En una ocasión el rey Esneferu —faraón bien documentado por inscripciones
históricas y prolífico constructor de pirámides en Meidum y Dahshur— vagaba por el
palacio, frustrado de aburrimiento. Manda entonces buscar a Dyadya-em-anj, su
sacerdote y lector en jefe. En egipcio antiguo este título se llama literalmente "El que
porta el libro ritual"; en otras palabras, se trata de un funcionario designado para
llevar los papiros ceremoniales, normalmente en ocasiones rituales y funerarias. Esto
podría tener lugar al declamarse la liturgia en un templo o al recitarse el ensalmo para
"abrir la boca", junto a la tumba en la que el cadáver momificado obtiene ciertas
facultades vitales que le han sido devueltas mágicamente.
En este caso particular, sin embargo, Dyadya-em-anj tiene en la corte el papel de
mago, cuyos secretos ensalmos están escritos en el papiro que lleva. Esneferu pide a
su mago que le dé algunas ideas para aliviar su tedio. Dyadya-em-anj sugiere que el
Rey necesita una bocanada de aire fresco en el delicioso entorno del lago del palacio,
donde los ánades y el paisaje se combinarán para que cobre ánimos, sobre todo si
algunas hermosas muchachas del harén real reman por el lago frente a él. El Rey
piensa entonces que es una brillante idea y manda fletar una barca con veinte
muchachas que no hayan dado a luz, cuyos cabellos estén finamente trenzados y
cuyas figuras sean adecuadamente curvadas. Todavía más excitante para el Rey es su
propia orden de que en vez de llevar sus vestidos normales de hilo, las muchachas
sólo deben llevar mallas de cuentas de fayenza. Se les dan unos remos previamente
recubiertos con láminas de oro y empiezan a remar de un lado a otro ante el Faraón
que las observa.
Todo va bien hasta que la remera de delante, al jugar con su cabello trenzado,
pierde un broche para el pelo hecho de turquesa de gran calidad en las aguas del lago.
(Se encuentran algunos de estos broches de pelo con forma de pez en colecciones de
museos.) Trastornada la muchacha deja de remar, y así hace que la barca se quede
parada. Cuando Esneferu se entera de lo sucedido, se ofrece para sustituir el broche
perdido para que puedan seguir remando, y envía expediciones a las minas de
turquesa de la región de Maghara en la península del Sinaí, obteniendo otro broche de
esta forma. Usando entonces una expresión coloquial, la chica le responde: "Prefiero
mi olla a uno como éste", lo cual significaba que la turquesa perdida era de calidad
excepcional, e imposible de ser sustituida. De forma petulante, el rey Esneferu se
dirige entonces a su mago y le dice, más o menos, que dado que la excursión fue idea
suya, a él le corresponde solucionar el problema. Obedientemente, Dyadya-em-anj lo
hace recitando un ensalmo mágico (que, de forma irritante, no revela el papiro). El
lago tiene unos 6 m. de profundidad y, debido a las palabras mágicas, la mitad de él
asciende para formar un muro de agua de 12 m., dejando bien visibles el fondo y el
broche. Dyadya-em-anj lo recupera, se lo devuelve a la chica, y con otra fórmula
mágica devuelve el lago a su situación anterior. Todo lo cual se convierte en una
excusa para celebrar una fiesta en la que divertirse, y Dyadya-em-anj es bien
recompensado por sus poderes mágicos.
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