domingo, 24 de marzo de 2019

DESCUBRIMIENTO DEL POTOSÍ

EL Inca Huayna Capac, tal vez el más poderoso y sábio de los que produjo la
familia real incásica, salió una vez del Cozco, acompañado de un ejército de
30,000 guerreros y se dirigió al Sur, proponiéndose conquistar nuevas comarcas y
reinos que agrandasen el poderoso imperio de los hijos del Sol.
Llegados á el alto Perú, muchas fueron las naciones que voluntariamente se
sometieron al vasallaje; conocían perfectamente que eran invencibles las armas de los
conquistadores y sabían que del sometimiento voluntario solo les resultarían
beneficios.
En sus excursiones llegó á Tarapaya y después de bañarse en las aguas de la gran
laguna sagrada hecha construir por el Inca Maita Capac pasó á situarse en
Cantumarca, pueblo que existe aún en las proximidades de la ciudad de Potosí, donde
mandaba entonces una reina llamada Colla ó Coilla (Mina de Plata).
Asegurada con facilidad la soberanía del Inca en la comarca; que era el tal
gobernante muy diestro en someter á su capricho las beldades reinantes de los
pueblos convecinos, admiró el gran cerro que tenía á su frente, cuya hermosa
configuración y las tonalidades multicolores de sus faldas, sombrean á veces
caprichosas nubes, dejando ver en lo alto la elevada cúspide coronada de nieves
eternas.
La belleza del cuadro y el significativo nombre de Potoxi, que daban al cerro los
naturales y que quiere decir Manantial de plata picó la curiosidad del Inca, que
mandó varias expediciones compuestas de vasallos á explorar aquellas cumbres.
Los naturales avisaron á los expedicionarios que el cerro era sagrado y que no
tardaría en manifestar su enojo, porque hubiesen hombres tan audaces que se
permitieran escalar sus faldas y averiguar sus secretos.
Huayna Capac insistió en su orden, haciendo presente que su voluntad y su poder
emanaban de Pachacamac y que era hijo del Sol. Estas afirmaciones parecieron
tranquilizar un tanto á los naturales de Cantumarca, pero apenas los expedicionarios
habían empezado á escalonar las cuestas, una tormenta se formó en la altura y se
desencadenaron relámpagos y rayos acompañados de ruidos aterradores que
resonaban siniestramente dilatando sus ecos por las hondas cavidades de los cerros.
La reina Colla aterrada, vino entonces á presencia del Inca y le dijo
afectuosamente: «Poderoso señor del gran Imperio, Pachacamac, espíritu del mundo,
ha destinado esas riquezas para otra gente llamada Viracocha y te pido no insistas en
mandar á las cumbres tus vasallos, pues el Sol dejará de alumbrarnos.»
Huayna Capac accedió al pedido de la
reina y mandando á su gente que volviera,
ordenó que ningún indio subiese á la
montaña en adelante.
Pasó mucho tiempo.
Una tarde el indio Hualpa (Gallo) que
no conocía la orden de Huayna Capac,
viajaba por las proximidades de Potosí y
perdió en esos caminos una llama; púsose
á buscarla y le tomó la noche en las
solitarias alturas. Resuelto el pobre mozo á
seguir buscando su bestia tan pronto como
amaneciera el día siguiente, juntó leña y
armó una fogata para calentar su cuerpo
durante aquella noche que era en exceso
fría. Cuando el nuevo día empezó á clarear
preparóse Hualpa para seguir el rastro de
su llama, cuando se apercibió que el fuego
había derretido una cantidad de mineral de
plata que formaba en el suelo una gran
plancha.
Hualpa encontró su llama y volvió á su
casa llevando con sigo la preciada carga y
por mucho tiempo conservó el secreto de
aquella rica mina; pero los españoles
viéndolo poseedor de un mineral cuyo
origen ignoraban lo espiaron y lo
siguieron á todas partes, llegando por fin á
descubrir y apoderarse del secreto del
indio.
Centeno fué el primer español que puso
sus pies en el cerro del Potosí, cuya
celebridad y riqueza ha llenado el mundo
por espacio de tres siglos y mucho nos
tememos que el Hualpa de que habla esta leyenda, sea, por su buena y rápida fortuna,
aquel Hualpa de Yocalla á quien la tradición le atribuye la gloria de haber hecho
construir un puente al Diablo sin que en retribución pudiese el espíritu de las
cavernas conquistarse su alma.


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