Cuentan que en un pueblo de la selva hubo un niño
que siempre usaba pantalón negro y chaqueta amarilla.
Además tenía demasiado suelta la lengua, pues la menor
noticia que oía la propalaba inmediatamente a los cuatro
vientos y en un abrir y cerrar de ojos ya lo sabía la población
entera, y aun solía burlarse de las flaquezas del prójimo,
razón por la cual se hizo malquerer del pueblo, que no
veía la hora de castigarle y corregirle esa debilidad.
En una de estas ocasiones contó que una vecina anciana,
Mama Llicu40 era runa-mula41 y que los viernes por la
noche volaba montada sobre una escoba, noticia que en el
acto llegó a conocimiento de la anciana; y como esta era un
hada disfrazada, decidió inmediatamente aplicar un casti-
go al incorregible niño. Con una varita mágica que llevaba
le dio un pequeño golpe en la cabeza, convirtiéndolo al
instante en un pájaro de color negro y amarillo, semejante
del color de sus vestidos, al que le llamó «paucar».
El muchacho aún convertido en pájaro no se ha enmendado
del defecto que tenía, pues continúa propalando
las noticias. Por eso es que continuamente oímos decir
que cuando canta el paucar es buen augurio, pues está
anunciando la llegada de lanchas, de cartas, telegramas,
visitas o buenas noticias.
El paucar es muy inteligente; imita con perfección los
cantos y llamadas de los campesinos y de algunos animales,
en especial el cacareo de las gallinas. Por eso los indios
dan de comer a sus hijos el cerebro bien caliente de este
animal, con el objeto de que sean inteligentes y aprendan
pronto las cosas que les enseñan.
Este pájaro siempre tiene presente el castigo que le impuso
el hada, y por eso construye su nido en los árboles más
altos, junto a los caserones de avispas, para su defensa.43
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