jueves, 7 de marzo de 2019

LA PLAYA DE LOS CONTRABANDISTAS

Cerca de la torre de Hércules hay una playa en la que la mar ha creado unas cuevas naturales. No
se sabe de dónde salió la tradición, pero era cosa tenida por cierta que esas cuevas estaban
habitadas por brujas o mouras (que no se ponían de acuerdo) y que celebraban en ellas sus
aquelarres y sus fiestas demoníacas. Lo cierto es que muchos habían visto luces, como de
antorchas, ciertas noches, por esos parajes. Y no andaban errados, si no es de entendimiento:
Pues los que portaban las antorchas no eran sino raqueiros y contrabandistas, que usaban las
cuevas como escondite para sus ilícitos botines.
Las cosas se complicaron cuando un charlatán dijo ser brujo, y engañó los crédulos afirmando
que en esa playa maldita podía invocar al Maligno y conseguir de él favores para todos. Y se creó
un coventículo secreto de satanistas, y empezaron a reunirse en las noches sin luna en la playa de
los contrabandistas, realizando extraños rituales, como degollar una gallina negra, y dejar que
gota a gota su sangre cayera sobre una hoguera, mientras se agitaba en el aire una vara de ciprés
joven cortada por una virgen de no más de quince años... Todo ello mientras los oficiantes
rezaban una letanía formada por latinajos incomprensibles, vestidos con túnicas negras sin nada
debajo (que muchos fueron los catarros que se cogieron por culpa del relente).
Hartos de todo esto, finalmente los contrabandistas resolvieron su problema... no sin cierto
sentido del humor: Una mala noche  los contrabandistas salieron
de las cuevas, disfrazados con túnicas de saco y las caras renegridas con hollín, con cuernos de
cabra atados en la frente y nudosos bastones en las manos. Dieron una paliza de muerte a todo
el que no salió a tiempo por piernas, les despojaron de todos sus bienes, y a las mujeres que allí
estaban, también de su honra.

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