Una de estas diosas tuvo un hijo, grandísimo cazador, que después
tomaron por su dios los de Tlaxcallan, donde había gran copia de cazadores,
por ser la tierra aparejada para ello; éstos, en la solemnidad de
su fiesta, por ser gente rica y poderosa, no menos ceremonias y gastos
hacían que los demás, en particular los cazadores, porque de las fiestas
ordinarias al reír del alba tocaban una bocina con que se juntaban todos
con sus arcos y flechas, redes y otros instrumentos de caza, e iba con su
ídolo en procesión tras ellos grandísimo número de gente, a una sierra
alta, donde en la cumbre de ella tenían puesta una ramada con muchas
frescuras, en medio un altar riquísimamente aderezado, donde ponían
al ídolo yendo caminando con él con gran ruido de bocinas, caracoles,
flautas y atambores: llegados al puesto cercaban toda la halda de la
sierra alrededor, y pegándole fuego salían muchos y diversos animales,
venados, gamos, conejos, liebres, zorras, lobos, etcétera, los cuales iban
hacia la cumbre huyendo del fuego, y yendo los cazadores tras de ellos
con gran grita y vocería, tocando diversos instrumentos, los llevaban
hasta la cumbre delante del ídolo, donde venía a haber tanta apretura
de caza que con los saltos, unos rodaban, y otros daban sobre la gente,
y otros sobre el altar con que había gran regocijo y fiesta. Tomaban
entonces gran número de caza, y a los venados y animales grandes sacrificaban
delante del ídolo sacándoles los corazones con la ceremonia
que usaban en los sacrificios de hombres, lo cual hecho tomaban toda
aquella caza a cuestas y volvíanse con su ídolo por el mismo orden que
fueron, y entraban por la ciudad con todas estas cosas muy regocijadas
con gran música, bocinas, y atabales, hasta llegar al templo donde ponían
a su ídolo con gran reverencia y solemnidad; íbanse luego todos a
guisar las carnes de toda aquella caza de que hacían un convite a todo el
pueblo, y después de comer hacían sus representaciones y bailes acostumbrados
delante del ídolo.
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