PAYEYÚ, Payeyú!…[2] dijo la joven de la choza al viejo de tez cobriza y cabello
ceniciento que estaba acurrucado á la orilla del fuego moribundo del centro del hogar.
El cielo está ara-i[3] y del bosque se levantan inmensas humaredas, semejantes á
nieblas de invierno.
Hija mia! repuso el agorero, tendiendo lentamente hacia la entrada su brazo negro
y descarnado, para poder retirar la puerta de cuero y mirar al cielo. «Es que esta
noche vá á venir el alma de Kalila que anda penando y llora en las sombras su amor
desgraciado.»
Después de un breve instante, el viejo continuó su relato en esta sencilla forma,
única posible, tratándose de indígenas.
«Los barcos de los guerreros blancos surcaron las aguas del rio grande y esos hijos
de Aiñac[4] vinieron á nuestras tierras, formando fuertes y murallas para no pelear á
campo abierto, se apoderaron de nuestros campos de las frutas silvestres que madura
nuestro sol, de los animales de caza y de las aves que poblaban los bosques; se
adueñaron cuanto estaba al alcance de sus manos y también quisieron someter á
esclavitud á los valientes Caracarás.[5][6]
«Imposible!
«Los hijos del aire resolvieron echar al invasor, como lo habían hecho tantas veces
con los Halcones blancos, los Guaicurues[7] los Yajaes, y cuantos pueblos ocupaban
las comarcas vecinas. Fueron pues á atacarlos por tierra y agua, favorecidos por la
oscuridad de una noche de tormenta.
«Pero los hijos del mal espíritu sabían poner en su favor los rayos, las centellas y
todas las furias del cielo![8]
«Murieron muchos de nuestros viejos; y otros llevaron sus familias huyendo de
todo mal, al centro de la Iberá.[9]
«¿Cómo librarse del furor de Aiñac?»
No de otro modo, el ave de los vientos, perseguida y despojada del tranquilo nido,
busca en los ignorados bosques su guarida;
Payeyú!… dijo la joven india, cuenta cual fué la historia de Kalila, cuya sombra se
oculta en las tormentas!
Y el anciano, evocando recuerdos, que para el venían mezclados á los fríos
espectros de los que sucumbieron, reanudó así su interrumpido cuento:
«Kalila fué la joven mas hermosa que puede imaginarse. Vivió en los viejos
tiempos en que los pueblos se ponían con orgullo el nombre de las aves sagradas
según su valor en la pelea.»
«Las tierras que pisamos y que se extienden, pobladas de bosques y de caza, á los
vientos del cielo; eran entonces de los valientes Cara-carás, nuestros abuelos, y de
esa raza fué Amairá, mozo que tenía el secreto de hacerse amar cantando ó tocando la
flauta de caña.[10]
«Muchos dicen que Amairá no pertenecía al mundo de los vivos, sino al de los
espíritus que se mezclan á nosotros en esta vida, pues siendo hombre cómo no amar á
Kalila?
«Las muchachas de la tribu se juntaban á bailar en un campo florido, á la orilla de
la Iberá. Allí se hacía coronas de flores del campo para los jóvenes cantores, entre los
que sobresalía Amairá, á quien Kalila coronaba.
«La fiesta alegre duraba poco, la noche pronto escondía el bosque y el campo
entre sombras. Entonces Amairá hacía sonar de un modo extraño su instrumento,
imitando el canto del Caburé[11] cuando reune á todas las aves. Aparecía en ese
momento entre nubes de espuma un gran animal blanco semejante al tapiro, pero que
tenía patas de tigre y cola de zorro, el que sumiso se hincaba á los piés de Amairá.»
«La fiesta había concluido; el moceton montaba en su tapiro blanco, que respiraba
llamas de fuego y se perdía ligero.»
«Amairá no se ocupaba mas de volver la cabeza á la rueda de jóvenes que lo
llamaban y le arrojaban flores.»
«Después que se perdía el ginete en las sombras aún se oían las últimas palabras
de su canto.
«Kalila pensó un dia que era muy triste vivir sin ser correspondida en un amor tan
grande.
«Después de ver á Amairá, era imposible amar á otro hombre.
«Se había fijado en que el tapiro seguía siempre un camino para ir á la Ibera y
resolvió seguirlo y entregarse á su amante ó quitarse la vida con una flecha que
envenenó á propósito y que llevaba oculta entre su manta de pieles de conejo.
«Los caminos del ciervo y de los cazadores permitían internarse, sin dificultad,
hasta un sitio de espinas de Ñapinday[12] tupidas ramazones y espadañas; allí detuvo
su marcha, pero á media noche cuando cantan las gallinetas, mientras que la luna se
filtraba clarísima por entre las ramas del Urunday[13] Kalila oyó una voz lejana y
extraña acompañada de trinos agrestes de muchas aves reunidas. Caminó hacia el
sitio de donde la música salía; de pronto, vió en el borde del lago una pequeña
glorieta cubierta por las olorosas flores del Manduruyú. En el centro sobre pieles de
tigre, estaba reclinada é indolente una hermosa mujer de la raza de las hijas de Aiñac.
Sobre sus blancos senos, dando la espalda al sendero, adormecido y amante veíase al
indiferente Amairá.»
«La yaguareté[14] embravecida al verse sin sus crias, no junta en el corazon tanta
ira y deseo de vengarse como asaltó á aquella débil mujer, hija del bosque, enardecida
por el desengaño.
«Kalila desesperada sacó de entre su seno la flecha envenenada y corrió sobre
Amairá dándole muerte y dándosela ella, casi al mismo tiempo.
«Los dos cuerpos rodaron juntos al fondo del lago, miéntras que una tormenta se
desató de pronto entre centellas, oscuridad y rayos.
«Kalila no había sido amada en la tierra, pero su rival desconocida, no gozaría en
adelante de un amor que era suyo.»
«Desde entonces las tormentas en noches de luna, vienen acompañadas de truenos
y ruidos extraños: también sucede que las aguas del fondo de la Ibera suben y se
atropellan bramando como fieras.
«Es que lo ocurrido en la glorieta se repite: con la diferencia de que ahora la mujer
blanca tiene los cabellos canos, muy canos, y se convierte en lobo dañino, mientras
que el alma de Kálila, siempre hermosa y acariciada por los cantos de Amairá,
recorre la tierra en las primeras nubes de la tormenta repartiendo las gotas de su llanto
á las flores que abren á su llegada.»
Kalila es, para los pueblos Guaraníes, la sublime encarnación del amor puro, que
no correspondido en la tierra, desaparece con la vida, pero no se extingue para las
inmortales vibraciones del espíritu.
A media noche la llama del hogar se había pagado, como la voz del viejo que
dormía, y todo estaba quieto en torno de la pajiza vivienda del indio.
Pudo verse entonces, á favor de la luz de los relámpagos á la doncella enamorada
que de pié, arrimada al muro de maderas rústicas, miraba atenta al cielo, buscando tal
vez en las profundidades do la tormenta con aquellos dos grandes ojos negros, la
imágen de Kalila: miéntras que las gotas de la lluvia mojaban y esmaltaban su rostro
juvenil y sus mal cubiertos senos.
[2] Padre de los amuletos y de las supersticiones. <<
[3] Cubierto de cielitos ó pequeñas nubecillas. <<
[4] Espíritu del mal (así llamaban á los españoles). <<
[5] Fundación de la Ciudad de Corrientes. <<
[6] Tribu guerrera que ha tomado su nombre del carancho, ave de rapiña menor que el
Aguila. <<
[7] Aguilas. <<
[8] Alúdese al uso del arma de fuego que emplearon los Españoles para contrarrestar
el asalto de los Caracarás en el sitio donde actualmente se levanta La Columna
Corrientes. <<
[9] Agua que brilla. Gran laguna del centro de Corrientes. <<
[10] El Caramillo, (instrumento del dios Pan) y de la Mitología de todos los pueblos
primitivos. <<
[11] Rey de los pájaros (ave rapaz). <<
[12] Planta de la familia de las Acacias. <<
[13] Quebracho. <<
[14] Féliz-Onza (vulgarmente Tigre). <<
No hay comentarios:
Publicar un comentario