Como dios de la vida, aparece Quetzalcóatl como el benefactor
constante de la humanidad, y así vemos que, después de haber creado
al hombre con su propia sangre, busca la manera de alimentarlo y
descubre el maíz, que tenían guardado las hormigas dentro de un cerro,
haciéndose él mismo hormiga y robando un grano que entrega después
a los hombres. Les enseña la manera de pulir el jade y las otras piedras
preciosas, y de encontrar los yacimientos de estas piedras; a tejer las
telas policromas, con algodón milagroso que ya nace teñido de diferentes
colores y a fabricar los mosaicos con plumas de quetzal, del pájaro
azul, del colibrí, de la guacamaya y de otras aves de brillante plumaje.
Pero sobre todo enseñó al hombre la ciencia, dándole el medio de
medir el tiempo y estudiar las revoluciones de los astros; les enseñó el
calendario e inventó las ceremonias y fijó los días para las oraciones y
los sacrificios.
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