jueves, 28 de marzo de 2019

LA HISTORIA MÍTICA DE TEBAS

Fundación y comienzo de la historia de Tebas
La gran ciudad de Tebas, situada en el sur de Beocia, que competía con Argos como centro más importante de la Grecia mítica, fue gobernada por la segunda rama más importante de la dinastía de los Ináquidas. Tal como se explicó anteriormente (cf. p. 307), una antigua princesa argiva, Ío, descendiente (o incluso hija) del río dios argivo Ínaco, se exilió de su nativa Argos y se asentó en Egipto. En ese país, su nieta Libia tuvo posteriormente dos hijos gemelos con Poseidón llamados Belo y Agénor, fundadores de las dos ramas principales de la familia. Dánao, hijo de Belo, volvió a su patria ancestral de Argos para fundar el linaje gobernante de los Bélidas (cf. p. 309), mientras que Cadmo y Europa, hijos de Agénor nacidos en Fenicia, lugar donde se había asentado su padre, estaban destinados a fundar los linajes gobernantes de los Agenóridas en Tebas y Creta respectivamente. En el presente capítulo seguiremos la historia de la línea tebana fundada por Cadmo, antes de pasar a Europa y a sus descendientes en Creta, que abordaremos en el siguiente.
Agénor envía a Cadmo y a sus otros hijos en busca de Europa
Para retomar la historia de Agénor donde la dejamos en el capítulo VII, diremos que emigró de Egipto a Fenicia desde la costa más oriental del Mediterráneo, donde fundó un reino propio y se casó con Telefasa (de parentesco no registrado) o Argíope, hija de Nilo. Ella le dio una hija, Europa y varios hijos entre los que se incluyen Cadmo, Fénix, Cílix y Taso.[1] Europa creció y se hizo tan hermosa que atrajo el amor de Zeus, el cual asumió la forma de un toro que la llevó por el mar hasta Creta, donde tuvo con ella a Minos y otros hijos (cf. pp. 442 y ss.). Desesperado por su repentina desaparición, Agénor ordenó a sus hijos que partieran en su busca, y les dijo que no volvieran bajo ninguna circunstancia hasta que la hubieran encontrado. A pesar de todo, fracasaron en su objetivo y se vieron obligados por tanto a establecerse en el extranjero.[2] Cílix, que es poco más que un epónimo, construyó su hogar en la provincia del sureste de Asia Menor que fue después conocida como Cilicia, mientras que Fénix se asentó en Fenicia, no lejos del lugar del que había partido; o también es posible que se asentara en el norte de África, centro importante de la colonización fenicia.[3] En primer lugar nos centraremos en los viajes de Cadmo, que partió con su madre Telefasa y su hermano Taso. Recorrieron la mayor parte del Egeo hasta llegar a Tracia por sus costas septentrionales, donde murió Telefasa. Taso decidió abandonar en este punto y se instaló en la isla frente a las costas de Tracia, que desde entonces lleva su nombre. Según Heródoto, las famosas minas de oro de la isla fueron descubiertas por los seguidores fenicios de Taso.[4] Durante la búsqueda precedente, Cadmo ya había establecido una colonia fenicia en el sur de la isla de Tera (cf. p. 733). Tras ocuparse del funeral de su madre y despedirse de su hermano, Cadmo decidió viajar a Grecia y consultar el oráculo de Delfos sobre el paradero de su hermana.[5]
Se han recogido genealogías contradictorias de la mayor parte de los miembros de esta familia. Europa es descrita bastante a menudo como hija de Fénix y no de Agénor, del mismo modo que Cadmo en alguna ocasión. La Ilíada se refiere a Europa como tal, y lo mismo se recoge del Catálogo de Hesíodo que especificaba que Fénix era hijo de Agénor y padre de Fineo.[6] No podemos estar seguros, por las pruebas que han llegado hasta hoy, de si Cadmo aparece también en el Catálogo como hijo de Fénix o de Agénor y, por tanto, como tío de Europa (que quizá sea más probable). En relación con el mito de búsqueda, Cadmo y Europa siempre son considerados hermanos y habitualmente hijos de Agénor.[7] A Taso se le señala como hijo de Agénor, Fénix, Cílix o Poseidón. Cefeo, rey de Etiopía y padre de Andrómeda (cf. p. 319) se integró dentro de esta familia en algún lugar (como es comprensible a la vista de la situación de su reino), y aparece indistintamente tanto como hijo de Agénor, Fénix o Belo. Lo mismo ocurre con Fineo, tío de Andrómeda (cf. p. 320, que no debe confundirse con el Fineo tracio).[8]
Cadmo sigue a una vaca hasta el sitio de Tebas, donde mata un dragón y planta sus dientes
El oráculo le dijo a Cadmo que no se molestara más por Europa, sino que tomara una vaca como guía, la siguiera hasta que cayera exhausta sobre su flanco derecho (en el lado del buen augurio), y que fundara una nueva ciudad en ese lugar. Encontró una vaca especial entre los rebaños de un tal Pelagonte, que habitaba en Fócide, al este de Delfos. En una versión de la historia, él la descubrió por sus propios medios mientras se alejaba de Delfos. En este caso eligió una vaca que iba caminando entre los rebaños de Pelagonte;[9] en otras narraciones el oráculo era más preciso y le decía que buscara en los rebaños de Pelagonte y eligiera una vaca en particular, con una marca blanca en cada uno de sus flancos que se asemejara a una luna llena.[10] Fuera como fuese, tras encontrarla la siguió de camino hacia el este a través de Fócide y el sur de Beocia hasta que cayó al suelo en el emplazamiento de Tebas.
Tras descubrir de este modo la situación de su ciudad, Cadmo decidió ofrecer la vaca en sacrificio a Atenea (y así inauguró el culto tebano a Palas Onca); en otros casos el oráculo fue el que le dio instrucciones para que sacrificara la vaca a la Tierra tras conseguir su objetivo.[11] Antes de comenzar el ritual necesitó agua para las purificaciones y envió a alguno de sus compañeros a buscarla a una fuente cercana. Pero el manantial estaba consagrado al dios de la guerra Ares y lo custodiaba un temible dragón que mató a todos o a casi todos los hombres. Como era común con los dragones griegos, que no tenían las patas y alas de nuestros dragones modernos (originados en el medievo), este dragón tebano era descrito como una gran serpiente. Según una versión, se trataba de un hijo de Ares y no de su sirviente, un niño nacido de su unión con la erinia Tilfusa.[12] Al conocer la suerte de sus compañeros, Cadmo salió a enfrentarse con el dragón y lo mató al momento, ya fuera clavándole una espada, golpeándole en la cabeza con una enorme piedra o de ambos modos.[13]
Siguiendo el consejo de Atenea, recogió los dientes del dragón y los sembró en la tierra. Un grupo de hombres armados, conocidos como los Espartos (Spartoi) u «Hombres Sembrados» surgieron de los dientes y empezaron a luchar entre ellos hasta que quedaron sólo cinco.[14] Parece que en la historia original se atacaron unos a otros por propia iniciativa, como resultado de su agresividad innata; pero también había una versión bastante antigua en la que Cadmo, atemorizado, comenzó a arrojarles piedras, y ellos, creyendo que alguno estaba apedreando a los otros, empezaron a luchar entre sí.[15] Fuera lo que fuese, al final quedaron cinco Espartos llamados Equión, Udeo, Ctonio, Hiperénor y Peloro[16] (cuyos nombres significan Hombre-Serpiente, Hombre-Suelo, Hombre-Tierra, Vanidoso y Monstruoso, respectivamente) que fundaron las familias nobles que formarían la clase militar de la nueva ciudad. Cadmo tuvo que servir a Ares durante un año (o un gran año, equivalente a ocho años ordinarios) como expiación por haber matado al dragón.[17]
En otras versiones de la historia de los dientes del dragón, Atenea los sembró con sus propias manos, o Ares ordenó que se sembraran, o él mismo llegó a hacerlo.[18] Helánico ofrece una versión en la que, desde el primer momento, sólo surgieron cinco Espartos de los dientes, por lo que se eliminaba así la batalla inicial,[19] y parece que afirmaba que Ares habría matado a Cadmo tras la muerte del dragón si no hubiera sido porque Zeus se lo impidió.[20]
La historia de la siembra de los dientes del dragón fue retomada en el mito de los Argonautas para proporcionar una ordalía a Jasón (cf. p. 509). Para dar cuenta del origen de los dientes que había sembrado Jasón (un suceso que tuvo que haber ocurrido varias generaciones después de la época de Cadmo), se cuenta que Cadmo enterró algunos de los dientes del dragón tebano, mientras que el resto se guardaron, los recibió Eetes y luego éste se los pasó a Jasón para que los sembrara. Ferécides afirma, por ejemplo, que Ares y Atenea entregaron la mitad de los dientes a Cadmo y reservaron el resto para Eetes; o que Eetes recibió de Atenea una parte de los dientes.[21] Es fácil que surjan malentendidos si no se tiene en cuenta que a Jasón y a Cadmo se les ordenó sembrar los dientes por razones totalmente distintas, puesto que Eetes hizo que Jasón los sembrara para enfrentarlo con la peligrosa prueba que consistía en matar a los guerreros que surgieran de ellos, mientras que Atenea (o Ares) ordenó a Cadmo hacerlo para proporcionarle ciudadanos útiles para Tebas. No estaba en el ánimo de Cadmo matarlos, e incluso en la variante mencionada anteriormente en la que él provocó que se atacaran entre sí arrojándoles piedras, las lanzó presa del pánico y no con la intención de provocar un enfrentamiento. Jasón, por el contrario, lo utilizó como estratagema deliberada a partir del consejo de Medea, para asegurarse de que los hombres armados quedaran reducidos en número antes de atacarlos directamente. Este motivo del lanzamiento de piedras pudo haberse originado en el mito argonáutico.
Aunque la relación de Apolodoro sobre la leyenda fundacional está en su mayor parte extraída de fuentes muy antiguas, resulta equívoca en tanto que sugiere que Cadmo estuvo obligado a servir a Ares tras haber matado a los Espartos (y no al dragón tebano),[22] esta desafortunada idea debe desecharse. Incluso aunque la ira de Ares por la muerte del dragón se hubiera aplacado totalmente tras la servidumbre de Cadmo en la leyenda original, el tema era demasiado aprovechable como para no ser reutilizado, tanto para dar cuenta de la transformación posterior de Cadmo en una serpiente (cf. p. 395), como de la llegada de la Esfinge, o de la necesidad de un acto de autoinmolación cuando Tebas tuvo que defenderse de los Siete (cf. pp. 433-434).
Cadmo desposa a Harmonía y funda Tebas
Ares se reconcilió con Cadmo una vez completado el período a su servicio y Zeus le otorgó una diosa como esposa llamada Harmonía, hija de Ares y Afrodita. Todos los dioses del Olimpo descendieron del cielo para asistir al casamiento, que fue celebrado en la Cadmea, la acrópolis de la nueva ciudad. Las mismas Musas cantaron los himnos de boda, acompañadas por Apolo o por las Gracias en algunas versiones.[23] La novia recibió muchos regalos magníficos, entre los que destacaba una gargantilla y un traje (peplo) de carácter divino, que en tiempos futuros serían muy codiciados y se convertirían en fuente de desgracias para sus dueños. Normalmente se dice que el traje fue un regalo de Atenea, mientras que la gargantilla, que por supuesto había sido labrada por Hefesto, fue regalo de ella o de Afrodita. También se afirma que la gargantilla fue un regalo que el novio había adquirido de su creador o de Europa (que a su vez la había recibido originariamente como regalo de Zeus [cf. p. 442]). Esta última versión, de Ferécides, parte de la tradición más común que sugiere que Cadmo encontró a su hermana en algún momento después de su rapto y traslado a Creta.[24] Píndaro cita este matrimonio junto con el de Peleo —que también se casó con otra diosa, Tetis (cf. p. 93)— como ejemplo de la mayor bendición que podía llegar a tener un mortal. Pero el poeta habla de la cumbre de su buena fortuna para tocar un tema más profundo en donde afirma que ningún mortal podía vivir una vida libre de adversidades, ya que tanto Cadmo como Peleo estaban destinados a encontrarse con toda la desgracia que les correspondía.[25] Los sufrimientos de Cadmo surgieron principalmente por las tribulaciones de sus hijos, como veremos en breve, mientras que Peleo se vio pronto abandonado por su esposa, que consideró vergonzoso estar sujeta a un mortal, y perdió a su único hijo de forma prematura. Sin embargo, Cadmo, al menos en su matrimonio, fue totalmente afortunado, puesto que la actitud de Harmonía fue muy diferente de la de Tetis y la unión resultó ser feliz y duradera.
Cadmo fundó Tebas con la ayuda de los Espartos construyendo sobre la acrópolis tebana la parte alta de la ciudad, que fue conocida como la Cadmea. En Tebas había dos leyendas fundacionales diferentes puesto que en algunas ocasiones se afirmaba que había sido fundada por Zeto y Anfión, que pertenecían a otro linaje; pero las dos leyendas se reconciliaron en la tradición a través de una división de tareas, y se dice así que Cadmo había construido la parte alta de la ciudad mientras que Zeto y Anfión levantaron o fortificaron la parte inferior en un momento posterior (cf. p. 402). La casa de Cadmo y la cámara nupcial de Harmonía podían verse en la acrópolis en tiempos históricos, al igual que el lugar donde se supone que las Musas cantaron durante los festejos de su boda.[26]
Según algunos relatos helenísticos, Harmonía era mortal y no divina, como hija que era de Zeus con una madre mortal, Electra, hija de Atlas. En ese caso, se trataba de la hermana de Jasión y Dárdano (cf. p. 671) con los que creció en la isla de Samotracia, en el norte del Egeo, donde Cadmo la encontró durante su búsqueda de Europa. Según relata Éforo, historiador del siglo II a. C., la raptó cuando pasó navegando frente a ella. De ahí el origen de una ceremonia local en la que los habitantes de la isla llevaban a cabo una búsqueda ritual de Electra. En el relato de Diodoro, se casaron en presencia de los dioses en una ceremonia formal en Samotracia, del mismo modo que en la historia tradicional de su celebración de boda con la diosa en Tebas.[27] En caso de aceptar que Harmonía era hija de Electra, se podría explicar que las puertas de Electra en Tebas fueran llamadas así por su madre (aunque otra historia sugería que adoptaron ese nombre por la hermana de Cadmo).[28]
Normalmente los griegos explicaban el origen de su alfabeto diciendo que Cadmo lo había introducido desde Fenicia. Sin embargo, hay leyendas que rivalizan entre sí, al igual que en el caso de las invenciones, y, naturalmente, algunos autores preferían asignar un origen puramente griego a la escritura. En la tradición arcaica, que ya aparece en Estesícoro y que quizá se originó en la primitiva épica troyana, se afirmaba esto como uno de los muchos inventos del ingenioso Palamedes (cf. p. 593). En el Prometeo encadenado, la escritura se enumera entre las artes que fueron inventadas por Prometeo en beneficio de la raza humana. En otra versión, sin duda de origen helenístico, el alfabeto había sido inventado por Acteo, uno de los primeros reyes de Atenas, que dio nombre a las letras en honor a su hija Fénice. Este Acteo era el suegro de Cécrope (cf. p. 477) al que también se considera inventor del alfabeto.[29]
Los hijos de Cadmo y Harmonía. Muerte de Acteón
El fundador de Tebas y su divina esposa tuvieron un hijo, Polidoro y cuatro hijas de mucha más importancia: Ino, Sémele, Ágave y Autónoe.[30] Polidoro tiene únicamente importancia genealógica como heredero varón que serviría para unir al fundador de la ciudad con la dinastía de los Labdácidas (la familia de Edipo y Polinices), que en principio no tenían relación con Cadmo. En algunas ocasiones se le conocía como Pínaco (el que escribe las tablillas), evidentemente en referencia la labor de su padre como introductor de la escritura en Grecia.[31] Tal como veremos (cf. p. 395), Cadmo y Harmonía tuvieron un hijo más, Ilirio, durante sus últimos años de exilio.
Los desastres que sufrieron las hijas de Cadmo se abordan en su mayor parte en otros lugares. Sémele provocó su propia destrucción al hacer que su amante Zeus la visitara en su auténtica forma divina (cf. p. 233). En ese momento ella estaba embarazada de su hijo Dioniso, que fue extraído de sus entrañas e introducido en el muslo de Zeus hasta que llegó el momento de su nacimiento. Ino y su esposo Atamante criaron durante un tiempo a Dioniso mientras era un niño, lo cual causó la ira de Hera que los castigó volviéndolos locos y terminó provocando la muerte de Ino y de sus dos hijos (cf. pp. 234 y 547). Ágave se casó con Equión, uno de los cinco Espartos y le dio un hijo, Penteo, que gobernó Tebas por un corto período como sucesor de Cadmo. Ella y su hijo estaban destinados a la desgracia de la mano de Dioniso, que la incitó, junto a otras mujeres tebanas, a descuartizar a Penteo como castigo por haberse negado a reconocer su divinidad (cf. p. 236). Por su parte, Autónoe se casó con un dios menor del campo, Aristeo (cf. p. 213) con el que tuvo un hijo, Acteón, que murió pronto en terribles circunstancias, tal como se relatará a continuación.
Acteón era un apasionado de la caza y nada le gustaba más que rondar por las tierras altas de Beocia con un grupo de cincuenta perros. Sin embargo, un día, todavía en la flor de la juventud, ofendió gravemente a Ártemis, que lo convirtió en un ciervo e hizo que fuera cazado por sus propios perros. La versión más común de la historia, tanto en tiempos modernos como en la última tradición clásica, es la que aparece por primera vez en el Himno V de Calímaco, en el que se relata que la diosa le infligió ese castigo por haberla visto desnuda. Un día él estaba cazando en el monte Citerón, al sur de Beocia, y se adentró en las espesas arboledas del valle de Gargafia buscando alivio al calor del mediodía, al igual que Ártemis, que había penetrado en este valle consagrado a ella, con similares intenciones. Acteón la encontró mientras se bañaba con sus ninfas asistentes en una fuente que estaba a la sombra. La diosa, encolerizada, le arrojó agua a la cara y le dijo que seguro que iría diciendo a todos que la había visto desnuda si pudiera hacerlo. El significado de sus palabras quedó patente cuando los cuernos comenzaron a brotar de su cabeza en el lugar donde el agua le había tocado y gradualmente se fue convirtiendo en un venado. Sin embargo, mantuvo su juicio y fue totalmente consciente del sufrimiento por el que estaba a punto de pasar cuando sus propios perros lo atacaron. Ésta es la historia tal como se recoge en la narración más antigua compuesta por Ovidio; Calímaco no ofrece detalles.[32] En las lomas septentrionales de Citerón, los viajeros podían ver una roca conocida como el Lecho de Acteón (koite Aktaionos) en la que el héroe solía dormir agotado tras la caza, y desde donde fue alcanzado por la mirada fatal de la diosa mientras se estaba lavando en un manantial cercano.[33] Algunos autores posteriores sugieren que la diosa tenía razones sobradas para castigar a Acteón puesto que él estaba espiándola deliberadamente e incluso había intentado violarla.[34] Diodoro ya recoge una historia de este tipo y relata que intentó hacer el amor con la diosa en su templo después de haberle dedicado las primeras piezas de la caza.[35]
En las versiones más antiguas, Acteón recibió la retribución divina por una razón totalmente diferente, puesto que intentó casarse con su tía Sémele a pesar de que Zeus la amaba. El mitógrafo antiguo Acusilao citaba esto como causa de su transformación, y se puede suponer que el Catálogo de Hesíodo afirmaba lo mismo (a pesar del hueco en un papiro con información relevante, en el que no se conserva más que las dos últimas letras del nombre de Sémele).[36] Pausanias atribuye una versión similar a Estesícoro, y da cuenta en el poema en cuestión de forma ambigua que Ártemis «arrojó una piel de venado» a Acteón para provocar que sus perros lo cazaran, y así evitar que tomara a Sémele como esposa.[37] No queda claro si la controvertida frase se podría interpretar literalmente o se refiere a una transformación convencional (lo cual es más probable). En la literatura que se conserva, Eurípides es el primer autor que afirma que Ártemis actuó contra Acteón por una ofensa cometida contra ella, en este caso por haberse jactado de ser mejor cazador.[38] Esquilo y otros autores dramatizaron en la tragedia primitiva la leyenda de Acteón, aunque virtualmente no se conoce nada sobre el modo en el que se presentaba la historia.
Los perros de Acteón atrajeron por sí mismos una atención considerable; se compilaron catálogos y a algunos autores les gustaba imaginarse cómo habrían reaccionado al darse cuenta de que su amo se había perdido (o que de hecho lo habían matado). Apolodoro cuenta cómo lo buscaron por todas partes, aullando todo el tiempo, hasta que su búsqueda los llevó a la cueva del centauro Quirón, que alivió su desconsuelo dando forma a una imagen de su amo muerto. Según el fragmento en verso que podría proceder del Catálogo atribuido a Hesíodo, lo mataron en un arrebato de locura inspirada por la diosa; después aullaron desconsolados cuando se dieron cuenta de que estaba muerto, y derramaron lágrimas por él. Algunos autores afirman que Ártemis los volvió locos para hacer que mataran a su amo (aunque esto apenas era necesario si ya había sido convertido en venado).[39] En cuanto a su madre Autónoe, abandonó Tebas para siempre, desconsolada tras su muerte y se instaló en el pueblo de Erenea (Megara) donde se mostraba su tumba en tiempos históricos.[40] Se decía que su marido Aristeo había partido hacia Ceos.
Exilio y final de Cadmo y Harmonía
Hacia el final de su vida, Cadmo y Harmonía abandonaron Tebas y se dirigieron al exilio en Iliria, una región inhóspita en el noroeste junto al Adriático.[41] Sea cual sea el sentido original de este elemento de su leyenda, puede explicarse fácilmente que su partida se acelerara debido a los numerosos problemas de su familia.[42] Comúnmente se decía que Cadmo abdicó siendo viejo a favor de su nieto Penteo, hijo de Ágave, pero permaneció en Tebas hasta que su sucesor llevó a la familia al desastre al oponerse a Dioniso y sus ritos orgiásticos (cf. p. 236).[43] Después de que, a consecuencia de ello, Penteo encontrara una muerte terrible, Cadmo y Harmonía partieron desolados (o por orden de Dioniso), y dejaron el reino en manos de Polidoro, su único hijo. Viajaron hasta Iliria en un carro tirado por dos bueyes (de ahí el nombre de la ciudad de Bouthoe, en Iliria, que fue supuestamente fundada por Cadmo y llamada así porque él y su esposa habían sido llevados allí suavemente thoos, por bueyes bous).[44] Se han propuesto dos historias para explicar cómo Cadmo llegó a ganar un reino para él en su nueva patria. Según Apolodoro, se había declarado una guerra en ese tiempo entre los ilirios y sus vecinos los enquéleos o «Pueblo-anguila», a los que un oráculo advirtió que vencerían si tomaban a Cadmo y Harmonía como sus líderes; una vez que los ilirios fueron derrocados del poder, Cadmo se estableció como su gobernador.[45] En un relato menos verosímil del que Higino hace una breve mención, Ágave acompañó a su padre Cadmo a Iliria, donde se casó con Licoterses, rey de los ilirios, al que asesinó poco después para asegurar el trono a su padre.[46] Cadmo y Harmonía tuvieron un hijo tardío, Ilirio, que dio su nombre al país y se convirtió en el ancestro de la dinastía gobernante.[47]

A pesar de su condición divina, se consideraba que Harmonía había compartido un fin común con su esposo. Existían dos tradiciones diferenciadas que a menudo se combinaban: una sugería que habían sido enviados al Elisio o Islas de los Bienaventurados (hogar para los muertos privilegiados en el mundo superior, cf. p. 170) y la otra que se habían transformado en serpientes. Píndaro menciona a Cadmo junto con Peleo y Aquiles entre aquellos a los que se les otorgó el privilegio de vivir en las Islas de los Bienaventurados, como final propio para un héroe destacado que ha estado casado con una diosa. Del mismo modo, en la Odisea se le dice a Menelao que los dioses lo enviarían al Elisio puesto que es yerno de Zeus.[48] En un relato, un escolio de Píndaro atribuido sin certeza a «los poetas y mitógrafos», se afirma que Cadmo y Harmonía fueron llevados a los Campos Elíseos en un carro tirado por dragones alados.[49] La historia de su metamorfosis aparece por primera vez en las Bacantes de Eurípides y vuelve a surgir en las fuentes helenísticas. Nicandro afirma que vivieron bajo forma de reptil desde entonces y para siempre en la provincia iliria de Drileo, como dos serpientes temibles, mientras que Eurípides ofrece una versión combinada en la que relata que Ares los envió a las Islas de los Bienaventurados en su forma de serpientes. Apolodoro cuenta, de forma similar, que fueron convertidos en serpientes y enviados por Zeus a los Campos Elíseos.[50] Desde hace tiempo se admite que los dos motivos tienen en gran medida el mismo significado puesto que se consideraba que los muertos heroicos se manifestaban en forma de serpientes. Sería interesante averiguar si en la Cadmea de Tebas Cadmo y Harmonía pervivieron en su forma de serpientes como deidades benéficas. Sin embargo, en la tradición que ha llegado hasta hoy la metamorfosis siempre se asocia con su exilio. Otra teoría sugiere que Cadmo se identificaba con algún héroe-serpiente ilirio. Sea cual sea el sentido original de la transformación, ésta se explicaba tanto en un sentido de castigo como de liberación del dolor. Higino relata que la pareja fue transformada por deseo de Ares, ya que todavía estaba enojado por la muerte del dragón de Tebas.[51] En la más completa narración que ha llegado hasta hoy, Ovidio presenta la situación para la transformación contando cómo la pareja, en un momento, llegó a reflexionar sobre sus muchas desgracias durante su vejez en Iliria. Ambos se describen doblegados por la edad, a pesar de que Harmonía fuera una diosa. Cadmo sugiere que Ares los pudo haber castigado con sus sufrimientos como venganza por haber matado a la serpiente sagrada de Tebas, y pide convertirse él mismo en serpiente si es ésa la razón. Mientras está hablando su cuerpo comienza a alargarse, su piel a endurecerse y oscurecerse y a crecer una cubierta de escamas. Cuando su forma común y sus rasgos desaparecen, Harmonía pide compartir su suerte. Ellos son ahora un par de inofensivos reptiles que no atemorizan ni hieren a los seres humanos porque recuerdan lo que fueron una vez.[52]
Dioniso informa a Cadmo sobre su destino futuro en las Bacantes de Eurípides y le augura que él y su esposa serán transformados en serpientes (aparentemente como parte del castigo que el dios inflige a la familia para vengar la negativa de Penteo sobre sus ritos). Aunque no haya una referencia directa al exilio de la pareja en Iliria —quizá por la laguna que hay en el desenlace de la obra de teatro— Dioniso continúa diciéndole que volverán a Grecia en un carro de bueyes a la cabeza de un ejército de extranjeros y saquearán muchas ciudades hasta que los invasores sufran un desastre al atacar el oráculo de Loxias (de Apolo en Delfos). Pero Ares salvará a Cadmo y Harmonía y los llevará a la vida eterna entre los bienaventurados. Tal como sabemos por Heródoto, había una tradición en la que se afirmaba que algunos enquéleos e ilirios habían muerto en el ataque al templo de Apolo en Delfos, pero parece que la historia original no tenía nada que ver con Cadmo y esta versión fue probablemente inventada por el mismo Eurípides. El rasgo más extraño de este relato es la suposición de que la pareja marchaba a la cabeza del ejército bárbaro bajo apariencia de serpientes, algo difícil de creer si no estuviera claramente implícito en la respuesta que da Cadmo a Dioniso.[53]
Los primeros Labdácidas y las trayectorias tebanas de Lico y Nicteo
Polidoro, hijo de Cadmo y sucesor al trono tras el breve y desafortunado reino de Penteo, apenas es más que un nombre, puesto que tal como se señaló anteriormente, sólo tuvo relevancia genealógica como conexión que sirvió para ligar la dinastía tebana de los Labdácidas con Cadmo, el fundador. Según el esquema genealógico unificado que se desarrolló a través de este vínculo, Polidoro fue padre de Lábdaco, el fundador epónimo de la dinastía, que incluye a Edipo y sus belicosos hijos Polinices y Eteocles entre sus miembros. Polidoro aparece como hijo de Cadmo en la Teogonía (aunque no en una parte del poema que pueda ser adscrita al mismo Hesíodo), y más tarde en Heródoto y en la tragedia.[54]
A partir de lo que relatan Apolodoro y Pausanias, la historia familiar de Polidoro y sus descendientes inmediatos puede ser reconstruida como sigue. Polidoro se casó con Nicteis, hija de Nicteo, y fue padre de un único hijo, Lábdaco, que era todavía un niño cuando su padre cayó gravemente enfermo. Antes de morir Polidoro confió su hijo y trono a su cuñado Nicteo al que invitó a gobernar como regente. Cuando Lábdaco asumió el poder por derecho propio se vio envuelto en una guerra fronteriza con su vecino del sur, Pandión, rey de Atenas, que lo venció con la ayuda de un aliado tracio, Tereo (cf. p. 481). Al igual que su padre, murió prematuramente y no se han recogido posteriores aventuras. Apolodoro comenta de manera no muy clara que su muerte vino provocada por ser de ideas similares a Penteo, lo cual podría sugerir que pudo haber intentado oponerse a Dioniso. Su hijo Layo tenía sólo un año en el momento de su muerte y el poder en Tebas pasó a Lico, hermano de Nicteo, que gobernó en nombre de Layo como regente o que pudo aprovecharse de la situación para hacerse con el poder para sí. Lico gobernó la ciudad durante muchos años hasta que sus sobrinos nietos Zeto y Anfión lo mataron o expulsaron, se establecieron como reyes y obligaron a Layo a partir hacia el exilio. Layo se refugió en la corte de Pélope, al oeste del Peloponeso, donde permaneció hasta que finalmente pudo hacerse con el trono que le correspondía legítimamente tras la muerte de los usurpadores; y con la historia del nacimiento y abandono de su hijo Edipo, entramos en territorio conocido.[55]
Tal como se puede inferir de esta relación, los principales actores durante este período de la historia mítica de Tebas no fueron los mismos Labdácidas sino los regentes y usurpadores que gobernaron en su lugar durante la mayor parte del tiempo. Y así todo, ¿cuál era el origen de Lico y Nicteo y cómo consiguieron tal autoridad en la ciudad? ¿Por qué Zeto y Anfión llegaron a organizar una revuelta contra su tío abuelo?
Según la tradición más común, Lico y Nicteo habían nacido fuera de Tebas como hijos de un gobernador menor de Beocia, Hirieo, epónimo fundador de la ciudad de Hiria, cerca de la costa este de la provincia. El mismo Hirieo tenía un origen atalante como hijo de Poseidón con Alcíone, hija de Atlas (cf. p. 670). Sus hijos crecieron en Hiria, pero decidieron buscar fortuna en Tebas. Aunque Apolodoro presentaba una relación de sus movimientos, el texto está mal conservado en este punto; parece que buscaron refugio en Tebas tras matar a Flegias, el rey de los depredadores flegieos, en el noroeste de Beocia (cf. p. 718). En cualquier caso llegaron a Tebas durante el reino de Penteo y establecieron estrechas relaciones con la familia real. Como resultado de su amistad con el rey, fueron rápidamente aceptados como ciudadanos con todos los honores y Lico fue finalmente nombrado polemarco (comandante militar), posición de considerable poder en la ciudad. Nicteo tuvo dos hijas, Nicteis, que se casó con Polidoro, como hemos visto, y Antíope, madre de Zeto y Anfión de su unión con Zeus. Lico se casó con una mujer llamada Dirce, a quien encontraremos más adelante como la cruel madrastra de Antíope, pero no se recoge que él hubiera tenido hijos con ella.[56]
Apolodoro hace referencia a una genealogía alternativa que representaba a Lico y Nicteo como hijos de Ctonio, uno de los Espartos (Hombres sembrados); posiblemente se trata de una genealogía relativamente tardía que fue creada en la misma Tebas para proporcionar a los intrusos un linaje propiamente tebano. La alteración no es tanta, puesto que Antíope y sus hijos serían considerados, al igual que antes, descendientes de Nicteo. Sin embargo, en la tradición más antigua, Antíope era hija del dios-río Asopo y no tenía conexión con Nicteo o Lico, ni por nacimiento ni de ningún otro modo.[57]
El Asopo en cuestión era propiamente el pequeño río de Beocia del mismo nombre y no el río del Peloponeso; cf. p. 691. De aceptar esta genealogía, la familia de Antíope no podría seguir la línea que se describirá a continuación. Así en la Odisea, que la clasifica como una Asópida, sus hijos aparecen como los originarios fundadores de Tebas (cf. p. 403) y no como los intrusos que se hicieron con el poder como resultado de conflictos dentro de su propia familia. No podemos decir con seguridad cuándo llegó a describirse a Antíope como hija de Nicteo, de origen atlante; aunque ningún autor anterior a Eurípides ha probado explícitamente dicho origen, parece más bien probable que el Catálogo atribuido a Hesíodo la clasificase como hija de Atlas y no de Asopo.[58] En la literatura arcaica no siempre fue considerada una asópida puesto que se sabe que Cipria, una narración épica primitiva del ciclo troyano, se refería a ella como hija de Licurgo.[59]
Antíope, hija de Nicteo, y sus hijos gemelos Zeto y Anfión
Mientras Nicteo gobernaba en Tebas, presumiblemente durante la infancia de Lábdaco, Zeus sedujo a su hija Antíope, e hizo que se quedara embarazada de gemelos. Para escapar de la ira de su padre y sus amenazas de castigo, Antíope huyó a Sición, el rincón más apartado del Istmo de Corinto, donde recibió una cordial bienvenida por parte de su gobernante, Epopeo, que le pidió que se convirtiera en su esposa. En una versión ligeramente diferente, él la encontró en su escondite y la llevó a Sición para convertirla en su esposa. Nicteo estaba tan enojado por este curso de los acontecimientos que poco después murió o se suicidó; pero antes de que su vida tocara a su fin, encargó a su hermano Lico que jurara actuar contra Epopeo y Antíope. Así, Lico se puso en marcha contra Sición, venció y mató a Epopeo y llevó a Antíope de vuelta a Tebas como cautiva. Durante el viaje, cuando llegaron a Eleuteras, al sur de Beocia, Antíope dio a luz a Zeto y Anfión, sus dos gemelos engendrados de la unión con Zeus, y los abandonó en el monte Citerón. Esta versión de la historia se derivaba en último término de la obra Antíope de Eurípides; en ella, se decía que Zeus se había acercado a la desafortunada Antíope bajo la forma de un sátiro.[60]
Pausanias recoge una versión diferente de estos acontecimientos derivada de la tradición de Sición. Mientras Nicteo asumía el papel de regente en nombre de Lábdaco, Epopeo raptó a Antíope en Tebas (quizá tras haber sido rechazado cuando había pedido casarse con ella), lo que provocó que su padre fuera contra Sición. Epopeo ganó la baza a pesar de haber sido alcanzado cuando hirió de muerte a Nicteo y obligó a los tebanos a retirarse. Cuando Nicteo estaba en su lecho de muerte, ya de vuelta a Tebas, pasó la regencia a su hermano y le pidió que emprendiera una expedición incluso mayor contra Sición para dar cumplida venganza sobre Epopeo; y, por razones menos obvias, también le pidió que castigara a Antíope si llegaba a capturarla (quizá porque ella había consentido su propio rapto). Tal como fueron las cosas, Lico no tuvo ocasión de recurrir a la fuerza puesto que Epopeo había muerto en ese lapso de tiempo y su sucesor deseaba entregar a Antíope. Ella dio a luz a sus hijos en Eleuteras durante el viaje de vuelta al igual que en el caso anterior; al parecer, había sido seducida y se había quedado embarazada de Zeus antes del momento de su rapto.[61]
Cualesquiera que fueran las circunstancias, tras regresar de Sición Lico y su esposa Dirce confinaron y maltrataron cruelmente a Antíope durante muchos años. En cuanto a sus dos hijos, Zeto y Anfión, un pastor los había rescatado y criado en su cabaña en la falda del monte Citerón. Cuando crecieron, Antíope finalmente pudo escapar de su prisión, ya fuera porque se le presentó la oportunidad o porque sus cadenas se rompieron milagrosamente por sí solas. Pero aunque ella consiguió encontrar el camino a la cabaña donde vivían sus hijos, Zeto la confundió con una esclava fugitiva y la expulsó. Por azares del destino Dirce pasaba por allí mientras vagaba por las colinas como bacante y vio a Antíope; y aunque la llevó a rastras de allí con intención de matarla, Zeto y Anfión ya habían partido en su busca tras enterarse por su padre adoptivo que ella era su madre, y consiguieron localizarla antes de que Dirce le causara algún daño grave. Para vengar el maltrato de Dirce hacia su madre, ataron su larga cabellera a un toro que la pisoteó hasta matarla. Luego viajaron a Tebas para vengarse de Lico y lo mataron o, al menos, lo expulsaron de la ciudad. En otra versión de la leyenda, lo convencieron para que saliera de la ciudad prometiéndole que le darían a Antíope, y luego intentaron matarlo a su llegada. Pero Hermes lo evitó y ordenó a Lico que partiera hacia el exilio. Tras tomar el poder de esta manera, matando o expulsando al gobernador vigente en Tebas, Zeto y Anfión consolidaron su posición tras desterrar a Layo, el legítimo heredero en la línea cadmea.[62]
Como añadido a una narración más ortodoxa, Higino recoge una extraña versión de la historia de Antíope en la que inicialmente estaba casada con su tío Lico. Sin embargo, la repudia después de ser violada por Epopeo (en circunstancias no especificadas) y se casa entonces con Dirce. Durante su nueva vida independiente, Zeus sedujo a Antíope. Posiblemente cuando se dio cuenta del embarazo, Dirce llegó a sospechar que había estado durmiendo con su marido en secreto y ordenó a sus criados que la mantuvieran encadenada en un lugar oscuro. Zeus, por su parte, hizo que ella se pudiera soltar de sus cadenas cuando su embarazo llegara a término y huyó entonces al monte Citerón, donde dio a luz a sus dos gemelos en un cruce de caminos. Ellos sobrevivieron y se vengaron de Dirce, al igual que en la tradición habitual.[63] En sus dos versiones de la historia, Higino habla como si el gobernante de Sición fuera llamado Épafo y no Epopeo, pero sin duda se trata de un error.
Un fragmento de Asio, poeta épico espartano del período arcaico, afirma que Antíope dio a luz a Zeto y Anfión tras haberlos concebido con Zeus y Epopeo. Podría parecer que el poeta consideraba a un hijo de padre divino mientras que el otro era puramente humano, como a menudo se creía de los Dioscuros (o también es posible que el poeta estuviera meramente indicando que Epopeo era su padre putativo).[64]
El nombre de Dirce está vinculado a la conocida fuente de Tebas y también a un arroyo que surge de ella; un coro de las Bacantes se dirige a Dirce, la ninfa de esas aguas, en los términos más elogiosos como una reverenciada hija de Aqueloo.[65] Seguro que no era un tebano el que dio el paso de aplicar este nombre venerado a la malvada madrastra de la leyenda de Antíope. Una vez aceptado que los hijos de Antíope habían matado a una mujer mortal de este nombre, se la consideró el epónimo del arroyo; y se sugirió, según esto, que, tras su muerte, su cuerpo había sido arrojado a dicho arroyo, o que sus cenizas se habían esparcido en él, o incluso que su sangre o cuerpo se habían transformado en sus aguas.[66]
Pausanias ofrece un breve relato de la vida posterior de Antíope. Puesto que Dirce veneraba a Dioniso sobre todos los dioses, él se enfureció enormemente por su muerte y volvió loca a Antíope, haciendo que vagara por toda Grecia en un estado de enajenación. Sin embargo Foco, hijo de Omito, la rescató de su destino, la curó de su locura (probablemente por medio de ritos purificadores), se casó con ella y se establecieron juntos en Titorea, al norte de Fócide (unas diez millas al noreste de Delfos). Junto con Foco, hijo de Éaco, este Foco, nieto de Sísifo de Corinto, fue uno de los dos epónimos de la provincia de Fócide (cf. p. 125). La tumba conjunta de Foco y Antíope podía verse en Titorea en tiempos históricos. Cada año, cuando el sol estaba en la constelación del Toro (Tauro), los habitantes de Titorea intentaban robar tierra del túmulo funerario de Zeto y Anfión en Tebas para colocarlo sobre el de Antíope, ya que una profecía había revelado que, con eso, sus cosechas crecerían mientras que las de los tebanos se echarían a perder.[67]
El reino de Zeto y Anfión. La masacre de los hijos de Níobe
Tras establecerse como gobernantes conjuntos de Tebas, Zeto y Anfión fortificaron la ciudad erigiendo magníficas murallas con siete entradas. En algunos relatos también construyeron la parte baja de la ciudad en el terreno bajo, la ciudadela o Cadmea, creada por Cadmo.[68] Esas famosas murallas, que figuran de forma tan prominente en la leyenda de los Siete contra Tebas, pueden ser consideradas como producto de la imaginación mítica puesto que es más que improbable que cualquier fortificación micénica llegara a tener siete entradas. Disposición tan extravagante no haría sino debilitar las defensas y no hay nada en la topografía del lugar que indique una razón para ello. Cada uno de los hermanos contribuyó lo mejor que pudo al trabajo de construcción: Zeto confiando en sus habilidades prácticas y su fuerza bruta, mientras que Anfión aprovechaba sus habilidades como músico cantando de forma tan embaucadora con su lira que las piedras lo seguían y se colocaban en su lugar ellas mismas. Los poderes musicales de Anfión se equiparan a los de Orfeo (cf. p. 708). Se trata, probablemente, de una característica bastante antigua de su leyenda (incluso aunque Homero no lo mencione cuando se refiere a Zeto y Anfión) puesto que Europia, un poema épico de época arcaica atribuido al poeta corintio Eumelo, afirmaba que Hermes enseñó a Anfión a tocar la lira antes que a ningún otro mortal, y los animales y las piedras lo seguían cuando cantaba acompañado por ella. En el Catálogo atribuido a Hesíodo parece que sí se mencionaba que había hecho uso de su poder durante la construcción de las murallas, al igual que se afirma de forma inequívoca en un fragmento de Eurípides. La mayor parte de los autores posteriores están de acuerdo en el hecho de que consiguió su lira de Hermes (aunque Ferécides afirmaba que fue un regalo de las Musas, y algunas fuentes posteriores sugieren que se la dio Apolo o Zeus). Algunos explican que obtuvo este privilegio al erigir el primer altar a los dioses.[69] Zeto se presenta tradicionalmente con un carácter opuesto al de su hermano, como un hombre fanfarrón y práctico que se dedicaba a la cría de ganado y fines viriles. Eurípides desarrolló el contraste en una obra de teatro, el Antíope, y retrata a los hermanos como representantes de dos modos opuestos de vida, el práctico y el contemplativo, y los hace debatir sobre el valor de cada uno de un modo más o menos filosófico.[70
Según la tradición establecida en tiempos clásicos y posteriores a partir de la narrativa anterior, Cadmo fue el primero que fundó Tebas al construir la parte superior de la ciudad sobre la Acrópolis, mientras que Zeto y Anfión se convirtieron en sus segundos fundadores al fortificar (y quizá construir) la parte baja de la ciudad cuando el legítimo heredero cadmeo quedó temporalmente excluido. Un esquema de este tipo podría sugerir que había dos mitos fundacionales distintos que tuvieron que converger; y de hecho se da el caso de narraciones en la tradición más arcaica en las que Zeto y Anfión se presentan como los fundadores originales. Odiseo afirma en la Odisea que Antíope le había dicho en los Infiernos que «se ufanaba de haber dormido entre los brazos de Zeus que dio a luz dos hijos, Anfión y Zeto, los primeros en fijar los cimientos de Tebas la de las siete puertas, y amurallarla, pues no podían habitar sin murallas la ciudad de amplios espacios, aun siendo tan fuertes». El antiguo mitógrafo Ferécides se extiende en el último punto afirmando que los hermanos construyeron los muros para protegerse contra ciertos enemigos específicos, los flegieos (un pueblo mítico de la Grecia central destacado por su violencia y espíritu depredador, cf. p. 718). A pesar de sus esfuerzos, tras su muerte Eurímaco, rey de los flegieos, conquistó la ciudad dejándola arrasada y desierta hasta que llegó Cadmo en una época posterior y la refundó. Hay que destacar que esta versión reconcilia los dos mitos fundacionales adoptando, sin embargo, la estrategia opuesta a la que normalmente se toma en la tradición posterior, al convertir a Cadmo en segundo fundador.[71] La Odisea menciona a Antíope como hija de Asopo y no de Lico (como posiblemente habría sido el caso también con Ferécides). Sobre esta genealogía y sus implicaciones (cf. pp. 398-399).
Anfión se casó con Níobe, la hija de Tántalo, originaria de Asia Menor, que le dio numerosos hijos e hijas, entre siete y diez de cada sexo en la mayoría de las versiones. Como ya se ha mencionado (cf. p. 404), Níobe estaba tan orgullosa de su gran familia que se jactaba de tener más hijos que la diosa Leto, que sólo tenía dos, Ártemis y Apolo. Leto se ofendió tanto que llamó a sus hijos para que se vengaran y mataron a todos los hijos de Níobe: Ártemis disparaba contra las niñas y Apolo contra los niños. Desesperada por su muerte, Níobe abandonó a su esposo y volvió a su patria originaria en Lidia, donde se convirtió en roca (cf. pp. 404 y 646).[72] Se dice también que Anfión encontró la muerte como consecuencia de estos acontecimientos, bien porque él también cayó muerto en el transcurso de la masacre; porque, desesperado, se apuñaló a sí mismo o porque lo alcanzó el disparo de Apolo mientras intentaba atacar el templo del dios (evidentemente enfurecido por el destino de sus hijos).[73]
Según una tradición, Zeto se casó con Tebe, hija del dios-río Asopo (cf. p. 690) y epónimo de Tebas.[74] En otra versión de origen anterior, se casó con Aedón (Ruiseñor), hija de Pandáreo. Ferécides relata cómo surgieron en Aedón los celos hacia Anfión por tener tantos hijos mientras que ella sólo tenía dos, Ítilo y Neis. Una noche mató accidentalmente a su hijo Ítilo cuando en realidad intentaba acabar con la vida de Alalcomeneo, hijo de Anfión. Cuando Zeus envió a Poine (la Venganza personificada) contra ella, rogó ser transformada en un pájaro y Zeus la convirtió en un ruiseñor. Esta historia se cita como explicación en un pasaje de la Odisea que señala que la hija de Pandáreo, el ruiseñor del bosque verde (chloreis aedon) canta suavemente durante la primavera lamentándose por su hijo Ítilo, hijo de Zeto, al que había matado accidentalmente con una espada. El origen del ruiseñor y de su canto lastimero se explicaba habitualmente en la tradición posterior por la leyenda ática de Tereo y Proene (cf. p. 481). Pausanias relata que Zeto murió de dolor tras enterarse de que su hijo había sido asesinado por su esposa.[75]
Se dice que dos de los hijos de Níobe y Anfión, un varón, Arnicas, y una mujer, Melibea, habían sobrevivido a la masacre. Telesila, poeta argiva del siglo V a.C., es la primera que recoge esta tradición. Según Pausanias, se salvaron porque rogaron clemencia a Leto y se instalaron después en Argos, donde fundaron el santuario de Leto en la ciudad en señal de gratitud. Melibea, aterrorizada, palideció (chloris) por el miedo, y así se quedó desde entonces, por lo que llegó a ser conocida como Cloris; podía verse una estatua suya junto a la de Leto en el santuario de la diosa en Argos.[76] Bajo su nuevo nombre de Cloris, ganó la primera carrera a pie en los primeros Juegos de Hera (los juegos de las mujeres en Olimpia) después de que Hipodamía los fundara como prueba de agradecimiento por su matrimonio con Pélope.[77] Esta Cloris no debe ser confundida (tal como ocurría en la Antigüedad) con la Cloris, hija de Anfión, que se casó con Neleo en Pilos; tal como dejan claro la Odisea y un fragmento del Catálogo atribuido a Hesíodo, la esposa de Neleo era hija de un Anfión diferente, hijo de Yaso, que gobernó en Orcómeno y no en Tebas.[78]
Layo recupera su trono legítimo y abandona a su hijo Edipo
Tras la muerte de Zeto y Anfión, Layo, hijo de Lábdaco, el gobernante legítimo, pudo regresar a Tebas y reclamar su herencia. Durante ese tiempo vivió en Élide, al noroeste del Peloponeso, como huésped de Pélope, rey de Pisa. Se ha recogido una única historia en conexión con su exilio. Mientras enseñaba el arte de la conducción del carro a Crisipo, el joven hijo ilegítimo de Pélope, nació en él una pasión que le llevó a secuestrarlo, pero Crisipo lo rechazó y, avergonzado, se mató con su espada.[79] Algunos explicaban las desgracias de los Labdácidas que vinieron posteriormente al afirmar que Pélope maldijo a toda la familia cuando supo del destino fatal de Crisipo. Al menos en una versión, se dice que Hera, la diosa del matrimonio, envió la Esfinge contra Tebas para castigar a sus habitantes por no haber actuado contra Layo.[80] Este relato del secuestro de Crisipo fue de algún modo recuperado en el Crisipo de Eurípides. Había, sin embargo, una historia contradictoria que era al menos tan antigua si no anterior, en la que se decía que Crisipo había sido asesinado por dos de sus hermanastros (cf. p. 650). Algunos autores intentaron conciliar las dos tradiciones sugiriendo que Pélope recuperó a su hijo por la fuerza y lo llevó de vuelta a Pisa, donde posteriormente lo asesinaron miembros de su propia familia.[81]
Layo se casó con Yocasta, que pertenecía a una rama lejana de la familia real como hija de Meneceo y hermana de Creonte. Ella estaba destinada a ser madre y esposa de Edipo. Sin embargo, la Odisea diverge de la tradición habitual al llamar Epicasta a la madre de Edipo.[82] Dado que en un principio Yocasta no podía tener hijos, Layo consultó al oráculo délfico que le advirtió que abandonara la idea de ser padre puesto que, en caso de nacer, su hijo lo mataría. Aunque se mantuvo alejado de la alcoba de su esposa durante un tiempo, tuvo relaciones con ella una noche que se emborrachó con vino, haciendo que ella concibiera tan fatídico hijo. Poco después de que naciera el niño, Layo se lo dio a un pastor para que lo abandonara a su suerte, no sin antes atravesarle los pies con un clavo para asegurarse de que no se recuperara ni nadie quisiera criarlo, y de aquí su nombre de Edipo (Oidipous: «Pie hinchado»). En la versión más conocida, le dijo al pastor (a veces llamado Euforbo o Forbo) que lo dejara morir en el monte Citerón, en los confines meridionales de Beocia. Los corintios utilizaban Citerón como zona de pasto de verano, y el pastor sintió tal pena por el niño que se lo dio a uno de sus compañeros corintios, el cual lo recogió y se lo llevó a su señor Pólibo, rey de Corinto. Como Pólibo y su esposa Mérope (o Peribea o Medusa) no tenían hijos propios decidieron criar a Edipo. En una versión ligeramente diferente, Edipo fue abandonado en la montaña tal como Layo había ordenado pero unos corintios lo rescataron y lo llevaron a su rey.[83] Según una tradición de menor valor, Layo arrojó al niño al mar dentro de una caja, pero volvió a la orilla sin daño alguno en Corinto; también pudo ocurrir en Sición, la siguiente ciudad más importante al oeste. Edipo se crio como miembro de la casa real, como es habitual. Según Higino, que no especifica el lugar, la reina Peribea descubrió al niño mientras lavaba ropa junto a la costa.[84]
También hay versiones en las un pastor enviaba a Edipo a Sición tras ser abandonado en Citerón.[85] El rey que lo crio se llamaba Pólibo, tanto si gobernaba en Corinto como en Sición. El Pólibo de Sición se describe como hijo de Hermes con Ctonofile, hija de Sición,[86] y también es conocido en relación a otra historia como el rey de Sición que ofreció hogar a Adrasto, rey de Argos, durante el período de su exilio (cf. p. 436). Parece probable que el padre adoptivo de Edipo en la tradición original fuera el sicionio y el de la versión corintia fuera secundario, ya que no se ofrece genealogía del Pólibo corintio, ni se encuentra un lugar adecuado para él en el primer linaje real de Corinto (que descendía de Sísifo cf. pp. 358 y ss.). El nombre de la madre adoptiva de Edipo es más variable. Sófocles la llama Mérope, Apolodoro e Higino la llaman Peribea y otras fuentes Medusa o Antíoque.[87] Aunque en la versión de Sófocles Pólibo es totalmente consciente de que el niño es un expósito, en algunos casos la reina lo hace pasar como hijo de un matrimonio anterior sin que su marido sepa su auténtico origen.[88]
Edipo mata a su padre y consigue el trono tebano al resolver el enigma de la Esfinge
Cuando Edipo alcanzó la mayoría de edad partió hacia Delfos para indagar sobre sus orígenes. Según Sófocles en Edipo rey, había comenzado a preocuparse por este asunto una vez que un invitado borracho lo había increpado en un banquete y acusado de no ser el auténtico hijo de Pólibo. Aunque el rey y la reina intentaron asegurarle que no era así, los rumores persistían y el asunto siguió incomodándole hasta que decidió ir a consultar el oráculo délfico sin el conocimiento de sus padres adoptivos. El dios de Delfos no le dio ninguna respuesta sobre el tema en cuestión, pero sin embargo le reveló que estaba destinado a matar a su padre y luego a casarse con su propia madre y tener hijos con ella. Al asumir que el oráculo se refería a Pólibo y Mérope, decidió permanecer para siempre lejos de su anterior hogar y partió rumbo a Tebas. Cuando llegó cerca de un punto en el que se cruzaban tres caminos, se encontró con un viejo que viajaba en un carro en dirección opuesta acompañado por cinco sirvientes. Cuando el heraldo que iba a la cabeza de la comitiva intentó echarlo a la fuerza de la calzada, Edipo lo golpeó y siguió su camino, pero al pasar junto al carro del viejo, éste lo golpeó en la cabeza con su aguijada de bueyes. Sin saber que el extraño era su propio padre, Edipo reaccionó dándole un golpe con su cayado que resultó ser fatal, y luego acabó matando a los otros miembros del grupo (aunque uno de ellos escapó sin que se diera cuenta). Sin descubrir nada más sobre sus víctimas, reanudó su viaje y siguió rumbo a Tebas.[89]
En las Fenicias de Eurípides, versión que diverge bastante de ésta, Edipo se encuentra con Layo en el lugar en el que tomaban el mismo camino puesto que ambos se dirigían hacia Delfos: Edipo para preguntar sobre su parentesco y Layo para saber si su hijo abandonado estaba realmente muerto. El auriga de Layo ordenó a Edipo que se mantuviera fuera del camino del rey, pero el orgulloso joven lo ignoró y, cuando los caballos del carro de Layo lo pisaron, lo mató. Luego se hizo con el control del carruaje y lo condujo de vuelta a Corinto para regalárselo a Pólibo, parece que sin haber siquiera llegado a Delfos.[90] Esta versión en la que ambas comitivas iban viajando en la misma dirección pudo perfectamente haber sido la forma más antigua de la historia, puesto que explicaría la razón por la que tuvo lugar el enfrentamiento en un lugar en el que los caminos van juntos. Se supone que el incidente tuvo lugar en un lugar en Fócide llamado «Camino dividido» (schiste hodos), donde la ruta de Lebadea (y por tanto desde Tebas) se unía con una calzada que venía del norte desde Dáulide antes de ascender a través de un valle montañoso hasta Delfos.[91]
Dado que Layo no tenía más descendencia que el hijo que había abandonado, el trono pasó a manos del miembro de más edad de otra rama de la familia real, Creonte, hijo de Meneceo. Poco después, los tebanos comenzaron a sufrir el azote de un monstruo terrorífico, la Esfinge (Estranguladora), una criatura alada con cuerpo de león y cabeza de mujer, de morfología bastante conocida en el arte de Oriente Próximo. Hesíodo la clasifica como hija de Orto y de Quimera (cf. p. 105), y se refiere a ella como «la letal Fix que llevaba la destrucción a los cadmeos»; a la vista del origen beocio de Hesíodo y testimonios posteriores que señalan que el monstruo se sentaba sobre el monte Fición a las afueras de Tebas, podría parecer que Fix era una forma local beocia de su nombre. Según su leyenda más conocida, planteaba un enigma a los que pasaban por allí y los mataba si eran incapaces de resolverlo, pero estaba condenada a encontrar su propia muerte si alguien daba la solución correcta. Sin embargo, hay razones para suponer que en la tradición más temprana ella pudo sencillamente haberse llevado jóvenes tebanos sin plantear ninguna pregunta. Sófocles es el primer autor que afirma de manera inequívoca que ella planteaba un enigma (aunque parece que esto también se indicaba en un breve fragmento de Píndaro).[92] Como es característico de los monstruos locales de este tipo aparecer en escena sin necesidad de explicación, apenas resulta sorprendente que no hubiera una tradición asentada sobre la razón por la que la Esfinge llegó a establecer la plaga de Tebas. Algunos mitógrafos, como hemos visto, relacionaron su llegada con el secuestro de Crisipo por parte de Layo (cf. pp. 404-405). En ese caso Hera la envió, pero había también una versión en la que se dice que Dioniso la mandó por alguna razón sin especificar (quizá porque Penteo se había opuesto a sus ritos).[93]
Mientras la Esfinge seguía matando un tebano tras otro, incluyendo a Hemón, el hijo del rey en algunas versiones,[94] Greonte finalmente llegó a tal grado de desesperación que ofreció el reino y la mano de la anterior reina, Yocasta, al que pudiera librar la ciudad del terror. Tanto si fue con la esperanza de conseguir esa recompensa o fruto de la casualidad mientras buscaba un nuevo hogar en el exilio, Edipo llegó entonces a Tebas y dio la respuesta correcta a la Esfinge. La pregunta del enigma, que ha sido recogida en formas equivalentes en muchas partes del mundo, era qué ser tiene cuatro, dos y tres pies. En su forma tradicional, tal como se recogió en algunos versos hexámetros que probablemente se originaron en la tragedia ática (o posiblemente en épica arcaica), dice lo siguiente: «Existe un ser en la tierra que tiene cuatro pies, dos pies y tres pies, aunque una sola voz; y de todos los seres que se desplazan sobre el suelo o a través del aire o el mar, sólo él cambia su forma; y cuantos más pies utiliza para moverse, entonces más débil es la velocidad de sus miembros».[95]
Edipo dedujo que el enigma se refería al hombre, que se arrastra a cuatro patas cuando es un niño, camina erguido sobre dos piernas cuando crece y emplea un bastón como tercer pie en la vejez. Cuando el secreto fue revelado a todos sin excepción por el recién llegado, la Esfinge se mató arrojándose desde la acrópolis tebana o desde un acantilado fuera de la ciudad, o se puso en manos de Edipo para que la matara.[96
El matrimonio impío de Edipo y su caída
En la versión conocida de la tragedia y en la tradición posterior, Edipo reclamó a Yocasta, la esposa del último rey, junto con el reino como recompensa por liberar a Tebas de la Esfinge y vivió con ella durante un largo período en el que tuvo dos hijas, Antígona e Ismene y dos belicosos hijos, Polinices y Etéocles; pero cuando la verdad sobre su nacimiento y la muerte de su padre finalmente salió a la luz, Yocasta se ahorcó y Edipo se cegó, abdicando antes de partir hacia el exilio.[97] Sin embargo, las primeras narraciones de la poesía épica parecen haber seguido un esquema diferente, puesto que en ellas Edipo continuó gobernando Tebas tras las revelaciones (aquí desveladas poco después de su subida al trono), y posteriormente se casó con una segunda esposa que se convirtió en la madre de sus hijos. Odiseo hace referencia a la continuación de su mandato en la Odisea cuando describe cómo vio en el Hades a la madre muerta de Edipo:
Vi a la madre de Edipo, la hermosa Epicasta, quien, en su ignorancia, cometió una acción terrible, al casarse con su hijo. Éste la desposó tras haber dado muerte a su padre. Pronto los dioses revelaron el secreto a los hombres. Edipo, por su parte, entre terribles pesares siguió reinando en la muy amada Tebas según los crueles designios de los dioses, pero ella marchó al reino de Hades, el severo guardián de las puertas, colgándose de un apretado lazo de horca en su alto dormitorio, vencida por la angustia. Y a él le dejó muchas penas futuras, las que llevan adelante las Erinias de una madre.[98]
La Ilíada recoge, además, que se celebraron juegos funerarios por Edipo en Tebas después de su caída (parece que en la batalla),[99] lo cual podría indicar que era un gobernante venerado en el momento de su muerte. Dado que Edipo continuó reinando en Tebas, las penalidades que se le asignan en la Odisea difícilmente se relacionan con una ceguera o exilio como en la tradición posterior, quizá se podría suponer que el poeta se refería fundamentalmente a la hostilidad que surgió entre Edipo y sus hijos, la cual se sabe que era un elemento central de su historia en la épica más arcaica (cf. infra). Sin duda estuvo atormentado por los remordimientos y su conciencia. Al decir que los dioses dieron pronto (aphar) a conocer su trasgresión,[100] Homero sin duda parece indicar que esto tuvo que ocurrir antes de que Edipo hubiera tenido tiempo de ser padre de varios de los hijos nacidos del matrimonio incestuoso. En la Edipodia, el notable poema épico del ciclo tebano, Edipo tomó una segunda esposa tras las revelaciones, y se casó con Eurigania, hija de Hiperfante, que le dio los cuatro hijos que en las fuentes dramáticas y posteriores son suyos de la unión con Yocasta. Ésta posiblemente fue la tradición aceptada en la épica más antigua.[101]
Los siete contra Tebas de Esquilo es la fuente más antigua de la historia que ha llegado hasta hoy, en la que se relata que Edipo tuvo a sus cuatro hijos con su propia madre y que se cegó a sí mismo tras descubrir que había matado a su padre y se había casado con su madre.[102] Ésta es la tercera obra de una trilogía que salió a la luz en 467 a.C., cuyas piezas anteriores, Layo y Edipo (que daba cuenta detallada de la trayectoria del héroe) se han perdido. No se sabe si Edipo se exilió en la versión de Esquilo (probablemente no). La versión dominante de la caída de Edipo se estableció, de una vez para siempre, en una tragedia que fue compuesta por lo menos medio siglo después, el Edipo rey de Sófocles, que relata la historia de la siguiente manera.
Después de que Edipo hubiera reinado en Tebas como soberano enormemente respetado durante muchos años, una plaga terrible asola la ciudad y el rey envía a Creonte a Delfos para pedir una solución. Cuando el oráculo declara que la epidemia llegaría a su fin cuando se diera muerte, o al menos se expulsara, al asesino de Layo, el rey se pone a trabajar para descubrir quién puede ser. Maldice públicamente al culpable y proclama que cualquiera que pudiera ayudar a identificarlo debe manifestarlo; ordena, además, que nadie le dé cobijo, quienquiera que sea, ni tenga tratos con él.[103] Cuando interroga después a Tiresias, el vidente intenta en un principio mantenerse en silencio, pero, al verse presionado, reconoce que el mismo Edipo es el hombre que está contaminando el país y que por tanto es a sí mismo a quien busca. Sin embargo, en este punto, sus palabras no impresionan a Edipo, que sencillamente lo acusa de haber aceptado sobornos de Creonte para poner en peligro su posición.[104] Al oír esto, Creonte llega al palacio para protestar y se enzarza en una agria discusión con el rey. Yocasta, por su parte, tras escuchar por casualidad las voces, los convence para que se separen y, una vez que Creonte se ha ido, pregunta a Edipo sobre la causa del enfrentamiento. Cuando ella se entera de que Tiresias ha acusado a su esposo de haber cometido el asesinato, intenta tranquilizarlo argumentando que no había que confiar en las profecías, al menos a juzgar por el oráculo que Layo había recibido sobre su hijo (el cual, por supuesto, suponía que estaba muerto) y afirma además que Edipo difícilmente puede haber sido responsable de la muerte de Layo, puesto que éste había muerto en el extranjero a manos de salteadores en un lugar donde se cruzan tres caminos. Sin embargo, lejos de tranquilizarse Edipo se alarma por lo que ella había dicho sobre el cruce, puesto que él había matado una vez a un hombre de edad en un cruce de caminos. Al comenzar a sospechar que puede haber algo de cierto en las palabras del vidente, sigue preguntando a Yocasta, y acaba encontrando la confirmación de sus temores. Al enterarse de que ella había sido informada sobre los detalles del incidente por un sirviente de Layo que había logrado escapar y que en ese momento vivía en el campo fuera de la ciudad, Edipo ordena que vayan a buscarlo.[105]
Mientras esto se lleva a cabo, llega un mensajero de Corinto para informar de que sus ciudadanos habían invitado a Edipo a gobernarlos como sucesor de su padre adoptivo, Pólibo, muerto durante su ausencia a edad avanzada debido a una enfermedad. Si Pólibo fue realmente su padre, esto significa que no es culpable de la muerte de su padre real, e inicialmente encuentra algún alivio en ese pensamiento. Pero resulta que el mensajero era el mismo pastor que lo llevó de bebé ante Pólibo, tras haberlo recibido del pastor tebano que debía abandonarlo. Cuando el corintio revela esto, Yocasta se da cuenta de quién es en realidad su esposo y se va sola al interior del palacio para acabar con su vida.[106] El sirviente de Layo que ha sido convocado por el rey es la misma persona que lo había abandonado y cuando a su llegada confirma la veracidad de las palabras del corintio, Edipo se ve finalmente obligado a reconocer la verdad sobre sus orígenes y sobre su vida futura. Se dirige rápidamente hacia el palacio y descubre que Yocasta se ha ahorcado, y arrancando con ambas manos los broches de sus vestidos, se ciega con ellos.[107]
Inevitablemente había versiones, tanto en la tragedia como en otras fuentes posteriores, que diferían de la de Sófocles. En las Fenicias de Eurípides, por ejemplo, Yocasta vive todavía en el tiempo de la primera guerra de Tebas y finalmente se da muerte después de que sus dos hijos se maten entre sí durante ese conflicto.[108] Aunque ha quedado poco del Edipo del mismo autor, en esa obra se recoge que los sirvientes de Layo cegaron a Edipo, aparentemente tras conocer que éste había sido su asesino, pero antes de que se sepa que es el hijo del rey (puesto que se habla de él como hijo de Pólibo en un fragmento conservado).[109] Higino recoge una versión en la que la madre adoptiva de Edipo, Peribea, llega a Tebas después de la muerte de su esposo y revela que Edipo no es sino un hijo adoptivo. Cuando el hombre que lo había abandonado, reconoce entonces por las cicatrices de sus pies y tobillos que es el hijo de Layo, Edipo se ciega con los broches del vestido de su madre, como en el relato de Sófocles, y parte hacia el exilio con su hija Antígona.[110]
Una versión bastante diferente de la caída de Edipo, que quizá podría ser de origen anterior, está recogida en los escolios de las Fenicias de Eurípides, atribuidos a Pisandro, en este caso parece que se trata del mitógrafo helenístico del mismo nombre y no del poeta épico. Tras haber matado a Layo y a sus sirvientes en el camino dividido, como en la historia común, Edipo los entierra a todos con sus vestimentas y le quita a Layo su espada y cinturón (zoster, cinturón guerrero) para utilizarlo él mismo. Después de que Yocasta se convierta en su esposa pasan juntos por esa misma zona después de unos sacrificios en el monte Citerón y él le cuenta todo lo que ocurrió allí, señala el lugar y le muestra el cinturón. Aunque, a partir de sus palabras, Yocasta se da cuenta de que él debe ser el hombre que mató a su anterior marido, mantiene silencio a pesar de su angustia, puesto que todavía no es consciente de lo peor del asunto, que su esposo es también su hijo. Esto le es revelado más tarde cuando un anciano cuidador de caballos llega a Tebas en busca de una recompensa por haber rescatado al joven Edipo muchos años antes. Él le explica que descubrió al niño abandonado y lo llevó a Mérope, reina de Sición, y presenta sus pañales como prueba junto con las puntas que habían atravesado sus tobillos. Yocasta se mata tras oír esto y Edipo se ciega, pero posteriormente toma nueva esposa, Eurigania, que le da sus cuatro hijos.[111] Como la revelación ocurre antes de que Yocasta tenga tiempo de tener hijos con Edipo, que los tuvo en su segundo matrimonio, y dado que parece además que la narración no es adecuada para una tragedia, se ha argumentado que este relato pudo haberse originado en la épica arcaica.
La muerte de Edipo y su última morada
Había tres tradiciones sobre el lugar en el que Edipo fue finalmente enterrado. En los relatos de la épica arcaica en los que permanecía en Tebas una vez que se revelaba su origen, parece que tuvo un magnífico funeral en dicha ciudad, tal como se indica en la Ilíada y sin duda en el Catálogo atribuido a Hesíodo;[112] sin embargo en el Edipo en Colono de Sófocles y en la tradición habitual posterior, muere en el exilio y es enterrado en Colono, justo a las afueras de Atenas, donde en tiempos históricos se erigió un altar heroico en su honor. Hay también otra tradición que afirma que fue enterrado en la ciudad beocia de Eteono. La conocida historia en la que encontró su muerte en Colono tras mucho tiempo errante con su hija Antígona aparece por primera vez en la última década del siglo V en el Edipo en Colono de Sófocles (o quizá un poco antes en las Fenicias de Eurípides, en el caso de que el pasaje clave no sea una adición posterior). Pero parece posible que Sófocles estuviera apelando a una tradición existente (aunque no fuera especialmente antigua) cuando situó la muerte de Edipo en Colono, principalmente porque la historia presentaba cierta base en el culto. Y así, en el año 411 a.C., cuando los atenienses vencieron a unos tebanos en una batalla cerca de Colono, creyeron que se habían beneficiado de la protección de Edipo deificado.[113]
La trama de Edipo en Colono de Sófocles gira en torno a tres oráculos. Edipo ha recibido un oráculo que le dice que finalmente podrá descansar cuando encuentre cobijo en un santuario de las Sernnai (Diosas terribles, Erinias o Furias). Creonte, que en ese momento gobierna Tebas tras haber expulsado a Edipo, ha sabido por el oráculo de Delfos que Edipo debe ser enterrado en Tebas si quiere que la ciudad se mantenga segura, mientras que Atenas prevalecerá sobre Tebas en el caso de ser enterrado en Ática; y en tercer lugar, a Polinices, el hijo de Edipo, se le dice que ganará la batalla frente a su hermano Eteocles si obtiene el apoyo de su padre. El drama comienza cuando Edipo llega a Colono con su hija Antígona y se sienta en una roca en el santuario de las Euménides (las bondadosas, las Erinias). Aunque un lugareño le advierte que es un territorio prohibido, se da cuenta que ha encontrado el lugar predicho y está determinado a no moverse.[114] Su otra hija, Ismene, llega poco después para decirle que Eteocles ha conducido a Polinices al exilio y que Creonte va a buscarlo para llevar a Edipo de vuelta a Tebas por las razones indicadas en el oráculo antes mencionado.[115] En respuesta a la convocatoria del consejo de ancianos de Colono, Teseo, rey de Atenas, aparece en escena y atiende comprensivo la súplica de Edipo, ofreciéndole refugio tal como pide.[116] Creonte aparece después con un grupo de seguidores, e inicialmente asume un tono conciliatorio con la esperanza de convencer a Edipo para que vuelva con él de forma voluntaria; pero pronto hace uso de la fuerza cuando éste lo saluda con sorna; primero detiene a las hijas de Edipo con la ayuda de sus guardias para después dirigirse al mismo Edipo. Sin embargo, las protestas de los ancianos de Colono (que forman el coro) alertan a Teseo que llega al rescate de sus invitados.[117] El último visitante de Edipo es su hijo Polinices, que llega a pedir su bendición antes de atacar a Eteocles en Tebas, pero en vez de eso Edipo, que culpa a sus hijos de no haberlo librado del exilio, maldice a Polinices y pide que fracase su ataque y que él y su hermano se maten entre sí (como ocurrirá en su momento).[118] Cuando oye retumbar tres veces el trueno, Edipo se da cuenta de que su momento para morir ha llegado. Pide a Teseo que no descubra el lugar de su muerte y que sólo transmita el secreto dentro del linaje real, diciendo que su tumba protegerá Atenas contra los tebanos si se siguen sus instrucciones. En ese momento, caminando a grandes pasos, seguro y sin necesidad de un guía, Edipo parte hacia el lugar acordado acompañado de sus hijas y Teseo.[119] Un mensajero revela algunos de los misteriosos acontecimientos que siguieron e informa que una voz divina llamó a Edipo mientras se despedía de sus hijas, y que luego se retiró a un lugar apartado donde se desvaneció de la vista humana de un modo maravilloso que sólo conoció Teseo.[120]
En una versión bastante diferente, quizá también originada en la tragedia, Edipo llega a la colina de Hipio en Colono tras haber sido expulsado de Tebas por Creonte, y se sienta como suplicante en el templo de Deméter y Atenea Poliouchos. Creonte intenta sacarlo de allí por la fuerza pero Teseo llega en su ayuda. Cuando está muriendo, debido a su avanzada edad, pide a Teseo que se asegure de que no se muestre a ningún tebano el lugar de su tumba.[121] Aunque no sea muy relevante, Pausanias se enteró en Colono de que los huesos de Teseo se habían traído de Tebas; es sencillamente posible que esto represente un estadio anterior en el desarrollo de su leyenda ateniense.[122]
En relación con la tradición que consideraba que había sido enterrado en Eteono, se decía que sus amigos querían enterrarlo en Tebas pero cuando se les prohibió llevarlo a cabo lo trasladaron a un lugar misterioso llamado Ceo, en alguna otra parte de Beocia, Dado que los lugareños consideraron que su presencia era la culpable de las desgracias sufridas a partir de ese momento, sus amigos retiraron después sus restos a Eteono, en las laderas del monte Citerón. Lo enterraron de nuevo a última hora de la noche sin darse cuenta de que estaban en el recinto sagrado de Deméter; y cuando la gente de Eteono se enteró de esto, buscaron el consejo del oráculo de Apolo, que les indicó que no movieran a este suplicante de la diosa. Se podía reconocer la tumba en cuestión por una inscripción.[123]
Las Guerras Tebanas y sus consecuencias
Polinices, hijo de Edipo, se enfrenta con su hermano Eteocles y parte hacia Argos
Polinices y Eteocles, los dos hijos de Edipo, discutieron sobre la sucesión tras el exilio o muerte de su padre (o cuando ya era demasiado viejo como para seguir reinando o tuvieron que tomar el relevo de Creonte, que había gobernado como regente hasta que llegaron a la mayoría de edad). El conflicto que tuvo lugar resultó ser desastroso para ambos, puesto que, desde el momento en que Polinices intentó solucionar el asunto atacando Tebas desde Argos contando con aliados extranjeros, los dos hermanos estaban abocados a matarse entre sí. La disputa también llevó el desastre a la misma Tebas, ya que, a pesar de permanecer inexpugnable durante la primera guerra tebana, los hijos de los líderes argivos vencidos emprendieron una segunda expedición diez años más tarde y tomaron la ciudad, que nunca recuperó ya su anterior poder y gloria. La primera expedición se conoció como la de los Siete puesto que su líder convocó a siete de los más valientes participantes para servir como adalides de la causa. La segunda se denominó la de los Epígonos (los nacidos después o sucesores).
Aunque las disputas pudieron surgir fácilmente entre herederos rivales en ausencia de leyes estrictas de primogenitura, se suele decir que la causa fundamental del enfrentamiento entre Eteocles y Polinices fue una maldición impuesta por su padre. De hecho, en la Tebaida, poema del ciclo épico, Edipo maldice a sus hijos en dos ocasiones: la primera, al provocar su ira por haberle servido en una mesa de plata que había pertenecido a Cadmo y darle vino en una copa dorada del mismo origen, a pesar de que les había ordenado expresamente no hacerlo (posiblemente porque estas reliquias familiares le recordaban el crimen que había cometido contra su padre). Por ello ruega que sus hijos no dividan su patrimonio amistosamente, sino que la guerra y el odio sean siempre su legado. Lo enojan de nuevo al entregarle un trozo de carne de cadera como su porción en el sacrificio en vez de la, más honorable, pieza del hombro (ya fuera por negligencia o por designio) y él los maldice de modo aún más cruel pidiendo que mueran cada uno de ellos a manos del otro.[124] En la tragedia y en fuentes posteriores se ofrecen otras explicaciones para la maldición de sus hijos. Así, en Edipo en Colono de Sófocles, tal como hemos visto, los condena a la destrucción mutua por no haber hecho nada para ayudarlo cuando Creonte lo expulsó de Tebas. En otras narraciones, él los maldice por haberlo encerrado en una mazmorra, una vez que se desvelaron sus involuntarias transgresiones.[125]
Las historias que aparecieron para explicar cómo se desarrolló inicialmente el conflicto entre los hermanos se enmarcan dentro de tres modelos. En una versión atribuida a Helánico, Eteocles permite a Polinices elegir si prefiere convertirse en el nuevo rey de Tebas o tomar lo que quiera de los tesoros familiares y establecerse en cualquier otro lugar. Elige tomar las dos joyas familiares de carácter divino: el collar y el traje de Harmonía, aunque más tarde rompe el acuerdo al intentar además hacerse con el trono tebano.[126] En una versión similar del poeta lírico arcaico Estesícoro, la madre de los dos príncipes intenta llegar a un justo acuerdo a través de la división de la herencia y les propone que uno de ellos se vaya con los rebaños y el oro de su padre mientras que el otro quede para gobernar Tebas. De modo que lo echan a suertes y al ganar Polinices, él se va con las posesiones según los términos del acuerdo.[127] Aquí de nuevo se puede suponer que Polinices fue el culpable de la guerra que vino después, y puesto que su nombre significa «mucha discordia» mientras que el de su hermano «gloria verdadera», es razonable asumir que se pensara originariamente que era la parte culpable. En la segunda versión principal de la historia, tal como aparece atribuida a Ferécides, Eteocles expulsa a su hermano de Tebas y Polinices, por tanto, tiene justificación para recurrir a la fuerza.[128] En una tercera versión, que aparece por primera vez en las Fenicias de Eurípides, los dos hermanos acuerdan gobernar en años alternos, pero Eteocles rechaza dejar el trono a Polinices tras ocuparlo el primer año, con lo que le da suficiente razón para sentirse ofendido. Ésta es la versión que se favoreció en la tradición posterior.[129]
Sean cuales fueren las circunstancias exactas de este exilio, Polinices viaja cruzando el Istmo de Corinto hasta la ciudad de Argos, donde se casa con la hija del rey y consigue su apoyo para una expedición contra su ciudad natal. Eurípides proporciona la primera versión que se conserva de los acontecimientos que dieron lugar a su matrimonio. Tras alcanzar Argos por la noche, busca cobijo en el porche del palacio pero pronto empieza a discutir y termina peleando con otro hombre, que había llegado allí con la misma intención; su nombre era Tideo, hijo de Eneo, un violento príncipe etolio que había sido expulsado de su tierra natal por asesinato (cf. p. 544). El ruido es lo suficientemente fuerte como para despertar al rey, Adrastro, hijo de Tálao, que baja para saber qué pasa. Al contemplar la feroz lucha, recuerda un misterioso oráculo que había recibido de Apolo que le ordenaba hacer casar a sus hijas con un león y un jabalí; puesto que los dos hombres parecían dos animales salvajes luchando por su guarida, les da la bienvenida y ofrece a su hija Argía a Polinices y a su otra hija Deípile a Tideo.[130] Promete además restituirlos a sus tierras nativas, comenzando con Polinices.[131] Algunos autores posteriores explicaban su interpretación del oráculo en otros sentidos, y decían que reconoció a los dos hombres como el león y el jabalí porque Polinices llevaba una piel de león sobre sus hombros y Tideo una de jabalí, o porque tenían en sus escudos imágenes de la cabeza de dichos animales (en referencia a la Esfinge y al jabalí de Calidón respectivamente).[132]
Pausanias registra una versión del exilio de Polinices y la boda posterior dentro de un esquema totalmente distinto. En principio Polinices emprendió el exilio mientras Edipo aún estaba en el trono, con la esperanza de que esto le permitiera escapar de las maldiciones de su padre. En ese tiempo se casó con Argía. Tras la muerte de Edipo, Eteocles ordenó ir a buscarlo y volvió a Tebas (posiblemente con su esposa). Sin embargo, los dos hermanos discutieron y Polinices volvió al exilio por segunda vez, y fue en este momento cuando pidió ayuda a su suegro para hacerse con el poder en Tebas.[133] Esta versión posiblemente ha derivado de la épica arcaica. En cualquier caso, es probable que Argía estuviera casada con Polinices antes de la muerte de Edipo en el Catálogo atribuido a Elesíodo, puesto que aquí se cuenta que ella asistió al funeral de Edipo,[134] y es difícil de imaginar la razón por la que pudo haber hecho eso si no estuviera dentro de la familia por matrimonio.
Adrastro convoca a siete caudillos para una expedición contra Tebas. Anfiarao y Erifila
Adrastro no perdió tiempo, convocando un ejército de gran tamaño para atacar Tebas. Al menos en la tragedia y en la tradición posterior, convocó a siete aliados para dirigir el asalto, uno por cada una de las siete puertas situadas en los muros de la ciudad. No se sabe si estos aliados, que fueron conocidos como los Siete contra Tebas, ya figuraban en la épica más arcaica. Píndaro pudo seguir la tradición épica cuando afirmaba que los argivos muertos habían sido incinerados en siete piras funerarias,[135] pero esto no implica necesariamente que fueran siete aliados (especialmente si se recuerda que dos de los aliados habituales, Anfiarao y Capaneo, pudieron no haber pasado por una cremación, por razones que se aducirán en breve).
La mayor parte de las fuentes concuerdan en los nombres de por lo menos seis de los Siete.[136] Tres de los más importantes pertenecían a los linajes reales argivos, el mismo Adrasto, que descendía de Bía, Anfiarao, hijo de Oícles, que descendía de Melampo y Capaneo, hijo de Hipónoo, miembro del antiguo linaje de los Ináquidas como descendiente de Preto. A éstos podemos añadir los dos marginales Polinices y Tideo así como Partenopeo, normalmente considerado hijo de Atalanta de Arcadia (aunque algunas veces como hijo de Tálao y hermano de Adrasto). En cuanto al aliado que falta, se llamó de diversas formas, como Mecisteo, hijo de Tálao, Etéoclo, hijo de Ifis, o Hipomedonte, hijo de Aristómaco. Sin embargo estas figuras, todas ellas miembros menores de los linajes reales argivos, tenían tan poca relevancia que eran prácticamente intercambiables. Si se omitía alguno de los aliados habituales por alguna razón, más de una de estas figuras inferiores podían incluirse en la lista. Así, en Siete contra Tebas de Esquilo, en donde Adrasto no se incluye entre los aliados (cf. p. 421), tanto Etéoclo como Hipomedonte se cuentan entre los Siete. También podían incluirse otros argivos entre los hombres menos importantes, si Polinices y Tideo eran excluidos por ser extranjeros
Anfiarao, el más formidable de los aliados de Adrasto, era, al igual que su antepasado Melampo, un vidente muy dotado y se dio cuenta de que la expedición estaba destinada al desastre. Sabiendo de antemano que ninguno de los líderes volvería vivo aparte de Adrasto, en un principio rehusó tomar parte en la expedición e intentó desalentar a los otros. Ansioso por encontrar una solución ante este contratiempo, Polinices buscó el consejo de un prominente argivo, Ifis, hijo de Alector (cf. p. 438) que le dijo que el vidente podría ser forzado a tomar parte si su esposa Erifila lo deseaba, puesto que Anfiarao había luchado contra Adrasto por el reino, e incluso éste lo había enviado al exilio durante un tiempo (cf. p. 436). Cuando los dos resolvieron por fin sus diferencias, Adrasto entregó a su hermana Erifila como esposa a Anfiarao bajo el juramento de que ambos aceptarían la decisión de ella si volvían a discutir en el futuro. De modo que Polinices se acercó a ella en secreto y le prometió un espléndido tesoro, el collar divino de Harmonía, si ella ordenaba a su marido partir contra Tebas, tal como deseaba Adrasto. Al menos en una versión, Anfiarao, que había previsto problemas en este sentido, le había prohibido expresamente aceptar regalos de Polinices, pero la tentación, sin embargo, resultó irresistible. Erifila pagó el soborno enviando a su marido a la muerte, convirtiéndose así en centro de comentarios por su traición. Al tener que partir por obligación y sabiendo que Erifila había sucumbido a la corrupción, Anfiarao ordenó a su hijo Alcmeón (y también a su otro hijo Anfíloco en otra versión), que la mate cuando crezca y organice una segunda expedición contra Tebas en el futuro.[137]
La Ilíada relata que Tideo y Polinices visitaron Micenas antes de la guerra con la esperanza de alistar más aliados. Aunque los micenos en un principio accedieron a proporcionarles una tropa, Zeus les disuadió enviándoles malos presagios.[138]
La muerte de Ofeltes y la embajada de Tideo
Cuando Adrasto y su ejército se dirigían hacia el istmo, pasaron por Nemea, en el norte de la Argólide, en donde se vieron involucrados en un extraño incidente que dio lugar a la fundación de los Juegos Nemeos. La ciudad estaba gobernada en ese momento por Licurgo, hijo de Feres, inmigrante de Tesalia (cf. p. 552), el cual había llamado a Hipsípila, anteriormente reina de Lemnos, para que fuera la nodriza de su pequeño hijo Ofeltes. Tal como veremos, las mujeres lemnias habían conspirado entre sí para matar a todos los hombres, pero Hipsípila había roto el compromiso al salvar a su anciano padre Toante (cf. p. 501). Cuando las otras mujeres descubrieron su traición, la vendieron como esclava. En otra versión, ella escapó al extranjero una vez que su acción fue descubierta pero fue capturada por piratas que la vendieron a Licurgo.[139] Adrasto y sus compañeros la encontraron en ese momento en Nemea y le pidieron que le mostrase el camino a una fuente, ya que estaban sedientos tras su largo viaje (o también porque necesitaban agua para un sacrificio). De modo que colocó al pequeño Ofeltes sobre una cama hecha de perejil salvaje y los condujo hacia el agua. Aunque un oráculo había advertido que Ofeltes nunca debía ser colocado en el suelo hasta que pudiera caminar, ella pensaba que estaría a salvo puesto que realmente no estaba en contacto con el suelo. Sin embargo, al volver de la fuente se encontró con el niño muerto por la mordedura de una serpiente. Adrasto y sus seguidores mataron la serpiente e intercedieron ante Licurgo en nombre de Hipsípila. Entonces ofrecieron a Ofeltes un magnífico funeral, y le dieron el nombre de Arquémoro (Comienzo del Destino) porque Anfiarao había declarado que su muerte era un signo funesto que indicaba que muchos miembros del ejército perderían sus vidas en el próximo conflicto. También celebraron juegos funerarios en honor del niño muerto y fundaron así los Juegos Nemeos, en los cuales los jueces vestían trajes negros como signo de luto y los vencedores eran premiados con una corona de perejil salvaje. En cuanto a Hipsípila, fue finalmente rescatada de su cautividad por Euneo y Toante, los dos hijos gemelos que había tenido con Jasón.[140]
Antes de emprender el asalto contra Tebas, Adrasto envió a Tideo por delante a la ciudad para ver si la disputa podía ser resuelta por vía diplomática a favor de Polinices. Según la Ilíada, Tideo partió después de que el ejército emprendiera camino y hubiera alcanzado el denso cañaveral de Asopo (posiblemente el río de ese nombre en el sur de Beocia). Apolodoro afirma que partió del Citerón, prácticamente en la misma zona, mientras que Diodoro ofrece una versión diferente en la que Adrasto lo envía desde Argos antes del comienzo de la expedición. Tal como la historia se relata en la Ilíada, Tideo encontró a los cadmeos (esto es, los tebanos) celebrando una fiesta en el palacio tras la llegada de Eteocles y los retó en las competiciones, sin duda de lucha o similar, en las cuales venció con un poco de ayuda de Atenea. Enfurecidos por la humillación, los tebanos planearon una emboscada con cincuenta jóvenes durante su viaje de retorno, pero los mató a todos con la única excepción de Meón, hijo de Hemón y nieto de Creonte, al cual salvó en respuesta a los signos de los dioses. Como en el caso de la embajada similar previa a la guerra de Troya (cf. p. 587), la misión fracasó en su objetivo principal.[141]
La lucha en Tebas y el destino de los Siete
Aunque apenas disponemos de información directa acerca de cómo se describió la lucha en Tebas en la tradición épica arcaica, parece haber un común acuerdo desde una época temprana sobre la suerte de los principales caudillos argivos.[142] Tras una confrontación inicial en la que los tebanos fueron conducidos de vuelta a su ciudad, los atacantes intentaron asaltar los muros pero fueron a su vez rechazados. La principal baja durante el asalto fue el malvado y arrogante Canapeo, que se jactaba de que podía entrar e incendiar la ciudad lo quisiera o no Zeus, lo cual hizo que el dios lo traspasara con un rayo mientras escalaba las murallas. Según Apolodoro,[143] este incidente marcó un punto de inflexión puesto que provocó que el resto de argivos huyeran de los muros de la ciudad. Ya fuera durante el ataque a las murallas o durante una pausa en la lucha después de que los atacantes cayeran, Polinices y Eteocles se enfrentaron en combate singular y se mataron el uno al otro.[144] Mientras la batalla seguía frente a la ciudad, Melanipo, hijo de Astaco y descendiente de uno de los Espartos (Hombres sembrados, los supuestos fundadores de la casta militar de Tebas, cf. p. 389) hirió mortalmente a Tideo. Éste era un favorito de Atenea al que planeaba conferirle la inmortalidad, pero Anfiarao lo odiaba por sus modos violentos y por haber ayudado a generar la guerra, por lo que estaba determinado a frustrar las intenciones de la diosa. De modo que cortó la cabeza de Melanipo y se la arrojó a Tideo a la espera de una reacción salvaje. Cuando Tideo la partió y la abrió para sorber los sesos de su verdugo, Atenea se escandalizó de tal modo que ocultó la poción mágica que pretendía aplicarle. Normalmente se afirmaba que Anfiarao había matado a Melanipo (aunque una interpolación en el texto de Apolodoro sugiere que Tideo había conseguido matarlo después de haber sido herido por él).[145] Partenopeo murió a manos de Periclímeno, hijo de Poseidón y Cloris, hija de Tiresias,[146] el cual continuó persiguiendo a Anfiarao en el campo de batalla y lo habría herido en la espalda con su lanza si Zeus no hubiera intervenido abriendo una grieta en el suelo con un rayo, de modo que permitió al vidente desaparecer bajo tierra junto con su carro y auriga. Píndaro narra este último episodio, y en algún otro lugar se recoge que el auriga de Anfiarao era un tal Batón, perteneciente a su misma estirpe.[147] Anfiarao pudo desaparecer de la vista humana en Cnopia, lugar cercano a Tebas de camino a Potnias, o más adelante en Harma (Carro) entre Tebas y la costa este o en Oropo, en la frontera entre Beocia y Ática. Sus oráculos fueron célebres, principalmente en Oropo pero también en Cnopia (de ahí las tradiciones que localizaban su desaparición en esos lugares).[148] De todos los caudillos argivos, sólo Adrasto escapó gracias a la velocidad de su maravilloso caballo Arión, hijo de Poseidón con Deméter Erinia (cf. pp. 151-152).[149] No se asocian historias pintorescas con las muertes de los caudillos menores. Según Apolodoro, Leades e Ismario, hermanos de Melanipo, mencionado anteriormente como el autor de la muerte de Tideo, mataron a Etéoclo e Hipomedonte respectivamente.[150]
Esquilo presenta un relato propio del conflicto en su Siete contra Tebas. En esta tragedia, se dice que cada uno de los siete caudillos de la fuerza argiva se enfrentó a un defensor tebano en cada una de las siete puertas, según el siguiente esquema
Con la excepción de Eteocles, Melanipo y Megareo, los defensores son en cualquier caso desconocidos y pudieron haber sido inventados por el mismo Esquilo. Hacia el final de la obra, un mensajero cuenta que todo fue bien para los tebanos en seis de las puertas pero que el rey de Tebas y su hermano se habían matado el uno al otro en la séptima puerta.[151] Esto significaba, por tanto, que el resultado se había obtenido a partir de una serie de combates singulares en cada una de las puertas antes de que tuviera lugar cualquier lucha posterior frente a la ciudad. Para mantener un modelo coherente, Esquilo parte de la tradición común excluyendo a Adrasto, como superviviente conocido, de su lista de caudillos. Debe mencionarse además que excepto en el caso de los oponentes de Polinices y Tideo, los defensores que matan a los caudillos no son los hombres de los que normalmente se dice que acabaron con ellos.
Para un relato de Eurípides en el que se cuenta que Meneceo, hijo de Creonte, se sacrificó para asegurar la victoria para Tebas, cf. p. 434.
Creonte intenta prohibir el entierro de los argivos muertos
Tras la muerte de los dos hijos de Edipo, Creonte toma el poder una vez más como rey en Tebas ya sea por derecho propio o como regente de Laodamante, el hijo de Eteocles. Ordena que los muertos tebanos sean enterrados con todos los honores, especialmente Eteocles, pero que los cuerpos de los atacantes queden abandonados a la intemperie hasta su descomposición, decreto que no sólo ofendía el sentimiento humanitario común, sino que iba contra los dioses de los cielos y de los infiernos, puesto que a estos últimos se les defraudaba en lo que les era debido y a los otros se los contaminaba con los cadáveres que quedaban abandonados en su territorio.[152] No existe indicación de que la historia de la prohibición fuera conocida antes del siglo V a.C. (aunque debe recordarse que hay muy pocas evidencias antiguas sobre cualquier asunto en conexión con la guerra). Cuando el funesto decreto aparece por primera vez tuvo dos consecuencias notables en la tragedia Ática: Antígona, la sobrina de Creonte, intenta enterrar a su hermano Polinices, poniendo en marcha una cadena de sucesos que lleva el desastre a la familia real tebana, y Adrasto consigue la ayuda de Teseo y los atenienses para lograr que permitan el funeral de los argivos muertos. Polinices fue finalmente enterrado en Tebas, en algunas versiones junto con su hermano,[153] mientras que los cuerpos de los otros caudillos (aparte, por supuesto, de Anfiarao) se llevaron a Ática y se los enterró en Eleusis.[154] Píndaro toma, sin duda, la primitiva tradición épica cuando habla de siete piras funerarias que ardían cerca de la misma Tebas.[155]
El decreto que prohibía el enterramiento de los argivos muertos se recoge por primera vez en Eleusinos de Esquilo, una tragedia perdida fechada al final del primer cuarto del siglo V a.C. En esta obra, Teseo ayudaba a Adrasto a recuperar los cuerpos de sus camaradas negociando un acuerdo, evidentemente amenazando con utilizar la fuerza, aunque no venciendo a los tebanos en la batalla tal como se narra en el relato más común.[156] Pausanias comenta que los mismos tebanos preferían esta versión de la historia,[157] lo cual es totalmente comprensible; algunos afirman que ésta fue la primera tregua acordada para el enterramiento de los muertos.[158] El título de la obra dramática de Esquilo sugiere que el coro estaría compuesto por ciudadanos de Eleusis, la ciudad donde los argivos muertos habrían encontrado reposo. Cuando el tema se retoma de nuevo en las Suplicantes de Eurípides, obra teatral compuesta medio siglo más tarde, el coro está compuesto por las madres de los argivos muertos que acompañan a Adrasto a Atenas y se acercan como suplicantes a Etra, la madre de Teseo, en el santuario de Deméter en Eleusis. Al enterarse de lo que ocurre, Teseo responde comprensivo a los ruegos de Adrasto y de las mujeres del coro, en ese momento apoyadas por Etra, y accede a intervenir en su causa. Ignorando a un heraldo tebano que le pide que expulse a Adrasto y que le advierte que no ponga el pie en suelo tebano, Teseo reúne a un ejército para atacar Tebas, vence a Creonte y a los tebanos y se lleva a los muertos para darles un entierro honorable. Como Capaneo había muerto fulminado por un rayo de Zeus, su cadáver pasa a ser sagrado, separado de los otros e incinerado en una pira funeraria aparte;[159] cuando estaba ardiendo, su esposa Evadne se lanza sobre ella para unirse a él en la muerte,[160] un acto que recuerda mucho el sati hindú, pero sin parangón en la mitología griega. Es una idea acertada de varios autores tardíos hacer que los suplicantes se refugien en el altar de la Piedad (Eleos) en Atenas y no en el de Eleusis.[161]
La mitología de Antígona
La versión usual de la historia de Antígona corresponde con la establecida por Sófocles en su drama del mismo nombre. Aunque el rey ha prohibido el entierro de Polinices bajo pena de muerte, su hermana Antígona, como su pariente vivo más cercano, está decidida sin embargo a enterrarlo. El drama comienza cuando ella intenta en vano convencer a su hermana Ismene, más cauta, de que se una a ella en la empresa.[162] De modo que Antígona se ve obligada a actuar por sí misma para asegurar a su hermano un entierro formal, aunque sea únicamente esparciendo algo de polvo sobre su cadáver. Los guardas de Creonte se dan cuenta al poco tiempo del polvo, lo quitan y quedan a la espera cerca de allí. Cuando Antígona vuelve para repetir la acción y verter libaciones funerarias, ellos la capturan y la arrastran hasta llevarla frente a Creonte.[163] Ella defiende sus acciones con obstinada valentía, arguyendo que el rey había abusado de su autoridad y que las leyes no escritas e inderogables de los dioses eran prioritarias frente a su decreto arbitrario; sin embargo, su desafío apenas sirve para enfrentarse a él, que decide emparedarla viva.[164] Cuando llevan a Ismene ante él, ésta se siente tan conmovida por el ruego de su hermana que pide compartir la culpa y el castigo con ella, pero Antígona protesta puesto que considera que ella no tiene derecho para hacer tal petición cuando no había entrado en acción cuando lo pedía el momento.[165] Una vez que se llevan a las dos muchachas a otro lado, Hemón, el hijo de Creonte y prometido de Antígona, intenta convencer a su padre para que muestre piedad con su prometida, advirtiéndole de que los tebanos simpatizan con ella y afirman que merecería ser honrada en vez de ejecutada. Pero Creonte se niega a escuchar y ordena que se cumpla la sentencia.[166] Finalmente, se ve obligado a ceder cuando el vidente Tiresias le revela que los dioses se habían ofendido por su prohibición del entierro y rechazaban, por ello, todos los sacrificios y plegarias.[167] Sin embargo, este cambio de decisión llegó demasiado tarde puesto que Antígona ya se había ahorcado en su prisión. El público se entera, a través de un mensajero, de que, al entrar en el panteón, Creonte la ha encontrado ahorcada con una cuerda, mientras que Hemón, que había entrado justo antes, estaba abrazado a su cadáver, lamentando su destino. Cuando Creonte se dirige a él, Hemón saca su espada y arremete contra su padre, pero falla y entonces se suicida clavándosela. Al oír estas noticias del mensajero, Eurídice, la esposa de Creonte, se retira al interior del palacio para, a su vez, terminar con su vida. Queda sólo Creonte, que contempla su culpa mientras la tragedia llega a su fin.[168]
Poco se sabe de la mitología previa de Antígona. De hecho, ni siquiera hay registro de su nombre hasta el siglo V a.C. Aparece por primera vez en un pasaje de Ferécides, que la menciona junto a sus hermanos como uno de los hijos nacidos de Edipo con su segunda esposa, Eurigania.[169] En la tradición trágica y, por supuesto, en la posterior, son considerados hijos de Yocasta. En Los Siete contra Tebas de Esquilo, Antígona e Ismene aparecen en la sección final de la obra lamentándose por la muerte de sus hermanos hasta que son interrumpidas por un heraldo, que llega para anunciar que el consejo de gobierno de la ciudad ha prohibido el entierro de Polinices; Antígona declara abiertamente entonces que ella lo acompañará a su entierro, con la aprobación del coro de mujeres tebanas, que se ofrecen para formar el cortejo fúnebre de los hermanos.[170] En caso de que esta escena formara parte de la obra original pudo haber sido compuesta unos veinticinco años antes de que Sófocles tratara el mismo tema en la Antígona. Sin embargo, existen fundadas razones para suponer que el final de la obra de Esquilo fue alterado en fecha posterior, quizá en la última década del siglo V a.C. o tras la producción de Antígona. Los lamentos expresados por las dos hermanas antes de la llegada del heraldo pudieron repartirse originalmente entre los dos medios coros. El relato del interdicto y del desafío de Antígona en la escena final frente al heraldo difieren en aspectos importantes del ofrecido por Sófocles. El edicto que prohibía el entierro había sido promulgado por los diputados del pueblo (probouloi) y no por Creonte.[171] No se anunciaba una pena por desobediencia y se indicaba que Antígona daría a su hermano un entierro adecuado con la ayuda de otras mujeres tebanas, en vez de un entierro simbólico en secreto ella sola.[172] Es muy posible que esto se acerque más a la historia original que la versión más potente de Sófocles, que eleva la tensión dramática al presentar a Antígona como heroína solitaria que se enzarza en una batalla de voluntades con el rey.
Existe constancia de que Ion de Quíos, poeta del siglo V a.C., compuso un ditirambo en el que Laodamante, hijo de Eteocles, hizo que Antígona e Ismene murieran quemadas en el templo de Hera.[173] Aunque no hay pruebas sobre el modo en el que pudieron haberle ofendido, ellas posiblemente habían buscado asilo en el templo, de manera que lo obligaban a recurrir a este acto de sacrilegio para poder acabar con ellas. Es posible que lo hubieran ofendido por enterrar a Polinices contra sus órdenes.
Volviendo a la historia habitual en la que Antígona comparece frente a Creonte, hay versiones en las que su prometido Hemón la salva de la muerte. Higino recoge una de este tipo en la que Antígona retira el cuerpo de Polinices bajo el cobijo de la noche con la ayuda de Argía, la esposa de éste, y lo coloca en la pira funeraria de Eteocles. Los guardas la capturan, aunque su cómplice consigue escapar, la llevan frente a Creonte, que la entrega a Hemón para que la conduzca a la muerte; pero Hemón, que al igual que en la versión de Sófocles estaba comprometido con ella, la amaba demasiado como para únicamente fingir obediencia y la escondió con unos pastores. Mientras ella estaba en el escondrijo, le dio a Hemón un hijo, aquí sin nombre, que visitó Tebas cuando creció para tomar parte en algunos juegos. Puesto que los descendientes de los Espartoi podían identificarse por una marca distintiva de nacimiento (en forma de lanza), Creonte se dio cuenta de quién era y ordenó su ejecución. El rey permaneció inflexible incluso cuando Heracles (que pasó sus primeros años en Tebas como súbdito de Creonte) le rogó que mostrara compasión; Hemón estaba tan angustiado que acabó con su propia vida tras matar a Antígona, su esposa secreta.[174] Aunque algunos han argumentado que en su mayor parte este relato estaba basado en la Antígona de Eurípides, hoy perdida (en la que Antígona se casaba con Hemón tras su captura y tenía un hijo con él llamado Meón), parece más probable que sea una versión compuesta tomada de varias fuentes. Lo poco que queda del argumento de Eurípides sugiere que de algún modo se llegaba a un final feliz, quizá permitiendo que Hemón se casara con Antígona a través de la intervención de Dioniso, a quien alguien apela en términos de adoración entusiasta en un fragmento que se conserva.[175]
Tal como hemos visto antes, Hemón y su hijo Meón aparecían en la épica arcaica como víctima de la Esfinge y oponente de Tideo respectivamente (cf. pp. 407 y 419), sin embargo estas tradiciones son contradictorias con las que presentan a Hemón como el prometido o amante secreto de Antígona, puesto que él habría muerto antes del nacimiento de ella o al menos pertenecería a una generación anterior. Sófocles es el primer autor que lo presenta como el prometido de Antígona[176] y es bastante probable que él inventara la idea, preparando de este modo el camino para que Eurípides llevara a cabo una alteración posterior en la tradición presentando a Meón como su hijo con Antígona. Sin embargo, muy probablemente, Meón no era el producto de una unión secreta en la tradición épica arcaica; no existe evidencia sobre el nombre de su madre original.
Pausanias menciona que había un lugar cerca de Tebas llamado «El arrastre de Antígona» (Syrma Antigones). Según la tradición local se llamaba así porque Antígona había intentado cargar con el cuerpo de Polinices pero, al darse cuenta de que era demasiado pesado como para poder levantarlo, había tirado de él y lo había arrastrado todo el trayecto hasta colocarlo en la pira de Eteocles.[177] Según otra tradición local, Meón enterró a Tideo junto al camino de Tebas a Calcis tras la derrota de los Siete[178] (para darle un entierro apropiado puesto que, previamente, Tideo había salvado su vida, tal y como aparece en la Ilíada, cf. p. 419).
Concluiremos con un misterioso relato de la época arcaica acerca de la muerte de Ismene. Se dice que el poeta Minermo (de la segunda mitad del siglo VII a.C.) afirmaba que Tideo la había asesinado a instancias de Atenea durante un encuentro amoroso con un tal Teoclímeno. Aparte de esto, no existe constancia de un héroe con este nombre en Tebas. Sin embargo, cuando se recoge este incidente en un ánfora corintia con figura negra de aproximadamente 560 a.C., la figura desnuda que se muestra huyendo mientras Tideo amenaza a Ismene con una espada se conoce como Periclímeno; y puesto que Periclímeno se mencionaba en las Tebanas como el asesino de Partenopeo (uno de los Siete cf. p. 421), es razonable aceptar que el Teoclímeno del relato anterior podría identificarse con este héroe tebano.[179] Tideo podría haber tenido la posibilidad de matar a Ismene mientras visitaba Tebas como embajador, pero no hay modo de justificar por qué Atenea podría haber querido que él hiciera eso, o por qué pudo haberlo elegido a él para esa tarea. Ferécides afirma, asimismo, que Ismene había muerto a manos de Tideo en una fuente que llevaba su nombre.[180]
Los Epígonos toman Tebas bajo el liderazgo de Alcmeón
Diez años después de la expedición de los Siete, los hijos de los caudillos caídos emprendieron una segunda expedición contra Tebas para vengar el destino de sus padres. La fuerza estaba comandada por Alcmeón, hijo de Anfiarao, al que su padre había ordenado atacar Tebas cuando fuera mayor de edad. En esta ocasión, los atacantes estaban destinados a vencer del mismo modo que sus padres lo habían estado a fracasar.[181] Los guerreros al mando fueron conocidos como los Epígonos (los nacidos después o la Generación más joven; el término griego carece de las asociaciones peyorativas del derivativo «epígono»). Como en el caso de los Siete, los diversos catálogos de los Epígonos no son totalmente coherentes.[182] Puesto que la mayoría admiten las identidades de seis de los Siete, comenzaremos con los hijos de éstos. Alcmeón toma el lugar de su padre Anfiarao en la segunda expedición, a menudo en compañía de su hermano menor Anfíloco. Adrasto forma parte de la expedición pero en ese momento es demasiado anciano para luchar como uno de los guerreros a la cabeza; lo reemplaza su hijo Egialeo, que será el único de los líderes que morirá en esta expedición triunfal, del mismo modo que su padre fue el único caudillo que en la primera ocasión volvió tras la derrota. Polinices es reemplazado por su hijo Tersandro (y algunas veces también por un hijo de menor importancia, un tal Timeas o Adrasto). Tersandro se convertirá en el nuevo rey de Tebas tras la toma de la ciudad. Diomedes reemplaza a Tireo, su padre, Esténelo a Capaneo y Prómaco (o también un hijo llamado Estratolao, Tlesímenes o Bias) a Partenopeo. El último de los miembros de los Siete se llama Mecisteo, Etéoclo o Hipomedonte, y los hijos de éstos —Euríalo, Polidoro y Meón respectivamente— pueden por tanto encontrarse a veces entre los Epígonos. El número de los Epígonos no esta limitado a siete, como en el caso de los caudillos de la primera expedición; la mayoría de los catálogos registran ocho o más, en gran medida porque a menudo se decía que los dos hijos de Anfiarao o Polinices se habían sumado a los Epígonos.
Resulta inevitable que algunos autores reciclaran la historia de la traición de Erifila (cf. pp. 417-418) sugiriendo que Tersandro, hijo de Polinices, la sobornó ofreciéndole el traje de Harmonía para conseguir que sus hijos se unieran a los Epígonos, del mismo modo que lo había hecho Polinices con el collar de Harmonía para que obligara a su marido a unirse a los Siete. Sin embargo, no fue una idea afortunada puesto que sus hijos no tenían razón para temer el desastre como era el caso de su padre, y ella no estaba en una posición en la que pudiera obligarles, tal como había hecho con él. Apolodoro ofrece otro tipo de explicación y dice que fue necesario convencer a Alcmeón, puesto que era reticente a partir antes de castigarla por la traición a Anfiarao. Hay que recordar que Anfiarao había ordenado a Alcmeón que lo vengara. En la versión de Diodoro, se dice que Alcmeón consultó el oráculo de Delfos acerca de la campaña y el castigo de su madre, y éste le respondió que debería unirse a la expedición y también actuar contra su madre, con más razón cuando ella había vuelto a aceptar un segundo soborno que ponía en peligro su vida.[183]
Existen muy pocas evidencias sobre la campaña de los Epígonos, que fue narrada en un poema del ciclo épico. Píndaro recoge que Anfiarao hizo una profecía desde su tumba cuando llegaron a Tebas y vaticinó que Alcmeón entraría el primero en la ciudad llevando un escudo que mostraba la imagen de un dragón, y que los augurios eran más favorables para Adrasto de lo que habían sido en la expedición anterior, excepto para su propia familia (puesto que su hijo estaba destinado a ser la única víctima entre los líderes argivos).[184] En la versión de Apolodoro, probablemente basada en la tradición épica primitiva, los Epígonos arrasaron los pueblos de los alrededores de Tebas para provocar que los tebanos se aventuraran a salir de la ciudad y así vencerlos en la batalla, posiblemente en algún lugar cercano. Aunque Laodamante, hijo de Eteocles, rey y comandante de los tebanos, mata a Egialeo, el hijo de Adrasto, al poco tiempo él encuentra la muerte a manos de Alcmeón. Los tebanos quedaron tan desolados por este hecho que perdieron el valor y se refugiaron tras las murallas de la ciudad. Al darse cuenta de que estaba perdida, el vidente Tiresias les aconsejó que enviaran un heraldo al enemigo para que los distrajera hablando de los acuerdos entre las partes mientras los ciudadanos partían secretamente por la noche. Tan pronto como los argivos se dieron cuenta de que los tebanos habían huido, entraron en la ciudad, la saquearon y derrumbaron sus murallas. Para cumplir una promesa anterior, enviaron el mejor objeto del botín a Delfos para que fuera dedicado a Apolo (cf. p. 434).[185] Según Heródoto, los exiliados tebanos se establecieron lejos, en Hestiótide, una región noroccidental de Tesalia, y desplazaron a los dorios que habían estado viviendo allí previamente. El historiador pudo haber obtenido esta información a partir del relato de la épica arcaica que aparece en los Epígonos (y que sin duda conocía, tal como sabemos por una alusión de pasada en otro contexto).[186]
Pausanias ofrece una versión diferente del conflicto y dice que los tebanos establecieron una base en Glisante, a unas ocho millas al noreste de su ciudad, y fueron derrotados en una batalla en los alrededores. Laodamante mata a Egialeo, al igual que en el caso anterior, pero en esta versión sobrevive y lleva las tropas de vuelta a Tebas. La supuesta tumba del argivo muerto podía verse en Glisante; se dice que Prómaco, hijo de Partenopeo, se encontraba entre los caídos. Laodamante huye de Tebas, al abrigo de la noche, con los ciudadanos que deciden acompañarlo y se queda en Iliria (en el noroeste, junto al Adriático).[187] Con el fin de reconciliar esta versión con la anterior, en la que se decía que los emigrantes tebanos se habían establecido en Tesalia, se sugería que algunos de los tebanos no deseaban seguir a Laodamante todo el camino hasta Iliria, por lo que se separaron y se asentaron en Tesalia. Este relato también proporcionaba una explicación para el nombre de una de las puertas de Tebas, puesto que se decía que tiempo después, cuando el último grupo recibió la invitación para regresar a casa, la puerta por la que entraron se llamó Puerta Homolodia a partir de Homolo, el lugar de su exilio en Tesalia.[188] Probablemente, este segundo relato de la guerra y sus consecuencias era de origen posterior al de la versión anterior. Aunque no es imposible que en la épica arcaica la batalla hubiera tenido lugar en Glisante, esto parece poco probable a la vista de la ubicación de la ciudad, puesto que está situada bastante a trasmano para cualquier ejército que se aproximara a Tebas desde el sur. Helánico, en el siglo V a.C., es el primer autor que la nombra como lugar de la batalla.[189]
Los Epígonos entraron en Tebas sin oposición tras la deserción de la mayor parte de sus ciudadanos, y nombraron gobernante a Tersandro, hijo de Polinices.[190] Se dice que los conquistadores derribaron sus murallas y desde ese momento, la ciudad dejó de tener importancia dentro de la historia mítica. El nuevo rey y sus descendientes serán considerados más adelante (cf. pp. 430 y ss.). En Mégara, durante el viaje de regreso del ejército argivo hacia su hogar en Argos, Adrasto murió debido a su avanzada edad y al dolor por la muerte de su hijo. Su tumba podía verse en la ciudad (aunque también hubo santuarios dedicados al héroe en otros lugares). Su hijo Egialeo fue enterrado cerca de allí, en Págasas, en la Mégaride.[191]
La historia posterior de Alcmeón
Al llegar a Argos, Alcmeón se venga de su madre Erifila por haber causado la muerte de su padre una década antes (cf. p. 418) y la mata sola o junto a su hermano Anfíloco. Aunque tenía el permiso que Apolo le dio en Delfos (antes o después de la guerra), las Erinias (Furias) de su madre lo persiguieron y lo hicieron enloquecer, del mismo mqdo que a Orestes tras el asesinato de su madre Clitemnestra (cf. pp. 658 y ss.).[192] Sobrepasado por la locura, Alcmeón huyó a casa de su abuelo Oícles, en Arcadia, y luego siguió hasta Psófide, en la misma provincia, donde el gobernante local, Fegeo, lo purificó. El rey le ofreció a su hija Arsínoe como esposa y él comenzó una nueva vida en la tierra natal de ella. Como regalos de boda él le entregó el collar y el vestido de Harmonía. A pesar de la purificación que había recibido seguía contaminado por lo que la tierra se quedó baldía debido a su presencia. Un oráculo le advirtió que buscara una tierra en la que el sol no hubiera brillado en el momento en el que él había matado a su madre.[193] Su búsqueda lo llevó por el istmo hasta la Grecia continental. Tras pasar algún tiempo con Eneo en Calidón, siguió viajando hacia el norte hasta Epiro; visitó las fuentes del gran río Aqueloo, donde recibió purificación del dios del río. Finalmente, descubrió la tierra de la que hablaba el oráculo cuando llegó a la desembocadura del Aqueloo, en la entrada del golfo de Corinto. En ese lugar, el limo del río había formado una tierra nueva tras la muerte de su madre. Hizo de ella su nuevo hogar y se casó con Calírroe, hija del dios-río. Cuando tiempo más tarde ella le pidió que le diera el collar y el vestido de Harmonía, bajo la amenaza de abandonarlo si no los conseguía, él volvió a Psófide y engañó a Fegeo para que se los devolviera, alegando que el oráculo de Delfos le había advertido de que debía ofrecerlos en Delfos para curarse de su locura. Sin embargo, tras su partida, un sirviente le dijo a Fegeo que en realidad llevaba los tesoros a su nueva esposa. El rey ordenó a sus dos hijos, Prónoo y Agénor, que tendieran a Alcmeón una emboscada y le dieran muerte. Cuando su hermana Arsínoe les reprochó posteriormente que hubieran matado a su esposo, ellos la llevaron a Tegea, en el sudeste de Arcadia, y se la entregaron como esclava a su gobernante, Agapenor, diciéndole que ella misma había cometido el asesinato.
Al conocer el destino de Alcmeón, su nueva esposa Calírroe apeló a Zeus (que se había convertido en su amante) para que sus dos hijos pequeños, Acarnán y Anfótero, crecieran inmediatamente y fueran capaces de vengar el asesinato de su padre. Su petición fue atendida al momento y los dos jóvenes (que es en lo que se convirtieron) partieron inmediatamente hacia Arcadia. Llegaron al palacio de Agapenor cuando los hijos de Fegeo todavía estaban allí, tras llevar a su hermana, y aprovecharon esta oportunidad para matarlos. Luego siguieron viajando hasta Psófide para matar a Fegeo, el instigador del asesinato, junto a su esposa. Aunque después fueron perseguidos hasta Tegea, se salvaron gracias a la intervención de los tegeatas y de algunos argivos. Desde ahí fueron rápidamente a ver a su madre para informarle de sus logros. Por orden de Aqueloo, dedicaron el traje y el collar de Harmonía a Apolo en Delfos. Acarnán fue el epónimo de Acarnania, la provincia más occidental de la Grecia central. Se dice que él y su hermano colonizaron el área con gentes del Epiro. Su nuevo hogar se situaba cerca de su lugar de nacimiento, puesto que el Aqueloo llegaba al mar en la frontera entre Acarnania y Etolia, la provincia colindante por el este.[194]
Tersandro, rey de Tebas, y sus descendientes
Entretanto, Tersandro, hijo de Polinices, se había convertido en el nuevo gobernante de Tebas diez años después de que su padre hubiera muerto mientras intentaba hacerse con el trono de Eteocles. Como Tersandro era de ascendencia cadmea, al igual que el rey expulsado, Laodamante, hijo de Eteocles, la antigua familia real siguió gobernando la ciudad, a pesar de que ésta ya no fuera el centro de poder de otros tiempos. Demonasa, hija de Tiresias y esposa de Tersandro, le dio un hijo y heredero que se llamó Tisámeno (Vengador) en conmemoración del logro de su padre vengando la derrota y la muerte de Polinices.[195] Tras un gobierno de varios años sin sobresaltos, Tersandro partió hacia Troya como líder del contingente beocio, pero nunca llegó allí porque Télefo, rey de Misia, lo mató antes, cuando los griegos atacaron su país creyendo que era Troya (cf. p. 578). Como Tisámeno no estaba aún en edad de luchar, los tebanos eligieron a Peneleo, hijo de Hipálcimo (descendiente de Beocio, hijo de Poseidón, epónimo de Beocia) como su nuevo líder.[196]
Aunque nunca se menciona a Tersandro en la épica homérica tuvo que haber sido una figura antigua puesto que la historia de su muerte se cuenta en las Ciprias, un relato épico arcaico del ciclo troyano.[197] El catálogo de barcos de la Ilíada nombra a Peneleo y Leito, hijo de Electrión, otro descendiente de Beocio, como los líderes del contingente beocio (junto con tres héroes de carácter misterioso, Arcesilao, Protoenor y Clonio, que mueren en la batalla y que probablemente fueron invención del mismo Homero). La característica más llamativa de este pasaje en la Ilíada es el hecho de que Tebas no se distingue de las otras ciudades beocias como lugar relevante; en realidad no se hace mención de Tebas como tal sino de Hipotebas (Bajo Tebas), que al parecer era un poblado que había crecido en torno a la ciudad abandonada y en ruinas.[198] Dejando a un lado los aspectos grandilocuentes de la historia de las Guerras Tebanas, la leyenda pudo tener cierta base histórica, en la medida en la que reflejaba un gran declive en los destinos de la ciudad al final del período micénico.
Cuando hacía el final de la guerra de Troya Peneleo muere a manos de Eurípilo, el último de los grandes aliados de los troyanos (cf. p. 609), Tisámeno es ya lo suficientemente adulto como para asumir el poder. Vuelve sano y salvo a Tebas para gobernar como sucesor de su padre, pero su hijo Autesión, atormentado por las antiguas maldiciones de la familia, finalmente se va al extranjero por consejo del oráculo délfico. Acompaña a los heraclidas y dorios al Peloponeso. Tras su partida, los tebanos ofrecen el trono al nieto de Peneleo, Damasictón. Él y sus herederos reinaron allí hasta que, en tiempos de su nieto, se abolió la monarquía.[199]
El exiliado Autesión tuvo dos hijos, Argía y Teras, que llegaron a ser importantes en su nueva patria en el Peloponeso. Argía se casó con uno de los líderes heraclidas, Aristodemo, con el que tiene como hijo al primer rey heraclida de Esparta, o incluso llegó a reinar ella misma (cf. p. 383). Como Aristodemo murió cuando sus hijos gemelos eran todavía muy jóvenes, su tío Teras gobernó como regente mientras estos crecían; tras traspasarles el trono, viajó por mar al extranjero y estableció un linaje real en la isla de Tera (cf. p. 733).
Tiresias, el gran vidente de Tebas, y su hija Manto
Antes de dejar Tebas, debemos considerar la carrera del gran vidente tebano Tiresias, que vivió en la ciudad desde el reino de Penteo hasta la llegada de los Epígonos. Su popularidad es tan antigua que ya Homero recoge que Perséfone le obsequió con el privilegio especial de conservar sus poderes en el Hades, mientras otros mortales fallecidos vagaban de un lado a otro como sombras vacías.[200] Había nacido en Tebas de familia noble pues era descendiente de Udeo, uno de los hombres que habían surgido de los dientes del dragón; su padre era un tal Everes y su madre una ninfa llamada Cariclo. La duración de su vida fue prodigiosa: siete generaciones, según la Melampodia hesiódica,[201] y fue famoso por dos cuestiones: por sus hazañas como vidente y por haberse convertido en mujer y luego de nuevo en hombre.[202] Sus cambios de sexo tuvieron lugar como resultado de encuentros con serpientes. Según una versión atribuida a Hesíodo (posiblemente de la Melampodia, poema acerca de los videntes), vio una vez un par de serpientes apareándose en el monte Cileno, en Arcadia, y tras golpearlas y herirlas fue transformado en mujer; pero cuando vio las mismas serpientes apareándose una segunda vez, volvió a convertirse en hombre. Ovidio afirma que permaneció como mujer durante siete años, hasta que vio a las mismas serpientes apareándose y las volvió a golpear (en un relato que coincide con otras fuentes, y posiblemente también con el relato completo de Hesíodo). Golpeó las serpientes o las aplastó con su bastón.[203] En otra versión, fue convertido en mujer cuando al ver a las dos serpientes acopladas, mató a la hembra, y se transformó de nuevo en hombre cuando, posteriormente, mató al macho en las mismas circunstancias.[204] No hay acuerdo sobre si el incidente ocurrió en el monte Citerón, en su patria beocia, o en Cilene, en Arcadia.[205]
En la versión hesiódica, llegó a adquirir sus poderes proféticos como resultado de sus experiencias como mujer, ya que cuando en una ocasión Zeus y Hera discutían sobre quién, hombre o mujer, recibe más placer durante el acto sexual, decidieron llevar el asunto al arbitrio de Tiresias, que era el único que estaba en situación de juzgar desde la experiencia personal. Él respondió que si el placer puede juzgarse en una escala de uno a diez, el hombre disfruta sólo una parte mientras que la mujer disfruta diez. En una versión secundaria, se dice que el hombre disfruta una parte y la mujer nueve, como si fueran diez las unidades de placer a compartir entre los dos.[206] Hera se enojó con su respuesta, posiblemente porque lo consideró vergonzoso para las mujeres, y reaccionó volviéndole ciego; pero Zeus, que evidentemente estaba complacido al ver confirmados sus argumentos, lo compensó otorgándole poderes proféticos y una larga vida.[207]
Apolodoro señala que se ofrecieron explicaciones contradictorias para la ceguera de Tiresias, puesto que algunos decían que eran los dioses los que lo habían cegado por traicionar sus secretos al transmitirlos a los mortales (lo que implicaría que él ya poseía sus poderes proféticos en ese momento), mientras que Ferécides afirmaba que Atenea lo había cegado por haberla visto desnuda (en circunstancias no especificadas). La diosa cubrió sus ojos con sus manos para dejarlo sin vista, y cuando su madre Cariclo, que posiblemente se encontraba presente puesto que estaba bañándose con Atenea, le pidió que le devolviera la vista, se negó a hacerlo pero le compensó dotándolo con la capacidad de comprender el lenguaje de los pájaros (esto es, concediéndole poderes adivinatorios, cf. p. 553). Además, le dio un bastón de madera de cornejo que le permitiría caminar como aquellos que podían ver.[208] Calímaco retoma la historia en cierta medida en su Himno V, el Baño de Palas, y cuenta que el incidente ocurrió mientras Atenea se estaba bañando en el calor del mediodía en Hipocrena (La fuente del caballo), en el monte Helicón, en Beocia. Únicamente la acompañaba la ninfa Cariclo, con quien tenía una particular amistad. Cuando el joven Tiresias, que estaba cazando en la montaña con sus perros, llegó a la fuente para calmar su sed, vio a Atenea desnuda y ésta le dijo que se quedaría sin vista para siempre. Cariclo comenzó a gritar angustiada y le reprochó si eso era lo que significaba la amistad para una diosa. Sin embargo, Atenea le aseguró que ella no era culpable de la ceguera de su hijo puesto las leyes de Crono (la ley divina) ordenaban que el castigo debía seguir a la ofensa. Aunque después no tuvo poder para alterar el destino de Tiresias, le dijo a Cariclo que dejara sus lamentos porque le otorgaría beneficios que sobrepasarían enormemente su pérdida, al concederle poderes proféticos y una larga vida, así como poderes incomparables tras su muerte.[209] Mientras relata esta historia, Calímaco hace referencia a otra muy similar, la de Acteón, que sufrió un castigo incluso peor tras ver desnuda a Ártemis (cf. p. 393).[210] Es posible que una de estas historias inspirara el desarrollo de la otra, pero no podemos asegurar cuál de ellas tiene un origen anterior.
En la tragedia ática y en la tradición posterior (y sin duda en la épica antigua también aunque no exista evidencia concreta sobre ello), se dice que Tiresias había realizado valiosos servicios para Tebas y los reyes tebanos en varios momentos durante la conflictiva historia de la ciudad. Cuando Tebas estaba a punto de ser atacada por los Siete, por ejemplo, reveló que había una única vía de salvación para la ciudad, puesto que la culpa de sangre por matar al dragón sagrado (cf. p. 390) todavía pesaba sobre ella. Para reparar su muerte y paliar la ira de Ares, era necesario que un descendiente de los Espartos, que todavía fuera virgen, sacrificara su propia vida en el lugar donde el dragón había muerto. Meneceo, hijo de Creonte, el único que respondía a esas características, decidió realizar la acción por el bien de la ciudad a pesar de la oposición de su padre y, según lo dicho, se asestó una puñalada sobre las murallas de la ciudad, asegurándose de que su cuerpo caería en la antigua guarida del dragón. Esta leyenda, así como el mismo Meneceo, aparecieron por primera vez en las Fenicias de Eurípides.[211] Tiresias desempeña un papel central en las otras tres obras de teatro que se conservan del mismo período. En las Bacantes de Eurípides, intenta convencer inútilmente a Penteo de que deje de oponerse a Dioniso y su culto.[212] En Edipo rey de Sófocles, tal como hemos visto, le resulta difícil revelar que el mismo Edipo es el culpable de la plaga que ha caído sobre Tebas, y en Antígona, advierte a Creonte que los dioses están enojados por su decreto que prohíbe el entierro de Polinices y por su trato hacia Antígona. En el contexto dramático, el vidente suele ser tratado con incredulidad o mofa cuando ofrece por primera vez su consejo o revelaciones. En algún lugar se recogía, entre otras cosas, que había advertido a Layo que apaciguara a Hera tras haber secuestrado al joven Crisipo. También revela a Anfitrión que Zeus había asumido su forma para dormir con su esposa (cf. pp. 326-327), y anuncia el destino que espera a Heracles después de que el niño héroe demuestre su valor estrangulando dos serpientes (cf. p. 329).
Tiresias murió mucho tiempo después, cuando la gloria de Tebas estaba tocando a su fin tras la victoria de los Epígonos. Mientras huía de la zona junto con la mayoría de los otros ciudadanos, paró para beber en la fuente de Telfusa (cf. p. 203), en Beocia occidental, y murió mientras lo hacía, aparentemente debido a la fría temperatura del agua. Su tumba podía verse junto a la fuente.[213] Tuvo una hija, Manto (Adivina), que fue capturada en Tebas por los Epígonos y enviada a Delfos, junto con lo más preciado del botín, como ofrenda a Apolo, puesto que habían jurado dedicar las capturas más valiosas al dios si conquistaban la ciudad.[214] Algunos decían que Tiresias también había sido capturado y enviado a Delfos junto con su hija pero murió en Telfusa cuando iba de camino.[215]
Apolo sacó provecho de Manto al enviarla a Claros, cerca de Colofón, en la costa oeste de Asia Menor, para fundar el famoso oráculo de Apolo Klarios. En la versión más antigua de la historia, le da instrucciones para que se case con el primer hombre que encuentre en cuanto salga del oráculo en Delfos. Resulta ser un miceno llamado Racio, que la lleva por el Egeo hasta el lugar de Claros (un viaje que habría sido difícil para una mujer sola). Tras su llegada, ella llora por el triste destino de su ciudad arrasada, y de aquí el nombre de Claros (interpretado en este caso como derivación de klaein, sollozar). Con sus lágrimas se forma una fuente, posiblemente la fuente sagrada de la que el vidente del oráculo solía beber antes de pronunciar sus profecías.[216] En otra versión de la historia, Racio es un cretense que se había establecido en la región de Colofón con un grupo de colonos de su isla natal. El oráculo de Delfos ordenó a Manto cruzar el Egeo junto con otros cautivos de Tebas. Cuando llegaron a Asia fueron capturados por algunos de los colonos cretenses y llevados ante Racio, que pidió a Manto que se convirtiera en su esposa e invitó a los otros tebanos a ser ciudadanos de su colonia.[217] Manto le dio un hijo, Mopso, que llegó a ser un famoso vidente, igual que su madre y abuelo, y sirvió como profeta de Apolo Klarios. Para sus principales historias cf. p. 630.
En la obra perdida de Eurípides, Alcmeón en Corinto, se contaba que Alcmeón había tenido dos hijos con Manto, un hijo, Anfíloco y una hija, Tisífone. Se los confió a Creonte, rey de Corinto, para que los criara, pero Tisífone se convirtió en una mujer tan hermosa cuando creció que la esposa del rey, temiendo que su marido se enamorara de ella, la vendió como esclava por miedo a sentirse desplazada. Por casualidad fue adquirida por Alcmeón, que la mantuvo como sirvienta sin darse cuenta de que era su hija. Finalmente la verdad salió a la luz cuando volvió a Corinto a recuperar a sus dos hijos. Puesto que esta historia se contradice con la leyenda habitual de Manto, y no existe evidencia previa de Tisífone o de este Anfíloco (que evidentemente se trata de una duplicación de Anfíloco, hijo de Anfiarao, cf. p. 426), existen buenas razones para suponer que la inventó el propio Eurípides.[218]
Las implicaciones de las Guerras Tebanas en la historia dinástica de la Argólide
En la época de las Guerras Tebanas que tuvieron lugar aproximadamente una generación antes de la guerra de Troya, la Argólide no tenía un gobierno común sino que estaba dividida en dos secciones separadas, por razones ya consideradas en el capítulo VII (cf. pp. 315 y ss.). El área noroccidental, gobernada por Micenas, había caído bajo el control de la rama de Atreo, de la familia de los Pelópidas, mientras que la otra zona de la provincia, cuya ciudad principal era Argos, todavía estaba bajo control de la antigua familia gobernante argiva y los linajes reales establecidos por Bias y Melampo (cf. p. 557 para el origen de este último). Aunque Adrasto intentó alistar a los micenos para la expedición de los Siete (cf. pp. 417-418), las ciudades argivas bajo gobierno pelópida no tomaron parte en las Guerras Tebanas y no se vieron muy afectadas por sus consecuencias. Sin embargo, la historia dinástica de la otra zona de la Argólide sufrió enormemente las consecuencias de las dos guerras, puesto que muchos de los dirigentes de las familias gobernantes murieron en ellas o a consecuencia de ellas.
Debe recordarse que las tres dinastías gobernantes en esta zona de la Argólide eran una rama del antiguo linaje de Ínaco, puesto que descendían de Preto, y de dos nuevas líneas fundadas por Bias y Melampo, los dos hermanos extranjeros que ganaron una parte del reino de Preto. Las dos familias resultantes destacaron dentro de la mitología de las Guerras Tebanas. Adrasto, nieto de Bias, y Anfiarao, bisnieto de Melampo, fueron los líderes argivos más importantes en la expedición de los Siete (cf. Tablas 14 y 13); sin embargo la línea ináquida de Preto también estaba representada en la persona de Capaneo y Etéoclo (cf. Tabla 5). Aunque Adrasto, hijo de Tálao, que gobernaba desde su palacio en la ciudad de Argos, no era el único rey en el país, parece que era reconocido como el señor supremo entre los territorios no pelópidas de la Argólide al comienzo de las Guerras Tebanas. Su posición en ese sentido podría compararse con la de su nieto Diomedes en el tiempo de la guerra de Troya. Sin embargo, sufrió antes de obtener su autoridad puesto que él y su familia, los Biantes, habían sido previamente derrotados en una lucha de poder frente a Anfiarao, apoyado aquí por su propia familia y por los Prétidas. Por ello, Adrasto se vio forzado al exilio y buscó refugio en la ciudad de Sición, al oeste de Corinto. Sus contactos sicionios eran realmente muy antiguos puesto que la Ilíada lo menciona como antiguo rey de la ciudad.[219] Según una tradición, él la eligió como refugio porque su madre era hija de Pólibo, rey de Sición, y él había heredado el trono como descendiente masculino más próximo tras la muerte del rey. También se dice que se casó con una hija de Pólibo tras su llegada y consiguió heredar el trono porque el rey no tenía hijos propios.[220] Entretanto, Anfiarao tomó el poder en Argos pero finalmente decidió negociar un arreglo con Adrasto por razones no especificadas. De modo que Adrasto pudo volver a casa y estableció una posición dominante en el país (no se sabe si de modo inmediato o gradualmente). Para sellar esta reconciliación con Anfiarao, le ofreció a su hermana Erifila como esposa y, con la esperanza de asegurar su nueva amistad, los dos cuñados juraron aceptar la decisión de Erifila en caso de tener alguna desavenencia grave en el futuro (puesto que se esperaba que fuera ecuánime como hermana de uno y esposa del otro).[221] Aunque esto pudo haber parecido en ese momento una excelente idea, no trajo más que desastres, tal como hemos visto, puesto que Erifila se dejó sobornar e impuso una decisión que iba en detrimento tanto de su esposo como también de Adrasto.
Anfiarao era el bisnieto de Melampo y el único hijo de su padre Oído[222] (que no tiene mitos propios). Tomó parte en la expedición de los Siete como el único miembro de su linaje que estaba en disposición de hacerlo. Aunque por sus propios dones proféticos pudo prever que no volvería, Erifila lo obligó a partir junto con Adrasto. Sus dos hijos, Alcmeón y Anfíloco, sobrevivieron a la segunda guerra tebana pero no estaban destinados a jugar un papel relevante en los asuntos tebanos. Alcmeón, que por otro lado hubiera heredado la posición de su padre, fue obligado a partir al exilio tras matar a su madre para vengar el destino de su padre (cf. pp. 429-430). Murió antes de la guerra de Troya en las circunstancias ya descritas. Sus dos hijos, Acarnán y Anfótero, nacieron en el extranjero y permanecieron en Acarnania (cf. p. 430). Parece que su hermano Anfíloco vivió en Argos tras volver de la guerra aunque no fue una figura prominente, y tomó parte en la guerra de Troya en la que no destacó. Como había heredado los poderes proféticos de su padre, se unió a otro vidente para fundar un oráculo en Asia Menor tras la guerra; volvió a Argos sólo para una breve visita (cf. p. 631). Puesto que no dejó hijos, en Argos se extinguió este linaje melámpoda, cf. Tabla 13.
Adrasto, hijo de Tálao y nieto de Bias,[223] dirigió la expedición de los Siete acompañado por su hermano Mecisteo, que murió en Tebas. Partenopeo, otro de los Siete, fue en alguna ocasión clasificado como otro hermano suyo (cf. p. 417). También tenía un hermano, Pronas, que encontró la muerte antes de la guerra.[224] Tras sobrevivir a la primera guerra con la ayuda de su caballo divino Arión, Adrasto fue contra Tebas una segunda vez con los Epígonos, aunque en esa ocasión era demasiado viejo para luchar en la batalla. Su único hijo Egialeo y su sobrino Euríalo, hijo del ya mencionado Mecisteo, representaban a la familia biántida, en esta ocasión como líderes de los guerreros. Dado que Egialeo falleció en la batalla (cf. p. 427) y su padre, abatido por el dolor, murió poco después rumbo a su hogar, el trono de Adrasto pasó tras la guerra, por línea femenina, hasta Diomedes. Éste, que también había partido con los Epígonos, era el único hijo de Tideo, miembro de la familia real etolia que se casó con una hija de Adrasto durante su exilio (cf. p. 416). En ese momento Tideo ya había muerto en la toma de Tebas como uno de los Siete. Como gran guerrero sucesor de Adrasto en su puesto de señor supremo de las tierras no pelópidas de la Argólide, Diomedes dirigió a los hombres de Argos, Tirinto y el este de la Argólide hacia la guerra de Troya. Estuvo asistido por dos líderes bajo su mando, Euríalo, hijo de Mecisteo, procedente de la rama más joven de su linaje biántida, y Esténelo, hijo de Capaneo, descendiente de la antigua línea gobernante argiva.[225]
En la narración de Pausanias sobre la historia legendaria de Argos, se dice que Adrasto había tenido también un heredero en la rama masculina, un nieto llamado Cianipo, hijo de Egialeo, nacido antes de su muerte prematura. Es plausible la explicación de que era demasiado joven para suceder en el trono a Adrasto o para luchar en Troya, por lo que su familia estaba representada en Troya, al igual que en la tradición épica, por Diomedes y Euríalo.[226] Sólo en versiones muy tardías se afirma que luchó en Troya y fue uno de los guerreros que entró en la ciudad en el Caballo de Madera.[227] Su carrera posterior será considerada más adelante.
El antiguo linaje real argivo estaba representado en los Siete por Capaneo, hijo de Hipónoo, descendiente de Preto en la quinta generación;[228] cf. Tabla 5. Debe señalarse que estas genealogías no están totalmente sincronizadas con las de los biántidas y los melámpodas. Dado que Hipónoo, padre de Capaneo, vivió en el extranjero como rey de Óleno en Aquea, Ifis, el padre de Etéoclo y suegro de Capaneo, era el cabeza del linaje prótida en la Argólide durante el período que precedió a las Guerras Tebanas. Estaba destinado a sufrir un triple duelo tras la primera guerra puesto que no sólo perdió a su hijo Etéoclo (que murió en la lucha) y a su yerno Capaneo (que fue abatido por un rayo [cf. pp. 419-420]), sino que también se quedó sin su hija Evadne cuando saltó a la pira funeraria de su esposo Tideo (cf. p. 422).[229] Esta última historia aparece por primera vez en Suplicantes de Eurípides, y en ella Ifis intenta en vano disuadirla. Lamenta después su desolada vejez, puesto que no queda nadie que lo reciba ni en su casa ni en la de su yerno.[230] Capaneo dejó un hijo, Esténelo, que partió contra Tebas como uno de los Epígonos y heredó el trono de Ifis cuando el rey murió en algún momento previo a la guerra de Troya.
Diomedes era un héroe de primer orden, famoso por el papel que desempeñó en la guerra de Troya (cf. pp. 397 y ss.). Al contrario que Diomedes, ya importante en los primeros cantos de la Ilíada en donde dirigía la lucha mientras Aquiles está ausente del campo de batalla, Euríalo aparece en dos ocasiones tan sólo mencionado como un comandante de Diomedes, primero en una escena de batalla en la que mata a dos troyanos de poca importancia, y luego cuando es vencido ignominiosamente por Epeo en un combate de boxeo durante los juegos funerarios celebrados en memoria de Aquiles.[231] En el mural de Polígnoto sobre el saqueo de Troya, que pudo haberse basado en su mayor parte en la tradición épica, Euríalo aparecía entre los heridos, con señales en la cabeza y la muñeca.[232] Esto sugeriría que se consideraba que había vuelto a casa vivo, por lo que su supuesta tumba estaría por tanto en Argos.[233]
Esténelo, el otro comandante de Diomedes, aparece con mucha más frecuencia que Euríalo en la Ilíada, pero sólo en un papel secundario, como auriga e íntimo camarada de Diomedes. Los dos habían luchado ya, codo con codo, como Epígonos. En la Ilíada hay un pasaje memorable en el que Agamenón intenta atacar a Diomedes acusándolo de ser peor luchador que su padre, lo cual hace saltar a Esténelo y replicar en su nombre que eso difícilmente podía ser cierto puesto que los Epígonos tomaron Tebas con un ejército más pequeño, después de que sus padres hubieran perecido en el intento.[234] Normalmente se acepta que Esténelo regresó a su casa en Argos tras la guerra (incluso aunque Licofrón afirma que estaba enterrado en Colofón, en Asia Menor).[235] Según una tradición local de Argos, volvió con un importante trofeo a la ciudad, ya que recibió la efigie de Zeus Herkeios que estaba en el patio del palacio de Príamo en Troya, y la depositó en el templo de Zeus de la acrópolis de Argos, donde los visitantes podían verla en tiempos históricos.[236]
Aunque Diomedes también volvió sano y salvo a Argos, y aparentemente continuó gobernando allí según la tradición primitiva, se acepta comúnmente desde el período helenístico en adelante que tuvo que exiliarse tras su llegada y se estableció en Italia. Esto ocurrió porque su esposa Egialea había sido seducida por Cometes, hijo de Esténelo, que había conspirado para matar a su esposo (cf. p. 628). Dado que Diomedes, en principio, no tenía hijos con Egialea, su familia no volvió a tomar parte en los asuntos de la Argólide. En cuanto a Cometes y Egialea, no se recoge nada de su vida posterior (algo que no resulta sorprendente puesto que la historia de su relación pudo haberse inventado para ofrecer una explicación al exilio de Diomedes). Según la versión de Pausanias sobre la historia local, Esténelo gobernó tras su vuelta como rey en el linaje prétida, mientras que Cianipo (hijo de Egialeo y nieto de Adraste, surgido de una invención posterior, cf. p. 438) heredó la posición que había sido ocupada por el rey biántida Adrasto y su sucesor Diomedes. A Esténelo lo sucedió su hijo Cilarabo (o Cilarabes o Cilasabo), que también heredó la parte biántida del reino. Cianipo murió sin heredero y, cuando el mismo Cilarabo murió sin descendencia, el reino pasó a Orestes, hijo de Agamenón, el rey pelópida de Micenas, por lo que toda la Argólide se unió así bajo mando pelópida.[237] La tumba de Cilarabo se podía ver, junto a la de su padre, Esténelo, en Cilarabes, una palestra en Argos que llevaba su nombre.[238

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