jueves, 7 de marzo de 2019

HIRU OLATUAK (Las tres olas)

Hace muchos años, había un grumete de nombre Tomas que trabajaba en un barco de pesca en
Deva. El capitán y propietario del pesquero, tío paterno del muchacho, también se llamaba
Tomas y había tomado a este bajo su custodia a raíz de la muerte de sus padres.
El joven grumete acababa de cumplir los dieciocho años y tenia por compañero de pesca a un
muchacho de quince años que respondía al nombre de Bilinch.
Tomas el capitán era un excelente marino que conocía todos los escollos, las resacas, las calas y
los cabos de la costa. Rudo y duro, por otra parte, como viejo lobo de mar que era tenia el
corazón mas noble y mas generoso que se pueda imaginar. En su juventud, había contraído
matrimonio con una muchacha a la que amaba profundamente y tenían una hija amable y buena
como un ángel, cuya edad seria mas o menos que la de su sobrino.
El año de nuestro relato, Tomas y sus pescadores atravesaban una situación de extraordinaria
mala suerte. En vano se esforzaban por llegar los primeros a los caladeros, las redes solo
capturaban peces muertos o demasiado pequeños y de escaso valor. Mientras que al lado de
ellos, las otras embarcaciones se veían obligadas a arrojar por la borda todo el lastre para hacer
sitio a la pesca. Si, para conjurar la suerte, partían los últimos, veían luego volver a los demás
barcos llenos hasta los topes mientras que el de Tomas y su gente danzaba y saltaba ligero al
menor soplo de brisa.
Y esto se repetía día tras día. Era inútil emprenderla contra el barco, que no podía ser mejor, ni
contra las redes, que habían sido seleccionadas con el mayor de los cuidados, ni contra la
tripulación, compuesta por los marinos mas aguerridos de la costa vasca. Todos estaban
desesperados, trabajaban tres veces mas que los demás y no dejaban de lado ningún banco de
pesca. El patrón conocía la zona al detalle y acudía incluso a los caladeros marginales donde solo
acudían los barcos franceses.
Una noche, Bilinch y el grumete Tomas estaban en el muelle de Maspe preparándose para la
salida del barco, que por lo común se realizaba entorno a las tres de la mañana. Al terminar la
labor, se dieron cuenta de que todavía les sobraba mucho tiempo y se tendieron sobre la
cubierta.
Tomas se durmió profundamente pero... de golpe fue despertado por Bilinch, que le tiraba del
brazo con violencia y cuyo rostro reflejaba una terrible angustia.
-¿Que sucede? - le pregunto Tomas con inquietud
- ¿No las has visto? ¿No las has oído? - murmuro su compañero con los ojos desmesuradamente
abiertos
- ¡Eran ellas..., ellas! - grito Bilinch
- Pero ¿Quienes? ¿Quienes?
- María y... la otra... ¡Tomas, no las sigas mirando!
Asustado mas allá de lo imaginable y no comprendiendo nada de lo que oía, Tomas iba a pedirle
a su amigo mas explicaciones cuando sonó la señal de partida para los pescadores.
- ¡Vayámonos! ¡Vámonos Tomas que nos esperan!- chillo Bilinch -. Cállate Tomas y vamos que
nos esperan.
En efecto, las tripulaciones se apresuraban sobre el muelle, preparando las embarcaciones.
Súbitamente, Bilinch salto a tierra y comenzó a correr en dirección al pueblo, pero en el camino
se topo con el capitán y los demás marineros, al verlos se arrojo al suelo chillando:
- ¡No puedo! ¡No quiero! ¡No iré a la mar!
Un pescador lo levanto del suelo tirándole de la oreja, luego le llevo a rastras al barco y lo arrojo
sobre cubierta.
- ¿Que sucede? - pregunto el patrón.
- Sucede que este bribón hoy quiere ir a pescar pájaros - respondió el marinero.
- Es eso posible, Bilinch?
- Dice que el mar le hace mal y que quiere renunciar a este oficio... ¡Tal vez quiera hacerse
inscribir como candidato a un obispado!
Mientras tanto, el pobre muchacho se retorcía a los pies del capitán suplicando que lo dejaran
volver a tierra. Los marineros, no viendo en su conducta mas que una comedia para no trabajar,
comenzaron a burlarse de el preguntándole si había enamorado el corazón de una gran dama o si
esperaba la herencia de algún tío rico.
En ese momento, el grumete Tomas. todavía impresionado por la extraña manera en que Bilinch
había interrumpido su sueño, se acerco a su tío y le hablo en voz baja. El hombre, bueno y
compasivo a pesar de su rudeza, impuso silencio a los marineros y dijo al muchacho:
- Veamos chico, cálmate y dinos porque no quieres salir con nosotros al mar como todos los
días.
- ¡Oh, patrón! no puedo decírselo. Pero le aseguro que no puedo y no debo de acompañarles
hoy.
- Lo que me dices no es suficiente, muchacho. Estas contratado para toda la temporada y no
puedes ausentarte un solo día si no hay una buena razón para ello.
- Tengo una, patrón...
- Estoy dispuesto a creerte si nos dices cual es:
Bilinch bajo la cabeza un momento antes de responder...
- Me han dicho que si hoy salgo al mar, pereceré ahogado...
- ¿Como?
- ... a causa de un naufragio
- ¡Pero si tu te ahogas, toda la tripulación morirá contigo!
- Ya lo se, por eso no debe permitir que el barco zarpe hoy.
- Chico, chico, lo que dices no es serio. O te estas burlando de nosotros o es que sabes algo
importante que también nos concierne a todos. En este ultimo caso debes decirnos quien te ha
advertido y cuales son los peligros que nos acechan.
- ¡Eso es precisamente lo que no puedo decirle!
- Bien. En ese caso deberás de afrontar los mismos peligros que nosotros.
- ¡Por favor patrón!
- ¡Basta ya! Tu vida no vale mas que las nuestras.
Y tomando el timón, el patrón dio la señal de partida con voz grave:
- ¡Tirad fuerte muchachos! ¡Aurrera mutilak!
Al instante, treinta remos atravesaron las aguas y el barco zarpo firmemente impulsado: cuando
ya había recorrido un buen tramo, Bilinch, que se había quedado hecho un ovillo a los pies del
capitán, le suplico que se detuviera, asegurando que lo contaría todo. el capitán ordeno entonces
que los hombres levantaran sus remos y la embarcación se detuvo suavemente frente a Uranzadi.
El patrón se sentó y le dijo a Bilinch; que lloraba amargamente:
- Vamos Bilinch, cálmate y cuéntanos lo que te ha pasado.
Eso voy a hacer patrón, ¡y quiera Dios que no nos suceda nada malo!... Anoche, Tomas y yo
habíamos empezado a preparar todo tal y como hacemos diariamente. Pronto habíamos
terminado. Entonces, nos acostamos sobre la cubierta y al cabo de algunos minutos, Tomas
dormía profundamente. Yo no habría tardado en seguir su ejemplo si no hubiera sido despertado
súbitamente por dos fantasmas que tenían aspecto de mujeres y que parecían haber descendido
de las nubes. Me sentí tan aterrorizado con esta aparición que me quede mudo, inmóvil y casi
sin respirar. Esto fue lo que me salvo, pues luego de inclinarse
sobre nosotros y observarnos detenidamente, me creyeron tan dormido como mi compañero y
comenzaron a dar una extraña ronda en torno nuestro. Cuando estuvieron satisfechas, la de
mayor edad dijo:
- ¡Déjalos dormir! Eso nos conviene. Despertaran cuando yo quiera.
Inmediatamente sentí que la embarcación se elevaba por los aires. Luego de haber volado
durante cierto tiempo, descendimos suavemente, deteniéndonos finalmente sobre el espeso
follaje de un inmenso olivo. Las dos mujeres se acercaron a nosotros y nos miraron atentamente
durante algunos minutos, después se arrojaron del barco y las perdí de vista.
A pesar del horrible espanto que se había apoderado de mi, la curiosidad que sentía era tan
grande que no podía evitar abrir los ojos para mirar hacia donde ellas parecían estar, a juzgar por
las voces y el ruido que llegaba a mis oídos. Quise incorporarme, pero una rama me golpeo:
como impedía mis movimientos la corte con cuidado y la escondí entre unas tablas. Entonces
pude mirar hacia afuera y, pese a la oscuridad, me di cuenta de que nos encontrábamos en
medio de un inmenso bosque de olivos, en el extremo del cual creí ver unas figuras que se
deslizaban entre las sombras.
¡Un baile de sorginak !, me dije y me di la vuelta hacia Tomas para despertarlo, pero en ese
momento hoy ruido de pasos. Supuse que podían ser las dos mujeres y me acosté nuevamente,
quedándome inmóvil. Efectivamente eran ellas. Después de mirarnos cuidadosamente como
antes, entraron en el barco, que se puso nuevamente en movimiento.
Unos minutos después ya habíamos retornado al punto de partida, al muelle de Maspe. Después
de amarrar la embarcación, la mas vieja le dijo a la otra:
- Hija mía, digámosle adiós para siempre.
- ¿Para siempre? No comprendo...
- ¡Para siempre, te digo! Jamas volverás a ver esta embarcación ni a nadie de su tripulación.
Dentro de dos horas estarán todos en el fondo del mar.
- ¡Pero si el mar esta calmo como un lago de aceite!
- Si, pero antes de que hayan doblado la punta de Arrangatzi haré que se levanten tres olas
gigantescas: la primera de leche, la segunda de lagrimas y la tercera de sangre. Tal vez puedan
escapar de las dos primeras, pero nada los salvara de la tercera.
- ¡Cuanto odio les tienes!
- ¡Es mi destino! Los he perseguido durante todo el invierno, alejando
la pesca de su ruta, mas como mi poder sobre ellos concluye mañana
por la noche, quiero darles muerte sepultándolos bajo las aguas.
- ¿Y no tendrás piedad de nadie?
- De nadie. Absolutamente de nadie. Y no lo olvides, nuestra misión consiste en aborrecerlos a
todos sin excepción y principalmente a aquellos que mas nos quieren.
- ¡No contrariemos entonces nuestro destino! Pero, si por un casual no salieran ellos hoy a la
mar...
- ¡Calla desgraciada! eso no es posible. Deben hacerlo. Zarparan y morirán. solamente hay un
medio, uno solo, de que escapen a la suerte que les amenaza. Pero ellos no lo saben y nunca lo
sabrán.
- ¿Cual es, madre?
- Lanzar un arpón en medio de la ultima ola, la ola de sangre, que seré yo misma. Me ocultare
bajo sus ondas, invisible a sus ojos, pero si el arpón alcanzara la ola, atravesaría a la vez mi
propio corazón.
- ¡Oh, madre! ¡Si ellos lo supieran!
- Eso no es posible, pues no hay nadie, excepto tu, que conozca el secreto, y estoy segura de
que no hablaras. ¡Todos ellos me pertenecerán, todos! Y nadie podrá presumir de un logro
comparable al mío en nuestra próxima fiesta nocturna.
Dichas estas palabras se volvió hacia la embarcación chillando:
- ¡Ea, vosotros! ¡Podéis despertaros!
Entonces ambas desaparecieron en medio de grandes estallidos de risa. Cuando me vi solo
desperté a Tomas para contarle lo que había sucedido, pero en ese momento la campana
comenzó a repicar...
El muchacho dejo de hablar y todos quedaron sumidos en un indescriptible estado de animo.
Alguno de ellos; sin embargo, dijeron no creer ni una sola palabra, mientras otros pensaban que
solo se trataba de un sueño del muchacho. Ante la opinión de estos últimos, el argumento:
- ¿Alguno de vosotros conoce algún bosque de olivos por los alrededores?
Todos respondieron negativamente. Bilinch rebusco entre la tablazón del barco para sacar
triunfalmente una rama de olivo, que blandió con aire triunfal, al tiempo que decía:
- ¡Mirad esto! Es la rama que corte para poder levantarme y ver lo que sucedía mientras
estábamos en el bosque. La había ocultado aquí para que pudierais creer en mis palabras y os
convencieseis de que las dos mujeres no son de ningún modo producto de mis sueños. Ahora
que si alguno de vosotros quiere reírse de lo que digo, que me explique adonde podría haber ido
yo a buscar una rama como esta durante el tiempo que Tomas estuvo dormido. Ese es el único
momento en que podría haberlo hecho, pues el resto de la noche el me vio trabajando a su lado.
Nadie podía objetar una prueba tan decisiva, ya que no se sabia de un solo olivo en las cercanías
del pueblo. La rama pasaba de mano en mano, en medio de un silencio total. Un terror
supersticioso se apodero hasta del mas incrédulo y comenzaron a repetir con horror:
- ¡Una sorgina! ¡Una sorgina!
Después de algunos momentos de confusión, durante los cuales una parte de la tripulación
quería regresar a tierra mientras otros proponían navegar mar adentro sorteando de este modo
Arragatzi, en medio de los gritos y las voces de todos, el capitán se levanto y tomando el timón,
grito con su grave vozarrón:
- ¡SILENCIO!
En cuanto la calma se hubo restablecido, agrego, dándose la vuelta hacia su sobrino:
- ¡Tomas manejara el arpón!... ¡A proa! ¡Y abre bien los ojos! Mantén tu brazo firme, cuando te lo
indique lo arrojaras con fuerza sobre las aguas... ¡Y vosotros, a los remos! ¡Adelante! ¡Aurrera
mutilak!
Con el impulso de los remos, el barco surco las olas muy rápidamente. La temblorosa luz de la
aurora sonreía sobre la lisa superficie del océano, a la que no rizaba el menor soplo de viento, ni
el menor movimiento de las olas, la embarcación navegaba y sin embargo, no parecía que
avanzara, sino que los árboles y matorrales de la costa huían de una manera extraña, adquiriendo
a través de la bruma matinal formas fantásticas y caprichosas. La embarcación doblo la punta de
las cruces y se aproximo a la barra, que parecía extraordinariamente en calma.
De repente, algo llamo la atención de los pescadores. No obstante, por ningún lado se percibían
las señales de peligro... Súbitamente, y sin que nadie la hubiera visto formarse, a dos brazas de la
embarcación se levanto una enorme ola, alta como una montaña, blanca como la nieve.
- ¡Atención! - exclamo el capitán, mirando a su sobrino. El muchacho cerro los ojos deslumbrado
por la blancura del agua y, tal vez, por el temor.
- ¡Era verdad! - musito el capitán, cuya voz temblaba un poco - ¡La ola de leche!
- ¡La ola de leche! - repitieron todas las gargantas.
- ¡Aurrera Mutilak! - grito el capitán.
Los treinta remos atravesaron el agua al mismo tiempo y la embarcación se lanzo sobre la ola.
Durante unos instantes, la proa desapareció envuelta en una nube de espuma; pero antes de que
los remos dieran un nuevo
impulso, se levanto ante ellos una ola mas grande que la primera, clara y cristalina, de la que
surgía un vapor que quemaba los ojos.
Como había sucedido antes, quedaron suspendidos brevemente sobre la cresta de la ola hasta
que esta, una vez franqueada, corrió rugiendo a romper sobre las arenas de Hondarbeltz.
- ¡La ola de lagrimas! - exclamo el patrón - ¡Abre bien los ojos Tomas!
Y luego, mirando a su tripulación de nuevo.
- ¡Aurrera mutilak!
La embarcación se puso en movimiento nuevamente y, cuando el lugar fatal había sido dejado
atrás, vieron venir, abarcando todo el horizonte, la terrible ola de sangre. Tenia la forma de una
horrorosa media luna y los atraía a su espantoso abrazo con una fuerza irresistible. Resulta
imposible describir la enorme ansiedad, el espantoso terror que se apodero de cada uno de ellos
en ese supremo momento. Solo se escuchaba, en medio de un tétrico silencio, la respiración
jadeante de los marineros y el batir regular de los remos.
- ¡En el centro, con firmeza! - grito el patrón a su sobrino, al tiempo que se persignaba.
El muchacho, dudo durante un instante, luego cerro los ojos y lanzo el arpón con mano
temblorosa en medio de la sangrienta ola...
Un gemido hondo y lastimero subió del mar, mientras que la ola, dividida en dos por la quilla del
barco, se precipitaba furiosa sobre la costa, cubriendo la orilla con una rojiza espuma.
Aquel día, los brazos de los hombres se fatigaron de tanto vaciar las redes repletas y puede
decirse que la pesca fue casi suficiente como para resarcir las perdidas del invierno. Todos
estaban desbordantes de alegría y los agradecimientos y las felicitaciones llovieron sobre Bilinch,
quien pese al enorme proeza lograda parecía apesadumbrado. Cuando volvieron a casa ya era
muy tarde y se encontraron con el muelle lleno de personas que venían a felicitarles por su buena
fortuna, avisados de lo sucedido por otros barcos, que habían regresado antes, con una carga
mas pequeña.
El patrón y su sobrino buscaron en vano, entre la multitud, dos figuras amadas: ni la esposa ni la
hija del primero estaban allí. Intercambiaron una mirada inquieta. Al desembarcar, el tío pregunto
por su mujer y le respondieron que se encontraba enferma.
- Me lo temía - murmuro y apretó el paso en dirección a su hogar, seguido por su sobrino.
Al entrar en la casa, corrieron a la habitación de la mujer, que estaba acostada en su lecho, la
cabeza vuelta hacia la pared. En cuanto los oyó entrar la levanto y, lanzando a su marido una
mirada cargada de odio implacable, grito con una espantosa expresión:
- ¡Maldito! ¡Maldito!
Luego se cubrió el rostro con las sabanas y exhalo su ultimo suspiro con un terrible gruñido. El
desgraciado esposo se arrojo sobre el cadáver, lo rodeo con sus brazos y trato de devolverlo a la
vida a fuerza de besos y caricias. Este espectáculo acongojo el corazón del sobrino que,
hondamente afectado, salió de la casa. Cuando había recorrido algunos metros se encontró con
su prima. La transformación que se había operado en ella era indescriptible. Una horrible
expresión de venganza y de rencor oscurecía su antes angélica mirada.
Viéndola así, el muchacho comenzó a temblar sin poder contenerse; no obstante, haciendo un
esfuerzo sobrehumano, le pregunto:
- ¿Que te sucede, María?
- ¡Maldito seas, asesino! - respondió esta con tono amenazador, desapareciendo luego de su
vista.
El joven lo comprendió entonces todo, pero negándose a admitir la cruel verdad, corrió hasta el
muelle de Maspe, donde todavía se encontraba Bilinch, para preguntarle:
- ¿Quienes eran esas dos mujeres que viste la noche pasada?
Bilinch sacudió la cabeza y guardo silencio.
- ¿Quienes eran? - repitió Tomas con impaciencia.
- ¡María y su madre! - respondió Bilinch en voz baja.
El pobre patrón, profundamente afectado por la muerte de su esposa y la misteriosa desaparición
de su hija, cayo enfermo poco después y murió, al cabo de algunos meses, a causa del dolor y
las tristeza.
Nuevamente huérfano, la vida en aquella tierra se hizo insoportable para Tomas. En la primera
ocasión, se enrolo en un navío que patria hacia tierras distantes, volviendo mucho después, pero
esa ya es otra historia...

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