lunes, 25 de marzo de 2019

Lisandro y Abel

Había un rey que tenía una hija que nació con un lunar grande en la frente, que tenía como unas letras. El rey mandó llamar a las personas más sabias de su reino, pa' saber qué significaba eso que tenía en la frente la princesa. 
En el reino había dos amigos inseparables que se llamaban Lisandro y Abel, El padre de Lisandro era leñador; un día, cuando volvió el bosque, el hijo le dijo: 
-Mira, tata, yo sé lo que significa el lunar que tiene la princesa. 
No digas nada, porque el rey no quiere bromas y te va cortar la cabeza. 
Pero Lisandro se jué y le avisó al rey que sabía lo que decía el lunar. El rey lo mandó llamar y Lisandro dijo: 
Mire, esos escritos dicen que cuando la princesa cumpla quince años, va a desaparecer por más guardias que ponga. Lisandro se volvió. Cuando llegó el cumpleaños de la princesa, el rey había redoblao las guardias, iluminao el palacio, ¡pero nada! Sin saber cómo ni cuándo desapareció la niña. 
El rey mandó a buscarla por todos laos; ofertaba recompensas a ver si la encontraban, pero no aparecía. Había que ver todos los que iban a buscarla, pero no daban con la niña. 
Entonces Lisandro, al volver con el padre 'l bosque, le dijo: 
Yo vuá buscar a la niña. ¿Cómo la vas a buscar? No sé; se la vuá buscar y se la vuá traer al rey. Se jué y le dijo al rey: Yo se la vuá traer a la princesa. 
Si vos me la encontrás, ¿qué premio te puedo dar? Si yo se la encuentro quiero casarme con ella -contestó Lisandro. 
Lisandro se jue pa' su casa y el padre le dio el burrito y una cantidá 'e dinero pa' mientras dure la ausencia. En lo que estaba por irse llega Abel y le dice: 
Yo me voy con mi amigo, no me separo d' él. Con él voy y con él vuelvo. 
Se jueron los dos en el burrito. Caminaron leguas y leguas. .. Cielo y tierra, no se veía un alma por donde iban. En eso hallaron que se abrían dos caminos; allí estaba una vieja flaca, que les dijo: ¿P'ande van, hijitos? 
Vamos a buscar a la princesa, que hace rato que se ha perdió. 
No, es inútil que vayan ustedes; todos los que van no vuelven. 
Lisandro le regaló plata a la vieja, y ella les dijo: 
Bueno, sigan derecho no más. 
En eso llegaron a un pueblo y encontraron una iglesia donde estaban dando misa. En el atrio de la iglesia había un cajón con un muerto. Abel dijo: 
Vamos a oír misa antes de irnos. 
Abel y Lisandro se bajaron y entraron a rezar. Después preguntaron: 
¿Por qué está este muerto en la puerta, así d'esa forma? 
Les contestaron qu' era uno que no había pagao las deudas y lo tenían allí; ninguno quería llevarlo al cementerio. Lisandro pagó todo lo que debía el muerto y lo hizo que lo enterraran. 
Entonces ya siguieron su camino en el burrito. Y caminaron como una legua o legua y media, y vieron un barranco grande. 
Vamos a ver qu'es esto. 
Antes de la barranca había un árbol grande; allí lo ataron al burrito y le dejaron mucho pasto pa' que coma. Vieron una puerta grande qu'estaba abierta; entraron y vieron que por el aire venían comidas, pero no sabían quién las mandaba. Siguieron caminando y vieron salas con mucho lujo. 
Cuando habían entrao así vieron una niña rubia de ojos azules, que les preguntó qué deseaban. Lisandro le contó que buscaban a la princesa que había desaparecido y que no iban a volver sin hallarla. La niña les dijo qu' ella era la princesa, qu'estaba allí cautivada: 
–Si ustedes me van a sacar, tienen que hacer un solo sacrificio: van a acarrear agua de aquel pozo qu'está allí. El trabajo va a durar tres días, a ver si resisten. Si cumplen, salimos los tres; si no, salgo yo y quedan ustedes. 
Ella les dio una tinaja y les avisó qu'en la mita del camino les iba a salir una vieja que castigaba a un chico, pero qu'ellos no hicieran caso a los gritos y no se dieran vuelta. 
Al otro día, a la mañana tempranito, Lisandro y Abel jueron con la tinaja a traer agua. Cuando venían por el camino salió una vieja que lo aporreaba a un chico; el chico gritaba. 
–¡Ay, mamita! ¡No me pegue más, me va a lastimar! 
Ellos no aguantaron y se dieron vuelta. Cuando llegaron con el agua, la niña les dijo: 
-Yo les dije que no se den vuelta, porque si no a los tres días van a quedar ustedes prisioneros y yo voy a salir. 
Pero ellos no aguantaron y se siguieron dando vuelta al oír los gritos del muchacho. Entonces la princesa escribió una carta y la puso bajo la almuada junto con su anillo y un pañuelo bordao con las iniciales d'ella. 
Cuando volvieron al tercer día, ella no estaba porqu'ellos no habían cumplió. Lisandro se puso a llorar de ver que no pudo aguantar. 
Entonces se puso a caminar y caminar por la cueva; era una oscuridá terrible, y después se subió a una tapia qu'encontró. En eso oyó una voz que le decía: 
Volvete, Lisandro, que a tu compañero lo han muerto. 
En eso sintió que le han alcanzao una espadita. ¿Quién me da esta espadita? - preguntó Lisandro. 
Y oyó una voz que le decía: 
Vos pagastes mis cuentas y me salvastes. En recompensa te doy esta espada pa' que te vuelvas. A esa puerta grande qu'está ahí le das tres hachazos, si no, no vas a poder salir, porque no es una puerta, sino la vieja y el muchacho qu están atravesaos formando puerta. 
Lisandro jué y le pegó un hachazo y ni se rayó la madera; al tercer hachazo le pegó con toda su juerza y se abrió la puerta. Y vio una ciudá entera. 
Encontró a su burrito qu'estaba atao en el árbol; lo montó, se jué y llegó a la ciudá. Y halló una alegría grande; preguntó qué pasaba y le contestaron. 
La princesa se casa, porque ya la han encontrao. 
Lisandro jué al palacio y pidió permiso pa' ver la fiesta. 
Le dijeron que sí y que le den lo que sobraba del banquete. Cada vez que pasaban los criados con la bandejas p'adentró, él se tiraba un p... Los criados, indignaos, se jueron a avisar al rey y él vino a pedirle explicaciones. 
Lisandro le dijo qu'él la había librao a la princesa y que tenía las señas pa' probarlo. Jué el rey, la llamó y la trajo a la princesa. Lisandro le preguntó si se acordaba d'él y sacó la carta, el anillo y el pañuelo; la niña lo reconoció. 
Entonces el rey jué a ver al caballero que había dicho que la había encontrao a la princesa, y le pidió alguna seña; pero él no supo dar ninguna prueba. 
El rey lo mandé hacer arreglar a Lisandro con las mejores ropas. Después avisó a los convidaos y les pidió disculpas porque se habían equivocao y recién había venío el salvador de la princesa. Al otro caballero lo despidieron del palacio y le dijeron que no pisara más ese pueblo. 
Lisandro se casó con la princesa. Después lo mandó a buscar al padre y se quedaron todos en el palacio. 

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