jueves, 28 de marzo de 2019
LEYENDAS DE LAS TIERRAS DE GRECIA
l igual que las islas y las colonias griegas de ultramar, cada parte de Grecia tuvo sus leyendas locales. Ya hemos considerado muchas, tanto en relación con la historia mítica de los núcleos más importantes tales como Tebas o Atenas, o al trazar las historias enmarañadas de las grandes familias de la mitología heroica. Aun así, todavía quedan muchas por abordar, algunas referidas a figuras principales como Orfeo y Orión, que no pertenecieron a ninguna de las grandes familias, y otras que llegaron a hacerse famosas más allá de sus límites regionales porque algún poeta importante las utilizó o por ser especialmente atractivas. El presente capítulo ofrecerá una selección de las historias y cuerpos mitológicos conservados más interesantes, especialmente los más antiguos, de los que forman parte figuras míticas con un origen digno de consideración. Nos aproximaremos a ellas partiendo de sus orígenes regionales, comenzando por los confines septentrionales del mundo griego para ir avanzando hacia el sur a través de Tesalia y la Grecia central hasta aventurarnos finalmente al otro lado del mar, en las islas del Egeo y más allá.
Orfeo y Harpálice, dos destacados tracios
Aunque en sentido estricto no forma parte de Grecia, Tracia tuvo cierta importancia en el mito griego como hogar de una serie de dioses y héroes, en general predispuestos para la violencia; el dios de la guerra Ares tenía su hogar allí, así como Bóreas, el indómito viento del norte, y héroes tales como Licurgo, que acosó al joven Dioniso y a sus niñeras (cf. p. 235), Diomedes, que alimentaba a sus caballos con carne humana (cf. p. 345), y Tereo, que violó a su cuñada y le cortó la lengua (cf. p. 481). Sin embargo, algunos tracios fueron recordados por algo más que su brutalidad, y éste es el caso de Reso, un pintoresco aliado de los troyanos que murió joven (cf. p. 602), y el músico Támiris (cf. p. 276), así como el cantor mitológico Orfeo del que se hablará aquí.
No abordaremos los problemas más amplios y espinosos que surgen en relación con esta figura misteriosa, autor apócrifo de teogonías (cf. p. 57) y de otros escritos de temática religiosa, asociado así con las llamadas enseñanzas «órficas», ya que nos ceñiremos únicamente a su figura como héroe mítico que vivió una generación antes de la guerra de Troya y murió joven tras intentar rescatar a su esposa de los Infiernos.
Generalmente se afirma que Orfeo era hijo del rey tracio Eagro y de una de las Musas, de Calíope.[1] Era un devoto seguidor de Dioniso, como correspondía a un buen tracio y adepto a la magia y a todos los modos de sabiduría (cuanto más tardía es la versión más variadas sus dotes). Pero era sobre todo un maravilloso cantor y músico, hasta tal punto que los pájaros y las bestias, e incluso las rocas inanimadas y los árboles, lo seguían hechizados cuando él cantaba acompañado con su lira; incluso los ríos detenían su curso con el sonido de sus melodías. El poder que ejercía sobre los animales se menciona por primera vez en Simónides, que afirma que los pájaros planeaban y los peces saltaban del agua en respuesta a su música.[2] Su instrumento era la lira (kithara o phorminx), el elegido por Apolo, y a veces se decía que el mismo Apolo le había dado su lira o le había enseñado su técnica musical.[3] Mientras navegaba con Jasón y los Argonautas salvó a sus camaradas de la muerte al cantar más alto que las Sirenas (cf. p. 515).
Orfeo amó a una ninfa dríade llamada Eurídice con la que se casó, pero su unión fue breve porque al poco tiempo murió por una mordedura de serpiente. Según Virgilio, esto se produjo cuando la divinidad rural, Aristeo, intentó violarla y ella pisó una serpiente venenosa cuando huía de él (cf. p. 214); en la versión de Ovidio, el accidente ocurrió mientras paseaba por las praderas con otras ninfas poco antes de su boda (que pudo haber estado acompañada de presagios funestos). En cualquier caso, Orfeo, desesperado, se dirigió a los Infiernos con la intención de recuperarla. Aprovechó su canto incomparable durante la peligrosa empresa. Con él embaucó a Cerbero para que le permitiera entrar en el mundo de los muertos y una vez allí lo utilizó para enternecer el corazón del siniestro Hades. Los poetas romanos embellecen este tema a placer, y sugieren que las sombras de los muertos entraron en trance por su canto y los grandes pecadores que sufrían tormento en los Infiernos llegaron a detener sus inútiles tareas: el águila dejó de picotear el hígado de Tántalo, la rueda de Ixión se detuvo en su vuelo y las implacables Furias lloraron por primera vez en su vida. Quizá por lo sobrecogedor de su música, Hades y Perséfone le permitieron conducir a su esposa fuera de la tierra de los muertos bajo una única condición, que no debía volver la vista hacia ella hasta que llegara al mundo superior. Sin embargo, cuando se aproximaban a la luz del día él no pudo contenerse, y al mirar atrás para ver si Eurídice lo seguía ella desapareció y la perdió para siempre.[4]
Eurípides conoció alguna versión de esta historia (y probablemente también Esquilo),[5] pero tenemos que esperar hasta el período romano para conseguir una versión completa de ella. Mosco, poeta bucólico del siglo II a.C., es el primer autor que menciona que la esposa de Orfeo se llama Eurídice; y un poeta anterior, Hermesianacte, la llama sin embargo Agríope, aunque este nombre no vuelve a aparecer en ningún otro lugar.[6] A la vista de la falta de evidencias anteriores, es difícil afirmar si la historia era muy antigua. No hay rastro de ella en las artes visuales hasta el período helenístico (aunque la muerte de Orfeo, que no está necesariamente relacionada con el destino de Eurídice, aparece en las pinturas cerámicas del siglo V a.C.). Orfeo se presenta con su lira en el gran mural de los Infiernos creado por Polignoto (segunda mitad del siglo V), pero Eurídice parece que no está incluida, y no hay nada que indique que Orfeo no era una mera sombra, al igual que los que le rodean.[7]
Tras perder toda esperanza de recuperar a su esposa, Orfeo se retiró, abatido, a una amarga soledad y rechazó la compañía de mujeres. Incluso es posible que llegara a odiar a todo el sexo femenino. En el relato de su muerte, conocido a través de Ovidio y Virgilio, las mujeres de Tracia se ofendieron por la mofa que él hacía de ellas y un día lo atacaron cuando lo vieron mientras rondaban por las colinas como bacantes. Bajo su estado de trance, lo asaltaron con gran violencia y finalmente lo descuartizaron.[8] En una versión bastante diferente, él incita a las mujeres a llevar a cabo este acto extremo al cambiar su afecto hacia ellas por el de los hombres, introduciendo así por primera vez la homosexualidad en el país. En conexión con esto se recoge que tuvo una relación amorosa con Calais, uno de los hijos gemelos de Bóreas (el viento del norte, cuyo hogar estaba situado en Tracia, cf. p. 88). Dado que Calais había navegado con Orfeo como argonauta y era tracio como él, se trataba de un claro candidato para desempeñar este papel.[9]
En otros relatos del asesinato de Orfeo, las mujeres de Tracia están resentidas con él por razones que no tienen relación con su reacción a la pérdida de Eurídice, ya sea porque había rechazado la admisión de mujeres en los cultos mistéricos que había fundado o porque las había separado de sus hombres a través del hechizo de su música.[10] La versión conocida más antigua es la que supuestamente se presenta en la obra perdida de Esquilo las Basárides (de hecho es posible que toda la narración se haya derivado de esa obra de teatro). La información que ha llegado sobre ella afirma, de manera bastante misteriosa, que Orfeo dejó de venerar a Dioniso tras su visita a los Infiernos por lo que había visto allí y se consagró al culto del dios solar Helios como el más grande de los dioses, igualándolo con Apolo. Solía escalar Pangeo, una elevada montaña en el sur de Tracia, antes del amanecer para asegurarse de ser siempre el primero en contemplar el objeto de su adoración. Dioniso se enfadó tanto por su comportamiento que causó su muerte enviando a las Basárides (esto es, Ménades o Bacantes) contra él.[11] Hay relatos excepcionales en los que se narra que Zeus lo fulmina con un rayo tras haber revelado secretos divinos de los misterios que había fundado, o que Afrodita incita a las mujeres contra él porque su madre Calíope había decidido que Adonis, joven favorito de la diosa, pasara medio año alejado de ella con Perséfone (cf. p. 268).[12]
A esta leyenda de la muerte de Orfeo se han unido todo tipo de detalles e historias adicionales. Así como toda la naturaleza se había conmovido con la música de Orfeo durante su vida, toda la naturaleza, tanto animada como inanimada, lamentó su muerte. Las ninfas locales lloraron por él, los árboles se desprendieron de sus hojas, los ríos crecieron con sus propias lágrimas e incluso las rocas escarpadas sollozaron por su fallecimiento.[13] Los maridos de las mujeres tracias se enfadaron tanto por el asesinato de Orfeo que las hirieron con púas como castigo y signo de infamia, iniciando así la costumbre tracia por la cual todas las mujeres se tatuaban.[14] La cabeza de Orfeo, que fue arrojada al río Hebro, llegó flotando al mar y finalmente tocó tierra en la costa de Lesbos, isla renombrada por sus poetas líricos.[15] Las Musas, o Zeus a petición de ellas, llevaron su lira a los cielos, que se convirtió en la constelación de Lira. También pudo llegar hasta Lesbos donde fue enterrada en la costa junto con la cabeza de Orfeo; o fue consagrada a Apolo en un templo de la isla.[16] En una historia relacionada con la tradición posterior, se dice que Neantes, hijo del tirano Pitaco, la había robado del templo una noche para tocarla y que había sido descuartizado por perros como pago por su sacrilegio.[17]
Otro personaje tracio digno de mención es la heroína amazona Harpálice. Virgilio, cuya representación de Camila parece haber estado parcialmente inspirada en su leyenda, se refiere a ella en la Eneida como una tracia que podía correr más rápido que los caballos y que la rápida corriente del río Hebro (el más grande de Tracia).[18] Era hija de un gobernante local llamado Harpálico, que la puso a mamar de los pezones de las vacas y las yeguas tras la muerte de su madre y más tarde la entrenó en las artes de la guerra con la esperanza de convertirla en su sucesora. Mientras viajaba de vuelta a Grecia tras la guerra de Troya, Neoptólemo, hijo de Aquiles, atacó el reino e hirió de gravedad a Harpálico durante la lucha. Sin embargo, su marcial hija lo salvó al emprender un contraataque y hacer huir al enemigo. Según otro relato de este tipo, puso en marcha una fuerza bélica para rescatar a su anciano padre después de que los getas, un feroz pueblo del norte de Tracia, lo capturaran. Sin embargo al final, sus planes para su hija no llegaron a buen puerto puesto que sus súbditos lo asesinaron en una revuelta y Harpálice se retiro apenada a los bosques. Vivía del robo de ganado hasta que unos pastores la atacaron en su guarida del bosque y la mataron.[19]
Los lapitas y Centauros del norte de Tesalia
La gran provincia de Tesalia, en el nordeste de la Grecia continental, era excepcionalmente rica en relatos mitológicos. Muchos de los héroes y heroínas más sobresalientes de la mitad sur de la provincia eran de la estirpe de Deucalión y por tanto ya se han abordado en los capítulos XI y XII. La ciudad tesaba más importante bajo gobierno deucaliónida era Yolco, en la punta superior del golfo de Págasas, ciudad desde la que Peleas envió a Jasón y a los Argonautas a su periplo. Peleo y Aquiles, de diferente origen puesto que eran asópidas (cf. p. 638), vivían más al sur, en Ftía. El único cuerpo importante de narraciones míticas tesabas que queda sin abordar es el asociado con los lapitas, pueblo guerrero del norte de Tesalia, recordado sobre todo por su conflicto con los Centauros.
Sería inútil un intento de construir una historia coherente de la raza lapita; aunque unos setenta héroes y heroínas se consideran como lapitas en una u otra fuente, el origen de los individuos en cuestión es claramente dispar, y los mitógrafos griegos nunca llegaron a sistematizar propiamente las genealogías lapitas. Nos concentraremos, por tanto, en las familias de las que surgieron los lapitas más importantes en el mito, las que descendían de Ixión y Élato.
Ixión, cuyo parentesco ha sido tema de disputa, ya se ha mencionado entre los pecadores muertos que sufrían tormento eterno en la vida póstuma (cf. p. 173). Tal como corresponde, comenzó su carrera con un asesinato mezquino, ya que cuando pretendía casarse con Día, hija de Deyoneo (o Eyoneo), a su vez hijo de Magnes, prometió a su padre que le pagaría una gran cantidad de dote por obtener la mano de la novia; sin embargo le tendió una trampa mortal cuando lo invitó a buscarlo tras la boda. Cavó un gran hoyo, lo llenó con brasas ardiendo y luego lo cubrió con un entramado de ramas sobre el que esparció tierra. Así Deyoneo cayó dentro de él y murió quemado. Puesto que se trataba de un crimen de naturaleza abominable, muy cercano al asesinato de alguien de su propia sangre, y que nunca antes se había cometido, Ixión no pudo encontrar a nadie que lo purificara, hombre o dios, hasta que Zeus sintió compasión por él.[20] Zeus no sólo lo purificó por este crimen sino que también lo invitó al Olimpo para compartir la vida de los dioses. Como muestra de gratitud, intentó seducir a Hera, la esposa de su benefactor. Hera se quejó ante su esposo, que probó la verdad de su acusación al dar forma a una imagen de ella en una nube y dejándola en la cama de Ixión. Él se dispuso a hacer el amor con la nube-Hera, haciendo que concibiera un hijo, Centauro, que posteriormente daría lugar a la raza de los Centauros en su unión en el monte Pelión con yeguas salvajes. Zeus castigó a Ixión por su traición atándole a una rueda y haciendo que rodara con ella para siempre por todo el cielo (o por el aire de los Infiernos en la tradición posterior). Algunos autores la describen como una rueda en llamas, o afirman que Ixión fue atado a ella con colas de serpientes, (cf. p. 711).[21] Sin embargo, sus híbridos descendientes prosperaron y resultaron ser tan toscos e impíos como su progenitor. Los Centauros (Kentauroi, nombre de origen desconocido), tal como sabe todo el mundo, eran en parte hombres y en parte caballos y eran representados tanto como hombres completos con el pecho y los cuartos traseros de un caballo que surgía del extremo de su espalda, o también como un caballo con el torso de un hombre que surgía de su cuerpo en el lugar donde debería estar el cuello y cabeza equinos. La primera de ellas es su representación más antigua.
Los Centauros hembras fueron una invención posterior. Como en el caso de los espíritus de la naturaleza semianimales tales como los Sátiros y los Tritones, se pensaba que los Centauros tenían ninfas como esposas e hijas. Diodoro menciona una genealogía alternativa para Centauro, el padre de los Centauros, en la que él aparece como hijo de Estilbe,[22] hija del dios-río tesalio Peneo, con el que tuvo a Apolo y a Lapites, el epónimo de los Lapitas. Quirón y Polo eran de carácter más noble que los otros centauros y se decía de ellos que provenían de más alta cuna, como hijos que eran de Cronos con Filira (cf. p. 116) y de Seleno con una ninfa melia, respectivamente.[23]
Como fruto de su boda con Día, Ixión tuvo como hijo al gran jefe lapita Pirítoo, al que ya conocemos como el amigo fiel de Teseo (cf. pp. 470-471). Según la Ilíada, era hijo de Zeus con la esposa de Ixión (aquí sin nombre). Ya se han contado las aventuras en el extranjero de Pirítoo en relación con Teseo, incluida la incursión que hizo en los Infiernos junto a su amigo con la esperanza de conseguir a Perséfone como esposa. Habitualmente se dice que esta empresa poco atinada fue la última de él puesto que Hades lo retuvo para siempre prisionero en el mundo inferior. Cuando intentó casarse por primera vez, se conformaba con una novia mortal, una tal Hipodamía (descrita de diversas maneras como hija de Butes, Adraso o Atrax,[24] y que no debe confundirse en ningún caso con la hija de Enómao). A la fiesta de su boda invitó, además de a los tesalios más prominentes y a su amigo ateniense, a los Centauros puesto que no sólo eran vecinos sino también parientes. Sin embargo éstos bebieron demasiado, según su naturaleza desenfrenada, y comenzaron a molestar a las invitadas; incluso llegaron a intentar violar a la novia cuando la llevaban al lugar de la celebración. Su comportamiento escandaloso provocó una lucha violenta en la que Pirítoo y los lapitas los redujeron con la ayuda de Teseo. Aunque éste fue el fin del asunto en una versión de la historia, normalmente se creía que los Centauros habían unido sus fuerzas tras esta confrontación inicial y comenzaron una guerra abierta con los lapitas hasta que fueron vencidos por éstos y expulsados de Tesalia. Teseo continuó luchando junto a los lapitas. En una versión completamente distinta en la que él no asiste a la boda, viaja a Tesalia con el propósito específico de ayudar en la guerra una vez iniciada. Los Centauros buscaron un nuevo hogar en Arcadia, otra región salvaje y montañosa, donde permanecieron hasta que fueron tan imprudentes como para provocar la confrontación con Heracles (cf. p. 342).[25]
La leyenda del conflicto entre los lapitas y los Centauros era una historia muy antigua ya conocida por Homero. El anciano Néstor señala en la Ilíada que los guerreros más poderosos que él había visto o que había esperado ver eran Pirítoo, Driante, Ceneo, Exadio y Polifemo (todos ellos lapitas) así como a su aliado Teseo, que había luchado y acabado con las fuertes bestias (pheres) de las montañas; la Odisea revela algo sobre el origen de las hostilidades, en caso de referirse al mismo episodio, lo cual parece probable. Cuando el centauro Euritión en una ocasión recibió la invitación para visitar el palacio de Pirítoo, tal como relata la épica posterior, se emborrachó y se comportó de manera indecorosa en términos no especificados hacia sus anfitriones lapitas, que lo expulsaron del lugar y le cortaron las orejas y la nariz; de ahí el enfrentamiento entre Centauros y hombres.[26]
Hipodamía parece que tuvo un único hijo con Pirítoo, su heredero Polipotes. La Ilíada afirma que fue concebido (o posiblemente nació, el griego es ambiguo aquí) el día que Pirítoo se vengó de las «bestias peludas» y las expulsó de Pelión. Junto con Leonteo, hijo de Corono (cf. infra), Polipotes colideró el contingente lapita en Troya.[27] Aunque ambos sobrevivieron la guerra no existe acuerdo sobre si volvieron a su hogar tras ella o permanecieron en Asia, estableciéndose en la tierra de los Medos (cf. p. 631).
Seguimos con la segunda de nuestras familias lapitas en la que destaca Élato, jefe lapita que gobernó en Larisa y que fue padre de tres hijos de mayor importancia que él mismo: Polifemo, Isquis y Ceneo.[28] Tras colaborar en la derrota de los Centauros, Polifemo se unió a los Argonautas pero lo abandonaron en Misia durante el viaje de ida mientras ayudaba a Heracles en la búsqueda de Hilas, su favorito perdido (cf. p. 503). Fue el fundador mítico de la ciudad de Cíos en esa región. Según Apolonio, intentó reunirse con los Argonautas una vez que la ciudad fue creada pero murió en el camino, en la tierra de los célibes, en el borde oriental de la costa norte de Asia Menor.[29] Su hermano Isquis, pretendió o se desposó con Corónide, amante tesalia de Apolo, cuando ésta estaba embarazada del dios, lo cual los condujo al desastre a los dos (cf. p. 209).
El más notable de estos hijos de Élato fue Ceneo, que originariamente nació como una niña llamada Cenis. Cuando todavía era muy joven Poseidón la violó e intentó después resarcirla de algún modo al concederle lo que deseara. Para asegurarse de no volver a ser tratada de ese modo, pidió ser transformada en un hombre y además, invulnerable. De este modo, Cenis se convirtió en Ceneo, guerrero de fuerza inusitada que pronto se convirtió en un jefe local.[30] Sin embargo, por su arrogancia en el poder, se hizo brutal e impío. Clavó su propia lanza en la tierra dentro del mercado de su ciudad y ordenó que se la venerase como a un dios (un relato que podría haber sido sugerido por algún culto local carente de imágenes). En una versión ligeramente diferente, rechazaba ofrecer oraciones o sacrificios a los dioses pero sin embargo veneraba su lanza.[31] Zeus estaba horrorizado con su presuntuosidad y organizó su asesinato durante la guerra entre los lapitas y los Centauros. Dado que las espadas, las lanzas y otras armas de corte no podían inferir daño al héroe invulnerable, los Centauros lo golpearon con troncos de árbol o cantos rodados (o incluso ambos) hasta enterrarlo. Según Ovidio, entonces llevó a cabo una posterior y más radical transformación, puesto que un pájaro amarillo de una especie nunca vista (¿un fénix?) alzó su vuelo desde el lugar donde había sido enterrado.[32]
Ceneo dejó un hijo, Corono, que viajó con los Argonautas y murió posteriormente a manos de Heracles mientras lideraba a los lapitas en una guerra contra los dorios (cf. p. 372),[33] El hijo de Corono, Leonteo, ya ha sido mencionado como comandante de las fuerzas lapitas en Troya. En algunos relatos, el miembro de la familia que se unía a los Argonautas no era Corono sino un hijo suyo llamado Ceneo, en memoria de su abuelo.[34]
Mientras seguimos en el norte de Grecia, debemos hacer mención de la región de Epiro (de epeiros, tierra firme) en la costa oeste. Grandes héroes tales como Heracles (cf. p. 369) y Alcmeón (cf. p. 429) se adentraron ocasionalmente en ella, y según relatos de la épica poshomérica dentro del ciclo troyano, Neoptólemo se afincó allí tras la guerra de Troya (cf. p. 632) y Odiseo pasó parte de sus últimos años (cf. p. 643), El antiguo oráculo de Zeus en Dodona, en el cual la voluntad del dios se interpretaba por los crujidos de un roble sagrado y otros signos naturales, estaba situado en el montañoso centro de la provincia. Se decía que una paloma había volado desde Tebas, en Egipto, hacía ya mucho tiempo, y se había asentado en el roble. Allí habló con voz humana para ordenar la fundación del oráculo.[35] Epiro tuvo al menos un personaje memorable por mérito propio en la figura del «coco» Équeto, rey mítico de Epiro proverbial por su brutalidad. En dos pasajes de la Odisea, Antínoo, el pretendiente más importante de Penélope, intenta forzar sus intenciones frente al mendigo Iros y a Odiseo disfrazado al amenazarlos con enviarlos a Équeto, «la ruina de todos los mortales, que cortará vuestra nariz y orejas con el implacable bronce y arrancará vuestros genitales y se los dará crudos a los perros para que los coman». Fuentes posteriores recogen un único relato sobre él, en concreto aquel en el que tras descubrir que un tal Ecmódico había seducido a su hija Anfisa o Métope, la deja ciega clavándole agujas de bronce en sus ojos, y luego la arroja a una mazmorra donde la obliga a moler granos de bronce (como si fuera a hacer harina para el pan, tarea nimia comparada con las infligidas a los grandes pecadores en los Infiernos). En una versión, se dice que el padre le aseguró que recuperaría la vista si conseguía llevar a término su misión.[36
Los minios de Orcómeno: los maestros constructores Trofonio y Agamedes
Beocia, la provincia de la Grecia central limítrofe con Ática en el norte, se iguala con la Argólide como centro de importancia en el antiguo mito heroico. En la mitología de Beocia, así como en la mayor parte de su historia, Tebas fue con diferencia la ciudad dominante, y la mayoría de las principales leyendas de ese territorio han sido relatadas en el capítulo IX en relación con la historia mítica de esa ciudad. La ciudad de Orcómeno, en el noroeste, que controlaba las fértiles tierras bajas que rodeaban el lago Copaide, pudo haber sido un lugar de importancia comparable en el período micénico; su riqueza era proverbial, equiparada a la de la Tebas egipcia en la Ilíada.[37] Sin embargo su estrella declinó y, lamentablemente, los vestigios míticos son exiguos. En la épica homérica y, en general, en la tradición griega, se la consideraba como el hogar principal de los minios, un antiguo pueblo también asociado con Yolcos en Tesalia. Se consideraba que Minias, epónimo de los minios, había sido un antiguo gobernador de Orcómeno. Naturalmente se asumía que tenía que haber sido extremadamente rico, y se identificaba una tumba con forma de colmena como el almacén de sus tesoros. Pausanias lo relaciona con las murallas de Tirinto (también de origen micénico), como el monumento griego comparable con las pirámides de Egipto.[38] Para conocer la historia de las Miníades, tres de las hijas de Minias que se burlaron de los ritos de Dioniso cuando se introdujeron por primera vez en Orcómeno (cf. p. 237). Se afirmaba que Minias tenía otros hijos entre los que se incluye a Orcómeno, el epónimo de la ciudad, Elara, la madre del gigante Ticio (cf. p. 207) y Clímene, la esposa de Fílaco y maternal abuela de Jasón.
El primer gobernante de Orcómeno que juega un papel de cierta relevancia en la historia mítica es Ergino, hijo de Clímeno, que impuso un tributo a los tebanos después de que su padre hubiera muerto a manos de un hombre de esa ciudad. Tal como ya se ha contado, Heracles liberó a los tebanos de este tributo en su primera campaña, y los dirigió a la victoria contra los minios matando a Ergino (cf. p. 333).[39] Algunos afirman que Heracles redujo en gran medida la riqueza y el poder de Orcómeno en ese tiempo, ya fuera al derrotarlos de forma aplastante y saqueando su ciudad o al cambiar el cauce del río Cefiso para que inundara las llanuras del este de la ciudad, lo cual hizo que se creara o se extendiera el gran lago Copaide, que ocupaba gran parte del norte de Beocia.[40] En Pausanias puede encontrarse un relato elaborado, aunque de gran artificialidad, sobre la historia dinástica de Orcómeno hasta el reino de Ergino y tiempos posteriores.[41]
Según al menos una tradición, Trofonio y Agamedes, los famosos constructores y arquitectos míticos, nacieron en Orcómeno como hijos de Ergino.[42] En un principio se les asoció con Beocia y la Grecia central (aunque se les atribuyó la autoría de algunos edificios del Peloponeso, y según una narración Agamedes era originario de Arcadia, cf. p. 706). Algunos de sus edificios eran estructuras imaginarias, precursoras míticas de construcciones en el mismo emplazamiento resultantes de la labor humana ordinaria, como era el caso de su templo de Poseidón en Mantinea, hecho de madera[43] (cf. p. 706) o su templo de Apolo en piedra situado en Delfos. Se decía que este templo había sido el cuarto de una serie de cinco, como sucesor de un templo de bronce que Hefesto había construido allí (cf. p. 288) y el predecesor del templo histórico.[44] Otros edificios descritos como obra suya son estructuras micénicas cuyo fin original había sido olvidado mucho tiempo atrás, tales como la «casa de Anfitrión» en Tebas o la «casa del tesoro de Hirieo» en Ebria, en la Beocia oriental.[45] En una tradición, los dos hermanos murieron juntos en la más feliz de las circunstancias tras haber construido el mencionado templo de Delfos, ya que cuando rogaron a Apolo una recompensa y pidieron lo que fuera mejor para el hombre, el dios les indicó que les llegaría en tres (o siete) días, y en ese momento se les concedió una muerte inmediata y no dolorosa.[46] En un relato de menos credibilidad, su vida terminó de forma trágica cuando intentaban robar en la casa del tesoro de Hirieo. Al haber dejado una piedra sin sellar durante la construcción del edificio se aseguraban poder entrar retirándola y arrastrándose después para saquear las riquezas; pero cuando el rey se dio cuenta de que su tesoro disminuía incluso a pesar de que las cerraduras y sellos no se hubieran tocado, puso dentro una trampa, y Agamedes quedó atrapado en ella. Temeroso de que su hermano diera el nombre de su cómplice, Trofonio le cortó la cabeza y dejó a Hirieo un cadáver anónimo.[47] Luego huyó y normalmente se decía que la tierra se lo había tragado en Lebadea, en la Beocia occidental, donde se encontraba su famoso oráculo en tiempos históricos.[48]
En otra versión de la historia del depósito del tesoro, a Agamedes y a su hermano se les tendió una trampa cuando estaban robando el tesoro de Augias en Élide. El rey tendió la trampa después de que lo avisara el ingenioso Dédalo. Trofonio huyó a Lebadea igual que en la otra versión mientras que Cerción, hijo de Agamedes, que también participó en el delito, se dirigió a Atenas (cf. p. 451).[49] Heródoto recoge una historia muy similar sobre dos hermanos que habían estado robando en el depósito del tesoro de Rampsinito, rey de Egipto.[50]
La historia en la que Apolo concede una muerte fácil a los héroes constructores bien pudo haberse inspirado en la conocida leyenda argiva de Cleobis y Bitón, que habla de la muerte de dos jóvenes, hijos de una sacerdotisa de Hera en Argos. Cuando éstos planeaban llevarla a la festividad de la diosa en un carro tirado por bueyes, llegaron tarde del campo, así es que se pusieron los arneses, se engancharon al carro y tiraron de su madre una distancia de 45 estadios (más de cinco millas y media) hasta el templo de Hera. Su madre estaba tan orgullosa de su acción y de la ovación que recibieron por ello que elevó un ruego especial a Hera pidiendo que se les otorgara la mayor bendición que los mortales pudieran recibir. La diosa los recompensó concediéndoles una muerte tranquila ese mismo día, mientras dormían tras los sacrificios y las fiestas. Heródoto señala de modo alentador que ésta era una prueba de los dioses para demostrar cuánto mejor es estar muerto que vivo. El cautivo Sileno venía a decir prácticamente lo mismo a Midas cuando el rey pretendía recompensarle por su sabiduría (cf. p. 285).[51]
Se suponía que el oráculo de Trofonio en Lebadea se había descubierto del siguiente modo. Cuando Beocia sufrió una sequía que duró dos años, las ciudades del país enviaron algunos embajadores a Delfos para consultar el oráculo, que los ordenó ir a Lebadea a buscar una solución de parte de Trofonio. Aunque al principio no pudieron encontrar signo del oráculo cuando llegaron allí, el más viejo de los enviados, un tal Saon, vio un enjambre de abejas y las siguió hasta que desaparecieron por una grieta en el suelo. Este resultó ser el lugar del oráculo de Trofonio, y Saon fue instruido en sus ritos y procedimientos por el mismo héroe muerto.[52] Aquellos que querían consultar a Trofonio descendían por su pie a lo largo de una sima con forma de horno de cocción dentro de la tierra y se tumbaban en el fondo de ella; empujaban con sus pies la estrecha abertura entre el muro y la tierra y se deslizaban a través de dicha abertura, como arrastrados por la corriente de un río impetuoso. Regresaban del mismo modo tras recibir la revelación del héroe. La experiencia era tan aterradora que se decía que la gente que visitaba a Trofonio era después incapaz de reír por algún tiempo, o incluso por el resto de su vida, según la tradición local.[53]
Flegias y los flegieos
Otra figura notable que también estaba asociada con el noroeste de Beocia (y también con el sur de Tesalia en algunas versiones) era Flegias, el rey epónimo de un pueblo violento, los flegieos, famosos por asaltar el santuario de Apolo en Delfos. Desde la época arcaica representaban, evidentemente, el prototipo de belicosidad ya que la Ilíada señala que Ares, el dios de la guerra y su hijo Fobo (Miedo) solían aventurarse lejos de su patria tracia para unirse a ellos en la batalla.[54] Fuentes posteriores recogen que vivían como proscritos, saqueando pueblos vecinos y haciendo caso omiso a los dioses.[55] Se suponía que su ataque a Delfos fue el ultraje final que causó su caída. Según la versión de Pausanias sobre esta historia, en el momento lograron su objetivo al matar a Filamón y a una fuerza especial de los argivos que intentaba defender el lugar sagrado, pero después el mismo Apolo castigó su sacrilegio matando a casi todos por medio de terremotos, tormentas de rayos y plagas.[56] En fuentes latinas, el ataque se convirtió en una empresa individual de Flegias, del que se decía que había intentado quemar el templo de Apolo para vengar la muerte de su hija Corónide (una amante infiel a Apolo cuya muerte había ordenado el dios, cf. pp. 564-565). Sin embargo, Apolo lo hirió de muerte de un disparo y lo envió al Hades, donde sufrió el castigo correspondiente.[57] Según la Eneida, una roca cuelga para siempre sobre él y lo amenaza con caer (motivo tomado de la mitología arcaica de Tántalo, cf. p. 171), y grita a través de la penumbra infernal, advirtiendo a otros que aprendan de sus sufrimientos, se sometan a las leyes y respeten a los dioses. Desde entonces aparece con regularidad en la literatura romana como pecador que sufrió junto con Sísifo, Tántalo y otros como ellos un castigo póstumo.[58] Aunque nunca tiene esta vinculación en las fuentes griegas que han llegado hasta hoy, se podría sospechar que su destino se le asignó por primera vez en la literatura helenística.
Flegias es descrito como hijo de Ares, ya fuera con Dotis, cuyo nombre la asocia con los campos Dotios en Tesalia o con Crisa, miembro de la familia real orcómena.[59] Tal como la genealogía anterior indica, en algunos casos Flegias se consideraba un tesalio, especialmente en su papel como padre de Corónide, la madre tesalia de Asclepio.[60] Otras fuentes lo convierten en el padre de Ixión o hermano de Girtón,[61] y le hacen aliado de los lapitas de Tesalia (lo cual no parece muy apropiado puesto que los lapitas fueron un pueblo heroico de carácter muy diferente al de los bandoleros flegieos). Fas leyendas de los flegieos tienden, sin embargo, a situarlos en la Grecia central, al oeste del lago Copaide. Según esto, el Himno homérico a Apolo hace referencia a ellos como pueblo autoritario e impío que vivía en una ciudad establecida en un hermoso claro cerca del lago Cefiso (Copaide); el lugar en cuestión podría ser Flegia, ciudad cercana a Orcómeno de la cual Flegias pudo considerarse como epónimo.[62] En la versión tardía y artificiosa de Pausanias sobre la sucesión de Orcómeno, Flegias se incluye dentro de la dinastía real, aunque no sin alguna dificultad.[63] En algunas versiones los flegieos se ubican más al oeste, en la ciudad focia de Daulis, evidentemente por su proximidad a Delfos.[64] Según Ferécides, Cetos y Anfión fortificaron Tebas para protegerla contra los flegieos, que a pesar de todo la tomaron tras la muerte de los dos hermanos (cf. p. 402).[65] Apolodoro hace mención de una tradición en la que Ticos y Nicteo asesinan a Flegias (en circunstancias no aclaradas, antes de que los dos se instalaran en Tebas, cf. p. 398).[66]
Vida y muerte del gran cazador Orión
En un principio Orión se asoció con Beocia oriental, aunque sus historias más sorprendentes se sitúan en las islas griegas. Aparece en la épica homérica con dos vertientes: como poderoso y antiguo cazador que continúa con su actividad favorita durante su póstuma existencia en los Infiernos, y como el cazador celestial que avanza por el cielo como la constelación de Orión.[67] Como espíritu en el Hades, Odiseo lo observa mientras acecha la caza con un mazo de bronce en su mano en los campos de asfódelos. Como figura en el cielo, lo sigue su perro de caza (en la forma de Sirio, la estrella más brillante del firmamento),[68] lo cual causa inquietud a la Osa (Mayor), que no lo pierde de vista desde su posición en el polo norte.[69] A pesar de su estatura de gigante, incluso mayor que la de los Alóadas (cf. p. 139), no es tampoco el ser tosco de la tradición posterior, ya que Homero lo describe como el más hermoso de los mortales y se nos dice en la Odisea que la siempre susceptible Eos (Aurora) se enamoró de él y lo raptó, lo cual enojó a los dioses que incitaron a Ártemis a que le disparara y lo matara.[70] A pesar de tratarse claramente de un héroe de primer orden en la época arcaica, tal como se atestigua ampliamente en las alusiones de Homero y por el mismo hecho de que una gran constelación lleva su nombre, parece que con el paso del tiempo llegó a convertirse en un ser excesivamente bruto y primitivo, por lo que héroes como Perseo y Heracles lo eclipsaron y quedó relegado a una oscuridad relativa. Como consecuencia de ello, el retrato que se presenta de él en la literatura que se conserva es sesgado e incompleto; dado que el material más valioso ha sido proporcionado por fuentes astronómicas, sobre todo involucradas en la explicación sobre cómo pudo ser trasladado al cielo, tenemos muchas versiones de su muerte (normalmente de origen tardío) pero pocas evidencias de su vida anterior y de las leyendas beocias.
Hay dos versiones contradictorias de su nacimiento. Según Ferécides y Hesíodo (en la Astronomía o posiblemente en el Catálogo), es hijo de Posidón y Euríale, hija de Minos,[71] y nace en Creta (uno de los lugares preferidos para situar las historias de su muerte). En otra versión, que aparece por primera vez en el período helenístico, nace de la tierra en Beocia en circunstancias sumamente extraordinarias. Cuando Hirieo, el fundador epónimo de Hiria, en la Beocia oriental (cf. p. 670), estaba en una ocasión recibiendo a Zeus, Poseidón y Hermes en su casa, ellos le recompensaron por su amable hospitalidad otorgándole lo que deseara. Al no tener hijos y estar, de hecho, soltero, pidió que se le otorgara un hijo. De modo que secretaron semen (o incluso orinaron) bajo el pellejo de un buey sacrificado en su honor y ordenaron que lo enterrara bajo tierra durante diez meses (lunares) y al final de ese período un niño emergió de la tierra. Lo llamó Ourion en un principio a cuenta de su origen (el verbo griego ourein se refería tanto al acto de orinar como al de la eyaculación de semen) pero posteriormente su nombre se acortó y quedó el de Orión por cuestión de delicadeza.[72] Posiblemente Apolodoro tenía esta historia en mente cuando escribió que Orión había nacido de la tierra.[73] En la tradición común, tal como hemos visto (cf. p. 670), se decía que Hirieo había tenido hijos propios en su matrimonio con una ninfa. Orión parece haber estado más estrechamente asociado con Tanagra que con Hiria. Su tumba se podía ver en esa ciudad suroriental de Beocia, que, según esto, se considera su hogar. De hecho, un comentarista de la Antigüedad recoge que «la mayoría de la gente dice que Orión era un tanagra».[74] La poeta tanagra Corina lo menciona varias veces en los escasos versos que se conservan, y se refiere a él como el señor de Beocia. Euforión afirma que Hémera (Día, aquí identificada con Eos) se lo llevó de Tanagra cuando lo raptó.[75] Aunque la mayor parte de los mitos astrales relacionados con su muerte están situados en las islas griegas, el mito de la persecución de las hijas de Atlas (que explica cómo llegaron a ser transferidas al cielo como las Pléyades, cf. p. 666) tuvo lugar en Beocia.[76]
Otro relato beocio recogido en un poema perdido de Corina, habla de dos hijas de Orión, Metíoque y Menipe, conocidas como las Corónides. Crecieron en Beocia tras la muerte de su padre y sacrificaron sus vidas para salvar la tierra de una plaga, ya que cuando un oráculo reveló que los dioses infernales que habían ocasionado la plaga se aplacarían si se sacrificaban dos doncellas en su honor, las hijas de Orión imploraron tres veces a los dioses de los Infiernos ofreciéndose ellas mismas como víctimas voluntarias y cortaron sus cuellos con las lanzaderas de sus telares. Hades y Perséfone sintieron lástima por las dos doncellas e hicieron que sus cuerpos desaparecieran y que dos cometas se elevaran al cielo en su lugar. Fueron veneradas a partir de entonces en Orcómeno como las Corónides, donde cada año los jóvenes les llevaban ofrendas expiatorias de miel.[77]
Orión se casó con una mujer llamada Side, también originaria de Beocia. Su nombre corresponde al término beocio que designa la granada, y se consideraba el epónimo de la ciudad beocia de Side. Hera la envió a los Infiernos cuando todavía era bastante joven por haberse atrevido a afirmar que era más bella que la diosa.[78] Destaca en el origen de este mito el hecho de que la granada se asociara con los Infiernos, tal como vimos en relación con Perséfone (cf. p. 183). Tras la muerte prematura de Side, Orión pasó a Quíos para pedir la mano de Mérope, hija de Enopión (Cara de vino). Este era hijo de Dioniso y Ariadna y había abandonado Naxos, la isla de su nacimiento, para convertirse en el gobernante de Quíos, una isla famosa por la calidad de su vino. Se decía que Enopión había introducido en la isla las artes de la vinicultura y de la elaboración del vino, tras aprenderlas del mismo Dioniso. Según esto, a los habitantes de Quíos les gustaba afirmar que habían sido los primeros en el mundo en hacer vino tinto.[79] Aunque Orión intentó ganar el favor de su futuro suegro dejando la isla limpia de fieras salvajes, Enopión era reticente a dar su hija a un ser tan tosco, por lo que siempre retrasaba la boda. Orión empezó a impacientarse y finalmente irrumpió en la habitación de Mérope una noche en la que estaba borracho y la violó. Al conocer este ultraje, Enopión lo cegó mientras dormía y lo abandonó en la costa (o lo condujo fuera de la isla).
Incapaz de ver adonde se dirigía o debía intentar ir, Orión vagó desamparado por el Egeo. Pudo ir de un lado a otro porque estaba dotado con el poder de caminar por encima del mar (o al menos abrirse paso a través de él), don que sin duda había adquirido de su padre Poseidón. Finalmente llegó a la isla de Lemnos, donde Hefesto tenía su fragua. El herrero divino sintió lástima por él y le ofreció a su asistente, Cedalión, como guía. De este modo Orión subió a Cedalión a sus hombros y comenzó a caminar hacia el este en dirección a la salida del sol, según las indicaciones dadas por Cedalión, hasta que curó su ceguera girando su cara hacia los rayos del sol naciente. También se dice que el mismo Helios, el dios sol, lo curó. Aunque volvió rápidamente a Quíos para vengarse por su ceguera, Enopión escapó de él al esconderse en una cámara subterránea que su pueblo le había preparado (o por Hefesto bajo las órdenes de Poseidón).[80]
Los relatos contradictorios sobre la muerte de Orión normalmente se sitúan en diferentes islas griegas. Éste es el caso en la versión homérica mencionada anteriormente, en la que Ártemis lo alcanza en Ortigia (a menudo identificada con Delos en fuentes posteriores) después de que Eos lo hubiera raptado y llevado hasta esa isla. Ártemis hizo esto porque los dioses rechazaban las relaciones amorosas entre diosas y hombres mortales. En una variación posterior, ella mató a Orión en Delos por intentar violar a Opis, una de las doncellas hiperbóreas que llevaban ofrendas a la isla tras el nacimiento de Apolo y Ártemis (cf. p. 255).[81] En una versión que aparece por primera vez en Calímaco, Orión encontró la muerte al cortejar o intentar violar a la misma Ártemis.[82] Una historia completamente diferente, en la que Orión muere presa de un escorpión gigante, es la que generalmente aparece en la literatura astronómica de los períodos helenístico y romano. Al igual que con el mito de su persecución de las Pléyades, se trata de un auténtico mito astral directamente inspirado por una característica del cielo nocturno, ya que la constelación de Escorpión se eleva cuando la de Orión se oculta, por lo que parece que persigue a Orión por los cielos. En la versión más extendida, que se deriva de Eratóstenes, mientras cazaba en Creta junto con Ártemis y Leto, Orión se jactó de ser capaz matar cualquier bestia que habitara la tierra, lo cual provocó tal ira en Gea (Tierra) que envió un enorme escorpión para matarlo. A petición de sus compañeras divinas de caza, Zeus lo trasladó a los cielos y colocó al escorpión en una región adyacente en el cielo.[83]
En la versión de Arato (a la que se refiere como una historia antigua), Orión enojó a Ártemis al poner sus manos sobre ella mientras ésta acababa con las bestias salvajes en Quíos, por lo que respondió haciendo que las colinas cercanas se abrieran y saliera de ahí el escorpión para atacarlo.[84] En una variante posterior, enfureció a Ártemis al despreciar su habilidad en la caza y provocó que pidiera a Gea que enviara el escorpión contra él;[85] en la extrañísima versión de los Fastos de Ovidio, Gea envió al escorpión contra Leto por alguna razón desconocida pero alcanzó a Orión cuando se cruzó en su camino para proteger a la diosa.[86]
Istro, discípulo de Calímaco, desarrolló una versión deliberadamente perversa en la que Ártemis, que era una virgen recalcitrante en la mitología normal, se enamoró de Orión y aceptó casarse con él. Su hermano Apolo estaba totalmente consternado, pero ella no hizo caso a sus objeciones; de modo que un día, cuando él vio la cabeza de Orión moviéndose entre las olas mientras nadaba a lo lejos, retó a su hermana a alcanzar el punto distante con una de sus flechas. Puesto que ella valoraba más que nada su reputación como arquera, aceptó el reto y disparó una flecha directa a la cabeza de Orión sin darse cuenta de lo que era. Cuando su cuerpo llegó después a la orilla ella, desesperada, trasladó a su pretendiente muerto a las estrellas.[87
Las provincias menores: Lócride, Dóride y Fócide
La provincia de Lócride, en la Grecia central, se dividía en dos partes, Lócride oriental (u Opunte), situada en el estrecho de Eubea, al norte de Beocia y Fócide, y Lócride occidental u Ozolio, situado al suroeste (en el golfo de Corinto) y separado del otro Lócride por la provincia de Fócide. En los tiempos más remotos, Opunte, la ciudad principal de la Lócride oriental, era la tierra de Deucalión y Pirra, que se establecieron allí tras la gran inundación (cf. p. 525). Posteriormente cayó bajo el gobierno de Locro, hijo de Fisco, descendiente de Deucalión en tercera o cuarta generación. Se dice que dicho Locro dio su nombre a Lócride oriental y occidental bajo las circunstancias que siguen. Como rey de los léleges, descendientes del pueblo que había surgido de las piedras arrojadas por Deucalión y Pirra (cf. p. 525), Locro gobernó inicialmente en Opunte (que todavía no tenía ese nombre) y llamó a sus habitantes lócrides a partir de su propio nombre. Durante su gobierno, Zeus raptó a Protogenia, hija de Opunte, rey de los epeos en Élide, de su casa en el Peloponeso y se acostó con ella en el monte Ménalo (Arcadia) haciendo que concibiera un hijo. Como Locro no tenía esposa ni hijos, Zeus hizo que ella se casara con él, y cuando nació el niño Locro lo adoptó y lo llamó Opunte por su abuelo. El rey estaba tan entusiasmado con el pequeño que le concedió una ciudad y un pueblo al que gobernar cuando creciera. De este modo la principal ciudad del territorio se llamó Opunte en su honor.[88]
Para dar cuenta del nombre y origen de Lócride occidental u ózola, se cuenta que Locro terminó discutiendo con su hijo adoptivo y decidió abdicar en él y fundar una nueva Lócride en algún otro lugar. Cuando consultó el oráculo de Delfos sobre su empresa, se le aconsejó establecer su lugar de gobierno en un enclave donde un perro de madera lo mordiera. Siguió después rumbo hacia el oeste por la Grecia central desde Delfos, hasta que la espina de un escaramujo (en griego «espina de perro») pinchó su pie y reconoció que debía establecerse allí según las palabras del oráculo.[89] El héroe locrio más relevante fue Áyax, hijo de Oileo, que dirigió el contingente lócrida en Troya (cf. p. 590). Conocido como Áyax el menor o el Áyax locrio para distinguirse de su más importante tocayo, el Áyax hijo de Telamón, se dice que nació en Nárico, ciudad costera de Lócride occidental, y era descendiente de Locro en la sexta generación.[90]
Se ofrecieron varios relatos para explicar la razón por la que los lócrides occidentales se denominaban ózolas. Según uno de ellos, en el tiempo en el que reinaba un tal Oresteo, hijo de Deucalión, una perra dio a luz un trozo de madera en vez de un cachorro. Cuando Oresteo plantó este trozo de madera en el suelo, creció una vid y los habitantes de la zona se llamaron ózolas debido a los brotes (ozoi) de esta valiosa planta. Este relato sobre el origen de la vid ya lo recoge Hecateo, aunque sin la etiología presente. Hecateo afirma que Oresteo fundó su reino en Etolia (cf. p. 539).[91] El nombre Ozolioi, de hecho, sugiere olor, y Estrabón señala que esto se debe a los manantiales sulfúricos de la zona.[92] En un mito relacionado con este hecho, algunos relatan que el centauro Neso escapó a esta zona después de que Heracles lo hiriera de muerte (cf. p. 370) y cuando murió allí, su cadáver se descompuso sin haber sido enterrado, por lo que desprendía un desagradable olor que nunca desapareció, de ahí el nombre de los ózolas. Según otra sugerencia, los primeros habitantes autóctonos del territorio vestían pieles sin curar como protección contra el frío y por ello emitían un olor desagradable.[93]
La provincia de Fócide, al oeste de Beocia, apenas tuvo relevancia en el mito excepto como la región en la que se situaba Delfos. Tuvo dos epónimos, ambos llamados Foco, uno es el nieto de Sísifo de Corinto y el otro hijo de Éaco de Egina.[94] Se dice que el corintio llegó primero a la provincia y se estableció en Titorea, al norte, con Antíope como su esposa (cf. p. 401).[95] Se dice que Esquedio y Epístrofo, mencionados en la Ilíada como líderes del contingente de la Fócide en Troya[96] eran descendientes de este Foco. El hijo de Éaco llegó de Egina una generación más tarde y vivió en Fócide durante un tiempo; antes de volver a su hogar sus hermanastros lo asesinaron (cf. p. 685). Se casó con Asteria, hija del eólida Deyón (cf. p. 564), gobernante de parte de Fócide al menos en aquel tiempo. Ella le dio dos hijos, Criso y Panopeo, que se peleaban incluso en el vientre de su madre (del mismo modo que Preto y Acrisio en Argos).[97] Ellos son los fundadores epónimos de Crisa y Panopea, dos ciudades en lugares opuestos de Fócide, al sur de Titorea. Se cuenta que su padre había vivido en esta parte meridional del territorio y le había dado su nombre mientras que el otro Foco, que se había establecido más al norte, había dado su nombre a la parte septentrional de la región.[98] Criso fue padre de Estrofio, que se convirtió en cuñado de Agamenón al casarse con su hermana Anaxibia.[99] Tras el asesinato de Agamenón, Estrofio dio refugio a su hijo Orestes en Crisa, al que crio junto a su hijo Pílades, y puesto que los dos muchachos se hicieron íntimos amigos, Pílades acompañó a Orestes cuando volvió al Peloponeso para vengar el asesinato de su padre (cf. pp. 657-658). Pílades se casó con Electra, la hermana de Orestes, con quien tuvo dos hijos sin relevancia especial, Estrofio y Medón. Panopeo, el otro hijo de Foco de Egina, es el padre de Epeyo,[100] combatiente en Troya pero con más habilidades como artesano que como guerrero, y que ayudó a sus camaradas a conseguir la victoria al construir el Caballo de Madera (cf. p. 610).
Fócide limitaba en parte en su frontera occidental con la pequeña provincia de Dóride, considerada el hogar ancestral de los dorios. También estaba asociada con otro pueblo, los dríopes, de los que se decía que habían vivido allí hasta que Heracles los expulsó (cf. pp. 370-371), y así dejó la tierra libre para los dorios, que previamente habían vivido más al norte, en Tesalia.[101] Ésta era al menos la historia tal como se desarrolló en el período clásico con el fin de reconciliar las versiones contradictorias de la historia arcaica de la zona (cf. p. 371). Posteriormente se supuso que los dorios habían entrado en el Peloponeso como aliados de los heraclidas (cf. p. 377), abandonando su hogar en la Grecia central.
Leyendas locales de Mégara
Las leyendas de Mégara, vecina de Ática al oeste (al comienzo del Istmo de Corinto) apenas tienen más que relevancia local, por más que la ciudad estuviera involucrada en la guerra de Minos contra Atenas (cf. p. 445) y uno de sus gobernantes posteriores, Alcátoo, fuera una figura de cierto interés. Se supone que el primer gobernante de la ciudad era un tal Car, hijo de Foroneo, primer rey de Argos. Era el epónimo de la acrópolis de Mégara, conocida como Caria. En vez de aceptar que su ciudad había sido nombrada a partir de Megareo, hombre de origen extranjero, los megarios preferían argumentar que habían adquirido su nombre mucho antes cuando Car fundó el Megarón (recinto del templo) de Deméter en la acrópolis.[102]
Según la tradición local tal como es recogida por Pausanias, los descendientes de Car gobernaron Mégara durante 12 generaciones hasta que el trono fue tomado por un recién llegado de Egipto, Léleges, hijo de Poseidón y Libia, que dio su nombre a sus súbditos; puesto que dicho nombre, Léleges, era un término vago que se aplicaba a los habitantes aborígenes de varias partes de Grecia, no resulta sorprendente que aparezcan varios Léleges como primeros gobernantes o héroes en numerosos lugares, incluida Esparta (cf. p. 675). A Léleges lo sucedió su hijo Clesón y luego su nieto Pilas, que ofreció refugio a Pandión II, rey de Atenas durante su exilio (cf. p. 488). Cuando posteriormente Pilas mató a su tío Bias, cedió el trono a Pandión, casado con su hija Pilia, y partió hacia el exilio en el Peloponeso, donde se dice que fundó la arenosa Pilos, la ciudad de Néstor en Mesenia, así como la ciudad del mismo nombre en Élide. Pandión murió en Mégara, donde su santuario heroico podía verse en tiempos históricos. Le sucedió su hijo Niso, que permaneció en Mégara cuando Egeo y los otros hijos de Pandión volvieron a Atenas para recuperar el reino de su padre (cf. p. 488).[103]
Tal como se describe en el capítulo X, se suponía que Minos había atacado Mégara durante el gobierno de Niso, hijo de Pandión. Según la tradición aceptada generalmente en Grecia, la ciudad cayó en manos de Minos como resultado de un acto de traición de Escila, la hija del rey (cf. p. 446); se aceptaba además que Megareo, hijo de Poseidón y originario de Onquesto (Beocia), había llegado para luchar como aliado de Niso, pero murió en la batalla y fue enterrado en la ciudad, que se llegó a conocer como Mégara a partir de ese momento (en vez de Nisa como lo era anteriormente).[104] Pausanias recoge, sin embargo, que los mismos megarenses no aceptaban esto. Tal como se ha dicho, afirmaban que Mégara ya se conocía como tal mucho antes de la llegada de Megareo y ni siquiera estaban dispuestos a discutir la idea de que su ciudad hubiera sufrido la derrota humillante durante el reino de Niso. Según esto, están en desacuerdo con la figura de Megareo, y afirman que se estableció en Mégara como súbdito de Niso tras casarse con su hija Ifínoe, y que posteriormente lo sucedió en el trono, al parecer después de que su suegro muriera de muerte natural.[105]
Aunque en la tradición local Megareo se casaba con la hija del rey y se convertía en el gobernante del territorio, su vida terminó en tragedia debido a que su hijo mayor, Timalco, muere a manos de Teseo mientras acompañaba a los Dioscuros a Ática para recuperar a Helena (cf. p. 472: generalmente se dice que Teseo estaba ausente en ese tiempo), y su hijo menor, Evipo, cayó víctima del salvaje león de Citerón.[106] En la tradición común, Heracles mató este león (cf. p. 331), pero los megarenses unían su muerte con el destino de su propio príncipe, diciendo que Megareo había ofrecido a su hija Evecme y la sucesión a quien matara al león que había causado la muerte a su hijo. Al conocer la valiosa recompensa, Alcátoo, hijo de Pélope, al que habían expulsado de su país natal al estar involucrado en el asesinato de Crisipo (cf. p. 650), mató el león y cortó su lengua como evidencia. Cuando llegó a Mégara y encontró que otros también afirmaban haber matado al león, él pudo ganar el trono para sí al sacar la lengua de su mochila.[107]
Se dice que Alcátoo fundó el templo de Apolo Grayo y Ártemis Agrotera en Mégara en gratitud por su éxito en la caza del león, y que también fortificó la acrópolis occidental, que tomó su nombre. Apolo lo ayudó en esta última empresa, al dejar su lira (kithara) en una piedra mientras se estaba construyendo; y por esa razón la piedra hacía un sonido como la vibración de una cuerda de lira cuando, en tiempos posteriores, se arrojaba un guijarro hacia ella.[108] Alcátoo perdió a sus hijos antes de morir al igual que le ocurrió a Megareo, ya que a su hijo mayor, Isquépolis, lo mató el jabalí de Calidón. Su otro hijo, Calípolis, murió en circunstancias trágicas cuando llegó a Mégara con la noticia de la muerte de su hermano, ya que Alcátoo estaba en ese momento ofreciendo un sacrificio a Apolo y Calípolis, en su impaciencia, desparramó las brasas del altar, haciendo que su padre creyera que había cometido un sacrilegio, por lo que preso de la furia, Alcátoo le propinó un golpe fatal en la cabeza con un tronco antes de que pudiera hablar.[109] El santuario heroico de Alcátoo, que más tarde fue utilizado como archivo estatal, podía verse al pie de la acrópolis occidental.[110]
Los mitos de Corinto, vecino a Mégara por el norte, ya han sido considerados en relación con la familia gobernante de estirpe deucaliónida (cf. p. 558). En el Peloponeso, al oeste de Corinto, se hallaba la ciudad de Sición, fundada a partir de Argos. Dos de sus gobernantes míticos tienen una relevancia notable en el mito heroico. En primer lugar Epopeo, que provocó un ataque desde Tebas al acoger y casarse con la fugitiva Antíope (cf. p. 399), y después Pólibo, que crio a Edipo como hijo adoptivo aproximadamente una generación después (cf. p. 406) y ofreció un hogar a Adrasto cuando se exilio de Argos (cf. p. 436). Pausanias ofrece una versión compleja y artificiosa de la sucesión de Sición desde el tiempo de la fundación de la ciudad.[111
Tres leyendas románticas de Patras
Apenas queda nada más que recopilar sobre las antiguas leyendas heroicas del Peloponeso, las cuales hemos examinado en relación con las familias de Ínaco, Deucalión y Atlas. Pero en tanto que seguimos en esta zona, sería una lástima pasar de largo sobre algunas leyendas románticas que recogió Pausanias en Patras, en la costa septentrional.
No lejos de Patras, cerca de la desembocadura del río Selemno, existió en un tiempo una ciudad llamada Argira (aunque ya no era más que ruinas en tiempos de Pausanias). Según la leyenda local, un hermoso pastor llamado Selemno había vivido tiempo atrás en esa área y había atraído el amor de una ninfa marina llamada Argira, que solía salir del mar para unirse a él; sin embargo, ella dejó de visitarlo cuando su belleza comenzó a marchitarse y él murió con el corazón partido. Afrodita, como diosa que gobierna sobre el amor, se compadeció de él y lo transformó en el río Selemno. Como continuaba lamentándose por Argira incluso bajo su nueva forma, ella le otorgó el don adicional de olvidar su amor. Incluso después, tal como se dice, el río confería el mismo don a aquellos que se bañaban en él, por lo que hacía que hombres y mujeres olvidaran sus pasiones. Pausanias, que rara vez hace alguna observación personal, se siente obligado a señalar que si esto es así, las aguas del Selemno tienen más valor que una gran cantidad de dinero.[112]
En el mismo Patras había un santuario de Ártemis Triclaria en el que se dice que se ofrecían sacrificios humanos en tiempos remotos. Según la leyenda del templo, mucho antes de la guerra de Troya, una doncella llamada Cometo servía como sacerdotisa. Se enamoró de un joven llamado Melanipo, pero sus padres no permitieron que se casaran por lo que consumaban su pasión en secreto e hicieron el amor dentro del templo en más de una ocasión. Airada por el sacrilegio, Ártemis hizo que aquella tierra padeciera hambre y enfermedades. Cuando las gentes del pueblo buscaron el consejo del oráculo de Delfos, no sólo se les dijo que la pareja culpable debía ofrecerse en sacrificio a Ártemis, sino que los jóvenes y las doncellas más atractivas debían sacrificarse del mismo modo en años sucesivos. El oráculo indicaba que los patrios se librarían de este doloroso deber cuando un rey extranjero llegara a su tierra con una deidad foránea, suceso que finalmente tuvo lugar justo después de la guerra de Troya. Durante la división de los despojos tras el saqueo de Troya, Eurípilo, hijo de Evemón, gobernador tesalio, obtuvo el objeto más preciado, un cofre que contenía una estatua de Dioniso que había sido modelada por Hefesto. Esta estatua había pasado de generación en generación dentro de la familia real de Troya desde que Zeus la entregó a Dárdanos, su primer rey. Dado que Casandra había maldecido a aquel griego que encontrara la estatua, Eurípilo se volvió loco cuando abrió el cofre para mirar su contenido. Sin embargo, en algunos momentos estaba lo suficientemente lúcido como para consultar el oráculo de Delfos, el cual le dijo que se estableciera en una tierra donde encontrara un pueblo que ofrecía un extraño sacrificio y que colocara el cofre allí para que fuera venerado. Cuando los vientos llevaron su barco hasta la costa septentrional del Peloponeso, a la región de Patras, pisó tierra y vio a una doncella y a un joven a los que conducían al altar de Ártemis para el sacrificio de aquel año. Se dio cuenta entonces de que éste debía ser el sacrificio al que se refería el oráculo, y al ver a este rey extranjero en su tierra, los habitantes de Patras recordaron el que habían recibido mucho tiempo antes. Comprobaron si llevaba un dios dentro del cofre, como así era. De este modo Eurípilo fue liberado de su locura y las gentes de Patras de sus sacrificios humanos. En tiempos históricos, ofrecían sacrificios a Eurípilo cada año en conexión con su festival de Dioniso.[113]
Patras no era un lugar de gran importancia hasta que Augusto estableció allí una colonia tras vencer a Marco Antonio. Entre otros botines procedentes de Etolia que el emperador depositó en la ciudad había una antigua estatua de Dioniso de Calidón que se recogió en el templo de Dioniso Calidonio de Patras. El siguiente relato, que se desarrolla en su lugar de origen dentro del territorio continental situado en frente, está relacionado con él. Un sacerdote caledonio de Dioniso llamado Coreso se había enamorado de una doncella llamada Calírroe, pero cuanto más la acosaba, a ella menos le gustaba. Al ver que todos sus requiebros y sus promesas no la impresionaban, oró frente a la imagen de culto (parece que más bien para vengarse que para pedir ayuda) y Dioniso respondió haciendo que los caledonios sufrieran una locura que hizo morir a muchos. Cuando fueron en busca del consejo del oráculo de Zeus en Dodona, se les dijo que Dioniso tenía la culpa y que su ira no se aplacaría hasta que Coreso le hubiera sacrificado una víctima humana, ya fuera Calírroe o alguien que se ofreciera para ocupar su lugar. Cuando Calírroe era llevada al altar, Coreso se dio cuenta de que su amor por ella sobrepasaba su mezquino resentimiento y se sacrificó él mismo al dios voluntariamente en el lugar de ella. Al verlo muerto a sus pies, Calírroe sintió pena por él y remordimiento por el trato que le había dado, por lo que en ese momento se cortó el cuello junto a un manantial de esa localidad que desde entonces lleva su nombre.[114]
Anio de Delos y sus hijas prodigiosas. Acontio y Cidipe. Cipariso
Tenemos que viajar ahora más lejos para rescatar algunos de los mitos más interesantes de las islas griegas. En el tiempo de la guerra de Troya, la isla sagrada de Delos era el hogar de una pintoresca familia formada por un rey sacerdote, Anio, y sus tres hijas, Eno, Espermo y Elaís, que podían sacar vino (oinos), grano (sperma, una semilla) y aceite de oliva (elaion) de la tierra según su deseo. Estas destacables doncellas eran conocidas de manera colectiva como las Enotrophoi (Viñadoras).[115] Anio era hijo de Apolo, el cual había seducido a su madre Reo (Granada), hija de Estáfilo (Racimo, hijo de Dioniso) en la tierra natal de ella en la costa caria de Asia Menor. Su padre no la creyó cuando le dijo que un dios la había fecundado y la encerró en un cofre que arrojó al mar (se trata de un motivo ya conocido en el mito griego, tal como hemos visto con Dánae y Auge). Tocó tierra en la costa de Delos donde dio a luz a su hijo y lo colocó en el altar de Apolo, en donde rezó al dios para que lo salvara si lo reconocía como hijo suyo. Su padre divino acogió y crio a Anio y lo instruyó en las artes de la adivinación.[116] Se decía que su madre lo llamó Anio debido a todo el sufrimiento (ania) que había pasado a cuenta suya.[117] En otra versión de su historia, ella llega a la costa de Eubea (donde posteriormente se casa con un tal Zarex) y Apolo lleva su hijo a Delos tras su nacimiento.[118]
Anio llegó a convertirse en un vidente famoso de Apolo, y gobernó en la isla sagrada. Se casó con una tal Doripe y tuvo las hijas antes mencionadas, que adquirieron sus poderes especiales por la gracia de Dioniso.[119] Se han recogido gran variedad de relatos en los que se cuenta que el ejército griego había buscado (o se le había ofrecido) los servicios de las Enotrophoi justo antes de la guerra o después de su estallido. En una de las versiones, la fuerza griega recaló en Delos de camino a Troya, y puesto que Anio estaba al tanto de que los dioses habían revelado que Troya permanecería diez años sin conquistar, intentó inútilmente persuadir a los griegos para que se quedaran nueve años con él, con la promesa de que sus hijas les proporcionarían las provisiones necesarias. Esta historia pudo ya haber aparecido en las Ciprias.[120] También se cuenta que cuando a los griegos se les agotaron los alimentos durante el largo asedio de Troya, Agamenón envió a Palamedes a Delos para que fuera a buscar a las Enotrophoi. En una versión atribuida a Simónides, Menelao y Odiseo navegan con un grupo numeroso hasta Delos con el mismo propósito.[121] Ovidio ofrece una versión en la que Agamenón captura a las Enotrophoi, cuatro en este caso, por la fuerza de las armas y les ordena que alimenten a la flota griega. Sin embargo, ellas escapan, dos huyen a Eubea y las otras a Andros, lugar gobernado por un hijo de Anio. Cuando los griegos llegan a Andros y fuerzan al rey a que entregue a las dos muchachas, ellas piden ayuda a Dioniso y él las transforma en palomas blancas.[122] Únicamente en algunas versiones tardías en latín se dice que las Enotrophoi llegan a Aulide (donde el ejercito se constituyó por primera vez) para proporcionar provisiones a los griegos en su viaje y campaña militar.[123] Ovidio y Virgilio dicen que Eneas y sus seguidores recalaron en Delos de camino a Italia y recibieron una amistosa bienvenida por parte de Anio (cf. p. 753).[124]
La leyenda de Anio y sus hijas prodigiosas es tan singular como para creer que pudo tener un origen popular. De Ceos, al sudeste del extremo de Ática, llega un hermoso romance que es más bien un producto literario, al menos en la forma en la que ha llegado hasta nosotros. Acontio, joven de Ceos de familia respetable pero relativamente pobre, se enamoró de una joven de Naxos (o ateniense) de alta cuna llamada Cidipe, a la que conoció en una festividad en Delos. Tras seguirla hasta el templo de Ártemis, lanzó una manzana frente a ella inscrita con las palabras «Juro por Ártemis no casarme más que con Acontio». Cidipe la recogió (las manzanas eran un regalo de amor muy común pero parece que ella no se dio cuenta de esto) e inocentemente leyó el mensaje en voz alta, tal como hacían normalmente los lectores en tiempos remotos. Al hacer eso, se unía a Acontio bajo juramento solemne. Cuando su padre intentó más tarde casarla con un hombre de su elección, sufrió una enfermedad misteriosa y tuvo necesariamente que posponer la boda. Como esto ocurrió en otras dos ocasiones, el padre fue en busca del oráculo de Delfos, que le reveló que Ártemis provocaba la enfermedad de su hija para evitar que rompiera su juramento. De modo que accedió a la boda con Acontio, cuya estratagema tuvo de este modo el resultado deseado.[125]
Ceos es también el lugar en el que tiene lugar la historia de Cipariso, al menos en su versión más conocida escrita por Ovidio. Cipariso era un joven, favorito de Apolo, que se convirtió en ciprés. En aquel tiempo, un venado domesticado vivía en la isla, un animal espléndido que estaba consagrado a las ninfas y que no conocía el miedo. Aunque era amistoso con todos, Cipariso estaba especialmente encariñado con él y solía llevarlo a nuevos pastos y manantiales frescos. Envolvía sus cuernos con guirnaldas e incluso montaba en su grupa y lo guiaba con riendas color escarlata. Un día, sin embargo, mientras descansaba bajo la sombra de unos árboles en el calor del mediodía, Cipariso disparó su lanza de caza en esa dirección y lo mató accidentalmente. Desesperado, decidió unirse a él en la muerte, a pesar de que Apolo le instó a que mostrara cierto sentido de la proporción. Mientras se consumía de dolor pidió a los dioses que le permitieran lamentarse eternamente y fue transformado en un ciprés, el árbol asociado con los lamentos y los cementerios.[126] En otra versión, Cipariso era un joven cretense que huyó de su hogar para escapar del acoso de Apolo (o Céfiro) y fue transformado en un ciprés en el monte Casión de Siria. Esta versión de la historia, que posiblemente tenía un origen helenístico, parece haber sido conformada a partir de la famosa leyenda de Apolo y Dafne (cf. p. 216), que en otra narración también se sitúa en Siria.[127]
La historia legendaria de Tera. Mérope de Cos. Anceo de Samos
La rocosa Sérifos, más al sur, fue famosa en el mito por su relación con Perseo (cf. p. 317-318). En el límite meridional del archipiélago se encuentra Anafe, que Apolo reveló en medio de la noche a los Argonautas (cf. p. 517) y Tera, que surgió de un puñado de tierra lanzado al mar por el argonauta Eufemo (cf. p. 517). Los mitos de esta última isla merecen atención especial.
Tera (también conocida como Santorini en tiempos modernos) está formada por los restos de un antiguo volcán que explotó en una erupción masiva aproximadamente en 1400 a.C. Cirene, la colonia griega más importante en África, se fundó a partir de ella a mitad del siglo VII a.C. Según la leyenda, Cadmo la visitó durante su infructuosa búsqueda de Europa (cf. p. 388) e instaló a algunos de sus seguidores fenicios en la isla como colonos bajo el liderazgo de un hombre de su tribu, un tal Memblíaro.[128] La isla se conocía como Caliste (la más hermosa) en esos tiempos remotos. Siguió siendo gobernada por los descendientes de Memblíaro hasta que Teras, hijo de Autesión, descendiente de Cadmo, llegó allí ocho generaciones después reclamando el trono en virtud de su ascendencia. Su padre Autesión había sido heredero del trono de Tebas pero había abandonado la ciudad para acompañar a los Heraclidas hasta el Peloponeso, de modo que Teras había pasado por ello gran parte de sus primeros años en Esparta (cf. p. 383). Su hermana Argía se casó con Aristodemo, uno de los líderes heraclidas, y tuvo con él dos hijos gemelos, Proeles y Eurístenes, que se convertirían en los primeros reyes heraclidas de Esparta (cf. p. 431 para conocer las circunstancias), y puesto que eran niños cuando se les confirió la corona, Teras gobernó en su nombre como regente hasta que llegaron a la mayoría de edad. Tras disfrutar de las mieles del poder, se mostró reticente a vivir en Esparta como subordinado cuando los gemelos tomaron el trono y, por tanto, decidió irse lejos y reclamar Caliste como reino propio. Los habitantes le aceptaron inmediatamente como su gobernante y cambió el nombre de la isla por el suyo.[129]
Algunos seguidores dorios de Esparta acompañaron a Teras a su nuevo hogar (de ahí que Tera tuviera una población doria en tiempos clásicos) así como algunos descendientes de los Argonautas. No hay que olvidar que se suponía que la isla había surgido de un puñado de tierra que el argonauta Eufemo había recibido en Libia (cf. p. 516) del dios del lago Tritónide. Eufemo había arrojado la tierra en el mar en el lugar adecuado en respuesta a un sueño profético que le había revelado que la nueva isla proporcionaría un hogar a sus descendientes.[130] Y esto fue lo que ocurrió en el tiempo de Teras como resultado de las siguientes circunstancias. Cuando los Argonautas recalaron en Lemnos durante su viaje de ida, muchos de ellos tuvieron hijos con las mujeres de la isla, que previamente habían matado a los hombres de su tribu (cf. p. 501). Los descendientes de esos niños fueron expulsados más tarde de Lemnos y se establecieron en Laconia, donde se casaron con mujeres locales. Su comportamiento fue, sin embargo, tan arrogante que sus anfitriones se volvieron en su contra y alguno de ellos, incluidos los descendientes de Eufemo, se alegraron de partir por mar con Teras cuando los invitó a acompañarlo. Ésta es una notable característica de la leyenda puesto que permitió establecer el vínculo entre los orígenes de Tera y la fundación de Cirene en tiempos históricos, ya que se afirmaba que Bato, líder del grupo de tereos y cretenses en la fundación de esta importante colonia en el norte de África, era un descendiente remoto (supuestamente en la decimoséptima generación) de Eufemo, que había recibido de Tritón el puñado providencial de tierra en el norte de África.[131] Se cerraba así un círculo, y el establecimiento de la colonia en África quedaba legitimado en términos míticos. Los descendientes de Bato gobernaron Cirene hasta la mitad del siglo V a.C. Se suponía que había sido llamada así por la ninfa tesalia a la que Apolo había secuestrado y llevado a ese lugar (cf. p. 213). Debe señalarse que esta versión de la historia mítica de Tera se ve lastrada por una grave incoherencia cronológica puesto que Cadmo posiblemente no la podría haber visitado si se hubiera formado en el tiempo de los Argonautas, que, siguiendo cualquier estimación, habrían vivido varias generaciones más tarde.
Los mitos heroicos más importantes de Rodas, la isla del Sol (cf. p. 81), ya han sido descritos en conexión con la familia real cretense (cf. p. 463) y los heraclidas (cf. p. 383). Heracles visitó la isla de Cos, frente a la costa norte de Asia Menor, cuando viajaba de regreso a su hogar tras el ataque a Troya (cf. p. 364). En los tiempos más remotos el gobernante era un rey nacido de la tierra llamado Mérope, que finalmente se transformó en águila. En la versión de la literatura astronómica, esto ocurrió después de que su muy amada esposa, la ninfa Equemea (o Etemea), hubiera ofendido a Ártemis al dejar de venerarla y ésta la mató de un disparo. Mérope la echaba tanto de menos que quería acabar con su vida, pero Hera (posiblemente como diosa que tutelaba el amor matrimonial) se compadeció de él y lo trasladó a los cielos. Antes de hacerlo, lo convirtió en un águila, con la idea de que continuaría lamentándose por su esposa si mantenía su forma y memoria humanas, y por tanto se le representa en el cielo como la constelación de Águila.[132] En otra versión, la diosa Rea, que había sido recibida anteriormente como invitada, se compadeció de él en las mismas circunstancias y lo transformó en un águila, en este caso un águila terrestre que se convirtió en el ave especial de Zeus.[133] Dado que Mérope vivió en el comienzo del tiempo histórico, no debe sorprender el hecho de que se hubiera relacionado con los dioses en términos familiares (tal como hicieron Licaón, por ejemplo, o Tántalo en la cercana Asia Menor). Es razonable asumir que ésta fue una versión temprana de la historia antes de que fuera alterada para proporcionar un mito de constelación. Mérope era el epónimo de los méropes, los habitantes primigenios de la isla. Se dice que la isla se llamó Meropia hasta que Mérope cambió su nombre por el de su hija Cos.[134] Existió un poema épico primitivo titulado Meropis, pero nada se sabe de su contenido.
La isla de Samos, más al norte, tuvo un héroe memorable en la figura de Anceo, quien no sólo viajó por mar con los Argonautas al igual que su tocayo arcadio (cf. p. 501), sino que, lo mismo que él, también murió por un jabalí. Como hijo de Zeus o Poseidón con Astipalea (epónimo de una isla del mismo nombre al este de Cos), Anceo gobernó a los léleges, los habitantes aborígenes de Samos. Era maestro en las artes de la construcción de barcos, tal como corresponde a un habitante de una isla, y se ofreció como timonel del Argo después de que el primer piloto, Tifis, muriera en el viaje de ida (cf. p. 508). Cuando llegó a casa tras sus aventuras, se dedicó a la agricultura y plantó muchas viñas, aunque un adivino le advirtió que encontraría la muerte antes de poder beber de su fruta. Puesto que todo parecía estar en orden cuando la cosecha estaba madura, pisó algunos racimos y convocó al vidente para reprocharle su incompetencia. «Todavía estoy vivo —dijo él— la fruta está madura y estoy a punto de beber. Mira, puedes ver el vino en la copa». Sin sentirse desconcertado, el vidente replicó: «Hay mucho hueco entre la copa y la boca», y en ese mismo momento, un hombre entró corriendo para decirle a Anceo que un jabalí salvaje estaba destrozando su viñedo. De modo que dejó a un lado su copa para enfrentarse a la bestia, que lo mató antes de que pudiera alzar la copa hasta sus labios.[135] De ahí el famoso proverbio, que se transmitió a través de la versión latina en la antología de Erasmo de antiguos adagios.
Cíniras, Pigmalión y las leyendas de Chipre
Chipre atrajo colonos tanto de Grecia como del Levante desde finales de la Edad de Bronce, por lo que fue relevante como punto de contacto entre las culturas griegas y de Oriente Próximo. Era un centro importante del culto a Afrodita, de ahí el título de la diosa como Chipriota (Cipris o Cipria). El chipriota más destacado en la leyenda heroica griega fue Cíniras, fundador mítico del culto a Afrodita-Astarté en Pafos, situada en la costa oeste de la isla (donde se supone que la diosa había tocado tierra después de haber nacido entre las olas). Se originó como epónimo y ancestro mítico del clan de sacerdotes que presidían este culto, los Ciniridai, cuyo nombre derivaba de una expresión semita que significaba «hijos de la lira». Se le menciona por primera vez en la Ilíada, que recoge que envía un magnífico peto a Agamenón como muestra de amistad tras conocer la noticia de que los griegos estaban organizando una expedición contra Troya; se trata de una pieza exótica de orfebrería con diseño de Oriente Próximo, ornamentada con diez bandas de esmalte azul (kyanos), doce de oro y veinte de latón, con serpientes esmaltadas que llegaban hasta el cuello, tres a cada lado.[136] Autores posteriores añadieron más elementos a partir de este relato homérico al sugerir que los griegos intentaron alistar a Cíniras como aliado. Según Apolodoro, Menelao acompañado de Odiseo y el heraldo Talcibio lo visitan con ese fin y creen haberlo conseguido, ya que Cíniras no sólo presenta el peto como regalo para Agamenón sino que promete enviar una gran tropa en cincuenta barcos. Sin embargo cuando llega el momento de cumplir su promesa, lo hace de manera puramente formal enviando por mar un único barco propiamente dicho acompañado de 49 barcos de arcilla, con tripulación del mismo material, que al poco tiempo se hundieron entre las olas.[137] En otra narración, Palamedes es enviado a buscar el apoyo de Cíniras pero éste le dice en secreto que no tiene nada que ver con la guerra, de modo que cuando Palamedes anuncia a su vuelta que Cíniras enviaría cien barcos, ninguno llegó a aparecer.[138]
No existe tradición establecida sobre el nacimiento y origen de Cíniras. Nació en Chipre según algunas versiones, normalmente como hijo de Pafo, epónimo de la ciudad chipriota de ese nombre. En otras narraciones había nacido en Cilicia, la provincia de Asia Menor frente a Chipre, en el norte, como hijo de Sándaco (descendiente de Céfalo y Eos), y emigró a Chipre con un grupo de seguidores con los que fundó la ciudad de Pafos.[139] Se casó con una tal Cencreis, con la que tuvo una hija notable, Mirra (o Esmirna); para conocer la historia sobre cómo Mirra engañó a su padre para que se acostara con ella y concebir a Adonis, cf. p. 267.[140] También se dice que se casó con Metarme, hija de Pigmalión, y tuvo a Adonis como hijo legítimo junto con otros.[141] En una narración, Cíniras se suicidaba tras descubrir que se había acostado con su propia hija, mientras que en otras reinaba en un reino próspero hasta una edad extraordinariamente avanzada. También se cuenta que Apolo lo mató tras vencerlo en una competición musical.[142]
En relación con esta última historia, se decía que sus hijas se arrojaron al mar desesperadas tras su muerte y fueron convertidas en alciones (pájaro mítico, cf. pp. 533-534).[143] Según otra narración, que posiblemente se refiere a la prostitución en el templo que se practicaba en conexión con el cubo a Afrodita-Astarté, Afrodita las obligó a acostarse con extranjeros como castigo después de que la hubieran ofendido de manera no especificada.[144] Ovidio recoge un relato parecido en el que unas mujeres chipriotas llamadas las Propétides negaron la divinidad de Afrodita, enojándola de tal modo que hizo que se convirtieran en las primeras mujeres que perdieron su buen nombre al obligarlas a prostituirse en público.[145]
Otro relato chipriota mencionado por Ovidio es el de los Cerastai (Cerastae en latín) u Hombres cornudos, una raza de hombres con cuernos en la frente, que angustiaban a la tierna Afrodita ya que ofrecían sacrificios humanos a Zeus. Ella pensó incluso en abandonar sus santuarios chipriotas, pero al ver sus cuernos se le ocurrió una idea mejor y solucionó el problema convirtiéndolos en toros.[146] Ovidio también alude de pasada a las hijas de Cíniras y señala que fueron transformadas en escalones del templo (sin explicar la razón de ello).[147]
Pocas historias del mito griego son tan conocidas como la de Pigmalión, el rey de Chipre que se enamoró de la estatua que esculpía. Tras llevar mucho tiempo soltero debido a la dudosa moral de las mujeres que lo rodeaban, Pigmalión esculpió una estatua en marfil de una mujer de belleza perfecta con la que surgió una profunda pasión. La besó y abrazó, le hizo regalos como si estuviera viva y la adornó con vestidos y joyas preciosas. La recostó en un colchón recubierto con tela púrpura. Cuando llegó el día de la fiesta de Afrodita, él ofreció ricos sacrificios a la diosa y pidió que se le otorgara una esposa como la doncella de marfil, sin atreverse a decir que la misma estatua era el objeto de su deseo; pero la diosa adivinó sus pensamientos ocultos y dio vida a la estatua. Ésta es la historia relatada por Ovidio, que añade que Pigmalión tuvo como hijo a Pafo, la madre de Cíniras, con esta madre recién creada. Aunque la mujer llegó a ser conocida como Galatea, ningún autor de la Antigüedad le adscribe ningún nombre. También existe referencia de una versión griega anterior en la que Pigmalión se enamora de la imagen en marfil de Afrodita, aquí no de su propia creación, y la trata como si estuviera viva, llevándola a la cama y abrazándola. Hasta este punto, al menos, la historia se asemeja a aquella en la que Laodamía se une a la estatua de su marido muerto (cf. p. 583). En ninguna de las fuentes que han llegado hasta hoy se sugiere que en este último relato Afrodita hubiera devuelto la vida a la estatua.[148]
Era quizá inevitable que a Salamina, la principal ciudad griega de Chipre, se le asignara un fundador mítico originario de la isla de ese nombre situada frente a las costas de Ática. Se cuenta que Teucros, hijo ilegítimo de Telamón, rey de Salamina (cf. p. 364) fue expulsado por su padre cuando volvió de la guerra de Troya sin su hermanastro Áyax (que se había suicidado, cf. p. 607). Píndaro es el primero que menciona su posición como rey en Chipre y la razón para su exilio se indica por primera vez en la Helena de Eurípides, en la que el mismo Teucro aparece y cuenta cómo su padre lo envía al exilio, por lo que se establece en Chipre siguiendo el consejo de un oráculo de Apolo.[149] Fuentes posteriores no añaden nada esencial a esta historia, aunque algunos mitógrafos explicaban que Telamón tenía motivos para el enfado porque Teucro no había llevado las cenizas de Áyax y había llegado sin el hijo y la concubina de su hermanastro muerto (que viajaba en otro barco).[150] Según Virgilio, Teucro se estableció en Chipre con la ayuda de Belos, padre de Dido.[151] Se casó con una de las hijas de Cíniras, o según otras narraciones con una de sus nietas, Eune, hija de Cipros. Los Téucridas, los gobernantes tradicionales de la Salamina chipriota, afirmaban ser sus descendientes.[152] Otros griegos notables de los que se dice que viajaron a Chipre tras la guerra de Troya son Agapenor, rey arcadio (cf. p. 701) y Acamante, hijo de Teseo (cf. p. 489).
Tres historias de amor de Asia Menor y sus confines
Hero y Leandro fueron dos amantes con mala fortuna que vivían a ambos lados del estrecho de Helesponto (Dardanelos). Leandro, que vivía en Ábidos, en la costa asiática, se enamoró de Hero, una joven sacerdotisa de Afrodita, tras conocerla en la festividad de la diosa en el pueblo natal de ella, Sesto, en la costa opuesta. Él solía cruzar el estrecho a nado por la noche para visitarla en secreto, guiado por una lámpara que ella encendía en su torre junto a la costa; pero una noche, cuando sin pensarlo dos veces intentó cruzar a pesar de la fuerte tormenta que arreciaba, la llama de la lámpara de Hero que lo guiaba se apagó debido al viento, por lo que él perdió la orientación y la peligrosa corriente lo envolvió y lo mató. Cuando a la mañana siguiente Hero vio desde su torre el cadáver al borde del mar, se arrojó desde la ventana para unirse con él en la muerte. Esta leyenda, que parece haber tenido un origen helenístico, aparece por primera vez en Virgilio y Ovidio, y Museo vuelve a recogerla en su totalidad dentro de un epilion (miniatura épica) que data probablemente del siglo V d.C. Desde entonces se ha convertido en un tema popular; el homenaje del mundo isabelino por parte de Marlowe y Chapman es mejor que cualquier versión del mundo antiguo que haya sobrevivido.[153]
La leyenda de Fílemón y Baucis, que también se sitúa en Asia Menor y parece que se basa en tradiciones frigias, es también una historia de amor pero un tanto diferente. Cuando en una ocasión Zeus y Hermes viajaban a través de Frigia con apariencia humana y buscaban un lugar donde descansar, fueron rechazados en incontables casas hasta que Filemón y Baucis, una pareja anciana de campesinos, los recibió en su humilde cabaña. Mientras ofrecían a sus invitados la comida y bebida que sus medios permitían, se dieron cuenta de que el cuenco que utilizaban para el vino se llenaba por sí mismo tantas veces como se vaciaba, y de ahí dedujeron que sus visitantes deberían ser dioses. Aunque ellos se dispusieron a matar su único ganso en honor de sus divinos invitados, los dos dioses no dejaron que lo hicieran. Dijeron entonces que estaban pensando castigar a toda la gente de los alrededores, pero que la pareja de ancianos podría escapar si escalaban hasta la cumbre de la montaña que se alzaba detrás de su cabaña. Al llegar a la cima, la pareja miró hacia atrás y vieron cómo los dioses habían inundado el campo con el fin de castigar a los habitantes de la zona por la dureza de sus corazones; sólo su cabaña había quedado intacta. En su asombro comprobaron que su vivienda se había convertido en un espléndido templo con suelo y columnas de mármol y techos de oro. Los dioses les concedieron aquello que desearan y ellos pidieron servir como sacerdote y sacerdotisa en el templo recién creado, así como morir al mismo tiempo, de modo que ninguno quedara solo. Tras una vejez larga y feliz, fallecieron juntos tal como habían pedido, y se transformaron en dos árboles, un roble y un tilo, que crecían del mismo tronco.[154] Goethe quedó enormemente impresionado por esta historia y la adaptó para sus propios fines en el libro final de su Fausto.
Los desafortunados amantes Píramo y Tisbe aparecen en dos leyendas de naturaleza muy distinta. La historia menos conocida los asocia con un río y un manantial, el río Píramo, que llega al mar en Cilicia, en la esquina sudoriental de Asia Menor, y el manantial de Tisbe, que brota en el mar cerca de allí (o quizá en la propia desembocadura del río). Hace mucho tiempo, así se decía, había habido dos amantes llamados Píramo y Tisbe cuya pasión terminó en tragedia ya que Tisbe se suicidó tras quedarse embarazada y Píramo la siguió tras conocer su suerte. Sin embargo, los dioses se compadecieron de ellos y los transformaron en el río y el manantial antes mencionados, lo cual les permitió asociarse íntimamente en su nueva forma mezclando sus aguas (al igual que Alfeo, del que se supone que mezcló sus aguas con las de Aretusa, cf. p. 80).[155]
La tragedia babilonia del amor de Píramo y Tisbe, que Peter Quince y su compañía representan en Midsummer Night’s Dream, sigue un curso totalmente distinto. Aunque los nombres de los amantes se han debido transferir de una historia a otra no se sabe a ciencia cierta cuál es la más antigua (aunque se pueda sospechar que lo era la historia antes mencionada). En cualquier caso, el héroe y la heroína de Ovidio vivían en un lugar más al este y habían crecido en casas adyacentes en Babilonia. Cuando su pasión juvenil se convirtió en amor e intentaron casarse, sus padres les ordenaron que dejaran de estar juntos, y no les quedó más salida que la de comunicarse a través de una grieta en el muro que separaba las dos casas. Finalmente, consiguieron escabullirse por la noche y se encontraron fuera de la ciudad junto a la tumba de un tal Niño, donde podrían guarecerse bajo una morera que estaba junto a una fuente de agua fresca. Tisbe llegó primero pero se alejó despavorida cuando una leona se acercó a la fuente para saciar su sed tras la caza. El velo que llevaba para ocultar su rostro, resbaló por sus hombros mientras huía, y cuando lo vio la leona en el suelo, lo desgarró por completo con sus mandíbulas manchadas de sangre. Cuando Píramo llegó y vio la tela ensangrentada junto a las huellas del león por todo el lugar, lógicamente asumió que su amada había sido devorada y se mató con su espada. Tisbe volvió tan pronto como tuvo valor, sólo por no decepcionar a su amado, pero lo encontró muerto en tierra y entonces ella se mató. Después de que Píramo se clavara el cuchillo y tras sacar el arma de la herida, el torrente de sangre que brotó de ella salpicó la fruta de la morera y se hundió en sus raíces, haciendo que la fruta (que hasta entonces había sido blanca) fuera roja desde entonces. En respuesta de la súplica de Tisbe antes de morir, los dioses hicieron que la fruta madura de la morera siempre fuera de color sangre en conmemoración del fatal destino de los amantes.[156]
Seres extraños en lugares lejanos
Se decía que seres deformes y monstruosos vivían en los confines del mundo conocido. Plinio el Viejo (siglo I a.C.) proporciona un catálogo útil sobre estas razas monstruosas,[157] que luego llegaron a formar parte del acervo popular en el medievo. La mayoría de ellos, y sin duda los más imaginativos, se introdujeron en la tradición por Ctesias y autores del período helenístico que compilaron narraciones fantásticas sobre las maravillas del este. Ctesias de Cnidos trabajó como médico en la corte persa al final del siglo V a.C. y escribió a su vuelta un libro llamado Indika, con numerosas narraciones, que sirvió para establecer la imagen imperecedera de la India como un país de maravillas. Entre las gentes que se describían en el libro estaban los Cabeza de Perro (Kynokephaloi), gente con cabezas de perro que vivían en las montañas de India y se comunicaban a través de los ladridos y no por un lenguaje articulado. Los Pies-Sombra (Skiapodes) podían desplazarse saltando rápidamente sobre su única pierna cuando la necesidad lo demandaba, pero preferían pasar el tiempo tumbados boca arriba utilizando su único y enorme pie como sombrilla. Otra raza tenía orejas que llegaban hasta sus hombros y nacían con pelo blanco que se oscurecía con la edad. Este último pueblo reaparece en la tradición medieval con una morfología exagerada como los Panotios (Todo orejas), gentes cuyas orejas eran tan largas que podían usarlas como mantas.
Si razas monstruosas como éstas eran de invención comparativamente tardía, otras de naturaleza menos extrema, los Pigmeos y los Arismaspios, pueden remontarse hasta la época arcaica. Los diminutos Pigmeos (Pygmaioi) vivían en algún lugar de África. Su pequeña estatura se indica en su nombre, que se refiere a la unidad griega de medida, el pygme (puño), que corresponde a la distancia entre el codo de un hombre y los nudillos. Se les menciona por primera vez en un símil dentro de la Ilíada, en la que los gritos de los guerreros troyanos en su avance se comparan con los emitidos por las grullas cuando parten huyendo del invierno «entre graznidos vuelan hada las corrientes del Océano, llevando a los pigmeos la muerte y la parca, y a través del aire les tienden maligna disputa».[158] Tanto si esta idea de batallas entre las grullas y los Pigmeos (que habrían sido más o menos de la misma talla) se tomó del folclore de la época o sencillamente pertenecía a la imaginación de Homero, sin duda se convirtió en una característica esencial y prevalente del acervo de los pigmeos. En la cerámica y en otras imágenes a partir del siglo VI a.C., frecuentemente se muestra a los Pigmeos luchando contra las grullas con palos, lanzas y otras armas, o peleando contra ellas montados en cabras o carneros. Normalmente se les representa de manera cómica como pequeñas figuras regordetas con genitales extremadamente grandes. Se desarrolló un mito de transformación en tiempos helenísticos para dar cuenta de las luchas entre Pigmeos y grullas. Se explicaba que en un tiempo hubo una mujer pigmea llamada Oinoe (o Gerana) que no veneraba a Ártemis y Hera por lo que, como castigo, la habían transformado en grulla. Como molestaba a los Pigmeos cuando volaba alrededor de su ciudad en busca de su añorado hijo pequeño Mopsos, ellos agarraron sus palos para hacer que se alejara, de ahí el estado de guerra que ha existido desde entonces entre las grullas y los Pigmeos.[159]
La mayor parte de los autores de Heródoto en adelante consideraban a los Pigmeos como un pueblo africano,[160] aunque ahora sería imposible asegurar si los griegos llegaron a obtener alguna información sobre el pueblo real que se conoció por ese nombre a través de Egipto. En el otro mito conservado, los Pigmeos hacen una entrada no muy seria en la mitología heroica como adversarios de Heracles, que entró en contacto con ellos mientras viajaba por el norte de África de camino a las Hespérides. Cuando dormía profundamente tras su competición de boxeo con Anteo (cf. p. 355), los Pigmeos intentaron atarlo, de manera similar a como hicieron los liliputienses con Gulliver, pero con menos éxito puesto que Heracles se liberó sin gran dificultad, metió a los pequeños hombres en su piel de león y los llevó a su hogar en Grecia como curiosidad.[161]
Los Arimaspos, seres con un solo ojo, vivían en el lado opuesto del mundo, en el extremo norte. También estaban regularmente involucrados en enfrentamientos con algunos vecinos animales, en este caso con los fabulosos Grifos (grypes), monstruos del Oriente Próximo con cuerpo de león y la cabeza y alas de un águila. El conflicto surgió porque los Arimaspos intentaban constantemente robar una gran reserva de oro celosamente custodiada por los Grifos. Esta historia se relataba en un poema arcaico en hexámetros, el Arimaspea, que data posiblemente del siglo VII a.C., que contaba cómo el autor al que se le atribuye, Aristeas de Proconeso, había viajado al extremo norte mientras estaba poseído por Apolo. Finalmente se encontró entre los Isedones, que vivían bastante cerca de los hiperbóreos (pueblo mítico que habitaba en los confines septentrionales de la tierra, cf. p. 208). Y fue a través de esos Isedones por lo que supo de la existencia de los Arimaspos y los Grifos, que vivían en la franja de tierra situada entre sus anfitriones y los hiperbóreos. Aunque Heródoto recoge la historia (junto con muchas otras curiosidades etnográficas), él se inclina a creer que los Arimaspos tenían dos ojos igual que el resto de seres.[162]
Algunos mitos sobre fundaciones en la Magna Grecia
Aunque hay muchos mitos fundacionales que atribuyen la creación de ciudades en el sur de Italia y Sicilia a héroes de la leyenda griega, la mayoría tienen, en general, poco interés, en parte porque son tardíos y arbitrarios y rara vez van acompañados de historias memorables, y en parte porque la mayoría de ellos hacen relación a lugares insignificantes. Dado que los griegos que vivieron en las principales colonias del oeste sabían perfectamente que sus ciudades se habían fundado en tiempos históricos a partir regiones específicas de la metrópolis, es comprensible que los mitos fundacionales en esta zona estén relacionados con lugares misteriosos (normalmente ni siquiera griegos) o con la prehistoria mítica de las ciudades griegas o helenizadas del tiempo anterior a que los griegos llegaran a establecerse allí.
La mayor parte de las fundaciones dentro de la primera categoría se atribuyen a héroes de la guerra de Troya de los que se decía (al menos en la tradición tardía) que habían ido sin rumbo hacia el oeste por varias razones, como es el caso de Idomeneo (cf. p. 464), así como Diomedes y Filoctetes (cf. pp. 628-629). Como ya hemos visto, se decía que Diomedes había fundado varias ciudades en Apulia, zona de Italia en la que no había ni una colonia griega, a pesar de que se supone que estaría ampliamente helenizada en el período en el que estos mitos se desarrollaron. Para un ejemplo de historia en la segunda categoría, relacionada con la prehistoria mítica de las colonias griegas, podemos centrarnos en Crotona, una próspera ciudad en la punta del pie de Italia (colonizada por los aqueos del Peloponeso al final del siglo VIII a.C.).
Cuando Heracles viajaba por Italia con el ganado de Gerión tras su salida a Sicilia (cf. p. 349), llegó al lugar de la futura ciudad de Crotona, donde fue recibido por el gobernador local, Crotón, hijo de Feax (hermano de Alcínoo de Reacia); pero durante el período de su visita, un tal Lacinio (o Lacino) intentó robar parte de su rebaño, lo cual provocó el conflicto en el que Heracles mató accidentalmente a su anfitrión. Para resarcirlo, construyó una tumba para él y le ofreció un magnífico funeral en el que predijo que se fundaría una famosa ciudad mucho tiempo después con el nombre de Crotón.[163] Un relato prácticamente idéntico se contaba de Locros Epicefirios (fundado a partir de Locros más o menos en el mismo período) en la costa más meridional donde se dice que el héroe había matado al epónimo de la ciudad, Locro, hijo de Féax, cuando intentaba evitar que Latino, un aventurero, robara su ganado. En este caso, se decía que el mismo Heracles ordenó la fundación de la colonia en un período posterior después de que se hubiera convertido en un dios del Olimpo, e indicó su deseo a través de un oráculo.[164] Se atribuyeron mitos bastante diferentes de origen griego o troyano a los habitantes de ciudades o áreas que posteriormente se convirtieron en asentamientos griegos o bajo influencia griega. Según una historia relativamente temprana de este tipo, tal como atestigua Heródoto, los yápiges y los mesapios de Apulia descendían de cretenses a los que las mareas habían llevado tras haber viajado a Sicilia para vengar la muerte de Minos (que se suponía que habían asesinado en Sicilia, cf. p. 456).[165] Mucho más interesantes, sin embargo, son las leyendas que relatan la historia inicial de Segesta (Egesta en griego), una importante ciudad helenizada de origen no griego en el noroeste de Sicilia.
Cuando Eneas recala en Sicilia en su viaje de regreso desde Cartago, se supone que deja atrás a algunos de sus seguidores troyanos para que funden la ciudad bajo el liderazgo de su epónimo Egestes (o Acestes en latín), hijo del dios-río local Crimiso. Virgilio relata la historia en el libro V de la Eneida. En una narración, algunos griegos que habían acompañado a Filoctetes hacia el oeste participan en su fundación.[166] Egestes ofrece un cálido recibimiento a Eneas, puesto que él mismo era hijo de madre troyana, y llega a Sicilia en las circunstancias que a continuación se relatan. Cuando Poseidón envía un monstruo marino contra Troya durante el reino de Laomedonte (cf. pp. 673-674), un oráculo de Apolo ordena que se le entreguen las doncellas de alta cuna, provocando que muchos nobles troyanos envíen a sus hijas al extranjero; entre ellos aparece un tal Hípotes o Hipóstratro, que envía a su hija Egesta (o Segesta) a Sicilia, donde el dios-río Crimiso mantiene una relación con ella bajo la forma de un oso o un perro haciendo así que conciba a Egestes.[167] En una versión un tanto diferente, un tal Fenodamante urge a sus conciudadanos de Troya para que entreguen a Hesíone, la hija de Laomedonte, al monstruo, lo cual irrita tanto al rey que entrega a las tres hijas de Fenodamante a unos marineros a los que encarga que lleven a las muchachas a Sicilia para que se convirtieran en pasto de las fieras salvajes. Sin embargo, Afrodita las salva y Crimiso, bajo la forma de un perro, mantiene relaciones sexuales con una de ellas, que concibe así a Egestes.[168]
Pasando a tiempos históricos, se recoge un relato romántico y memorable en conexión con la fundación de Tarento (o Taras en su denominación griega), colonia griega en el tacón de Italia fundada a finales del siglo VIII a.C. por emigrantes originarios de Esparta conocidos como los pártenos. Estaban liderados por un espartano llamado Falanto, que recibió un oráculo en Delfos antes de su partida en el que se le decía que conseguiría una tierra y una ciudad para él cuando la lluvia cayera sobre él en un día con el cielo claro. Aunque no le fue mal en la batalla tras su llegada a Italia, no consiguió ninguna ciudad o territorio, situación que le sumió en el abatimiento, sospechando que el dios en Delfos había puesto una condición imposible para el éxito de su empresa. Sin embargo, un día, mientras estaba tumbado con la cabeza en el regazo de su esposa que le quitaba los piojos de su pelo, él sintió cómo las lágrimas que ella vertía por su fracaso caían en su cara; y dado que su nombre era Etra (que significa Cielo Claro en griego) de pronto se dio cuenta que sus lágrimas debían ser la «lluvia» a la que el oráculo se había referido. De modo que volvió a la batalla con confianza renovada, hasta tal punto que arrebató Tarento a sus habitantes nativos esa misma noche y fundó allí una ciudad griega.[169]
Arión y el delfín. Dos historias de fantasmas de las colonias griegas en Italia
Muchas de las ciudades griegas de Italia y Sicilia prosperaron y pudieron mantener una floreciente vida cultural. Entre los artistas y escritores que buscaron beneficiarse de su mecenazgo se encontraba Arión de Metimna, poeta lírico del siglo VII a.C., nacido en Lesbos pero que había pasado la mayor parte de su vida en la corte de Periandro, el violento aunque cultivado tirano de Corinto. En un momento, tal como la historia relata, Arión emprendió una gira por Sicilia e Italia y amasó una considerable fortuna por sus recitales hasta que finalmente partió hacia Grecia en un barco corintio que salía de Tarento. Cuando llegó a alta mar, se dio cuenta de que los marineros planeaban lanzarlo por la borda para robarle el dinero. Tras instarles en vano a que aceptaran su dinero a cambio de su vida, les pidió dar un último recital en cubierta con su magnífico atuendo y les aseguró que él mismo se quitaría la vida arrojándose al mar. Sin embargo, en cuanto cayó al agua un delfín que se había acercado atraído por el sonido de su música lo rescató y lo llevó en su lomo hasta Grecia, donde lo dejó en el cabo Ténaro, en la punta sur del Peloponeso. Arión volvió rápidamente a Corinto y contó toda la historia a Periandro, que no terminaba de creerla hasta que interrogó a la tripulación del barco. A su llegada, ellos afirmaron que habían dejado a Arión sano y salvo en Tarento, pero cuando el poeta apareció de pronto vistiendo el atuendo que llevaba en su recital de despedida, se descubrió su engaño y Periandro los condenó a muerte.[170]
Ésta es la versión estándar de la historia tal como la cuenta Heródoto. Autores posteriores la adaptaron para explicar el origen de la constelación de Delfín, diciendo que Apolo, el patrón divino de los poetas, recompensó al delfín por su rescate de Arión trasladándolo a las estrellas.[171] Los visitantes de Ténaro podían ver una estatua de bronce que representaba un hombre sobre un delfín, supuestamente dedicada a Arión.[172] Los escritores de la Antigüedad tenían mucho que decir sobre delfines, a los que se consideraba como seres amistosos con los humanos y de los que se pensaba que les gustaba la música. Hay algunas historias de delfines legendarias, tanto la de Arión como una narración que hace referencia a Énalo, uno de los legendarios primeros colonos de Lesbos (los Pentiledeos, cf. p. 664). Después de que arrojaran al mar a una muchacha a la que él amaba bajo la orden de un oráculo, Énalo trató de suicidarse tirándose al mar tras ella, pero los delfines lo rescataron a él y a su amada y los llevaron a la orilla.[173] Otras historias se basaban en hechos reales, como en el caso del triste relato de Plinio sobre el delfín de Hipo Diarrito (una ciudad costera africana no lejos de Cartago) que se mostraba demasiado amistoso, y como dejaba que la gente lo acariciara, lo alimentara e incluso montara sobre su lomo, llegó a atraer a tantos visitantes a la ciudad que los ciudadanos, obligados a recibir a los visitantes de alto rango que llegaban, terminaron por matarlo porque no podían seguir afrontando el gasto que eso suponía.[174]
Nuestras dos últimas leyendas son dos historias de fantasmas puesto que ambas cuentan cómo se supone que la gente de la era histórica tomó contacto, de manera violenta y diversa, con las figuras muertas del pasado mítico. Los relatos están relacionados con ciudades a ambos lados de la punta del pie italiano, una con Locros Epicefirios, en la costa oriental, y la otra con Temesa, situada al oeste.
Creyendo que su colonia había sido fundada desde Nárix, ciudad de la Lócride oriental y lugar de nacimiento del Áyax locrio, un violento héroe de la guerra de Troya (cf. p. 590), los hombres de Locros Epicefirios solían dejar un lugar vacío en su línea de batalla con la esperanza de que su héroe ancestral llegara para ayudarlos. Un día (tal como relata la historia), mientras luchaban contra un ejercito de Crotona, un enemigo llamado Autoleonte (o Leónimo) intentó pasar rápidamente a través del lugar vacío para atacar la línea enemiga desde la retaguardia, pero Áyax, muerto mucho tiempo atrás, lo hirió entonces de gravedad en el muslo (o el pecho). Como la herida infectada seguía sin curarse, consultó un oráculo (o específicamente al oráculo de Delfos), que le aconsejó buscar al mismo Áyax para la cura en Leuce, la isla Blanca, una isla en el mar Negro y hogar póstumo de Aquiles y de otros grandes héroes de la guerra de Troya (cf. p. 170). Al llegar a la isla, ofreció sacrificios a esos habitantes y sobre todo a Áyax, que al momento le curó su herida. En ese momento Helena también estaba viviendo allí, como consorte póstuma de Aquiles y aprovechó la visita de Autoleonte para pedirle que llevara un mensaje al poeta Estesícoro, que vivía en Sicilia a no mucha distancia del hogar de Autoleonte, ya que lo había dejado ciego por insultarla en uno de sus poemas y quería que él supiera que recobraría la vista si componía una palinodia. Como resultado de este mensaje, tal como la historia afirma, Estesícoro escribió su famosa Palinodia, o poema de recantación, en el que afirmaba que la Helena que había huido con Paris era un fantasma y no la heroína (cf. p. 576). Por virtud de esta conexión, se puede asegurar que estos acontecimientos tuvieron que tener lugar en la primera mitad del siglo VI a.C.[175]
La pequeña ciudad de Temesa, fundada a partir de Crotona, sufrió el azote durante gran parte de su historia más antigua de un fantasma agresivo, el llamado Héroe de Temesa. El problema comenzó cuando Odiseo y sus seguidores recalaron en la ciudad durante su viaje y uno de ellos, un tal Polites (al que se menciona en la Odisea como víctima de los encantamientos de Circe) se emborrachó y violó a una muchacha del pueblo. Los habitantes respondieron lapidándolo hasta la muerte y su rabioso espíritu los sometió a un reino de terror como venganza, cometiendo asesinatos y atacando tanto a viejos como a jóvenes. Aunque los temesos en un principio pensaron abandonar el pueblo y dejar Italia, el oráculo de Delfos les aconsejó que apaciguaran a su verdugo honrándole como a un héroe, y construyéndole un santuario en el que le presentarían a la más hermosa de sus doncellas cada año como novia en la muerte. Esto resultó efectivo, pero la última costumbre se mantuvo (tal como la historia cuenta) hasta que un famoso boxeador llamado Eutimo (una figura histórica que obtuvo una victoria olímpica en el siglo V a.C.) visitó la ciudad cuando el Héroe de Temesa estaba a punto de recibir a una de sus novias. Al principio por pena hacia ella, y luego porque se enamoró, se ofreció a salvarla si ella después se casaba con él. De modo que se acostó en el santuario en lugar de ella a la espera y cuando el Héroe llegó en busca de su víctima, le dio tal paliza que huyó de la tierra y se hundió bajo las olas para no volver jamás. En otra narración, Eutimo luchó contra el Héroe porque cobraba un tributo a los habitantes de la ciudad y lo obligó a devolver todo el dinero con intereses. Todavía se podía ver en época romana el santuario de Polites en Temesa.[176
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