Pasaremos ahora a otra diosa virgen, Ártemis, cuyas características esenciales son inmediatamente evidentes en la representación convencional que se hace de ella en obras de arte, en las que aparece como una doncella joven, alta y vigorosa que viste una túnica corta hasta las rodillas, lleva un arco y un carcaj y a menudo va acompañada de un ciervo o una liebre. En todas las versiones, es una virgen dedicada a la caza que ama los territorios agrestes así como su vida salvaje (de ahí su título de Agrotera «Salvaje», epíteto que ya aparece en Homero).[215] Su tierra favorita de caza es Arcadia, en el montañoso corazón del Peloponeso y nada le gusta más que vagar por las tierras vírgenes en compañía de sus ninfas sirvientes, que han hecho votos de virginidad igual que ella. El Himno homérico a Afrodita señala que nunca cae bajo el embrujo de la diosa del amor, «puesto que el arco es su deleite y la matanza de bestias salvajes en las montañas, también las liras y la danza, los gritos a toda voz y los bosques umbríos y —añade el poeta— las ciudades de hombres justos».[216] La Odisea habla de ella en términos similares y relata cómo Ártemis, la arquera, vaga alegre por las montañas de Arcadia persiguiendo jabalíes y veloces venados en compañía de sus ninfas.[217] Un aspecto más agradable de su naturaleza se muestra en su preocupación por los cachorros de todos los seres vivientes, tanto de bestias salvajes, aspecto de su naturaleza como protectora de animales salvajes, como de seres humanos.
Según un coro de Esquilo, es amable con los cachorros abandonados de los leones depredadores y se entusiasma con las suaves crías de todas las bestias que habitan la selva.[218] De aquí su rol como diosa de los recién nacidos a la que apelan las mujeres durante el parto y sus títulos de Locheia (la del parto) y Kourotrophos (nodriza de los pequeños). También es una diosa que preside la iniciación de las niñas y, aunque benévola en ocasiones, es una gran diosa que actúa como agente de muerte, especialmente en relación con mujeres, y no tiene piedad a la hora de vengar cualquier desprecio. Este aspecto de su naturaleza se pone especialmente de relieve en sus relatos míticos en los que con frecuencia inflige la muerte y el desastre a los mortales.
Tal como cabe asumir en una diosa asociada con la vida de las mujeres, Ártemis llegó a estar relacionada (o de hecho equiparada) con la luna en mayor medida que Hera y a los alegoristas estoicos en particular les gustaba identificarla con ella. Cuando se la presenta luchando contra Hera en la batalla de los dioses en la Ilíada, por ejemplo, esto se debe a que la luna atraviesa el aire (aer, simbolizado por Hera) en su recorrido, una idea que se confirma en el nombre de Ártemis (si se interpreta su significado como aero-temis o «la que corta el aire»).[219] Plutarco sugiere en cierto punto la asociación de Ártemis con el nacimiento de niños por virtud de su naturaleza como diosa de la luna.[220] Esta es, sin embargo, una evolución comparativamente tardía, pues ni las primeras referencias a Ártemis en la literatura ni las formas primitivas de su culto ofrecen indicios acerca de su naturaleza como diosa lunar.
Ártemis también llegó a ser identificada con la diosa infernal Hécate (cf. p. 259). El Catálogo atribuido a Hesíodo ya parece conectar las dos diosas al afirmar que Ifigenia fue transformada en Ártemis Einodia (un título habitual de Hécate) tras ser rescatada del sacrificio por Ártemis (cf. p. 661).[221] La identificación es seguramente bastante temprana si Esquilo la tuvo en mente cuando se refiere a Artemis Hekate[222] (pero es posible que no sea más que un epíteto que signifique «que apunta lejos» y que correspondería al epíteto Hekatos de Apolo).
La asociación de Ártemis con animales salvajes la vincula no con las diosas griegas sino con la antigua deidad que a menudo se denomina la Señora de los animales salvajes (título sugerido por la frase homérica potnia theron, tal como se aplica a Ártemis en la Ilíada),[223] una gran diosa de origen muy remoto que fue venerada bajo varias advocaciones por las gentes de la Creta minoica, la Grecia prehelénica y Asia Menor. Como veremos, Ártemis fue equiparada con dos diosas cretenses de ese tipo, Britomartis y Dictina. La etimología de su nombre es lo suficientemente incierta como para proporcionar evidencia alguna sobre su origen. Parece que se menciona en Lineal B, aunque esto no es totalmente seguro. Sin embargo, existe la certeza de que fue originalmente independiente de Apolo y Leto. En caso de que fuera originariamente la Señora de los animales, debe reconocerse que ha experimentado un cambio considerable, puesto que esta clase de diosas, tanto las egeas como las más orientales, suelen ser diosas madres maduras, mientras que Ártemis es joven y virginal (excepto en su culto en Éfeso, donde era representada como la diosa de la fertilidad con varios pechos).
Las principales características de la Ártemis clásica se ponen en evidencia ya en la épica homérica. A pesar de que su imagen es valiente y hábil en el ámbito de la caza y con frecuencia su carácter es fiero, nunca fue considerada una diosa marcial. Aunque en la Ilíada apoya a los troyanos, no aparece en las escenas de batalla. En una ocasión en la que se involucra en ciertas hostilidades, en la llamada «Batalla de los dioses» en el canto XXI, su contribución no es en absoluto destacable, puesto que, cuando se aventura a oponerse a Hera, la diosa veterana la golpea en las orejas con su propio arco y carcaj haciendo que vaya corriendo junto a su padre Zeus bañada en lágrimas.[224] Naturalmente sería equivocado sacar demasiadas conclusiones sobre su situación en ese pasaje a partir de una burla de este tipo. Aunque no tiene lugar en el mundo militar de la Ilíada, Homero la retrata en su entorno preferido dentro de un pasaje en la Odisea, en el que ilustra la situación de Nausícaa con sus criadas comparándola con la de Ártemis entre sus ninfas asistentes: «Cual avanza la flechera Ártemis a través de los montes, o por el muy alto Taigeto o por el Erimanto, deleitándose con sus cabras y las ciervas veloces, y a su lado las Ninfas agrestes, hijas de Zeus portador de la égida, juegan, mientras se alegra en su ánimo Leto, y sobre todas ella destaca en la cabeza y la frente, y resulta fácil de distinguir, aun siendo todas hermosas, así entre sus sirvientas resaltaba la joven doncella [la princesa Nausícaa]».[225]
Evidentemente tenía cierta relevancia en el tiempo de Homero puesto que aparece con bastante frecuencia en la épica como diosa de la naturaleza salvaje y asesina de mujeres y en leyendas como la de la caza del jabalí de Calidón. Homero subraya su función como agente de muerte. Algunas veces actúa en nombre de otro dios o de dioses en general, como cuando se relata que mató a Ariadna a partir del testimonio en su contra dado por Dioniso (cf. p. 454), o a Orión porque los dioses rechazaban su relación amorosa con la diosa Eos (cf. p. 720).[226] En un sentido más general, cualquier muerte repentina o inexplicable de una mujer podía ser atribuida a las flechas de Ártemis. Cuando Odiseo encuentra a su madre en los Infiernos, le pregunta si había muerto por una larga enfermedad o si Ártemis la había matado con su amable flecha (puesto que la muerte podía ser una liberación compasiva). De una mujer que muere al caer en la bodega de un barco se dice que ha caído víctima de la arquera Ártemis.[227] Homero se preocupa menos de las muertes en las que actúa la diosa para vengar agravios personales, aunque no menciona que mató a Laodamía, hija de Belerofonte, en un acceso de ira.[228]
Leto da a luz a Ártemis y a Apolo en Delos
Al considerarlas leyendas de Ártemis, debemos volver al comienzo para examinar las circunstancias en las que nacieron ella y su hermano Apolo. Según la primera versión más completa del Himno homérico a Apolo, Leto (hija de los titanes Ceo y Febe cf. p. 73) concibió a los gemelos divinos con Zeus pero tuvo dificultades para encontrar un lugar donde dar a luz cuando la gestación llegaba a su fin, ya que aunque había visitado gran número de países, desde Creta y Atenas hasta Lemnos y Naxos, todos la rechazaban por temor a convertirse en el lugar de nacimiento de su hijo Apolo, que se esperaba que sería un dios excepcional, soberano tanto de dioses como de mortales. Sin embargo, al final convenció a la isla de Delos para que la aceptara prometiéndole que Apolo establecería su santuario principal allí y que honraría Delos por encima de cualquier otro lugar.[229] Todas las diosas principales fueron a atender el parto con excepción de Hera, que permanecía en el Olimpo reteniendo junto a ella a Ilitía, la diosa del nacimiento. Como consecuencia de ello, Leto sufrió los dolores de parto durante nueve días y sus correspondientes noches sin alivio alguno hasta que las otras diosas enviaron a la mensajera divina Iris para que convocara a Ilitía. Animada por la promesa de un espléndido collar ensartado con hilos de oro, Ilitía llegó rápidamente al lugar y Leto fue por fin capaz de dar a luz a sus hijos. Alumbró a Apolo en Delos, agarrada a una palmera durante el parto y a Ártemis en Ortigia, probablemente en segundo lugar.[230] Ortigia parece haber sido un lugar diferente en este relato, aunque en la tradición posterior normalmente se ha identificado con el mismo Delos.
En relatos posteriores, las dificultades de Leto para encontrar un lugar para el parto se explican por la hostilidad de Hera, lo cual parece más natural y genera una historia más coherente. Según Calímaco, Hera envió a su hijo Ares y a la diosa Iris (que actúa a menudo como mensajera especial de Hera en la literatura posterior) a advertir a todos los lugares del mundo griego que no recibieran a la amante de su marido, Pero la pobre y rocosa Delos, llamada entonces Asteria, se resistió a las amenazas de la diosa e invitó a Leto a ir y alumbrar allí a sus hijos.[231] En la versión de Apolodoro, Hera persiguió a Leto por toda la tierra hasta llegar a Delos, donde dio a luz a sus hijos gemelos, primero a Ártemis, que inmediatamente ayudó al nacimiento de Apolo.[232] Este último detalle se sugirió, obviamente, a partir de la función de Ártemis como diosa que ayudaba a las mujeres en el parto. Este relato sobre el orden de los dos nacimientos es coherente con la tradición en Delos, donde el cumpleaños de Ártemis se celebraba un día antes del de su hermano. Higino ofrece aun otra versión en la que Hera decreta que Leto no debía dar a luz en ningún lugar que fuera iluminado por la luz del sol. Persigue a la encinta Leto, además, el dragón deifico Pitón, que sabe por sus poderes proféticos que ella daría a luz a un hijo que lo mataría, pero Zeus acude en ayuda de su amante al ordenar a Bóreas (el viento del norte) que la lleve hasta Poseidón. Para permitir a Leto dar a luz sin contravenir el decreto de Hera, Poseidón la lleva a Delos y la cubre con olas durante un tiempo para aislarla de la luz del sol. Cuatro días después del nacimiento, tal como cuenta la historia, Apolo venga el trato de Pitón hacia su madre viajando hasta el centro de Grecia para matarlo con una de sus flechas (cf. p. 204).[233]
Asteria, hermana de Leto, se introdujo en la leyenda del nacimiento de Apolo y Ártemis en algunas ocasiones. Las primeras huellas de su historia aparecen en un poema de Píndaro conservado de forma incompleta, que afirma que Zeus persiguió a Asteria pero al intentar escapar de él, cayó en el mar convirtiéndose en la isla de Ortigia. Fuentes posteriores confirman que esos restos podrían sugerir concretamente que Zeus se dispuso a seducir a Asteria tras dejar a su hermana embarazada, pero ella intentó escapar de él y finalmente se transformó en la isla de Asteria u Ortigia, conocida posteriormente como Delos, en la que su hermana poco después dio a luz a los gemelos divinos. Algunas fuentes añaden que ella misma se transformó (o de forma menos convincente fue Zeus) en una codorniz (ortyx) durante su huida, de ahí el nombre de Ortigia (la isla de la codorniz).[234]
Según un relato pintoresco de origen helenístico, Leto llevó a sus hijos a Licia, en la punta sudoeste de Asia Menor, tras su nacimiento en Delos e intentó bañarlos en un manantial local llamado Melita, pero algunos pastores que querían hacer que su ganado abrevara allí la ahuyentaron. Sin embargo, una manada de lobos (lykoi) llegó en su ayuda al mostrarle el camino al río Janto. Tras saciar su sed y bañar a sus hijos en el río, lo consagró a Apolo y llamó Licia al territorio (tierra de lobos) en honor a sus guías. Luego volvió sobre sus pasos para castigar a los pastores. Al ver que todavía estaban en el manantial, los transformó en ranas y los arrojó a sus aguas, de aquí la vida semiacuática que las ranas han tenido desde entonces.[235] En la versión de Ovidio, algunos campesinos malvados no dejaron pasar a Leto y enfangaron las aguas cuando intentaba saciar su sed en un estanque en Licia y ella los castigó inmediatamente convirtiéndolos en ranas.[236] Apolo mantiene vínculos con Licia, tal como ya hemos visto (cf. p. 201) y la misma Leto parece que surgió en Asia Menor.
Según una leyenda de Delos, dos doncellas llamadas Hipéroque y Laódice llegaron de la tierra de los hiperbóreos (pueblo mítico del remoto norte, cf. p. 208) poco después del nacimiento de Ártemis y Apolo con ofrendas de acción de gracias que su pueblo había prometido a la diosa del nacimiento a fin de asegurar a Leto un parto fácil. Ellas murieron en Delos y fueron enterradas cerca del templo de Ártemis, donde su supuesta tumba podía verse en tiempos históricos. Los jóvenes de la isla cortaban un rizo de su pelo y lo dejaban sobre la tumba antes de su matrimonio. Según se cuenta, no fueron éstas las únicas hiperbóreas que fueron enterradas en la isla, puesto que se decía que otras dos doncellas, Arges y Opis, habían llegado del norte tiempo antes, en el momento del nacimiento de los gemelos y habían sido enterradas detrás del templo de Ártemis. Las cenizas de las patas de animales quemados en el altar de Ártemis se esparcían sobre su tumba conjunta.[237]
El carácter absolutamente sagrado de Delos lo convirtió en un lugar donde no podía realizarse un entierro en circunstancias ordinarias. Las excavaciones han revelado que los cultos de los dos pares de doncellas se centraban en tumbas de la Edad de Bronce, cuya significación original pudo haber sido durante mucho tiempo olvidada en el tiempo en el que se desarrollaron los cultos. El nombre de Opis se derivaba de un título de culto de la misma Ártemis. En un relato de la muerte de Orión, Ártemis le dispara por intentar violar a Opis (cf. p. 563). Calímaco diverge de Heródoto cuando afirma que las primeras ofrendas hiperbóreas fueron llevadas por Opis junto con otros dos acompañantes, Loxo y Hecaergo[238] (cf. Loxias como título de Apolo y Hekaergos y Hekaerge como títulos de Apolo y Ártemis respectivamente). Hekaerge pudo haber sido una denominación alternativa de Arges. Cuando Delfos fue atacada por los galos en 279 a.C, se suponía que dos hiperbóreos fantasmales, Hipéroco y Laódoco (cuyos nombres se basaban evidentemente en los de la primera pareja de doncellas hiperbóreas ya mencionadas) habían luchado en su defensa.[239]
Existe un relato curioso en el que se decía que la encinta Leto se había convertido en un lobo para escapar de las persecuciones de Hera, y había viajado en esa forma desde la tierra de los hiperbóreos hasta Delos. Desde ese momento, así pretende la historia, los lobos han dado a luz a sus cachorros sólo en los doce días del año que se corresponden con aquellos en los que la diosa emprendió su largo viaje.[240]
Primeras hazañas de Ártemis. La diosa y sus asistentes
Si Ártemis ayudó a su hermano en alguna de sus acciones más tempranas, tal y como se afirma frecuentemente, sus aventuras comenzaron poco después de su nacimiento. Se dijo en algún momento que había ayudado a Apolo a matar a Pitón,[241] el dragón de Delfos (cf. p. 204), y a menudo se decía que había colaborado en la muerte de Ticio, o incluso que lo había matado ella misma (cf. pp. 207-208). Posteriormente se unió a su hermano para matar a todos los hijos de Níobe (cf. p. 218) y a Corónide, la amante infiel de Apolo, en nombre de su hermano (cf. p. 209). Aunque normalmente no tiene nada que ver con la guerra, desempeñó un papel en la batalla entre los dioses y los Gigantes, e hizo buen uso de su arco (cf. p. 138).
Algunos de los mitos más distintivos de la diosa virgen hablan de sus acciones en relación con las ninfas o doncellas que la acompañaban en la caza. Cuando se convertían en sus compañeras y sirvientas, quedaban ligadas al mismo modo de vida de su señora divina, que no mostraba compasión hacia aquellas que perdían su virginidad o dejaban de acompañarla al campo de caza. La transgresora más famosa (si puede ser considerada así la víctima de una violación) entre sus asociadas fue la heroína arcadia Calisto, igualmente una figura antigua que posiblemente pudo haberse originado como forma secundaria de la misma diosa (y que fue objeto de culto en Arcadia, así como en Atenas bajo la denominación de Ártemis Kalliste «la más hermosa»), Calisto fue violada por Zeus y quedó embarazada de un hijo, Arcas, que estaba destinado a dar su nombre a Arcadia (cf. pp. 697-698). Algunos meses después, cuando un día de calor Ártemis ordenó a sus acompañantes en pleno mediodía que se desvistieran para bañarse con ella, se dio cuenta de que Calisto estaba embarazada y, furiosa, la expulsó; incluso la transformó en un oso para castigarla, tal como relatan algunas versiones.[242] El mito se preserva con muchas variantes (cf. pp. 695-698 para un relato más detallado). Según otro relato del mismo estilo, una tal Mera, hija de Preto, fue alcanzada por la flecha de Ártemis por dejar de acudir a la caza después de que Zeus la sedujera. Evidentemente, no murió de inmediato puesto que sobrevivió para dar a luz a su hijo, Locro, que ayudó a Zeto y Anfión en la construcción de Tebas. Ésta es la historia tal como la trasmite, de forma imperfecta, un breve resumen dentro de un relato de Ferécides. Es posible que fuera muy antigua puesto que Homero incluye a Mera entre las mujeres famosas que fueron vistas por Odiseo en los Infiernos.[243]
En un relato del mito de Hipe, hija de Quirón, ésta fue transformada en un caballo por Ártemis porque había dejado de venerar a la diosa y de acompañarla en la caza;[244] pero hubo muchas versiones de su historia y habitualmente se decía que pidió a los dioses que la transformaran para evitar que su padre descubriera que estaba a punto de tener un hijo (cf. p. 533). Eurípides se refiere de pasada a una historia en la que Ártemis expulsaba de su compañía a una hija de Mérope, de la que no se conoce su nombre, «por causa de su belleza» y la convertía en una cierva con cuernos de oro (quizá la cierva Cerinia cf. p. 342); probablemente se trataba de otra de sus compañeras que fue raptada o seducida debido a su belleza.[245]
Britomartis era una fiel compañera cretense de Ártemis que atrajo los más bajos instintos de Minos. Siguiendo las palabras del latino Cayo Julio Solino, su nombre es de origen cretense y significaba «dulce doncella». Se trataba propiamente de una deidad cretense que llegó a identificarse con la propia Ártemis. En la versión más antigua que ha llegado hasta hoy, la de Calímaco, su mito cuenta lo siguiente. Minos, rey de Creta, estaba desesperadamente apasionado por ella y la persiguió por las colinas de la isla durante nueve meses mientras que ella intentaba esconderse de él lo mejor que podía, a veces bajo altos robles, a veces en las llanuras de agua, pero finalmente, cuando estaba a punto de ser capturada, se vio obligada a saltar desde un acantilado al mar. Sin embargo, sobrevivió y salió sin daño al caer en las redes (diktya) de unos pescadores. Desde aquel momento fue conocida como Dictina (la dama de las redes).[246] Éste era el nombre de una diosa cretense muy similar a Britomartis, y se identificaba totalmente con ella fuera de Creta. Por medio de una etimología falsa, este mito explica el nombre de Dictina (que probablemente se derivó del nombre del monte Dicte en Creta) como uno de los títulos de Britomartis. Para explicar la razón por la que el mirto nunca fue utilizado en asociación con el culto de Britomartis/Dictina, se aducía que una rama de mirto se había enredado en el vestido de Britomartis durante su huida, por lo que aborrece la planta desde entonces.[247]
En una antología de mitos de transformación helenística aparece un añadido al relato más común. Para escapar de Minos, buscó refugio con unos pescadores que la escondieron en sus redes, y ahí ella viajó rumbo a Egina con un pescador llamado Andrómedes. Al final del viaje, este pescador incrementó sus penalidades puesto que intentó violarla, pero consiguió escaparse saltando por la borda y escondiéndose en un bosque de la isla. Luego desapareció sin dejar rastro, y puesto que apareció una estatua en lugar de ella en el santuario de Ártemis, los eginetas fundaron su culto en el lugar en el que se hizo invisible (aphanes), bajo el nombre de Afeya.[248] Es difícil señalar el momento en el que esta diosa antigua y misteriosa comenzó a ser identificada con Britomartis/Dictina. Es bastante probable que la asociación fuera relativamente tardía, quizá originada en la poesía culta de la era helenística.
Relatos de venganza
Si Ártemis fue dura con sus compañeras descarriadas, naturalmente no mostró ninguna compasión con aquellos que la ofendían. Al menos en un relato, mató a su único compañero de caza masculino, Orión, porque intentó cortejarla o violarla (cf. p. 723). A menudo se decía que había ideado la muerte de los Alóadas por una razón similar (cf. p. 140) y mató de un disparo a Búfago (Come asnos), un misterioso héroe de su querida tierra de Arcadia, cuando intentó violarla.[249] Cuando Acteón la vio por casualidad mientras se bañaba en un manantial, ella concibió una terrible muerte para él al transformarlo en un venado e hizo que fuera cazado por sus propios perros (cf. p. 393), pero en una historia menos conocida fue comparativamente más considerada respecto a un tal Sipretes, que la vio desnuda en Creta y al que transformó en mujer.[250] Según un relato de naturaleza totalmente distinta, una leyenda del culto asociado con el santuario de la Ártemis Alpheia de Létrinos (Élide), Alfeo, el dios río del Peloponeso (que tenía una especial predisposición amorosa cf. p. 80), en una ocasión planeó violarla en Létrinos mientras ella celebraba una fiesta nocturna con sus ninfas, pero ella se enteró de sus intenciones y cubrió su rostro y los de sus compañeras con lodo, de modo que le resultó imposible encontrarla.[251]
Ártemis también actuaba en consecuencia cuando se le negaban los honores apropiados en su culto o se la desdeñaba en cualquier asunto. Envió un enorme jabalí a asolar las tierras de Eneo, rey de Calidón, para castigarlo por olvidarla cuando ofrecía sacrificios a todos los dioses (cf. p. 540), y llenó de colas de serpiente el lecho nupcial de Admeto como señal de una muerte prematura para vengar una ofensa similar (cf. p. 211). En una leyenda menos conocida, disparó a una heroína focia, Cione, hija de Dedalión, por criticarla durante una caza o por afirmar que era más hermosa que ella.[252] El mito de venganza más interesante es aquel en el que Ártemis pide el sacrificio de Ifigenia para castigar una ofensa cometida por su padre Agamenón. En muchas versiones, incluida la más antigua, Ifigenia nunca llega a convertirse en víctima, puesto que a menudo la rescata la diosa en el último momento y la vincula a ella de manera muy estrecha (cf. pp. 579-580 y 660-661).
Los romanos identificaban a Ártemis con Diana, la diosa latina de los bosques, que no era en muchos aspectos muy diferente a ella. Está claro que la diosa romana no tenía estatuas nativas, de modo que en arte la figura ya conocida de la cazadora Ártemis (Diana cazadora) se utilizaba indistintamente para las dos. Como se ha mencionado, la diosa se representa normalmente como una mujer joven y hermosa, con su chyton ceñido hasta la rodilla, normalmente armada con un arco y un carcaj y acompañada regularmente por un venado u otras bestias, aunque también aparece con largas vestiduras. En tanto que se la identificó con la luna, su cabeza podía estar coronada por un cuarto creciente. Sus emblemas, además de las bestias que la asisten y las armas, incluyen la antorcha, atributo común de las diosas de la fertilidad puesto que la luz está normalmente muy asociada con la vida y el nacimiento. En este punto se asemeja a la diosa Hécate, que también ayudaba a las mujeres en el nacimiento de los hijos y llevaba normalmente antorchas como atributo.
Hécate como gran diosa y reina de los fantasmas
Hécate es prima de Ártemis en la genealogía estándar de Hesíodo, puesto que era hija de Asteria, hermana de Leto.[253] Las dos diosas, aunque sin duda de origen diverso, fueron identificadas frecuentemente, probablemente desde el período clásico o incluso antes. Sin embargo, tal como era representada desde la época clásica, Hécate difería de Ártemis en muchos aspectos, como diosa sombría y extraña, reina de los fantasmas y por tanto de toda la magia; por encima de todo, de la magia negra.
A juzgar por la extensión de topónimos y otras evidencias, Hécate se originó en Caria, en el borde suroeste de Asia Menor, donde habría sido venerada como diosa principal. Sin embargo se introdujo en Grecia bastante pronto: en el siglo VII a.C. ya aparece en el culto privado. Aunque Homero no la menciona (como es comprensible a la vista de la naturaleza privada de su culto), Hesíodo la alaba con evidente entusiasmo personal como diosa universal. Afirma que otorga todo tipo de dones a los acólitos que gozan de su favor tales como riqueza, éxito en el juego, habilidad en la equitación, victoria en la guerra y buen consejo; y afirma que Zeus le concedió esos privilegios excepcionales, a pesar de su nacimiento como titán, tanto en la tierra como en el cielo y en el mar. El único territorio que estaría fuera de su dominio serían los Infiernos, el reino más estrechamente asociado con ella en la tradición posterior. Precisamente porque el poeta la convierte en el centro de su ardor religioso, su Himno a Hécate, como se ha denominado, arroja poca luz sobre el carácter individual de la diosa.[254] Aunque no tenemos evidencias definitivas sobre el tema, posiblemente fue adorada en su patria originaria como una gran diosa que no estaba fundamentalmente involucrada con lo extraño y lo mágico. Si no tiene nada que ver con esos temas, es difícil, sin embargo, entender cómo pudo haber evolucionado hasta convertirse en la diosa que hemos conocido en los relatos griegos a partir de la época clásica. El Himno homérico a Deméter (probablemente del siglo VII a.C.) la vincula con Perséfone de un modo que sugiere que, en el tiempo de su composición, ella mantenía contactos con los Infiernos, ya que el poema relata que había oído a Perséfone gritar mientras Hades la raptaba y se lo contó a Deméter. Cuando después de un tiempo Perséfone volvió a visitar a su madre, Hécate la abrazó y se convirtió en su asistente y acompañante desde ese momento.[255] Por las referencias en la tragedia, queda claro que en el período clásico Hécate estaba asociada a los espectros y los caminos nocturnos.[256]
En su encarnación como reina de los fantasmas, Hécate también era la diosa de los caminos (Enodios) y de los cruces (he ahí su título de Trioditios, «la de los tres caminos»), ya que los cruces eran considerados, al igual que en el folclore moderno, grandes centros de actividad espectral y mágica. Parece que es esa razón por la que las estatuas de Hécate la representan a menudo en una forma triple, de modo que puede mirar simultáneamente todas las rutas que se encuentran en el punto en el que se erigen. Por la noche enviaba espectros al mundo o aparecía ella misma, especialmente en cruces de caminos bajo la pálida luz de la luna, y vagaba por los caminos a la cabeza de una legión de espíritus. Su séquito, la corte de Hécate, estaba formado por sombras de los muertos inquietos que encontraron la muerte de manera prematura o violenta, o que no habían sido enterrados adecuadamente. Puesto que también estaba acompañada por perros demoníacos que emitían un ensordecedor ladrido, su paso presenta similitudes con los «Cazadores salvajes» del folclore del occidente europeo. La diosa y sus acompañantes nocturnos podían infligir locura o epilepsia en mortales que encontraban a su paso, y eran sin duda fuente de terrores nocturnos y pesadillas. Para obtener el favor de Hécate y su hueste, y así mantenerlos a distancia, los griegos les dejaban ofrendas en los cruces de caminos al comienzo de cada mes. Conocidos como «la comida de Hécate» (deipna Hekates o simplemente Hekateia), consistían en pasteles, huevos y quesos entre otras cosas.[257] También se sacrificaban perros a Hécate, y los restos de sacrificios purificatorios se ofrecían a la diosa y a su séquito con cierta aversión. Por el contrario, magos y brujos convocaban su ayuda para sus propósitos malignos, o incluso la convocaban a ella en persona. La bruja Medea la invoca como su señora y ayudante en la Medea de Eurípides y en el Idilio II de Teócrito, se muestra a una joven pidiendo ayuda para un embrujo amoroso: «Brilla en tu esplendor para mí, luna, porque a ti levanto mi canto, diosa silenciosa, y a Hécate infernal, que hace que los mismos perros tiemblen ante ella cuando pasa junto a las tumbas de los muertos y la oscura sangre. Te saludo, terrible Hécate, y acompáñame hasta el final, para que estas drogas que he elaborado no sean inferiores ni a las de Circe, ni Medea, ni a las de Perímede, la de cabellos rubios».[258] Igualmente en las tablillas de maldición (tabellae defixionis) el redactor invoca a menudo a Hécate para que haga efectiva la maldición.
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