Un día, Chaac, que así se llama en lengua de indio maya el Gran
Dios de las Aguas, o sea del campo, que es el más importante, vio
cansados ya los campos y poco fértiles por consiguiente, y pensó entonces
en rehacerlos, tomando la determinación de destruirlos primero
por el fuego, para hacer luego nuevas siembras. Dícese que le dio
muy buen resultado aquel procedimiento y que desde ese entonces es
el mismo que emplea el indio... Quema y siembra luego. Así hace, sus
milpas.
Pues bien, una vez que Chaac tomó aquella determinación, llamó
ante sí a todas las aves para que lo ayudaran en la faena, pues quería de
forma natural salvar las más preciosas semillas para conservarlas para
la posteridad.
Las aves acudieron inmediatamente y Chaac les planteó su decisión,
diciéndoles:
-Id y coged cada una de vosotras la semilla que más le agrade, y
procure conservarla a fin de que sirva para las nuevas siembras que
hemos de hacer... A vosotras encomiendo la salvación de los granos, y
cuidad bien de esta misión que os confío, pues en ella va la existencia
de esta tierra.
Entre tanto la destrucción de los campos había comenzado devorándoles
el impetuoso incendio dispuesto por Chaac. Ante la magnitud del
peligro, muchas aves no se resolvieron a salvar semilla alguna y ésas
son las de menos aprecio en esta tierra. Pero otras más audaces sí se
atrevieron, y entre ellas el pájaro dziú fue el más valeroso, pues precisamente
el fuego se había apoderado con más furia de los maizales, y
sin embargo el dziú se arrojó en medio de las llamas dispuesto a jugarse
la vida por salvar la semilla más preciosa... Y la salvó heroicamente,
sacando ilesos varios granos que cuidó con todo esmero y que sirvieron
luego al poderoso Chaac para hacer las nuevas siembras... Dice el indio
que al pájaro dziú se debe, en efecto, que aún haya maíz en tierras mayas
y tiene por eso a aquel pájaro casi como sagrado.
Cierto que el dziú sufrió varias quemaduras, y que el plumaje se le
chamuscó y quedándole gris desde entonces la punta de las alas, como
color de ceniza, y que rojos y enardecidos le quedaron los ojos y que
así los ha conservado hasta ahora, pero realizó la acción más grandiosa
para esta tierra.
Esta acción requería un premio, y el dios Chaac, de acuerdo con
las demás aves, pues todas le quedaron agradecidas, acordó darle por
toda la vida el derecho de ovar en los nidos que quisiese sin necesidad
de hacerlos, sino aprovechando los ya hechos, y sin tomarse el trabajo
de empollar sus huevos ni cuidar ni alimentar a sus hijuelos, quedando
todo esto a cargo de las demás aves.
Esto explica que el pájaro dziú parezca un gran vividor que goza
tranquilamente de la vida sin tomarse trabajo alguno ni ninguna de sus
fatigas... Obsérvese que escoge los mejores nidos para ovar en ellos, y
que una vez realizada esta operación, sigue su vuelo sin preocuparse
de más. Si acaso se detiene un instante para cantar su mismo nombre:
«¡Dziúuu.. . con lo cual avisa a las demás aves para que estén listas
a llenar las funciones a que quedaron obligadas por el servicio inmenso
que hizo y que con razón reputa el indio como incomparable, de haber
salvado la semilla del maíz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario