viernes, 1 de marzo de 2019

La tortuga parlanchina

El futuro buda nació una vez en la familia de un consejero, cuando Brahmadatta gobernaba en Benarés. Al crecer se convirtió en el asesor del rey sobre las cosas temporales y espirituales.

    Este rey era muy parlanchín; mientras hablaba, el resto no tenía ninguna posibilidad de hablar. Y el futuro buda, que quería curarle aquella locuacidad suya, estaba siempre buscando un modo de hacerlo.

    En aquella época vivía una tortuga en un estanque de la cordillera del Himalaya. Dos jóvenes jansas9, gansos salvajes que iban allí a alimentarse, trabaron amistad con ella. Y un día, cuando ya tenían mucha confianza, dijeron a la tortuga:

    —¡Amiga tortuga! El lugar donde vivimos, la Cueva Dorada del Monte Hermoso, en la región del Himalaya, es un sitio espléndido. ¿Querrás ir allí con nosotros?

    —Pero ¿cómo llegaré hasta allí?

    —Nosotros te llevaremos. Solo tienes que mantenerte callada y no decir ni una palabra.

    —¡Vaya! Eso puedo hacerlo. Llevadme con vosotros.

    —Muy bien —le dijeron. Pidieron a la tortuga que mordiera un palo, cogieron los extremos con los picos y se elevaron en el aire.

    Al ver a la tortuga transportada así por los jansas, algunos aldeanos gritaron:

    —¡Dos gansos llevan a una tortuga con un palo!

    La tortuga intentó decir:

    —Si mis amigos han decidido llevarme, ¿qué os importa a vosotros, desdichados?

    Así que, justo cuando el rápido vuelo de los gansos lo había llevado hasta el palacio del rey de la ciudad de Benarés, la tortuga soltó el palo que estaba mordiendo y se rompió en dos al caer al patio. Y todos exclamaron:

    —¡Una tortuga ha caído en el patio y se ha roto en dos!


   
    El rey acudió al lugar acompañado por el futuro buda y rodeado por sus cortesanos. Al ver a la tortuga, preguntó al bodisat:

    —Maestro, ¿cómo ha caído aquí?

    «Llevo mucho tiempo buscando el modo de advertir al rey. Esta tortuga debe haber trabado amistad con los gansos; deben haberle pedido que mordiera el palo y se han elevado en el aire para llevarla a la cordillera. Pero ella, incapaz de contener su lengua cuando oye que alguien más habla, ha querido decir algo y ha soltado el palo, y por eso ha caído del cielo y, por tanto, ha perdido la vida», pensó el futuro Buda.

    —Lo cierto es, majestad, que los parlanchines cuyas palabras no conocen un final terminan lamentándolo de este modo —dijo, y pronunció los siguientes versos:

   
      «No hay duda: la tortuga se ha matado
      Por no contener su voz.
      La lengua la ha traicionado
      Mientras agarraba el palo.
      ¡Contémplala ahora, majestad!
      Y habla con sabiduría;
      Ya ves cómo acabó la tortuga
      Por su charlatanería».
 

    El rey se dio cuenta de que se refería a él.

    —¡Vaya, maestro! ¿Hablas de mí?

    Y el bodisat le contestó con franqueza.

    —Majestad, sea usted o cualquier otro, quien no tiene mesura al hablar termina sufriendo algún percance.

    Y de aquel momento en adelante, el rey se contuvo y se convirtió en un hombre de pocas palabras

9 Ánsar que en la cultura india se considera un ave sagrada.

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