Nuestra segunda excursión histórico-colonial, resultó de una importancia para mí
inesperada.
Con razón don Nico se reía casi a mandíbula batiente, cuando con el mayor
interés le preguntaba en plena calle, a dónde íbamos a parar.
—No se impaciente —me respondía y otra vez su risa agradable y de las pocas
risas entusiastas que yo conozco, apagaba en torno nuestro el ruido monótono de la
sinfonía de las moscas que a millones volaban espantadas ante nuestra presencia por
la estrecha calleja—. ¡Ya verá usted, amigo mío!
Y en esa mañana lluviosa, visitamos la iglesia de Porta coeli, el Callejón de
Tabaqueros (pomposamente llamado Calle) y las casonas derruidas y malolientes que
rodean Balvanera, la iglesia del Campanario de Turquesa y Oro.
Y tuvimos la fortuna de hallamos con un anciano de la mitad del siglo pasado,
que fue, para mí especialmente, la fuente informativa de la vida de los últimos años
del célebre callejón abierto al público —como podrá verse a través de las líneas del
maestro Rangel— para evitar que los inocentes émulos de nuestro Padre Santo
Domingo, tuvieran siquiera vecindad con las pobres torcedoras del siglo XVII.
LO QUE ES HOY EL CALLEJÓN
Don Manuelito, el último tipo mexicano de la época de Prieto, pasa su existencia en
una estrecha accesoria, donde acumula cajas mortuorias. Se le tiene allí como un
patriarca y ha visto desfilar, desde hace cuarenta años, ante sus ojos, a la humanidad
doliente, la de la clase pobre, que busca ataúdes baratos para sus muertos. Es un
interesante personaje, que debería haber figurado ya —desde hace mucho tiempo—
entre los personajes de la novela mexicana. Y de haberlo descubierto, antes que
nosotros, los escritores costumbristas.
Don Manuelito es bajo de cuerpo, viste con sus pantaloneras bombachonas, pero
de corte de pantalón de charro; su chaqueta rabona, sobre el chaleco entallado que
luce la gruesa cadena de plata medio sucia y medio gastada por el tiempo. Una
corbata negro mate de medio dedo de ancho, se pierde bajo el «cash-nez» de seda
morada y bajo un enorme cuello duro como una piedra y reluciente como una
porcelana. Cubre su cabeza color ceniza, con un charro de anchas alas flexibles
cuando el aire las acaricia y de copa baja —un clásico tipo de charro de la época
maximiliana—. Fuma cigarrillos envueltos en hoja de maíz y de cuando en cuando se
cuelga de sus labios rugosos un puro recortado.
Él me habló mejor que cualquier libro, del Callejón sombrío. Fue testigo de la
desaparición de las cigarreras que ante sus canastas, sus canales y sus enormes
pedazos de tiza, liaban los cigarrillos baratos, los cigarrillos de los pobres,
confeccionados con los desechos que tiraban los ricos.
—Porque entonces, el tabaco estaba estancado y costaba muy caro —me decía a
cada instante, en los momentos de una reminiscencia de claridad meridiana.
Me habló también de los babucheros, que constituían la más imperiosa necesidad
de los ancianos que buscaban para sus pies la comodidad de un zapato suave y bonito
al mismo tiempo.
¡Cuántas abuelitas cariñosas mandaban comprar al Callejón sus pantuflas
hogareñas de gamuza color de canario, para lucirlas en las reuniones después de la
hora de ánimas!
Pero cuando don Manuelito me habló con mayor emoción, fue al referirse al
comercio de cajones para muertos. ¡Bellos tiempos los pasados, cuando pasaba la
dolorosa caravana ante los cuartuchos estrechos de los carpinteros especialistas en
ataúdes!
Y como hoy, había variedades y clases en el último abrigo de los humanos. Desde
el humilde «bandolón» hasta la caja «marmajeada», vanidosa y chillante.
Al oír aquellos nombres raros para mí, que pocas veces he andado entre
funerarios o muerteros, le pedí explicaciones.
Los bandolones —me dijo— eran cajas estrechas en las cuales muchas veces se
tenía que poner al muerto de «pierna cruzada»; no llevaban tapadera alta, ochavada;
eran planas.
Y yo sentí malestar considerando «lo incómodo» que había de «sentirse» un
cadáver dentro de un bandolón. Menos mal que iba a la tierra dentro de una caja de
música.
Las cajas «marmajeadas» ya eran otra cosa. Mejor madera y mejor pintura. Y de
trecho en trecho, exteriormente, les hacía figuras simbólicas con marmaja. Eran cajas
bien acabadas y que brillaban al contacto del sol.
Pero con estas y con aquellas cajas como no se acostumbraba aprisionar la cabeza
del cadáver con almohadillas muelles, como hoy, muchas veces al paso del cortejo
por las calles, se oía el continuo «tum, tum» que producía la cabeza al golpearse a
derecha e izquierda. ¡Como si fuera marcando el paso!
LA IGLESIA DE PORTA COELI
El callejón está casi en desamparo. Pleno de suciedad, vecino del «volador» y de las
calles zocodoverescas de Balvanera, está poblado de vendedores de cajas de muertos
para los pobres, de tabernas y de flamantes comedores al aire libre, en donde —hoy
como ayer— desfilan los «agachados» a comer: en la mañana, las «migas», curadoras
infalibles de la cruda barata; a medio día, los guisos picantes y que incitan, y por la
noche, lo «que quedó».
Portacoeli, interiormente, es una capillita de poca importancia artística. A la
entrada, hacia la izquierda, bajo un arco de los que soportan el coro, luce
dolorosamente su figura un Cristo negro, reverenciado undosamente por cuantos
pasan. A mí me recordó a la figura morena del Cristo de Esquipulas.[64]
Jacobo Dalevuelta
COLEGIO DE PORTA COELI Y CALLEJÓN DE TABAQUEROS
«Mi querido Jacobo Dalevuelta: Después de abandonar el incómodo forlón que nos
llevara a visitar las famosas Pirámides de San Juan Teotihuacán y de acepillar
pacientemente los modestos indumentos, tras un ligero reposo, visitaremos dos
históricos lugares situados en el corazón de la ciudad, para dar cuenta a los lectores
de este Gran Diario, de nuestras investigaciones realizadas, ya que el intento que
perseguimos es el de averiguar la vida y costumbres coloniales.
—¿Qué resta de lo que fuera antaño Colegio de Porta-Coeli, centro cultural de
primer orden y en cuyo plantel educativo estudiara Fray Servando Teresa de Mier
Noriega y Guerra, célebre personaje de nuestra historia? Los edificios actuales no
pueden despertar el menor recuerdo de que allí se albergara una copiosa colmena
literaria, pues el tiempo y las necesidades, que todo lo transforman, han convertido el
antiguo Estudio en establecimientos comerciales, desapareciendo la hermosa portada
de cantería, la cual se conservó hasta la clausura del Colegio, el año de 1860.
Debióse la fundación de tal plantel a la nieta de don Juan Alonso de Estrada,
último Gobernador que tuviera la Nueva España, antes de la llegada del primer virrey.
Llamábase esta ilustre matrona, doña Isabel de Luján, quien donó a la Provincia de
Santiago de México de religiosos dominicos, las casas de su morada, que eran de las
mejores de la Nueva España, no tanto por su fábrica, cuanto por estar en el centro de
la ciudad, cercanas a la Universidad, al Palacio de los Virreyes y a la Catedral. Mas
como estas casas no fueran lo suficientemente amplias para un Colegio que, andando
el tiempo, llegaría a albergar a un crecido número de estudiantes, la Provincia
adquirió por compra y donación las casas contiguas, hasta llegar a lindar con el
Convento de Recogidas de Jesús de la Penitencia. ¿Cuál era este Convento? Pues
nada menos que el que después se llamó de Balvanera, y cuyos patios y demás
dependencias se encuentran en la actualidad convertidos en casas de vecindad y de
comercio.
El Provincial de los Dominicos en México que obtuvo la licencia para la
fundación del Colegio de Porta-Coeli, fue natural de nuestro país y de nobles padres,
nacido en Chiapas. Desempeñó el cargo de Primer Prelado y Rector, Fray Cristóbal
de Ortega, y como Maestro de estudiantes, Fray Damián de Porrás. Para tener una
idea de la importancia de este plantel educativo, basta saber que, en 1605, el Padre
General de la Orden dominicana, aceptó y confirmó la fundación de este Colegio y le
hizo Universidad y Estudio general, con los privilegios y gracias de que gozaban por
autoridad pontificia las universidades de la Orden.
Y ahora, vengamos al Callejón. Se habrá fijado usted, mi querido Dalevuelta, que
en la Licencia para la fundación del tantas veces mencionado Colegio, se pone como
condición indispensable el que se abriera un callejón entre las casas del Colegio y el
Convento de las Recogidas, para obviar y atajar “la indecencia que podría presentar
en estar contiguos, pared en medio los dichos colegio y monasterio”. Y aquí tiene
usted el origen del Callejón de Tabaqueros, el que, probablemente, se llamó en el
siglo XVII, de las Recogidas, más tarde de Balvanera y por último, el que conserva
hasta nuestros días, pudiéndose llamar, con más propiedad, de Tabaqueras, toda vez
que eran mujeres las que trabajaban en él.
Si típicas fueron las torcedoras de cigarros elaborados con desperdicio de tabaco
y colillas de puro, con sendas bateas para el tabaco, las canales de papel de chupar, la
clásica bola de tiza para facilitar la envoltura del cigarrillo y la uña de hoja de lata
para cabecearlos, no lo son menos las expendedoras de babuchas amplias y cómodas
de mahón, de piel de tuza y suave gamuza, que, mano a mano con las torcedoras,
ocupaban ambas aceras del viejo callejón; amén de los puestos de antojitos
mexicanos que aún subsisten hasta nuestros días en sus bocacalles.
No olvidemos que en la hermosa y antigua casa de estilo mudéjar, marcada con el
número 10, vivió por luengos años la nieta del Padre de la Patria, doña Guadalupe
Hidalgo y Costilla. Usted, mi querido Dalevuelta, se encargará de ampliar las noticias
de este Callejón de Tabaqueros, regalando a los lectores con la sabrosa charla
descriptiva de los ataúdes “marmajeados”, azules y negros; de los restaurants al aire
libre, en los que, por la carencia de mesas y sillas, los comensales recibieron el
nombre de “agachados”, extensiva tal denominación a la calleja; las agencias
populares de inhumaciones y las rumbosas y concurridas pulquerías.
Sabe usted cuánto lo aprecia su amigo
Nicolás Rangel».[65]
LAS LICENCIAS A LOS DOMINICOS
Al margen.—Licencia a la orden de Santo Domingo desta ciudad para fundar un
colegio en ella.
Don Gaspar, etc. Por quanto fray Luis de Solórzano, Provincial que al presente es
de la orden de Santo Domingo desta Provincia de México, siendo vicario general de
la dicha orden y Prior del convento desta ciudad, me hizo relacion que doña Ysabel
de Luxan, viuda, muger que fue de Vernardino de Vocanegra difuntos, dexo por su
testamento y ultima dispusission a la dicha orden unas casas en esta ciudad en la
placa que llaman del bolador en que al pressente vive el licenciado Tomás de la
Placa, fiscal de su magestad, para que en ellas se hiziese un colegio de rreligiossos de
la dicha orden y que no consiguiéndose esto bolviesen las dichas cassas a sus
herederos con tiempo limitado, que para ello señalo y que rrespeto desto y yrse
passando el tiempo y por no perder lo que podría ser de mucha importancia a la
dicha orden, pretenden con licencia y beneplacito mio elegir el dicho colegio en las
dichas cassas con título de Santo Domingo de Portacoeli el qual solo tuviere nombre
de colegio y ser serrado sin admitir en missas entierros ni demandas, por dotarle
como le dotava en el dicho colegio y provincia de dos mil pessos de rrenta en cada un
año sin la colecta de la dicha provincia ni podría seguir ynconveniente ni daños sino
mucha hutilidad no solamente a la dicha orden y rreligiosos pero a toda esta
rrepública con consideracion que profesandose allí letras y teniendo como tenía la
provincia muchos rreligiossos en numero de mas de trescientos y treinta, y aviendo
quedado corta con la división que se hizo y no teniendo mas de dos cassas que
pudiessen sustentar estudios que era la del convento desta ciudad y la de el convento
de la de los angeles, tenia precisa necesidad del dicho colegio demas de que con su
fundacion se seguiría a las escuelas reales nueva autoridad con numero de oyentes.
Porque aviendo como ay pocos siempre yvan los dichos rreligiossos de la dicha orden
a cursar a la dicha huniversidad y se daría principio y motivo para que las demas
rreligiones embiasen los suyos al mismo efecto y que estando el dicho colegio tan
cerca de la dicha huniversidad por estar como estava todo en una placa tendrían los
estudiantes otra nueva y considerable comodidad para mayor perfeccion y augmento
de sus estudios porque saliendo de las escuelas se podrían yr al dicho colegio donde
se leerían con toda curiosidad y cuidado, y los dichos estudiantes podrían tener facil
rresolucion de sus dudas teniendo a mano los catedraticos para comferirlas los quales
siempre avia de la dicha orden, pidiandome que teniendo consideracion a lo
susodicho y a que la dicha orden era de las mas antiguas que avia en la yglesia y de
las primeras que pasaron a esta Nueva España y a que las demas ordenes y conventos
aun los mas modernos, tenian dos y tres y quatro cassas en el término que yncluia
esta ciudad, mandase dar el dicho permiso y licencia, y por mi visto atento a lo que
consta por informacion que de parte y por comision mia rrecivio el licenciado don
Pedro de Otalora, oydor de esta Real Audiencia y otra que de oficio mande rrecivir en
la governacion sobre las hutilidades o ynconvenientes que de esto se seguían, y que
aviendo mandado dar vista al fiscal de su Magestad, para que si tenia que dezir y
alegar contra ello lo hiziese no lo a contradicho antes lo a tenido por bien con algunas
calidades que de suyo con otras yras declaradas y visto asimismo el parecer que sobre
esto dio el dotor garcia de carvajal abogado desta rreal audiencia a quien la remiti
para que viese la justificacion de los autos fechos cerca desto y dotacion, fecha por el
dicho convento y provincia de los dichos dos mil pessos de rrenta para el dicho
colegio y teniendo consideracion asimismo a que aviendose concedido por mi
licencia al convento del carmen destos años pasados por la ereccion y fundacion de
otro semejante colegio en esta ciudad, su magestad la aprovo y se sirvio de
confirmarla por una su rreal executoria, librada en el Pardo a ocho de noviembre del
año pasado de seiscientos para la qual se presupone no averse contravenido en ella
una su rreal Cedula, fecha en madrid a diez y nueve de marco de mil y quinientos y
noventa y tres, que prohive la fundacion de conventos sin su licencia por no
comprehenderse en ella semejantes colegios, se a cordado dar como por la pressente
en nombre de su magestad, doy el dicho permiso y licencia al dicho Provincial y
rreligiosos de la dicha orden y convento de Santo Domingo desta ciudad para que
puedan eregir o fundar el dicho colegio en las dichas cassas de la dicha doña Ysabel
de luxan un colegio cerrado que perpetuamente lo sea sin yglesia publica ni
campanario, donde no pueden entrar mugeres ni celebrarse solemnemente officios
divinos, eceto el dia de la advocacion del dicho colegio y el de el entierro de su
patron y descendientes y con que no puedan abrir la puerta de porteria o carretas ni
otra alguna de las que le quedan permitidas a la placa de las dichas escuelas y cassas
rreales, sino a la calle y a ella ni a otra parte la puedan abrir de yglesia porque no la
han de tener ni de la capilla, rrespeto de que ha de ser serrada, y con que antes de
passarse al dicho colegio abran calle entre las dichas casas y el monesterio de las
rrecogidas y desde luego que entraran a fundar se ayan de poner y pongan colegiales
que no vajen de seis ni excedan de ocho mientras no hubiere mas dotacion, sino fuere
satisfaziendo primero al govierno de que se pueden sustentar con declaracion que no
entren en este numero el rretor, letores y sirvientes forcossos y con que no puedan
comprar haziendas ni procurar heredamientos y herencias de legos ni adquirillos
mientras no tuvieren licencia de su magestad y con que como han prometido y
acetado el fiscal, acudan a oyr y cursar a las dichas escuelas rreales en alguna o
algunas licencias los colegiales del dicho colegio en el qual se les ha de leer artes y
teología, y no a otras algunas perssonas y sustentarse de las dichas rrentas sin que se
pida limosna hostiatin ni en otra manera y con expresa condicion de que esta licencia
se entienda ser ninguna para el efecto de la fundacion del dicho colegio, sino fuere
precediendo beneplacito del ordinario aunque tengan yndultos para poder fundar sin
el porque por la conservacion de la paz publica es asi la yntencion de su magestad y
mia, y cumpliendolo asi mando que en lo susodicho no les sea puesto embargo ni
ympedimento alguno, fecha en México a diez y seis dias del mes de agosto de mil y
seiscientos y tres años. El Conde de Monterrey. Por mandato del Virrey, Pedro de
Campos.
Al margen.—En la Ciudad de México, a diez y ocho dias del mes de agosto de mil y
seiscientos y tres años, don Gaspar, etc., dixo que atento a lo que de nuevo Su Señoría
ha sido ymformado en rrazon de la licencia de la oja de en contra que dio al
Provincial y rreligiossos de la orden de Santo Domingo desta ciudad para fundar en
ella un colegio, mandava y mando se entienda la dicha licencia sin la clausula que
dispone que no se pueda comprar haziendas ni procurar heredamientos y herencias
que sean bienes de legos ni adquirillas mientras no tuvieren facultad para ello, la qual
si necessario es Su Señoría derogar, y atento a que asimismo ha sido ynformado que
entre las cassas donde se ha de fundar el dicho colegio y monesterio de las rrecogidas
ay por la parte mas cercana otras dos cassas que ocupan mucho sitio y que por esta
causa no pueden ni deven abrir la calle que en la dicha licencia se ordena declarava y
declaro su Señoría no tener obligacion de abrirla con que puedan comprar las dichas
cassas que están de por medio sino fuere con licencia de su Magestad o de quien se la
queda o deva dar y en tal casso abriendo la dicha calle y no de otra manera para que
con esto se ovie y ataje la yndescencia que podría rrepresentar el estar contiguos
pared en medio los dichos colegio y monasterio, y también manda Su Señoría
rreformar y a por rreformada la clausula de prohivicion de la dicha licencia que
dispone que no puedan admitir a las leciones de sus leturas en el, estudiantes seglares
porque esto se les permite y queda permitido por este auto, y se declara que la
prohivicion que se les ponia en la licencia para adquirir y procurar bienes y herencias
de legos se entienda prohivirse y quedar prohivido por este auto que bienes ningunos
que oy como profanos se poseyeren por personas legas se puedan enagenar en favor
del dicho colegio por ninguna via, forma y manera, ni pasar a su favor el dicho
colegio contra lo dispuesto por las leyes y ordenancas de los reinos y cedulas rreales
dirigidas a esta nueva España y despachadas para ella ni los tales legos poseedores
puedan hazer contrato ni dispusicion para esto, sin que sea contrario a las dichas
leyes, ordenancas y cedulas so las penas dellas, y asi lo mando poner por auto y lo
firmo el Conde de Monterrey. Ante my Alonso Pardo, escrivano real.
[63] De la serie que con el título La Vida Colonial en México, publicaron en El
Universal mis amigos (Nicolás) Rangel y Jacobo Dalevuelta reproduzco el presente
por referirse al libro. <<
[64] El año de 1935 fue clausurada esta iglesia. <<
[65] D. Nicolás Rangel murió el día 7 de junio de 1935 en la ciudad de Cuernavaca.
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