Dos mujeres salieron a recoger maíz. Como la cosecha era poca, pidieron
ayuda a un joven que pasaba. Éste, aprovechando la ocasión, llenó
también su bolsa. Al llegar a su casa, dio el maíz a la abuela para que
le hiciese tortas, que comió alegremente con sus amigos. Terminado el
festín, pensaron que la abuela podría contar a sus madres lo que acababan
de hacer, y decidieron cortarle la lengua.
Realizado esto, aterrados de su acción, se dispusieron a huir. Llamaron
un piodudu, al pájaro picaflor, y le encargaron que subiese una
cuerda y la atara al cielo. Lo hizo así el pájaro y los muchachos empezaron
a trepar por ella. De pronto aparecieron las madres y también
comenzaron a subir, en busca de sus hijos. Éstos ya habían llegado al
cielo, y el ladrón de maíz, que iba el último, cortó la soga. Las mujeres
cayeron.
En castigo, los muchachos fueron condenados a permanecer para
siempre en el cielo, con los ojos fijos en la Tierra, buscando a las madres.
Esas brillantes pupilas son las estrellas.
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