Habiendo el dios que los peruanos llaman Pachayachachic, que
quiere decir maestro y creador del mundo, y el dios invisible, creado
el mundo y en el mundo los hombres, le fueron menospreciando, porque
unos adoraban ríos, otros fuentes, montes y peñascos, y los hacían
iguales a él en divinidad; sentía mucho el dios Pachayachachic semejante
delito y les castigaba con rayos esta injuria. El castigo no enfrenaba
su iniquidad, y así irritado del todo les arrojó tan gran aguacero
y tan inmensa cantidad de agua que ahogó todos los hombres y de los
cuales se escaparon algunos (no culpados) permitiéndoles este dios que
se subiesen en altísimos árboles a las cimas de los encumbrados montes
y se escondiesen en cuevas y grutas de la Tierra, de donde los sacó
cuando el llover había cesado y les dio orden que poblasen la Tierra y
fuesen dueños de ella, viviesen alegres y dichosos. Ellos, agradecidos a
las cuevas, montes, árboles y escondrijos, los tenían en gran veneración
y les comenzaron sus hijos a adorar, haciendo a cada uno ídolo y huaca.
He aquí el origen de tanta multitud de adoratorios y huacas; que fue el
decir que cada familia que a su progenitor amparó tal monte, árbol o
cueva, enterrándose donde estaba enterrado su progenitor. Volvióse su
dios a enojar e indignar y convirtió a todos los iniciadores de estas adoraciones
en piedras duras, porque eran tan necios que ni rayos de fuego,
ni grandes diluvios de agua podían enfrenarlos. Hasta entonces no había
el Pachayachachic creado al Sol, la Luna y las estrellas, y fuelas a
crear al pueblo de Tiahuanaco, a la laguna Titicaca (...).
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