a. Cuando cumplió los dieciocho años Heracles abandonó la hacienda
de ganado, resuelto a matar al león de Citerón que hacía estragos en los
ganados de Anfitrión y su vecino el rey Tespio, llamado también Testio, el
erectida ateniense. El león tenía otra guarida en el monte Helicón, al pie del
cual se halla la ciudad de Tespias. El Helicón ha sido siempre una montaña
alegre: los habitantes de Tespias celebran en su cumbre un antiguo festival en
honor de las Musas y realizan juegos amorosos a su pie alrededor de la estatua
de Eros, su patrono.
b. El rey Tespio tenía cincuenta hijas de su esposa Megamede, hija
de Arneo, tan alegre como cualquier habitante de Tespias. Temiendo que pudieran
contraer matrimonios inapropiados, decidió que cada una de ellas tuviera un
hijo con Heracles, que entonces se dedicaba durante todo el día a la caza del
león, pues Heracles se alojó en Tespias durante cincuenta noches seguidas.
«Puedes tener a mi hija mayor Procris como tu compañera de lecho», le dijo
Tespio hospitalariamente. Pero cada noche visitaba otra de sus hijas a
Heracles, hasta que se acostó con todas. Algunos dicen, no obstante, que las
gozó a todas en una sola noche, con excepción de una, que rechazó sus abrazos y
permaneció virgen hasta su muerte, actuando como su sacerdotisa en el altar de
Tespias; pues hasta el presente se exige a la sacerdotisa tespiana que sea
casta. Pero Heracles había engendrado a cincuenta y un hijos con sus hermanas,
pues Procris, la mayor, le dio dos
mellizos, Antileonte e Hipeo, y
la hermana menor otra pareja.
c. Cuando por fin descubrió al león y lo mató con una clava sin
adornos cortada de un acebuche que desarraigó en el monte Helicón, Heracles se
vistió con la piel del animal y se puso como yelmo sus fauces abiertas. Sin
embargo, algunos dicen que llevaba la piel del león de Nemea o de otro animal
que mató en Teumeso, cerca de Tebas, y que fue Alcátoo quien mató al león de
Citerón.
1.
Las
cincuenta hijas de Tespio —como las cincuenta danaides, palántidas y nereidas,
o las cincuenta doncellas con las que el dios celta Bran (Foroneo) se acostó en
una sola noche— tiene que haber sido un colegio de sacerdotisas al servicio de
la diosa Luna, a las que el rey sagrado cubierto con piel de león tenía acceso
una vez al año durante sus orgías eróticas alrededor del falo de piedra llamado
Eros («deseo erótico»). Su número correspondía al de las lunaciones que se
daban entre un festival olímpico y el siguiente. «Testio» es quizás una masculinización
de thea hestia, «la diosa Hestia»; pero Tespio («que suena divinamente») no es
un nombre imposible, pues la suma sacerdotisa tenía una función oracular.
2.
Higinio
(Fábula 162) menciona sólo doce tespíadas, quizá porque ése era el número de
las vestales latinas que guardaban el Paladión fálico y que parecen haber
celebrado una orgía anual análoga en el monte Albano, bajo la monarquía romana
primitiva.
3.
Tanto
la menor como la mayor de las hijas de Tespio dieron mellizos a Heracles; es
decir, un rey sagrado y su heredero. Los mitógrafos se muestran confusos al
respecto y tratan de conciliar la tradición anterior de que Heracles se casó
con la hija menor —últimogenitura matrilineal— con los derechos de
primogenitura patrilineales. Heracles, en la leyenda clásica, es una figura
patrilineal; con la dudosa excepción de Macaría (véase 146.h) no engendra hija
alguna. 8u sacerdotisa Virgen de Tespias, como la Pitonisa de Apolo en Delfos,
sé convirtió teóricamente en su novia cuando obtuvo la facultad profética y, en
consecuencia, no podía po seerla ningún marido mortal.
4.
Pausanias,
a quien desagrada este mito, dice que Heracles no pudo haber deshonrado a su
huésped con esa seducción al por mayor de las tespíadas, ni haberse dedicado a
sí mismo un templo, como si fuera un dios, en una época tan temprana de su
vida, y, en consecuencia, se niega a identificar al rey de Tespias con el padre
de las tespíadas. La muerte de un león era una de las tareas matrimoniales que
se imponían al candidato a la dignidad de rey (véase 123.j).
5.
Heracles
hizo su clava con un acebuche, el árbol del primer mes, utilizado
tradicionalmente para la expulsión de los malos espíritus (véase 52.3, 89.7,
119.2, etc.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario