"El joven Bidabe concertó su matrimonio con la hermosa Kattalin. Su prometida tenia fama de
sorgina, pero bruja o lamia, estaba decidido a casarse con ella, pues la quería entrañablemente.
Una tarde fue a visitar a su novia y a sus padres. Como regalo para Kattalin cogió un par de
zuecos lindamente labrados y listos para terminar. Cogió las herramientas para terminarlos allí:
las palas, las correas, los clavitos de bronces amarillo, un martillo y una lezna (una especie de
punzón). Permaneció con la familia algún tiempo, y se le hizo tarde. Como la noche estaba
oscura, acordaron que durmiera en un arca de madera y se marchase al alba. Allí se echo y cayo
en un tranquilo y ligero sueño.
Justo a medianoche, un leve ruido le despertó. No se movió, entornó los ojos y vio a Kattalin
acercándose a la chimenea. La muchacha alzo una de las piedras del llar y saco una escudilla
llena de algo que parecía aceite. Con este ungüento unto su cuerpo, y desapareció en el acto
chimenea arriba. "Ahora ya sé la verdad sobre Kattalin", se dijo Bidabe. Cogió la misma escudilla,
e igual que Kattalin engrasó su cuerpo y se largó por el mismo camino.
Sin saber a donde iba, voló por el aire hasta ir a parar a una hermosa llanura, donde se
encontraba reunida una asamblea de lo mas selecto que se pueda ver. Algunos amigos de Bidabe
estaban allí. Vio a Kattalin vestida de seda roja.
Y permaneció oculto petrificado por el terror. Aprendió muchas cosas sobre el Akelarre de las
brujas, y descubrió, por ejemplo, la virtud que tiene la corteza del aliso, que se puede hacer con
un palo de madera bendita y que enfermedades pueden ser curaras con sangre de topo. Supo
también como puede un hombre pasar por el ojo de una cerradura para descubrir el mayor de los
secretos. ¿Quien sabe cuantas cosas pudo tan inesperadamente aprender? Mas Bidabe tuvo que
callar todas estas horribles cosas por miedo a ser desollado vivo.
Llego la hora de rendir especiales honras al maestro del Akelarre. Era un hombre grande, negro de
cara, con enormes orejas como dos grandes hojas de col, largos dientes y frente estrecha. todas
las brujas y brujos del Akelarre tenían el deber de besar sus cuartos traseros. Cuando Bidabe vio la
clase de salutación que era aquello, comenzó a rascarse la cabeza. No obstante, no se atrevió a
echarse atrás. Con que lanzo un juramento tan grande como una montaña:
- ¡Que te lleven cien mil pares de carretillas repletas de diablos antes que recibas tal honor de mi!
Cuando llego su turno, saco la lezna de su bolsillo y Zas!!, la hundió dentro del Rey de los brujos. Aquel negro bicho lanzo un rugido que habría hecho
estremecerse al desierto (joer, como pa no...) ; todas las luces se apagaron y las brujas
desaparecieron.
Bidabe se encontró en un soto de matorrales espinosos, en la quebrada de Kakueta, y pasaron
ocho días antes de que pudiera salir de el. En su caserío no se preocupo nadie, pues pensaron
que habría ido a la taberna a beber con Gilgorri el tuerto (los vascos cuando salimos de fiesta,
salimos de fiesta de verdad... XDDDD). Bidabe estuvo enfermo de miedo durante dos meses. Tan
pronto como mejoro, se movilizó para buscar otra esposa.
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