miércoles, 6 de marzo de 2019

ORGULLO

Un pavo real estaba arrancándose las plumas. Acertó a pasar por allí un sabio, que
le dijo:
«¡Oh, pavo real! ¿Por qué pretendes afearte? Es una lástima arrancar tan
hermosas plumas. ¿Cómo tienes valor para estropear ese maravilloso atavío? Tus
plumas son universalmente apreciadas. Los nobles se hacen abanicos con ellas. Los
sabios se hacen marcapáginas para el Corán. ¡Qué ingratitud la tuya! ¿Has pensado
alguna vez en El que ha creado esas plumas o es que lo haces adrede? Nunca podrás
reponerlas en su sitio. No te laceres el cuerpo por pesar, pues eso no es más que
blasfemia».
Al oír estos consejos, el pavo real se puso a llorar y sus lágrimas emocionaron a
toda la concurrencia. El sabio continuó:
«He cometido un error. No he hecho más que aumentar tu pena».
El pavo real siguió regando el suelo con sus lágrimas y su llanto era como
centenares de respuestas. Dejando al fin de llorar, dijo al sabio:
«Tú ves los colores y percibes los olores. Por esta razón es por lo que no
comprendes la multitud de tormentos que me cuestan estas plumas. ¡Oh, cuántos
cazadores han lanzado flechas contra mí para poder apoderarse de ellas! Ya no tengo
fuerza para resistir esta caza perpetua. Sólo me queda el recurso de separarme de mis
atractivos y refugiarme en el desierto o en la montaña. ¡Cuando pienso que hubo un
tiempo en el que estas plumas eran mi orgullo!».
Cada instante de orgullo es una maldición para los vanidosos.

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