Esta leyenda está basada en unos versos que se cantaban en la zona de Deba y que datan de principios del siglo XV. Los versos, recogidos por Araquistain en 1865, cuentan la historia de la torre de Alos.
La torre de Alos era una importante casa solariega de Deba. Su dueño, Beltrán Pérez de Alos, se casó dos veces. De su primera mujer tuvo a una hija, hermosa y buena, a quien llamaron Uxue.
Al quedar viudo, el señor de Alos volvió a casarse y, tal como a veces sucede en los cuentos de hadas, la nueva señora no quería a Uxue, pero nada dejaba traslucir en presencia de su marido. El padre adoraba a su hija, y era correspondido por ésta.
Un día, Beltrán de Alos tuvo que partir a la guerra, y estuvo siete largos años lejos de su casa. A punto de regresar a sus tierras, recibió una carta de su mujer diciéndole que Uxue, la dulce paloma, había tenido un hijo ilegítimo, un hijo sin padre, y había llevado la deshonra a la torre de Alos.
Con el corazón triste, Beltrán regresó a su hogar. Ya se divisaba la torre a lo lejos cuando el señor de Alos decidió hacer un alto en una posada. Estando allí, entraron dos hombres comentando las últimas noticias.
—Parece que el señor de la torre vuelve de la guerra... —dijo uno.
—Sí, ¡y buena sorpresa va a llevarse! —añadió el otro—. Dejó a dos y ahora hay tres en la casa.
Beltrán no quiso oír más y se dispuso a salir de la posada, cuando escuchó de nuevo a los dos hombres.
—Dicen que el niño es hijo de Uxue.
—Eso dicen, pero el niño se parece más a la señora.
Preocupado por lo que acababa de escuchar, Beltrán decidió averiguar la verdad y, simulándose muerto, hizo que sus hombres lo llevaran a la torre. Pronto se extendió la noticia, y el lugar se llenó de parientes y amigos que lloraban la pérdida de tan noble señor.
En aquel entonces, era costumbre velar el cadáver durante la Gau-illa, la vela mortuoria, y los presentes, uno por uno, se acercaban al ataúd y decían lo que pensaban sobre el difunto en voz alta.
Uxue se acercó cuando le llegó el turno y besó la frente de su padre, luego entonó unos versos en los que ponía en evidencia que el niño nacido en Alos era hijo de la mujer de su padre y de un primo de éste, apodado “Cuervo Negro”.
Ya iba a abalanzarse el culpable contra Uxue para matarla y evitar así que continuase hablando cuando Beltrán de Alos, levantándose del ataúd, ante el estupor de todos, atravesó a “Cuervo Negro” con su espada y lo mató.
Endechas de Don Beltrán de Alos (siglo XV)
Etxe eder leiho gabe onetan,
Ez naiz sartu zazpi urte aubetan,
Eta zortzigarrenian
Neretzat zorigaitzian
Aita Beltranen iltzian
Ama-andria nena nizaz
Bi erdi egin zanian,
Milla olio iII eta
Ezkaratzian
Zaspi zezen korritu ere
Enparantzlan,
Ni ere banenguen
Lumatxo artian
Eta nere ama-andria
Urre gortiña artian.
Gero Bidania guztian
Bat zen erorik eta zororik
Aita-jauna neriak aura
Senartzat eman dit,
Baña ez nuke trukatuko
Obiagoagatik.
Aitajauna neriak
Niri eman zidan
Imiñan dotia,
Ama-andriak ere ixillik
Bere partia
Lenen gabian
Begiak biotzak luen mendian,
Baita berriz ere bigarrenian:
Irugarrena igaró baño len
Ondo poztu ziñan
Alos-torria
Eldu zalako neregan semia
Alos-torria! Bai Alos-torria!
Alos-torreko
Eskallera luzia
Alos-torrian
nenguanian
Goruetan
Bela beltzak kua kua
Leiuetan
Andik jaiki eta
Urre gozuazjo nuan
Baña andik laster
Berri gaiztuak jo ninduan.
Zaldunak esan zion:
—Ixil! ixil!, Ama dollorkumia
Ez dela oh zure
Esateria
—Ixil, ixil zaldun odol
Txarreko gastia,
Ala ere gutxiago zan
Zure eginpidia
Aizpa ederrak or daude
Ederrik eta galantik
Aatz ederrak erastunez
Beterik,
Ez daukatela mantubetan
Zulorik.
Ala ere gutxiago
Begietan negarrik
Ama-andriari ere bal
Poza dario:
Nere biotzari bakarrik
Mindura jario!
Alta-ja una neria
Gaztelan zanian,
Ixil askorik jaio zan
Alos-torrian semia.
Eta ala-ere ixillagorik
Dago bakian
Azitzen Zarautz aldian
Gure jatorriaren
loitukerian;
Ai! au mindura beltza,
Ai! nire lotsa!
Alabak negarra ta
Aitak lurotza!
Zeñek loitu zaitu zu,
Alos-torria ?
Ai! nere Aita maite,
Aita maitia!
lltzia ondo egin dezu
Aita-jaun maitia!
Siete años van que no entro
en esta hermosa casa sin ventanas,
y al octavo,
para mi desgracia, entro
a la muerte de mi padre Beltrán.
Cuando me parió
mi señora madre
se sacrificaron
ocho mil gallinas
en la cocina, y se corrieron
siete toros en la plaza.
Me tenían
entre plumas,
y entre cortinas de oro
estaba mi madre.
El único loco maniático
que hubo en Bidania,
me lo dio mi padre
luego por esposo.
Pero no lo cambiaría
por otro mejor.
Mi señor padre
me dio la dote en celemines;
y también mi señora madre,
a escondidas, su parte.
La primera noche
el corazón y los ojos
cayeron bajo el sueño;
también la segunda;
antes de acabar la tercera,
sin embargo,
bien te alegraste,
Torre de Alos,
que engendré un hijo
en mis entrañas.
Torre de Alos!
Ay, Torre de Alos!
La larga escalera
de la Torre de Alos!
Cuando hilaba yo
en la Torre de Alos
crac, crac, crac
graznaban los cuervos
en tus ventanas.
Al levantarme
hilé con la rueca de oro;
pero pronto me llegaron
malas nuevas.
Le dijo el caballero:
—Calla!, madre traidora,
que no has de
decir eso.
—Calla!, joven caballero,
de mala sagre!
Menor era tu obligación.
Ahí están
mis hermosas hermanas,
lindas y bellas,
sus dedos cubiertos
de anillos:
sin rotos
en sus capas.
Y menos aún, lágrimas
en sus ojos.
También su señora madre
rebosa de alegría:
Sólo mi corazón
llora afligido!.
Cuando mi señor padre
estaba en Castilla
bien en secreto nació
una criatura
en la Torre de Alos.
Y en mayor secreto está
todavía creciendo en paz
por la parte de Zarauz,
para deshonra
de nuestro linaje.
Ay, negra aflicción,
deshonra mía!
Que la hija llora,
y su padre
descansará bajo tierra!
Quién te deshonró,
Torre de Alos?
Ay, padre mío,
mi padre querido!
Hiceste bien, muriendo,
padre mío, tan amado!
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