miércoles, 6 de marzo de 2019

ALMUÉDANO

Había una vez un almuédano cuya voz era muy estridente. Tenía como tarea
llamar a los fieles a la oración pero, cada vez que empezaba a cantar, le decían:
«¡Por piedad! ¡Detente, pues tu canto no hace sino aumentar nuestras
divergencias!».
Un día, un infiel llegó con unas vestiduras de seda, una vela y dulces, así como
toda clase de presentes y pidió ver al almuédano.
«¡Su voz es tan hermosa, dijo, que proporciona descanso al espíritu!».
Los demás dijeron entonces:
«¿Cómo puede proporcionar descanso una voz semejante?».
El hombre respondió:
«Tengo una hija que es muy hermosa. Ahora bien, un día tuvo la tentación de
abrazar la fe. Intenté disuadirla de ello, pero en vano. Esta pasión por la fe la poseía
tan fuertemente que mi pena aumentaba de día en día. Nada logró hacerla cambiar de
idea, salvo el canto del almuédano pues, al oírlo, mi hija exclamó: “¡Qué voz! ¡Mis
oídos están aterrados! ¡En toda mi vida no he oído un canto peor!”. Su hermana le
dijo entonces que era la llamada a los fieles para la oración. Ella no quiso creerlo y se
informó por todos lados. Cuando quedó convencida de que era exacto, el amor por la
fe se enfrió en su corazón. Mis temores se disiparon y recobré el sueño. ¡Encontré,
pues, el descanso, gracias a esta voz y traigo estos regalos al almuédano como
muestra de agradecimiento!».
Lo llevaron ante el almuédano y le dijo:
«¡Acepta estos regalos pues, gracias a ti, he encontrado el descanso! ¡Soy tu
servidor!».
Así es como vuestra fe, llena de mentiras, es un obstáculo en el camino. Sucede
con todo eso como con aquellas dos mujeres que, al ver a dos asnos copular en un
prado, se dijeron:
«¡Eso sí que es realmente virilidad! Si eso es amor, entonces ¡qué poca cosa son
nuestros maridos!».

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