viernes, 29 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES : LA BATALLA DE RONCESVALLES Y LA CHANSON DE ROLAND

Las disputas entre musulmanes y cristianos empezaron mucho antes de la primera
Cruzada en el siglo XI. Tres siglos antes, la península ibérica se había convertido en
escenario de esa lucha cuando el bereber Tariq Ibn Ziyad cruzó lo que se acabaría
llamando Gibraltar y derrotó en julio de 711 al rey visigodo Rodrigo en la batalla de
Guadalete, en la que también participó Pelayo, protagonista de otra leyenda de este
libro. Las ansias expansionistas de los musulmanes les empujaron a intentar crear un
estado más allá de los Pirineos, pero toparon con la resistencia del pueblo franco. El
rey Carlos I el Grande (747-814), más conocido como Carlomagno, quiso reforzar
sus fronteras con Al-Andalus creando un territorio intermedio o marca, como ya
pudimos ver en la leyenda de Wifredo el Velloso.
La Chanson de Roland es un cantar de gesta que cuenta de forma legendaria y
poética la batalla de Roncesvalles, acontecida posiblemente en Valcarlos, en el
Pirineo navarro, el 15 de agosto del 778. Está considerada una de las grandes
narraciones medievales junto con el poema de Beowulf y El Cantar del Mío Cid. Pero
hagamos una reconstrucción de los hechos históricos para después poder analizar
mejor el poema y la leyenda.
Abd al-Rahman I era un príncipe de la dinastía árabe de los Omeyas. En el 750
consiguió escapar de la matanza de su familia en Abú Futrus, en Palestina,
organizada por la facción rival de los Abasidas. Llegó a Ceuta procedente del norte
de África y en 756 se proclamó emir independiente de Al-Andalus, si bien los
gobernadores de las provincias fronterizas se opusieron a su gobierno. En 774 un
ejército comandado por el general Thalaba intentó acabar con los rebeldes, pero fue
derrotado y su líder hecho preso cerca de Zaragoza.
Pocos años después, en 777, Al-Arabí, gobernador de Gerona y Barcelona, y
otros dirigentes opositores a Abd al-Rahman I visitaron en Paderborn, ciudad
alemana del actual estado Westfalia, al rey franco Carlomagno con el objetivo de
sellar una alianza. Como muestra de sus buenas intenciones le entregaron como rehén
al general Thalaba. El gesto convenció sin duda al rey pues en la pascua de 778 partió
desde Chasseneuil, en el centro de la actual Francia, un ejército franco con soldados
venidos de todos los territorios del imperio. A finales de mayo llegaban frente a
Zaragoza, que estaba previsto se rindiera a Carlomagno. Pero Hussayn Al-Ansarí,
gobernador de la ciudad, se había pasado al bando de Abd al-Rahman I y cerró las
puertas a los francos. Carlomagno pensó que Al-Arabí le había traicionado y lo
arrestó. Receloso de un asedio largo en territorio hostil, decidió abandonar Zaragoza
y regresar a Francia, si bien antes de llegar a Pamplona, los hijos de Al-Arabí
consiguieron rescatar a su padre en una escaramuza. Ello enojó profundamente al rey,
que al llegar a Pamplona ordenó destruir las murallas de la ciudad temiendo nuevos
ataques.
Los francos cruzaron el pirineo navarro por el camino que va de Roncesvalles al
puerto de Ibañeta el 15 de agosto de 778. Entonces la retaguardia del ejército fue
atacada por los vascones desde lo alto de las montañas aprovechando una posición
ventajosa en el terreno y la ligereza de su armamento. La Vita Karoli Magni o Vida de
Carlomagno, escrita en 830 por su cronista y biógrafo Eginhardo, relató cómo en la
emboscada murieron los mejores caballeros de Carlomagno, incluido un tal
Hruodlandus o Rodlando, prefecto de la marca de Bretaña. Los vencedores del ataque
se desvanecieron en la noche, pero no hay duda de que fueron los vascos, aunque se
desconoce si fueron los vascos que habitaban al norte del Pirineo, denominados
vascones, o los vascos del sur llamados hispani vascones por los anales carolingios.
La epopeya de Roncesvalles fue cantada por juglares de toda Europa que
transmitieron oralmente lo sucedido en el pirineo navarro. El obispo de Amiens, Guy
de Ponthieu, escribió en la segunda mitad del siglo XI el Carmen de Hastingae
proelio o Canción de la batalla de Hastings, donde contaba cómo un juglar llamado
Taillefer animó, haciendo uso de la historia del caballero Roldán, a las tropas
normandas en la batalla de Hastings, que enfrentó a estos contra los sajones en el sur
de Inglaterra el 14 de octubre de 1066. Este dato fue corroborado en 1125 por el
historiador inglés William de Malmesbury, a quien vimos relacionado con la leyenda
del rey Arturo. El juglar Taillefer habría trasladado el relato de Normandía al sur de
Inglaterra. Seguramente su descripción de lo acontecido en Roncesvalles estaba llena
de imprecisiones históricas y fabulaciones, pues el objetivo principal era captar la
atención del público y no hacer historia. Pero ¿cuándo pasó la leyenda de
Roncesvalles de la tradición oral para fijarse en los textos escritos?
El manuscrito más antiguo conservado de la Chanson de Roland está actualmente
en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, consta de 4.002 versos
decasílabos con rima asonante y lo podemos fechar entre 1130 y 1150. El poema
presenta marcados rasgos lingüísticos anglonormandos, el francés hablado en
Inglaterra después de la conquista normanda, por lo que suponemos que su autor fue
un poeta culto del sur de Inglaterra. El polémico último verso del manuscrito de
Oxford dice: «Ci falt la geste que Turoldus declinet» («aquí acaba la gesta que
Turoldus declina») y dependiendo de la traducción que se dé a la palabra declinet
veremos en el misterioso Turoldus al autor, al traductor, al copista o al juglar del
poema. El texto del manuscrito de Oxford fue publicado por primera vez por el
filólogo francés Francisque Michel en 1837.
La leyenda fijada en la Chanson de Roland relata cómo el rey Carlomagno había
conquistado España en siete años excepto la ciudad de Zaragoza, gobernada por el
rey moro Marsil. Sin duda una fantasía desde el punto de vista histórico porque
Carlomagno solo estuvo tres meses en la península Ibérica llegando a las puertas de
Zaragoza, ciudad que nunca pudo someter. La leyenda sigue contando cómo una
embajada musulmana ofreció al rey franco tesoros y riquezas si se alejaba de
Zaragoza y Carlomagno, aconsejado por su sobrino Roldán, escogió a Ganelón como
emisario para concretar las condiciones del pacto.
Ganelón es un personaje ficticio que en la Chanson de Roland formaba parte de la
corte de Carlomagno y era padrastro de Roldán. Enfurecido por haber sido elegido,
convenció al rey Marsil de que nunca conseguiría la paz si antes no mataba al
caballero Roldán. Ambos decidieron enviar a Carlomagno ricos presentes y la
promesa del bautismo de Marsil antes de un año. El rey franco, confiado, aceptó
regresar a Francia y a sugerencia de Ganelón encargó a Roldán la jefatura de la
retaguardia con 20.000 caballeros a su mando. Junto a Roldán marcharon los 12 pares
de Francia, los caballeros más valerosos del reino franco, entre los que destacaban el
conde Oliveros y el arzobispo Turpín.
Entretanto, Marsil había armado un ejército de 400.000 hombres a la espera de
atacar a Roldán en Roncesvalles. Al ver la emboscada, el caballero Oliveros pidió a
Roldán que hiciera sonar el olifante, un instrumento de viento tallado sobre el
colmillo de un elefante, para avisar a Carlomagno del ataque, pero el protagonista del
cantar se negó al considerarlo un acto de cobardía. Durante el combate murieron
miles de musulmanes a manos de los caballeros francos, pero la inferioridad
numérica obligó a Roldán a soplar el olifante, demasiado tarde, pues los 12 pares de
Francia y el propio Roldán acabaron muertos en el campo de batalla.

El caballero Roldán tendido en la hierba con el olifante al lado durante la batalla de Roncesvalles. Ilustración de
la muerte de Roldán en las Grandes Crónicas de Francia, obra del siglo XV del pintor francés Jean Fouquet,
conservada en la Biblioteca Nacional de París, Francia.

Cuando Carlomagno llegó a Roncesvalles comprobó que todos sus hombres
habían muerto. A lo lejos vio que el ejército de Marsil se dirigía a Zaragoza y pidió a
Dios que detuviera el Sol para darles caza y vengar a los suyos. Gracias al milagro
divino, todo el ejército musulmán pereció junto al río Ebro por las armas de los
francos o ahogado. No obstante, el rey Marsil consiguió escapar gravemente herido y
regresó a Zaragoza. Ese mismo día, el emir Baligán de Babilonia llegó con un nuevo
ejército en respuesta a la petición de ayuda que Marsil había hecho siete años antes,

cuando empezó la invasión franca. Marsil puso a Baligán al corriente de todo lo

sucedido y juntos se dispusieron a combatir de nuevo a Carlomagno.
En la batalla final, los musulmanes fueron nuevamente derrotados y Carlomagno
mató a Baligán en un combate singular animado por la visión del ángel Gabriel. Por
último, Zaragoza fue conquistada por los francos y todos los musulmanes que no
aceptaron el bautismo fueron ahorcados. Después del éxito, las huestes volvieron a
Francia; era el momento de rendir culto a los muertos y hacer justicia. En Burdeos
depositaron el olifante en el altar de san Severino y en el de san Román de Blaya los
cuerpos de los caballeros Roldán, Oliveros y Turpín. El conspirador Ganelón fue
juzgado y descuartizado como correspondía a los traidores. El relato de la Chanson
de Roland acaba con el encargo del ángel Gabriel a Carlomagno de ir a las tierras de
Sajonia para socorrer al rey Vivién en Imphe, una ciudad en el estuario de río Oder,
en el mar Báltico.
La Chanson de Roland de Turoldus es una versión novelada de los hechos
históricos. La existencia de la batalla de Roncesvalles y la historicidad del caballero
Roldán, el Hruodlandus de la Vida de Carlomagno de Eginhardo, están atestiguados.
Pero todo el poema está lleno de personajes ficticios y exageraciones que reducen el
desastre de Roncesvalles a una rencilla personal entre Ganelón y Roldán. El
parentesco entre Roldán y Carlomagno es un dato puramente legendario, como lo es
la invención de la figura de Oliveros, Oliver en la tradición francesa, que no existió
en tiempos de Carlomagno ni participó en la batalla de Roncesvalles. El arzobispo
Turpín históricamente se ha identificado con Turpinus, arzobispo de Reims desde
774, que murió pacíficamente alrededor de 791 y nunca participó en la batalla de la
Chanson de Roland.
Los tres siglos que transcurren entre la batalla y la redacción del manuscrito de
Oxford sirven para gestar la leyenda y añadir nuevas fabulaciones. La historia de la
muerte de Roldán en Roncesvalles tuvo un gran éxito entre el público más diverso,
una prueba de ello es la gran cantidad de testimonios documentales de los siglos X y
XI que atestiguan cómo en toda Europa era una costumbre bautizar a los niños con los
nombres de los dos héroes más famosos de la gesta: Roldán y Oliveros.

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