divina, la montaña se dividía en tres
partes. Un trozo de la montaña cayó al mar. Y el agua del mar se volvió dulce al
instante. Otro pedazo cayó en la tierra y brotaron arroyos como remedios para los
afligidos. El trozo tercero voló hacia la Kaaba para convertirse en la montaña de
Arafat. Cuando hubo pasado mi asombro, comprobé que la montaña del Sinaí seguía
estando en su sitio, pero que su suelo como hielo, se fundía bajo los pies de Moisés.
Se fundió hasta tal punto que acabó por allanarse. Cuando este nuevo motivo de
asombro se agotó para mí, vi de nuevo a Moisés y el Sinaí en su sitio. Divisé a una
multitud en el desierto que rodea la montaña. Cada uno llevaba una caña y un manto
y todos se dirigían hacia la montaña. Elevaron las manos para la oración y desearon
ver el rostro de Dios. Cuando hubo pasado mi extrañeza, vi que cada uno de aquellos
hombres era un profeta de Dios. Vi también ángeles magníficos. Sus cuerpos estaban
hechos de nieve inmaculada. Más lejos, vi a otro grupo de ángeles pero, esta vez,
hechos de fuego…».
El judío siguió así contando su sueño.
¡Oh, tú! ¿Tienes certidumbre en lo que a ti se refiere? ¿O en lo referente a tu
existencia? ¿Cómo te permites burlarte así del prójimo? ¿Quién sabe quién tendrá la
suerte de morir como un musulmán?
A su vez, el cristiano contó su sueño:
«Fue el Mesías quien se me apareció. Con él, subí tan alto como el sol. Era
extraño. No puedo comparar lo que he visto con las cosas de este mundo y no puedo,
pues, contaros este sueño».
El musulmán dijo entonces:
«¡Oh, amigos míos! Mi sultán Mustafá se me apareció. Me dijo: “Uno de tus
amigos se ha ido al Sinaí. Allí se pasea con la palabra de Dios, colmado de amor y de
luz. Jesús se ha llevado a tu otro amigo al cielo. ¡Levántate! ¡Al menos, aprovecha los
dulces! Tus amigos han sido favorecidos. Aprovechan la compañía de los ángeles y
del conocimiento. ¡Pobre idiota! ¡No pierdas el tiempo! ¡Cómete los dulces!”».
A estas palabras, el judío y el cristiano exclamaron:
«¿Te has tomado realmente todos los dulces?
—¿Cómo habría podido desobedecer una orden del profeta? Tú, que eres judío,
¿no harías lo mismo con una orden procedente de Moisés? Y tú, que eres cristiano,
¿te atreverías a desobedecer a Jesús?».
Los otros dos le dijeron:
«Ciertamente, tu sueño es más justo que el nuestro. Tu sueño consiste en estar
despierto en tu sueño. ¡Qué hermoso sueño!».
Deja a un lado las pretensiones referentes al conocimiento y al misticismo. La
cosa más hermosa es comportarse con respeto y servir al prójimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario