EN las noches de tormenta se oye en las proximidades de la laguna Iberá, el
ruido sordo y lejano de prolongados lamentos, el quejumbroso acento de voces
lastimeras, las súplicas dolientes é informes de espíritus ó séres reales que vagan en
las sombras ó viajan cabalgando en los relámpagos, precipitándose ó huyendo
caprichosamente entre jigantescos espectros de titanes ó monstruos formidables que
con sus roncos y poderosos bramidos hacen temblar el cielo, chocarse las aguas y
conmover la tierra en sus sólidas bases.
Los tímidos moradores de esas extensas comarcas aseguran haber visto muchas
veces, en medio de las grandes convulsiones, al padre de las aguas; que es un horrible
y repelente enano, de largas y blancas barbas, que viste un traje de pieles de
carpincho y sacude violentamente una larga, y desgreñada melena roja.
El misterioso sujeto ha radicado sus dominios en el interior del lago y como es
muy enamorado se ocupa exclusivamente en agrandar y enriquecer su serrallo,
haciendo víctimas, valido de medios ingeniosos, en las proximidades de las chozas,
en las fuentes ó en los riachos, donde en los dias de calma, las doncellas indias,
desprevenidas é incautas, suelen presentarse, á llenar de agua sus cántaros.
É- Yara se transforma en estos casos en un precioso flamenco y afectando el gentil
paso del ave de plumas encarnadas, avanza suavemente hasta un sitio muy próximo á
la inexperta joven, que si no conoce el peligro, infaliblemente vendrá á apoderarse del
flamenco, con cuyas delicadas plumas, se forman preciosos adornos.
El brujo, que aun transformado posee el secreto de dar nueva forma á cuanto toca,
reduce la doncella áun diminuto tamaño, la carga sobre sus alas pudorosas y
levantando el vuelo mientras que la acaricia, va á depositarla en el apartado sitio
donde no hay criatura humana capaz de penetrar.
Los indios ó naturales que internándose en los esteros, cortan y juntan la preciada
hoja de la espadaña, que ha de servir mas tarde para formar la amable techumbre del
rancho de los moradores de la campaña, aseguran haber visto al enano, convertido en
penitente, jirar por ciertos parajes de la Iberá, seguido de mas de quinientas hermosas
y pequeñas mujercitas.
Otras veces, al caer la tarde, el misterioso flamenco, surca las aguas quietas de la
laguna moviendo perezoso sus patas de coral y llevando sobre las rizadas plumas de
sus alas, rosadas como la ilusión del placer, algunas de sus encantadoras miniaturas,
las trasporta de uno á otro sitio, miéntras que ellas en dulce lascitud, abandonadas
sobre las potente^ alas entonan canciones de amor, llenas de dulce melancolía, hasta
que llega la media noche y el Chajá molestado en su sueño de pájaro, lanza
estridentes gritos.
Entonces el enano y su corte desaparecen, para ir á ocultarse en la isla misteriosa
donde está radicado el serrallo y la extensa laguna queda de nuevo silenciosa,
durmiendo en su eterno misterio.
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