viernes, 29 de marzo de 2019

Antídoto

La suegra y su nuera vivían bajo el mismo techo. Desde el principio, las dos mujeres
no podían soportarse. Con el tiempo, acabaron por detestarse. La vieja, de carácter
muy desabrido, hacía uso de sus prerrogativas de anciana y tiranizaba a su hija
política. La espiaba sin cesar, acechando la más mínima ocasión para hacerle
reproches: la limpieza estaba mal hecha, la sopa no lo bastante caliente, el arroz
demasiado cocido, iba maquillada como una prostituta, ¡de todo le decía! El marido,
cobarde como la mayoría de los hombres en esta situación, se cuidaba mucho de
tomar partido.
La vida de la joven se había vuelto intolerable y sentía un odio sin límites por su
verdugo de suegra. Decidió hacerla desaparecer con discreción, recurriendo a la
magia o al veneno. Una de sus amigas de la infancia, en quien tenía plena confianza,
le aconsejó que fuera a consultar a una anciana muy sabia en materia de plantas
medicinales, drogas y sortilegios. Vivía en una cabaña de ramas, a algunos li del
pueblo, en el fondo de un estrecho valle.
La solitaria llevaba un vestido de paja de arroz trenzado. Una abundante melena
plateada escondía la mayor parte de su rostro. Sin manifestar la menor emoción,
escuchó la siniestra demanda. Cerró los ojos largo tiempo y por fin contestó:
—En materia de veneno, hay que ser prudente, no precipitar en absoluto las
cosas. Conviene emplear pequeñas dosis para no dejar huellas, no atraer las
sospechas. Voy a darte una mezcla de hierbas tóxicas que actúan muy lentamente.
Para activar su efecto, deberás masajear a tu suegra dos veces al día. Pero, para que
acepte ese tratamiento, primero echarás diez gotas de esta preparación en su comida.
Estará enferma unos días. Cuando el médico del pueblo la haya auscultado sin
encontrar remedio alguno, manda a buscarme. Entonces daré mi prescripción.
La chamán le entregó un frasco y le reclamó una considerable suma de dinero a
cambio de sus servicios.
El plan se desarrolló como estaba previsto. La anciana de la montaña fue llamada
junto a la cabecera de la suegra. Prescribió una tisana y masajes dos veces al día
durante un mes. Enseñó a la nuera cómo darlos.
Por la virtud de los masajes cotidianos, la suegra se distendió, y su carácter
mejoró. Las dos mujeres se acercaron, sus energías se armonizaron. Al cabo de
quince días, se habían vuelto como madre e hija, unidas por un verdadero afecto. A la
nuera le asaltaron los remordimientos. El veneno administrado desde hacía dos
semanas tal vez hubiera obrado ya de forma irreversible. Corrió hasta la cabaña de la
maga para pedirle un antídoto.
La anciana levantó la maraña de su cabellera con los peines de sus dedos,
mostrando así un rostro iluminado por una magnífica sonrisa.
—No te preocupes, hija mía, la tisana es inofensiva. Incluso es beneficiosa. Todo
se ha desarrollado tal como yo lo había previsto. La práctica del Tao nos enseña a
transformar lo negativo en positivo.
Fue como una revelación para la joven. A partir de ese día volvió a visitar con
frecuencia a la anciana de la montaña para seguir sus huellas por los senderos de la
sabiduría. Luego la sucedió como médico de los cuerpos y de las almas.

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