viernes, 1 de marzo de 2019

La torre de Iván

¿Os ha gustado la historia anterior? Pues ahora os vamos a contar la que nos narraron en Aramayona (Alava).

  Hacia el año 1024, acudiendo al llamamiento del Papa, llegó de Franconia, para luchar contra la morisma, un caballero germánico llamado Iván. Se portó tan valientemente, que se le concedió solar en el valle de Aramayona, donde edificó su torre y vivió muchos años respetado y querido por todos.

  Hacia el fin de su vida, y muertos sus hijos y esposa, mandó venir de Franconia a un ahijado suyo, llamado Iván Ivando, quien le heredó a su muerte. Este fue tan malo, tan perverso y se entregó a tantos vicios, que los vecinos del valle le rehuían. Temeroso entonces de un asalto de los campesinos, mandó venir a un judío de Estíbalez, quien le rodeó la torre de fosos, escarpas, puentes y empalizadas, convirtiéndola en una soberbia fortaleza donde, al estilo germánico, se encerró con todos sus siervos.

  Desde su torre, Iván Ivando salía de noche para cometer sus tropelías, pero en vez de ir a la frontera a luchar contra los moros, era tan cobarde que se dirigía a las casas indefensas de judíos y cristianos y las asaltaba para robar.

  Una de esas oscuras noches, en un pequeño pueblo, Adurzaha, asaltó la casa de un pastor llamado Ennego y mató a las mujeres que había en la misma.

  Justo cuando escapaban volvió el pastor, y al encontrarse su casa quemada sacó una gigantesca bocina guerrera y la tocó, siguiendo a Iván y sus sicarios. Estos escaparon y se encerraron en la torre. Desde fuera, Ennego, tocando la bocina guerrera para que la oyera bien Iván, juró vengarse, aunque tuviera que recorrer el mundo entero.

  Porque hay que decir que Ennego no era pastor, sino un noble caballero que, en compañía del rey don Alfonso, participó en la conquista de Toledo. En plena batalla, entró equivocadamente en la mezquita y mató a los moros que allí había, y entonces el rey Alfonso le desterró al pueblo de Adurzaha, cerca de Gazteiz.

  Pero como Ennego matara en lucha al Señor de Gazteiz, tuvo que refugiarse en una chabola de pastor, donde vivía oculto. Una vez tuvo ocasión de salvar la vida a una mujer y a un anciano que andaban perdidos en la nieve. Esta mujer, en la misma chabola de Ennego, dio a luz una niña. Poco tiempo después se presentó un enviado del rey con doce soldados, para dar escolta al anciano, a la mujer y a la niña. Y cuando creía Ennego que iba a recuperar el favor de su rey por aquel misterioso servicio prestado a los peregrinos, llega el ladrón Señor de la torre de Iván y le mata su familia. ¿Para qué quería ahora Ennego las riquezas del rey de Castilla y sus antiguas posesiones, si no tenía a nadie en el mundo? Y por eso juró vengarse.

  Años después, en el valle de Aramayona hay grandes cambios. Frente al altivo castillo de Iván Ivando se construye una modesta torre, que es habitada por un anciano de larga barba acompañado por una niña llamada Elvira. El anciano se dedica a recoger plantas y al estudio de los secretos de la Naturaleza. Por las noches, una misteriosa mujer, vestida con ropas blancas y empuñando una antorcha, baja de la cueva del Amboto y entra en la torre donde viven el anciano y la niña. Horas después, vuelve a salir y se encamina a su cueva.

  Nadie puede saber quiénes son el anciano, la niña Elvira ni la misteriosa Dama que habita en la cueva del monte Amboto.

  Pero don Iván Ivando entra en el jardín de la pequeña torre y rapta a la niña. La encierra en la habitación más secreta de su castillo, pero Elvira no quiere casarse con él. Los capitanes de Iván Ivando están asustados por el rapto de la niña y, sobre todo, por ver cómo la Dama del Amboto se pasea con su tea en la mano por los alrededores del castillo, como queriendo entrar.

  Una noche tormentosa, por la puerta de la cocina, pide cobijo un peregrino. Desobedeciendo las órdenes de su Señor, le dejan entrar y el peregrino, cuando está dentro, se despoja de su capa y aparece el antiguo pastor Ennego, ahora vestido con su armadura de caballero, que toca la trompeta guerrera. A su lúgubre sonido, todo el castillo se pone en pie de alarma; pero Ennego, que conoce los pasadizos secretos por habérselo enseñado el judío que construyó la fortaleza, llega hasta la mazmorra donde está Elvira y la saca al exterior.

  Mientras tanto se desencadena una feroz lucha entre don Iván Ivando y sus capitanes, pues este les echa la culpa de haber dejado entrar al peregrino y escapar a la prisionera, y en la pelea se incendia el castillo, pereciendo don Iván entre los escombros. Cuando salen los esbirros de don Iván al exterior, les espera Ennego con un escuadrón de soldados del rey de Castilla y les da muerte. Así acaba el mal Señor de Berajuán.

  Entonces se aclara todo. La misteriosa Dama que vive en la cueva del Amboto, es doña Urraca de Navarra, hermana del rey don Alfonso y que, por su vida pecadora, había sido enviada a aquella cueva por el Papa Calixto II para hacer penitencia de sus pecados. Es ella la que había dado a luz a la niña Elvira en la choza de Ennego.

  Suben todos a la cueva para darle la noticia de la liberación de su hija, pero la encuentran agonizando. Pero Alonso, enviado del rey de Castilla para acompañar a la desterrada, nada puede hacer por salvarla. Y arrepentida de sus pecados, expira doña Urraca, a la que se había ordenado que hasta el día de su muerte no viera a sus hijos, y que no pudiendo contener sus ganas, bajaba por las noches con una tea para, por lo menos, enterarse por el tutor de cómo iban.

  Y, según dice la leyenda de Aramayona, el recuerdo de la penitente Mari Urraca fue transformándose en la mente del pueblo, y de una pobre mujer haciendo penitencia por sus pecados, se convirtió en una misteriosa Dama que, dentro de una nube, bajaba al llano a llevar el consuelo y el alivio al afligido.

 

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