jueves, 7 de marzo de 2019

Hace mucho tiempo llegó a Chontales un noble caballero
de Francia, llamado don Felix Francisco Valois,
quien quedó encantado de los paisajes que rodeaban la
hacienda Hato Grande situada a cuatro leguas de Juigalpa.
Le gustó tanto la zona, que compró la hacienda.
En ese tiempo también vivía en Juigalpa una joven
muy linda llamada Chepita Vital. Un día don Francisco
conoce a la Chepita y desde el primer día quedaron impresionados
y muy enamorados, fue un amor a primera
vista. A los pocos meses se casaron y luego tienen una
hija, la cual la bautizaron con el nombre de Juana María.
Don Francisco, tiempo después, sintiéndose muy enfermo
se dirige a Guatemala en busca de una sanación.
Pero antes de partir recomienda a su administrador hacerse
cargo de la hacienda y su familia.
Pasó el tiempo y don Francisco no volvía, todos los pobladores
de la comarca comenzaron a preguntar a los viajeros
sobre el devenir del francés. Hasta que alguien trajo
la información de que este había muerto en Guatemala.
Doña Chepita se enfermó de pena moral y muere a los
pocos años dejando su testamento enterrado en un lugar
que nadie conocía.
Juana María, fue creciendo y creciendo, era toda una
mujer linda y joven. Ella ignoraba que todos los bienes
de su padre, eran ambicionados por Fermín Ferrari, el
administrador de la hacienda.
Ferrari era ahora un hombre malo y ambicioso lleno
de temores de perder toda la hacienda debido a la existencia
de Juana María. La forma en que él pensaba deshacerse
de la muchachita era volverla loca, asustándola para
que se marchara del lugar.
Fermín empezó con los cuentos de espantos en la hacienda,
le contaba historias horribles a Juana y con el
tiempo ya la había enloquecido.
La muchacha se arrastraba, cantaba, bailaba y decía
entre sus locuras: «Viva la Condesa de Valois.» Luego
después de varios meses de locura fallece ante el estupor
de todos los comarqueños que afirmaban que Fermín era
el responsable de su muerte.
El bandidaso de Fermín empezó a vender todas las
propiedades de la hacienda y con el dinero colectado
abandona el país. Pero vecinos traen la historia al pueblo
de que Fermín había sido asaltado y muerto por unos
bandoleros que había tropezado en el camino.
Algunos vecinos que estimaban a la familia de Juana
María le llevaban flores a su tumba. La sepultura quedaba
en el cerro del Hato Grande, al borde de una laguna y las
personas que la visitaban aprovechaban la oportunidad
para darse un chapuzón.
Un día muy tempranito, unos vecinos casi se mueren
del susto al ver en la laguna un tremendo lagarto dorado,
le brillaban los ojos con el sol resplandeciente de aquella
fresca mañana. Corrieron al pueblo a contar la historia de
lo que habían visto y algunos se dispusieron a capturar al
lagarto, pero les fue imposible.
Un campisto que creía mucho en la Virgen, subió al
cerro un día de tantos y le ofreció a la Virgen de la Asunción
una corona de oro y un altar de la cola del lagarto si
le ayudaba a cazarlo.
Tiró un mecate a la laguna y lazo al animal de la cabeza,
pero cuando lo tenía en sus manos dijo: «Que se friege
la Virgen». Apenas dijo esto el lagarto se le escapó y se sumergió
en el fondo de la laguna. Desde entonces todos los
chontaleños buscan el lagarto de oro para hacerse ricos,
pero este no volvió a salir jamás y dicen los campistas que
es el alma de Juana María cuidado sus bienes.

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