San Juan Bautista, suponen que es el santo bajo cuyo amparo se descubren los secretos del porvenir y se obtiene el acrecentamiento de los bienes. Se conmemora su fiesta, encendiendo la víspera en la noche grandes fogatas delante de las casas en honor del santo, para que este no se olvide de sus moradores y haga que su hacienda progrese y sus ganados, si los tienen, se conserven exentos de enfermedades y se multipliquen con profusión.
Los indios queman, a su vez, en el campo, la paja y los arbustos secos de los cerros, produciendo incendios enormes, que suelen abarcar grandes extensiones de terreno. Conceptúan que el fuego, en esta noche, lejos de destruir definitivamente la vegetación y esterilizar el suelo, posee la virtud, concedida por el Santo, de hacerla rebrotar con más lozanía y exuberancia y que los pastos nuevos tengan mayor vigor y fuerza nutritiva. Mantienen la convicción de que el fuego de San Juan, limpia la tierra para que al poco tiempo, se cubra de verde césped y se engalane de fraganciosas flores.
Esa noche, se ilumina el suelo de una luz rojiza y por doquiera se ven levantarse en el campo inmensas columnas de fuego, que hacen pesada la atmósfera por el mucho humo y calor de que se halla impregnada.
Desde la víspera hasta las doce del siguiente día acostumbran las gente echarse indistintamente con agua y bañarse sin reparo alguno. El fuego y el agua son los dos elementos que se ponen en acción durante la fiesta. El agua de San Juan, por más helada que sea y por mucho que haga frío esa noche, no resfría ni produce ninguna enfermedad en el cuerpo del que ha sido empapado.
Rara será la persona del pueblo que ese día no se lave la cabeza y asee su cuerpo con abundante agua. También acostumbran cortarse los cabellos porque dicen, que vuelven a crecer más abundantes, lustrosos y bellos.
La víspera y el día de San Juan, no hay casa donde no se consulte un oráculo o se haga preguntas al destino, derramando en una vasija de agua, estaño (chaantaca) o plomo (malla) derretidos y según la forma en que se enfrían las partículas, preven el porvenir de la persona a la que va dedicado el acto. Si el metal vaciado adquiere la forma de monedas, dicen que tendrá fortuna, si de una espada, que será militar, si de un libro que será abogado o escritor; si en forma de hoyo que morirá; si de un puñal, que será asesinado, si de flores que tendrá dichas, si de dos seres humanos unidos, que se casará, si de hilos enredados, que tendrá pleitos.
Ponen también papelitos escritos y doblados en un cajón o sombrero, con inscripciones afirmativas y negativas de lo que deseen saber, e invocan en seguida la intervención del Santo, después de agitarlos, sacan o dejan uno, que es el que decide la suerte. Asimismo, baten la clara de un huevo y según la espuma que hace presagian sobre lo que debe suceder.
En cualquier forma que se haga, la creencia general, es que esa noche se descubren siempre los arcanos del destino; se sorprenden siempre los verdaderos sentimientos ocultos en el corazón humano. El enamorado, el esposo engañado, el que busca fortuna, el negociante, el agricultor, la joven soltera que desea saber su porvenir, todos los que aquella noche y día han hecho su pregunta a la suerte, sorprenden el camino por donde los guiará el destino o la verdad de lo que ansiaban conocer.
Con agua y fuego celebran a San Juan y éste les corresponde, levantando por un momento el velo que cubre los misterios de lo desconocido.
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