Hace pocos días que he recibido el regalo de un par de discos en los que una
anciana finesa recita trozos del gran poema «Kalevala». Y uno de los trozos recitados
corresponde a aquel momento en que, Runa XXII, el gran héroe Wainamoinen, canta,
acompañándose del instrumento llamado kantele, que él mismo inventó, en una de las
colinas de la montaña de oro. Todos los seres vivos que pueblan la Tierra acuden a
escucharlo, desde el lobo gris al salmón plateado. El canto del héroe llega hasta las
profundidades de los mares, y el dios del mar y de las aguas, Ahto, lo escucha. Y dice
la Runa que Ahto, «antiguo como el océano, el de la larga barba, asomó fuera de las
olas, y su fértil mujer, que se estaba peinando con un peine de oro, al oír el canto, se
estremeció de placer, y el peine le cayó de las manos; y saliendo del abismo verde se
acercó a la costa y se echó de bruces sobre una roca, escuchando la voz del kantele
mezclada a la voz de Wainamoinen. Y lloró». Ahto podía cubrir su cuerpo con
escamas rojas o azules, y en los días de niebla tocaba con el dedo meñique de su
enorme mano los barcos que quería guiar a buen puerto. Las grandes tempestades
eran sus sueños, sueños en los que peleaba con los grandes vientos, a los que lograba,
tras largo y ruidoso combate, hundir en los abismos del mar.
Este dios del mar de los fineses antiguos es un dios simplote y gamberro,
caprichoso; al contrario de otros dioses del mar. Poseidón de los griegos o Llyr de los
celtas, nunca intervendrá en asuntos que no se refieran al mar y, puntualmente, todos
los veranos, le hará un hijo a su esposa, la cual dará a luz en el medio de un coro
estupefacto de ballenas. El Poseidón de los griegos fue quien, primero, dios con
forma humana, se embarcó. Lo cual supone que sabía construir una nave, o tenía con
él súbditos que carpinteaban de ribera. Hermano de Zeus, llegó a pensar en
destronarlo, pero terminó sometiéndose, y aun le ayuda en sus aventuras amorosas.
Separa las aguas para que Zeus pueda pasar cuando, convertido en toro, rapta a
Europa. Es vengativo, y, cuando dos ríos transformados en árbitros le dan la razón a
Hera, la diosa de los vacunos ojos, que pretende la Argólida, los seca para siempre.
Los cauces y las riberas del Cefiso y del Asteris nunca más conocerán el agua. Era —
estos dioses de antaño se han ido muy lejos— un enamoradizo turbulento y con una
gran capacidad de metamorfosis para llevar a feliz término sus aventuras. Por
ejemplo, Deméter rechazaba sus insinuaciones y, para evitar que Poseidón siguiese
incomodándola, se transformó en yegua. En seguida que lo supo Poseidón se
transformó en caballo y se fue al prado donde pacía la hembra, e incontinente la
cubrió. Hay quien dice que siete veces seguidas. Lo que fuese. Deméter parió a una
hija que no puede ser nombrada, y un potro Arión, dotado de inteligencia, que
aprendió a leer y a escribir, y tuvo por tanto el don de la palabra. La lujuria de
Poseidón no tiene par. Viola a la Medusa, un centauro hembra de gran belleza, en el
mismo templo de Atenea, y se acuesta con Gea una noche y hace en ella dos gigantes,
a los que dará muerte Hércules. Y con otras hembras tiene hijos que son terribles
monstruos, salteadores de caminos, cíclopes y otras criaturas extrañas. Y hasta un
boxeador de una ninfa, un tal Amico, el cual morirá a manos de Pólux, cuando Jasón
va en busca del toisón, del vellocino de oro. El caballo era su animal favorito —las
olas del mar, avanzado hacia tierra, sugieren caballos de planteadas crines; donde yo
veía mejor este ejemplo era en San Sebastián, en el puente que preside la llegada del
Urumea al mar—, y parece ser que fue quien inventó el arte de domarlo. Pero ésta
será una invención posterior.
Los celtas tenían un dios del mar que se llamaba Llyr, Llwyr, Ller… Parece ser
que el gran Rey Lear, célebre desde Shakespeare, el anciano rey del reparto, es el
mismo antiguo dios. Los gallegos, con eso del celtismo nuestro, estábamos muy
contentos porque en una cantiga de los cancioneros gallego-portugueses se
mencionaba al viejo dios del mar. El trovador cantaba:
En Lisboa sobre lo mar
Barcas novas mandei labrar.
En Lisboa sobre lo ler
Barcas novas mandei facer.
Este sobre lo ler, este ler, era interpretado como otro nombre del mar, el nombre
del dios celta del mar usado para designar el mar. ¡Se hacían las barcas sobre la piel
salada del dios del mar, del diosmar! Pero los filólogos han acabado con nuestras
ilusiones. Ler, como glera, llera, Laredo, lo que significa es una playa guijarrosa. No
había, pues, memoria de Ler o Lear o Llyr, en la gente marinera de Galicia, ni en
Portugal, ouh meus país das naos e mais das flotas! Ler inventó las más antiguas de
las embarcaciones de Irlanda, pero no inventó la dorna, que es bien menos antigua, al
parecer, de lo que se viene creyendo. Admirable embarcación, de una absoluta
perfección formal, su nombre procede de una medida de capacidad, especialmente
usada para el vino. Corominas, en su Diccionario da una amplia explicación.
Hay otros dioses del mar, pero estos tres, Atho, Poseidón y Ler, serán siempre los
mayores.
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