La diosa del amor
La única gran diosa que queda por abordar es Afrodita, que preside la atracción sexual y los placeres del amor (ta Aphrodisia) así como todo lo que está asociado con ellos. En la versión estándar de su nacimiento, tal como la relata Hesíodo, surgió de la espuma (aphros) que se formó alrededor de los genitales cortados de Urano (Cielo) después de que fueran arrojados al mar por su hijo Crono (cf. p. 110). Esto significa que nació en un estadio anterior a cualquier otro dios olímpico. Sin embargo, Homero ofrece una versión diferente que bien podría ser de origen anterior, que la describe como la hija de Zeus y Dione (cf. p. 126), y así como diosa olímpica de la segunda generación igual que Apolo y Ártemis.[259] En cuanto a su origen histórico, puede afirmarse sin ningún género de dudas que debe gran parte, si no su totalidad, a influencias orientales. A partir de la Ilíada, a menudo se la llama Kypris, «Señora de Chipre», donde su culto era sin duda muy antiguo y de origen no griego.[260] También mantiene una antigua asociación con Citera, más allá del borde suroriental del Peloponeso, tal como reconoce Hesíodo, cuando afirma que, tras su nacimiento, pasó por la isla, de ahí su título de Citerea, anterior a llegada a la costa de Chipre, lugar destinado a ser su principal hogar. Su santuario en Citera, que contenía un ídolo armado de la diosa en madera, se consideraba el más antiguo de Grecia y Heródoto lo cita como fundación fenicia.[261] De hecho, es más que probable que fuera una diosa de origen semítico, adaptación de la gran diosa del amor semita conocida por los fenicios como Astarté e Ishtar por los babilonios. El título de Urania, «la Celestial», propio de Afrodita corresponde al de Astarté como «Reina del cielo». Varios aspectos de su culto, tales como el uso de altares de incienso y sacrificio de palomas, así como la práctica ocasional de prostitución en el templo como en el caso del de Corinto puede relacionarse con prácticas del culto asociadas con Astarté/Ishtar.
Afrodita era la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, también en cierto sentido del amor conyugal, aunque Hera solía dominar en esa área. Tenía asociaciones marinas como diosa que estaba conectada naturalmente con el agua y la humedad, y se decía que había surgido del agua en el conocido mito de su nacimiento (de ahí su título de Anadyomene, «la que surge del mar»). A menudo se la representa con una concha como atributo, o con un delfín; ha sido ampliamente venerada como protectora de marineros al llevar calma a la mar o conducir a la victoria en las batallas navales. Ostentaba varios títulos en relación a esto, como Pontia, Thalassia y Einalia (todos con el significado «del mar») o Euploia (como diosa que puede asegurar «un buen viaje»). Su aspecto marcial, que puede parecer más sorprendente, puede explicarse por una cuestión similar en su equivalente semita: era venerada como una diosa armada de la guerra, especialmente en Citera y Esparta, y como Nikephoros, la portadora de victoria, en Argos. No hay duda de que ésta es la razón real por la que estaba normalmente unida a Ares, su compañero de culto en todos los lugares, y su amante o marido en la mitología (cf. pp. 270-271). Dada su evidente conexión con la fertilidad se la asocia a menudo en el culto con Hermes. Aunque los griegos siguieron a Hesíodo al vincular su nombre a aphros, espuma marina, de donde supuestamente había surgido, su origen real y significado son totalmente inciertos. No ha sido propuesta ninguna etimología indoeuropea absolutamente convincente.
Platón y Jenofonte trazan una tajante distinción entre Afrodita Ourania por un lado, como la diosa «celestial» que preside la más alta forma del amor que se dirige en primer término hacia el alma del amado, y Afrodita Pandemos (de todas las personas) por otro, como la diosa que se ocupa del amor vulgar o mercenario, puramente carnal en su naturaleza.[262] Se trata de un concepto de carácter moralista que reinterpreta deliberadamente el significado de estos títulos de culto. Afrodita no era menos diosa del deseo sexual bajo su título de Ourania, que se derivaba, como hemos visto, de su contrapartida semítica, la cual no se destacaba por su elevada disposición; y lejos de asumir connotaciones inmorales, el título de Pandemos en Afrodita la representa como una diosa cívica cuyo culto une a todo el pueblo. En Atenas, Afrodita Pandemos era una tranquila y formal diosa del matrimonio, en cuyo culto parece que sólo lo propicio tenía lugar. Según una leyenda local, Teseo fundó el culto después de haber unido a la población de Ática en un único estado.[263] La reinterpretación de Platón de esos títulos (si de hecho fue suya), dejó no obstante su marca en la tradición posterior. Teócrito, por ejemplo, opone Afrodita Ourania a Afrodita Pandemos en uno de sus epigramas; y Pausanias hace mención de una tradición tebana que afirmaba que Harmonía (la esposa divina del primer rey de la ciudad cf. p. 391), había dado a Afrodita su título de Ourania en conexión con el amor que estaba libre de concupiscencia, y el de Pandemos en relación al amor carnal.[264] Con la excepción de algunos exotismos locales, tales como las prostitutas del templo en Corinto, el culto público de Afrodita en Grecia era en su mayor parte eminentemente respetable.
En 464 a.C. un atleta corintio llamado Jenofonte, juró dedicar cien prostitutas al servicio de Afrodita en su ciudad natal si obtenía una victoria olímpica. Cuando el juramento tuvo que ser cumplido una vez conseguida una doble victoria en la carrera a pie y en el pancracio (lucha cuerpo a cuerpo), se encargó a Píndaro la escritura de una oda para ser cantada en el templo de Afrodita y respondió con su acostumbrado estilo escribiendo un poema que comenzaba: «Muchachas amantes de los invitados, sirvientas de Persuasión [Peito, cf. infra] en la rica Corinto, que quemáis las lágrimas doradas de fresco incienso, que a menudo hacéis volar vuestro juicio hacia Afrodita, celestial madre de amores, que sin reproche os permite recoger, muchachas, sobre amables lechos un fruto de suave sazón…».[265]
Eros y otros colaboradores de Afrodita
Como diosa del amor, Afrodita normalmente es asistida por Eros, la personificación del deseo amoroso, que cumple sus propósitos al inspirar amor tanto en dioses como en mortales. Después de presentarlo como un poder primordial cosmogónico (cf. p. 54), la Teogonía cuenta más tarde que asistió a Afrodita desde el momento de su nacimiento y que la acompañó al Olimpo, donde ascendió para unirse con los otros dioses.[266] En la literatura posterior, a menudo se le vincula de manera más estrecha al convertirlo no sólo en su asistente sino en su hijo. La idea aparece por primera vez en un fragmento de Simónides, que lo describe como el niño implacable que ella tuvo con Ares.[267] Sin embargo, en el tema de su nacimiento los poetas e inventores de cosmogonías ofrecieron todo tipo de sugerencias contradictorias. Los primeros poetas líricos tienen mucho que decir sobre Eros y el poder irresistible que ejerce sobre sus víctimas. Agridulce, desentumecedor de miembros, agita el corazón del poeta como un viento que desciende por los robledales de la montaña. Es también un tejedor de historias, un encantador que utiliza las artes mágicas para arrojar a su víctima en las redes de Afrodita.[268] Eurípides es el primer autor que sugiere que inocula esta obsesión compulsiva con sus flechas.[269] Además de ser un dios de poetas y autores de cosmogonías, se le rindió culto de forma bastante extensa. Algunos de sus cultos eran sin duda muy antiguos, especialmente el de Tespis, donde es representado en una estela en piedra sin figura humana, sin duda de una antigüedad venerable.[270] Su culto e imágenes en los gimnasios reflejan su relación con el amor homosexual, como el que se despierta con los atractivos físicos de hombres jóvenes y muchachos. En el período helenístico, cuando la idea de amor romántico llegó progresivamente a un primer plano en la literatura, Eros llegó a concebirse principalmente como un dios niño caprichoso y juguetón. En vez de mostrarse como un hermoso joven atleta o como un muchacho, tal como era en la Antigüedad, ahora se presenta como un niño guapo, un pequeño arquero alado siempre listo para jugar una mala pasada a dioses o mortales con sus flechas. Ésta es la forma en la que normalmente se le imagina desde el Renacimiento, como un inocuo Cupido, en vez del antiguo Eros griego.
Aunque se puede ver a Eros bastante a menudo dando vueltas alrededor de escenas de seducción o de rapto en piezas de cerámica ática, apenas se introduce en la narrativa mítica y aparece en gran medida en escritos tardíos en los que desempeña un papel subordinado, como parte de la maquinaria divina para hacer que una persona se enamore de otra. En la épica helenística de Apolonio de Rodas, por ejemplo, Afrodita se acerca a su travieso y desobediente hijo para hacer que Medea se enamore de Jasón. Consigue su conformidad al prometerle una bonita pelota, toda dorada excepto la parte que cubría una espiral azul oscuro, una maravilla fabricada para Zeus niño por su aya Adrastea.[271] En las Metamorfosis de Ovidio, Apolo regaña al dios niño por atreverse a utilizar su arma favorita, el arco, y el pequeño se enfada hasta el punto de disparar a Apolo una afilada flecha de oro que le hace enamorarse de la ninfa Dafne (cf. pp. 216-217) y a ella una flecha roma de plomo que le genera rechazo por su admirador.[272]
Como cuento fantástico con un considerable contenido alegórico, la historia de Cupido (o sea, Eros), y Psique (el alma personificada) en el Asno de oro de Apuleyo, se aparta de la mitología ordinaria de Eros. Está basado probablemente en un original helenístico. Según este relato, Psique es una joven princesa que llega a ser tan considerada por su belleza que Afrodita se pone celosa y envía a Cupido a vengarse, diciéndole que la haga enamorarse de algún hombre sin valía; pero el plan no sale bien porque el mismo Cupido se enamora de la joven. En ese momento Psique es hermosa hasta tal punto que nadie se atreve a cortejarla, y cuando sus padres consultan un oráculo de Apolo sobre este asunto, se les indica que la abandonen vestida de novia en una montaña, donde un novio aparentemente terrible llegará a pedir su mano. Cuando la exponen, un viento la lleva a un profundo valle. Comienza a caminar hasta que encuentra un palacio increíblemente hermoso que estaba cerca. Resulta ser un palacio mágico donde la atienden sirvientes invisibles. Cupido la visita allí en su habitación cada noche y hace el amor con ella en la oscuridad sin revelarle su identidad. Mientras tanto, sus dos hermanas mayores salen en su busca, y Cupido les permite verla aunque, sabiendo lo que podía pasar, le advierte que las ignore si intentan convencerla para que él revele su apariencia. Es tal la envidia de su buena fortuna que le hacen sentir pánico al sugerirle que su misterioso marido es una enorme serpiente que terminará comiéndola viva. Tanto insisten que ella esconde un cuchillo y una lámpara en su habitación para matarlo mientras duerma; pero cuando Psique enciende la lámpara para verlo, se encuentra a un joven alado de extrema belleza y se enamora aún más de él de lo que ya estaba. Todo debería haber seguido bien, mas cae sobre el hombro del joven un poco de aceite hirviendo de la lámpara. Éste se despierta y, furibundo por su desobediencia, la abandona. Sobrepasada por su arrepentimiento y el anhelo, la desafortunada Psique, que en ese momento estaba embarazada, vaga por el mundo buscándolo hasta que finalmente cae en las redes de Afrodita, que la obliga a llevar a cabo cuatro tareas aparentemente imposibles. En primer lugar, tiene que separar un gran montón de semillas y cereales en sus diferentes componentes en un solo día. Las hormigas del lugar se apiadan de ella y finaliza la tarea con su ayuda. En segundo lugar, conseguir la lana de un rebaño de ovejas asesinas, mas un viento divino mueve una caña para avisarla que espere hasta que estén dormidas, para recoger la lana que había quedado enganchada en las espinas de las plantas de los alrededores. Tercero, la envía a coger un cántaro de agua de los manantiales sagrados de Estigia, pero el águila de Zeus recuerda una deuda que tenía con Cupido (que lo había ayudado a llevar lejos a Ganímedes) y recoge el agua por ella. Finalmente, ir por el cofre de belleza de Perséfone hasta los Infiernos. De nuevo lo consiguió con ayuda sobrenatural, pero la desgracia cae sobre ella cuando deja que su curiosidad haga de las suyas y abre el cofre e inmediatamente la posee un sueño semejante a la muerte. Mientras tanto, Cupido, recuperado de su herida, extraña tanto a Psique que acude volando a su encuentro. Al llegar vuelve a guardar la nube de sueño en su cofre y despierta a Psique al pellizcarla con una de sus flechas. Entonces pide autorización a Zeus para llevarla al cielo, donde vive con él como su esposa inmortal, y da a luz a un niño llamado Placer (Voluptas).[273]
Dos figuras menores que se mencionan como acompañantes de Afrodita (y en algunos casos de otras agradables divinidades femeninas como las Cárites y las Horas) son Hímero y Poto, dos personificaciones del anhelo amoroso. Hesíodo afirma que Hímero, cuyo nombre significa más o menos lo mismo que Eros, asistía a Afrodita desde su nacimiento junto con Eros y su casa estaba en el Olimpo, cerca de la de las Musas y las Cárites.[274] Poto (Deseo, Anhelo) aparece en la literatura algo más tarde, pero con mucha frecuencia. Esquilo es el primer autor que se refiere a él inequívocamente como un ser personificado, y hace mención de él junto con Peito (la personificación de la persuasión amatoria), como niño y asistente de Afrodita.[275] Como ser puramente decorativo y alegórico, no tiene ningún mito.
Eros tiene una contrapartida o doble en Antero (Amor contrario, Amor recíproco). El altar de Antero, cerca de la Acrópolis en Atenas tenía el siguiente relato vinculado con él. Un joven ateniense llamado Meles despreció el amor de un meteco (residente extranjero) llamado Timágoras y le dijo que se tirara de la Acrópolis si realmente quería demostrarle su amor, pero cuando el desesperado Timágoras le tomó la palabra y se despeñó, Meles sintió tal remordimiento que se tiró desde el mismo lugar. En conmemoración, los metecos erigieron el altar de Antero.[276] Pausanias menciona que había un relieve en un campo de ejercicios gimnásticos de jóvenes en la Élide que mostraba a Antero tratando de arrebatar una rama de palmera a Eros.[277]
Afrodita y Adonis
Al considerar los mitos de Afrodita, haremos bien empezando por las historias más orientales, de las cuales la más conocida es la de su amor por Adonis, puesto que aquí se presenta sin lugar a dudas la conocida historia oriental de la Gran Madre y su amante divino. El nombre de Adonis se deriva probablemente del semita h’adon, señor, y se identifica bastante a menudo con Tammuz, como por ejemplo en la vulgata de Ezequiel.[278] Para comenzar con la historia de su nacimiento, Mirra (o Esmirna), hija de Tías, rey de Asiria (o de Cíniras, cf. infra), rechazó venerar a Afrodita, lo que provocó que la diosa le inspirara una pasión incestuosa por su propio padre. Con la connivencia de su nodriza, se desliza en su cama, oculta por la oscuridad y duermen juntos durante doce noches sin que él se dé cuenta de quién es ella. Cuando finalmente la descubre, aterrorizado, empieza a perseguirla espada en mano. Cuando está a punto de alcanzarla, ella pide a los dioses que la aparten de la vista de los humanos y ellos responden convirtiéndola en el árbol que lleva su nombre, el árbol de la mirra (myrrha o smyrna en griego). Pasado el tiempo normal de gestación para un humano, la corteza del árbol se abre y nace Adonis.[279]
En la versión de Antonino Liberal, que pudo derivarse de Nicandro, Tías tenía curiosidad por saber la identidad de su amante después de que ella se hubiera quedado embarazada, y una noche encendió una luz sobre ella. En la angustia del momento, ella dio a luz a su hijo de forma prematura y pidió ser apartada de la compañía tanto de los vivos como de los muertos. Zeus respondió convirtiéndola en un árbol de mirra que derrama lágrimas resinosas cada año. Su padre, por su parte, se suicidó.[280] Normalmente se decía que Adonis había nacido de un árbol, como en la versión anterior. Su madre a menudo es mencionada como hija de Cíniras (en concreto un rey de Chipre, cf. p. 735, aunque Eligino se refiere a él como rey de Asiria al confundirlo con Tías)[281] y a menudo se afirma que fue Afrodita la que llevó a cabo la transformación.[282] En la versión de Ovidio, Mirra emprende la huida una vez que su padre Cíniras descubre su identidad al encender una lámpara sobre ella. Vaga sin rumbo durante nueve meses hasta que llega a la tierra de los sabeanos, en el suroeste de Arabia (principal fuente de mirra e incienso en tiempos antiguos, y por tanto lugar adecuado para su transformación). Se convierte en un árbol cuando pide que la alejen de vivos y muertos, y da a luz a su hijo bajo esa forma.[283]
La primera evidencia de Adonis aparece en alusiones sobre el corpus de Hesíodo (en este caso probablemente el Catálogo). En principio se le describió ahí como hijo de Fénix, hijo a su vez de Agénor, y posiblemente no había una historia excepcional asociada a su nacimiento.[284]
Cuando Afrodita ve al niño Adonis, fascinada con su belleza, lo encierra en una caja para ocultarlo de la vista de los otros dioses, y lo confía a Perséfone, pero ésta, igualmente impresionada por su belleza, decide mantenerlo con ella. La disputa llega hasta Zeus, que decreta que Adonis pase un tercio del año con cada diosa y el resto del año él solo. Puesto que Adonis prefiere pasar su tiempo con Afrodita, está la mayor parte de su tiempo con ella hasta que él es arrebatado de su compañía debido a una muerte prematura. Tan pronto como puede, empieza a salir a cazar y un jabalí lo mata.[285] Se considera su muerte en algunos casos algo más que un accidente, puesto que algunas versiones afirman que Ares, el dios de la guerra y amante o esposo de Afrodita, cegado por los celos, envía el jabalí contra Adonis, o él mismo se transforma en el jabalí para atacarlo.[286] También puede ser Ártemis la que envía el jabalí contra él[287] (posiblemente para vengarse de Afrodita por haber provocado la muerte de su propio favorito, Hipólito, cf. p. 468).
En una versión menos ortodoxa sobre el arbitraje entre Afrodita y Perséfone, Zeus delega la decisión en la musa Calíope, que ordena que Adonis pase la mitad del año con cada diosa. Afrodita, enfurecida con su sentencia, incita a las mujeres de Tracia a desmembrar a Orfeo (aquí descrito como hijo de Calíope).[288]
Ovidio ofrece una versión divergente de la historia de Adonis, que cuenta que las ninfas locales lo crían tras nacer del árbol de la mirra en Arabia, y atrae la atención y el amor de Afrodita cuando al crecer se convierte en un hombre excepcionalmente hermoso. Puesto que la caza es su principal diversión, ella abandona sus hábitos y lugares habituales para seguirlo por las selvas en sus expediciones y se ajusta sus ropas hasta las rodillas como si fuera Ártemis. Sin embargo se mantiene bien alejada de las bestias más feroces, tales como leones, lobos y jabalíes e insta a su joven favorito a hacer lo mismo; le advierte que su belleza juvenil no es una defensa contra sus dientes y garras. Sus más terribles temores se hacen realidad cuando, llevado por su exceso de entusiasmo, un día intenta matar un jabalí que lo embiste y lo hiere mortalmente en la ingle.[289]
Según Ovidio, Afrodita, abrumada por el dolor, rocía la sangre de Adonis con néctar haciendo surgir una flor frágil de color rojo sangre, la anémona.[290] En otra versión, la primera rosa sale de la sangre de Adonis, mientras que la anémona surge de las lágrimas de Afrodita. En otro caso la anémona, que previamente había sido blanca, se mancha de rojo por la sangre de Adonis, y la rosa se vuelve roja del mismo modo cuando Afrodita se pincha con una espina mientras, desesperada, vaga descalza por los alrededores. En otro relato, Adonis se transforma en la rosa.[291]
Tras la belleza de esta leyenda, podemos ver los rasgos principales de un mito oriental de la Gran Madre y de su amante que muere igual que la vegetación, pero que siempre vuelve a la vida. Esto es más evidente en la historia en la que se cuenta que pasa parte del año (evidentemente la estación improductiva) con Perséfone, reina de los Infiernos, pero vuelve después a los brazos de Afrodita. Se trata sencillamente de una repetición, obviamente en un contexto bastante diferente, del mito en el que la misma Perséfone pasa parte del año bajo tierra con Hades y parte en la superficie con su madre, la diosa del cereal Deméter (cf. pp. 183-184). La muerte del joven favorito en el momento del declive de la naturaleza también se representa a través de la historia de su muerte prematura en el campo de caza. Su culto como dios que muere ya queda en evidencia en la poesía de Safo (finales del siglo VII a.C.) y era popular en Grecia desde el siglo V. De Safo tenemos los siguientes versos: «Ha muerto, Citerea, el tierno Adonis. ¿Qué haremos? / —Golpeaos el pecho, muchachas, y rasgad vuestras túnicas». En la poesía bucólica del período helenístico se conserva un lamento por Adonis más completo, aunque más artificioso.[292] Además de los cantos y los lamentos ceremoniales fúnebres, que en algunos casos se dirigían a una efigie del muchacho muerto, el culto de Adonis, en su mayor parte un culto de mujeres, incluía la preparación de los «jardines de Adonis» en los que las plantas germinaban en maceteros bajo una capa muy fina de tierra, de modo que crecían tan rápido como se marchitaban.[293]
Afrodita concibe a Eneas con Anquises. Afrodita, Ares y Hefesto
La historia de Afrodita y Anquises sigue un esquema similar en tanto que la diosa, que aquí asume las formas de la Gran Madre de Ida, se involucra en una relación con un joven en uno de los países que se asocian con la diosa madre asiática. Sin embargo, en su establecimiento dentro del mito griego, el relato se entremezcla con la mitología heroica para dar cuenta del origen de un héroe destacado. En la Ilíada y en la tradición posterior Anquises es nieto de Tros, epónimo de la tierra de Troya, y es un miembro del linaje más joven de la familia real que vivía fuera de la ciudad, en el monte Ida (cf. p. 673).[294] Ya fuera por las maquinaciones de Zeus, que quería vengarse de Afrodita por los problemas que le había causado a él y a otros dioses al inspirarles amor por los mortales,[295] o por un deseo desenfrenado, ella sucumbe a la pasión por Anquises, un joven hermoso, y lo visita un día mientras él cuida su ganado en el monte Ida. Tal como se cuenta en el Himno homérico a Afrodita, antes de nada ella fue a su reducto en Pafos, población de Chipre, a darse un baño y a que las Cárites la engalanen. Luego aparece ante Anquises vestida de princesa frigia. Ella le dice que Hermes la ha llevado hasta el monte Ida para convertirse en su esposa y le propone consumar su unión sin demora. Bajo la influencia del deseo que ha inspirado en él, la toma de la mano y la lleva a su cama, cubierta de suaves pieles de osos y leones que había matado en las altas montañas. Después de hacer el amor, lo duerme y finalmente, cuando despierta, ella le revela su auténtica identidad.[296] Él se alarma mucho, aterrado ante la idea de convertirse en un «manso» (impotente) tras haber dormido con la diosa, pero ella le asegura que no será así y que tendrá un hijo con él, Eneas, que será criado por las ninfas de la montaña hasta que cumpla cinco años, momento en el que se lo entregará a él. Antes de irse, le ordena que no diga nada de su encuentro y que haga pasar a Eneas como hijo suyo con una ninfa local, advirtiéndole que Zeus lo matará con un rayo si es tan estúpido como para jactarse de haber dormido con ella.[297] Según algunas fuentes posteriores, de hecho fue alcanzado por un rayo tras revelar el secreto (según una versión, estando borracho), y como consecuencia de ello queda ciego o tullido. En el período clásico probablemente se conocía este elemento de la historia puesto que un fragmento de Laooconte de Sófocles se refiere a «la espalda alcanzada por el rayo» de Anquises.[298]
Hasta aquí, hemos abordado leyendas que representan a la diosa, no como esposa, sino formando uniones más o menos temporales con alguien muy inferior a ella, procedimiento bastante característico de las diosas orientales, que son esencialmente madres, no esposas, mas, al compararlas con sus amantes o maridos, éstos resultan insignificantes, aunque algunos de ellos sean dioses de cierta relevancia. Dentro del entorno olímpico, se vincula con dos dioses, el dios del fuego Hefesto, de origen oriental, y el dios de la guerra Ares. En un famoso relato de la Odisea, Hefesto se presenta como su esposo, y la sorprende mientras ella mantiene una relación adúltera secreta con Ares. Se entera por el dios sol Helios, que puede ver todo en su viaje por el cielo y le confirma que Ares ha estado durmiendo con su esposa en su propia casa. Sin atreverse a confrontarse a Ares en términos de igualdad, fabrica una sutil red, inmensamente fuerte pero tan finamente hilada que se hace invisible; la extiende alrededor de su cama y captura a la pareja culpable cuando se tumban para hacer el amor. Luego reúne a todos los dioses para que sean testigos de lo ocurrido. Las diosas permanecen en sus casas avergonzadas, pero todos los dioses se apresuran al lugar del hecho y una risa incontenible surge entre ellos cuando ven los efectos de la ingenuidad de Hefesto. Hefesto, muy enfadado al principio, habla de divorcio, amenazando con reclamar el precio de la dote que había tenido que pagar a Zeus por su hija desleal; pero Poseidón lo calma al prometerle ser garante de la compensación que se debe al marido agraviado. Y así libera a los cautivos de la red, dejando que Ares se vaya a su casa en Tracia y Afrodita a su templo de Pafos en Chipre, donde las Cárites la bañan y acicalan.[299] Obviamente, este relato no debe tomarse muy en serio, de hecho y como ya hemos visto, en la mitología Hefesto no representa una figura muy seria.
Aunque de acuerdo con esta historia se afirma a menudo que Afrodita es la esposa de Hefesto, y a pesar de que sea la tradición más común en la Antigüedad, este pasaje homérico es, de hecho, bastante excepcional. Hefesto tiene otra esposa en la Teogonía así como en la Ilíada (cf. p. 229), y queda claro en representaciones visuales a partir del período arcaico (así como en referencias literarias a partir del período clásico) que, por lo general, se consideraba a Ares el esposo de Afrodita, o por lo menos su amante oficial. Por ejemplo, en el vaso François del siglo VI a.C., ella aparece llegando a la boda de Peleo en el mismo carro que Ares (del mismo modo que Zeus va con Hera y Poseidón con Anfítrite), mientras que Píndaro y Esquilo se refieren directamente a él como su marido.[300] En relación con los hijos atribuidos a la pareja en la Teogonía y en otros lugares cf. p. 231. Las dos deidades estaban asociadas en cierto modo en el culto y compartían un templo en el camino que iba de Argos a Mantinea.[301] Afrodita pudo ser en algún momento una diosa marcial, como en el culto espartano de Afrodita Areia,[302] pero es difícil afirmar si tiene algo que ver con su unión mítica con Ares. En cualquier caso, su vínculo podría considerarse una provocativa unión de opuestos, que resultó lo más apropiada con el nacimiento de una hija llamada Harmonía.[303]
Aunque en algún momento se atribuyeron a Afrodita otros hijos, incluido Hermafrodito (cf. p. 223), Príapo (cf. p. 296) y Érix (cf. p. 313), no se recogen otras historias de amor aparte de las ya mencionadas. En sus mitos, la diosa del amor no es en ningún caso promiscua. En ciertas ocasiones intervenía para ayudar a amantes mortales, entre los que destaca Paris cuando la juzga más hermosa que Hera y Atenea (cf. p. 573), y el pretendiente de Atalanta (cf. p. 703). Por el contrario, en algún momento actúa contra mortales que rechazan venerarla o se burlan del don del amor, como ya hemos visto con Esmirna, o en la historia de Hipólito (cf. p. 468).
En dos sorprendentes relatos de las islas, Afrodita dio vida a una estatua de una hermosa mujer para Pigmalión, rey de Chipre (cf. p. 737) y rejuveneció a Faón, un virtuoso barquero de Mitilene en Lesbos. Cuando se apareció a Faón disfrazada de anciana, él la trató con enorme consideración y la condujo en su barca hasta el continente sin pedir nada a cambio. Como recompensa por ello, ella le dio un tarro de alabastro que contenía un maravilloso ungüento que lo haría joven y hermoso cuando se lo aplicara en la piel. A partir de entonces, las mujeres de Mitilene se sintieron atraídas hacia él, y en último caso para desgracia de Faón, puesto que terminó sorprendido en adulterio y ejecutado.[304] Originariamente pudo haber sido una figura como Adonis (o posiblemente el mismo Adonis bajo otro nombre), ya que se recoge que Afrodita también se enamoró de él y lo escondió en un lecho de lechugas.[305] Una extraña historia sugería que la poeta lesbia Safo se enamoró locamente de él sin ser correspondida y se suicidó por ello tirándose desde la roca Léucade (un famoso «salto del amante» en la isla de Leucas en el mar Jonio).[306] La idea probablemente haya podido inspirarse en un pasaje de uno de sus poemas en el que aparecía Faón como figura legendaria. Safo dirige una carta ficticia a Faón en las Heroidas de Ovidio.[307]
Al igual que en mitología, en el arte Afrodita vacila entre diferentes tipos. Sus figuras orientales, como en los ídolos arcaicos encontrados en Chipre, la muestran desnuda, normalmente con una o las dos manos junto a sus pechos y con sus genitales abiertamente enfatizados. Sin embargo, en las estatuas griegas más antiguas, desde los períodos arcaico y clásico, aparece en su mayor parte decorosamente cubierta con largas vestiduras, y posee cierta dignidad rígida que no sería inapropiada a Afrodita Pandemos. Desde la mitad del siglo IV en adelante, las esculturas normalmente la retratan desnuda o semidesnuda, en imágenes que varían según la habilidad del artista desde estudios notables del cuerpo de una mujer joven y bien proporcionada a monumentos que transmiten la idea de una belleza ideal. La Afrodita de Cnido de Praxíteles (circa 350 a.C., hoy perdida pero conocida por copias), que la mostraba dejando sus ropas a un lado cuando estaba a punto de entrar en su baño, se convirtió en la imagen más famosa de la Antigüedad grecorromana. La más popular de las estatuas que han llegado a nuestros días, la Venus de Milo (la Afrodita de Melos) en el Louvre, es una obra original del siglo II a.C
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