A la altura de las islas Tigre, en el río Huallaga, cerca
de la desembocadura del río Cainarachi, existe el caño de
Yanayaco («agua negra»). Surcando este caño se llega al
riachuelo Tohesapa o Toheyoc; de este riachuelo se pasa a
otro caño llamado Yanayaquillo. Y así, pasando un laberinto
de riachuelos y caños («brazos de agua»), se llega a
un lago llamado también Yanayaco, después del cual hay
todavía dos caños más: el Matador y el Supaycaño («caño
del diablo»). Cuentan que al llegar a este último caño
la navegación se torna difícil, porque se producen fuertes
oleajes y porque manadas de peces saltan por sobre
las embarcaciones, tratando de impedir que estas sigan
adelante y penetren en el brazo de agua que conduce al
lago Padrecocha. Entrar a este lago dicen que es casi imposible,
porque apenas se aproxima una canoa se producen
vientos fuertes, truenos, rayos y relámpagos y el lago
se embravece, se levantan sus aguas en olas tan grandes
como montañas.
Cuentan que un padre misionero, al tener conocimiento
de la existencia de este lago, quiso desencantarlo por
medio de oraciones, cánticos y bendiciones. Venciendo
todas las dificultades, logró entrar en él en una canoa,
pero no salió: el lago se lo había tragado.
Es por esto que ese lago se llama Padrecocha («lago del
padre misionero»).
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