Hace cientos de años había una ciudad muy bonita, de
calles rectas y elegantes edificios. Fue la antigua Saposoa.
Esta ciudad se encontraba muy cerca de las nacientes
del río Saposoa, pero años después, en la época de la Colonia,
el capitán español Lope de Aguirre," aventurero y
ansioso de riquezas, llegó a ella. Los habitantes, al verlo
con barba, ojos azules y regia vestidura, se llenaron de espanto
y se refugiaron casi todos en la iglesia, cuyos ornamentos
e ídolos estaban fabricados de oro y plata.
El capitán Lope de Aguirre, que tenía el brazo derecho
más largo que el izquierdo y una estatura considerable,
aprovechó el temor de los moradores y se dirigió al templo
donde estaban reunidos; ante su presencia los pobladores
huyeron despavoridos a! bosque. Lope de Aguirre entró a
la iglesia y, cogiendo los ídolos de oro, salió. Cerca de la
puerta del templo había un pequeño charco, donde Lope,
agobiado por el peso de su carga, dejó caer un ídolo, el
cual se sumergió en el fondo. Y pocas horas después el
pequeño charco se fue agrandando, con un remolino de
espumas en la superficie. Este pequeño charco, convertido
ya en una laguna, tenía como madre a un toro negro
que salía por las mañanas y tardes a bramar furioso.
Lope de Aguirre, llevando los ídolos que le quedaban,
se dirigió a Loreto.
La ciudad fue tragada por la laguna. Los moradores
bajaron por el río, en balsas y canoas, en busca de un
sitio apropiado para fundar un nuevo pueblo, y llegaron
al lugar comprendido entre el río Saposoa y el riachuelo
Balsayacu, donde se establecieron, paraje que se
conoce ahora con el nombre de El Ingainal, porque hay
allí muchos árboles de ingaina. En este lugar, sin embargo,
vivían mortificados por nubes de vampiros. En
tales circunstancias, los indios lamistos," atraídos por
la caza, hicieron su campamento en un hermoso lugar,
a orillas del río Saposoa. Y mediante un entendimiento
con estos indios, los pobladores de El Ingainal bajaron a
establecerse en ese sitio, dando origen a la actual ciudad
de Saposoa.
La antigua ciudad de Saposoa está, pues, encantada, convertida
en una inmensa laguna, adonde nadie puede llegar.
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