jueves, 28 de marzo de 2019

Pan y sus amoríos

Muy semejante a los Sátiros en muchos aspectos era la divinidad campestre Pan, un dios de los pastores y rebaños de ovejas y cabras. Generalmente se le representaba con una parte humana y otra de cabra, con los cuernos, las orejas y las patas de cabra. Asimismo, era caprino de carácter, ya que era lascivo y juguetón, un espíritu de la naturaleza vigoroso y fértil cuyo carácter podía agriarse, especialmente si se le molestaba durante su reposo de mediodía.[56] Uno de sus poderes más característicos, que ha dejado huella en el habla antigua y moderna, es el de infundir «pánico», un miedo salvaje, sin fundamento, que ataca a grupos de personas y les hace comportarse de modo semejante a animales aterrorizados y desbocados.[57] Como dios de las tierras salvajes, de los pastores de ovejas y cabras, le agrada sobremanera frecuentar las praderas veraniegas de las montañas. Como ellos, encuentra solaz en tocar música con su flauta de caña, que recibe de él su nombre (flauta de Pan), así como cantando y bailando con las ninfas.[58] No es, por tanto, extraño que tenga tan especial importancia en la poesía pastoril y, a pesar de que su culto se extiende allende su Arcadia natal, continuó siendo mayormente arcadio. No sabía una palabra acerca de sofisticaciones sociales o morales, dejando de lado la fantasía de algunos eruditos de que su nombre significaba «todo» (lo que significa pan en griego) y de que, por tanto, se le podía considerar un dios universal.[59] La propia etimología es bastante antigua, dado que Platón ya juguetea con ese significado y el Himno homérico a Pan explica que los dioses le dieron ese nombre porque deleitaba los corazones de «todos» ellos.[60] Una etimología más plausible sugeriría que ese nombre viene de la misma raíz que el latín pa-sco y que significaría «el que da alimento» (es decir, el que da de comer a los rebaños). Desde el siglo V a.C. en adelante, aunque la propia noción pueda ser más antigua, hay asimismo menciones de Panes (Panes, Paniskoi) como grupo genérico.
Aunque generalmente se consideraba a Pan hijo de Hermes, los testimonios sobre este parentesco varían mucho, como es normal en un dios de estas características que apenas tiene una relación estrecha con ninguno de los grandes dioses olímpicos. De acuerdo con el Himno homérico a Pan, Hermes le engendró de una hija (de nombre desconocido) de un héroe arcadio, Dríope; y cuando su madre le dio a luz, con patas de cabra, dos cuernos y con la cara cubierta de vello, su nodriza quedó tan asustada que echó a correr y lo abandonó. Hermes, en cambio, estaba encantado con su hijo y se lo llevó al Olimpo envuelto en pieles de liebres montaraces para mostrárselo a los dioses.[61] En fuentes más tardías, se dice a menudo que Hermes lo engendró de una madre muy poco probable, nada más y menos que Penélope, la fiel esposa de Odiseo. De hecho es Heródoto el que cuenta que es ésta la idea común de los griegos.[62] No obstante, es tan rara que es tentador suponer que esta Penélope no era originalmente la misma que la esposa de Odiseo, sino un personaje completamente diferente, quizá una ninfa arcadia o la hija de Dríope mencionada antes. Si no engendró a Pan de Hermes, Penélope lo engendró de Apolo, o de su esposo, o de uno de sus pretendientes o de todos ellos (una idea arriesgada aparentemente inspirada en el hecho de que el nombre del dios puede significar «todo»).[63] Entre otras fantasías, encontramos la que sugiere que fue Zeus el que lo engendró de Hybris (Soberbia), o que un pastor llamado Gratis lo engendró de una de sus cabras.[64]
Pan perseguía sin interrupción a las ninfas de la campiña, como los Sátiros, aunque no comparta con ellos su afición a las borracheras, que desarrollaron por su trato y asociación con Dioniso. Aparece en diversas historias de amor, en las que siempre acaba frustrado: el cuento aludido anteriormente (cf. p. 85) sobre la seducción de la diosa de la luna Selene es, de algún modo, una excepción. La pintoresca historia de Siringe (la flauta de Pan) explica el origen de su instrumento musical favorito. Siringe era una bella ninfa hamadríada que rechazaba a los sátiros que se le acercaban y a los demás espíritus naturales, pues prefería vivir como una cazadora virgen. El día que la vio, Pan concibió un apasionado deseo por ella y cuando se dio cuenta de que ella no quería saber nada de él, la persiguió por los campos hasta que ella llegó al río Ladón, en donde elevó una plegaria a la diosa de su manantial (o a la Tierra) para que la salvara, por lo que al instante quedó convertida en un manojo de cañas. Cuando Pan escuchó el viento soplar a través de las cañas, quedó extrañamente emocionado por ese sonido desolado y entonces creó la primera flauta de Pan (siringe), cortando unas cañas de desigual longitud y uniéndolas con cera. En una versión más racionalista, Siringe era sólo una doncella del campo que desapareció entre las cañas cuando llegó al manantial.[65]
Pan estaba asociado también con los pinos como divinidad de las colinas elevadas, y se decía que le gustaba coronarse con guirnaldas de pino. No resulta, por ello, sorprendente escuchar que se había enamorado de una ninfa llamada Pitis (Pino), un personaje que aparece por primera vez en el poema Siringe de Teócrito. Al igual que sucedía con Siringe, su amor no encontró correspondencia, y Pitis se convirtió en pino cuando huía. Según una versión distinta, Bóreas (el viento del norte) compitió con Pan por su amor y se enfadó tanto cuando ella prefirió a Pan que la mató, despeñándola por un barranco al soplar sobre ella; pero la Tierra se apiadó y la convirtió en pino. Desde entonces los pinos producen un sonido lastimero cada vez que sopla entre ellos el viento del norte.[66] Esta última versión tiene su inspiración, evidentemente, en el cuento en el que Apolo y Bóreas compiten por el amor de Jacinto (cf. p. 217), al igual que la versión anterior está inspirada en el mito de Apolo y Dafne (cf. pp. 216-217).
Pan no se comportó con más elegancia cuando se enamoró de otra ninfa, Eco, dado que ella le despreció a cambio de un sátiro. El resultado fue aún más trágico en esta ocasión, ya que cuando se dio cuenta de que no podía ganarla ni acorralarla, envió a unos pastores enloquecidos que la desmembraron en tantos pedazos que sólo sobrevivió su voz.[67]
Ovidio ofrece una versión diferente de la historia de Eco. Para evitar que sus compañeras ninfas fueran capturadas por Hera mientras coqueteaban con Zeus en las montañas, Eco solía distraerla con un constante ruido de conversaciones hasta que lograban escapar. Cuando Hera se dio cuenta de que la habían engañado, redujo la capacidad de habla de Eco, de modo que la ninfa ya no fuera capaz de expresar ningún pensamiento propio, sino que tan sólo podía repetir las últimas palabras que otros dijeran. Mientras estaba sujeta a esta limitación, se enamoró de un joven llamado Narciso, un hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Leiriope. Le siguió en secreto y finalmente se las ideó para encontrarse con él, pero él la rechazó cuando ella intentó abrazarlo, ya que era frío por naturaleza y ella había estado viviendo sola en los bosques desde antaño. Debido a su intenso amor, fue poco a poco mermando hasta que no quedó de ella más que sus huesos y su voz. Cuando sus huesos se volvieron de piedra, se convirtió sólo en una voz que respondía.
Dado que Narciso había rechazado a infinidad de admiradores, tanto masculinos como femeninos, uno de ellos rogó que él mismo sufriera una pasión no correspondida. Un día se reclinó en una laguna boscosa para beber agua, entonces se enamoró de su propio reflejo y se quedó para siempre en ese lugar, incapaz de separarse de allí, hasta que murió de agotamiento y de deseo insatisfecho. Eco fue testigo de esa pasión desesperada y era ella la que le devolvía el eco de sus suspiros y lamentos. Incluso en el infierno, al menos según Ovidio, continúa contemplando su reflejo en la laguna Estigia. Le lloraron las ninfas de los bosques en el mundo de arriba y cuando su cuerpo iba a ser incinerado, desapareció y en su lugar surgió un narciso.[68] Otras fuentes afirman que la flor brotó de su sangre o que se transformó en ella.[69] Pausanias recuerda una versión más racionalista que cuenta que tenía una hermana gemela que era casi idéntica a él y que, cuando ella murió, para paliar su dolor contemplaba su propio reflejo e imaginaba que era ella.[70]
Quizá la historia más célebre en torno a Pan es la que cuenta que ayudó a los atenienses en la batalla de Maratón (490 a.C.) provocando miedo en los invasores persas. En la noche antes de la batalla, los atenienses mandaron al corredor Filípides (a veces llamado erróneamente Fidípides) para pedir ayuda a los espartanos, que no podían dar apoyo a tiempo, dado que sus leyes les prohibían marchar antes de la luna llena. Sin embargo, Filípides pudo traer de vuelta otro mensaje: Pan le había abordado cuando cruzaba Arcadia y le había indicado que reprochara a los atenienses que no le tuvieran en ninguna estima, dado que era amigo de ellos y en muchas ocasiones anteriores los había ya ayudado y lo volvería a hacer de nuevo. Pan cumplió su promesa y se puso de su parte en la batalla, por ello los atenienses instituyeron un culto a Pan, con un altar bajo la cima de la Acrópolis.[71]
Más curiosa es aún la historia que cuenta la muerte de Pan. En los días del emperador Tiberio, un barco que navegaba desde Italia a Grecia se detuvo por falta de viento cerca de las islas de Paxos y Propaxos, en el noroeste de Grecia. De repente se escuchó que una voz gritaba desde la orilla: «¡Thamuz!». Este era el nombre del piloto del barco, un egipcio, que no respondió en un primer momento pero que finalmente, después de que le llamaran por tercera vez, contestó. La voz le dijo: «Cuando dobles delante de Palodes, cuéntales que el gran Pan ha muerto». Después de una discusión, Thamuz decidió que pasaría navegando sin decir nada si había brisa, pero que, si la calma persistía, obedecería a la voz. Cuando llegó cerca de Palodes, como la calma continuaba, gritó: «El gran Pan ha muerto» y entonces un número incontable de voces rompió a gritar en una mezcla de lamentos y sorpresa. Se dice que los gritos que llegaban desde la playa podían ser lamentos rituales por Thamuz-Adonis; en este caso, el grito «Thamuz el todo grande (panmegas) ha muerto» se puede entender como un malentendido respecto al gran Pan (Pan megas). También es posible que la historia no sea más que una ficción.[72]

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