Los Cabiros eran bastante importantes, a pesar de que el mundo griego no tenía muchas noticias de ellos durante la época del esplendor ateniense. Se les adoró en primer lugar en el área egea septentrional, especialmente en Lemnos, pero también había importantes cultos en Beocia, en Tebas y en Antepón, en la costa oriental. Su nombre no tiene ni un origen ni un significado claros, aunque durante mucho tiempo se ha venido afirmando que puede ser una derivación de una palabra semítica, qabir, que significa «poderoso», lo que encaja a la perfección con sus epítetos en griego: theoi megaloi o dynatai: «los grandes» o «poderosos dioses». No obstante no hay restos semíticos en sus rituales ni en la historia de su culto. Sea como sea, presiden un culto mistérico antiguo de cuyas prácticas sabemos muy poco. A menudo se les identificó con otro grupo de dioses que presiden un culto mistérico en el norte del mar Egeo, los dioses de Samotracia, que, en conexión con su culto, carecen de nombre propio. Se suponía que estos dioses protegían a sus iniciados de toda clase de peligros, especialmente de aquellos que provienen del mar. Eran bastante efectivos en este cometido, a juzgar por las numerosas ofrendas votivas que dejaban en Samotracia los navegantes que habían escapado de naufragios, aunque Diógenes puntualizaba que serían muchas más las ofrendas si las hubieran dejado también los que no se salvaron.[82] En el mito, los Argonautas recibieron iniciación en Samotracia antes de partir en dirección a mares ignotos (cf. p. 502); en tiempos históricos los misterios de Samotracia se volvieron muy populares durante la época helenística y romana, llegando a convertirse en secundarios únicamente en relación con los de Eleusis. No hay noticia de que los misterios de Samotracia y los de los Cabiros proporcionaran a sus iniciados expectativas favorables en el más allá, como hacían los de Eleusis.
No resulta sorprendente que la mitología de seres como los Cabiros sea inconsistente. Hay tres Cabiros en los testimonios más antiguos. Según Ferécides eran hijos de Hefesto y Cabiro, una hija de Proteo (el Viejo del mar) y tenían tres hermanas, mientras que Acusilao prefiere creer que eran los hijos de un cierto Camilo, que era hijo de Hefesto y Cabiro.[83] Es comprensible que estuvieran vinculados con Hefesto, dada su relación especial con la isla de Lemnos (cf. p. 226), que era el epicentro de su culto. En sus leyendas cultuales de Tebas aparentemente eran sólo dos, una más joven y otro más viejo.[84] En otros casos son cuatro, tres hombres y una mujer, llamados respectivamente Axíero, Axiocerso, Cadmilo y Axiocersa.[85]
Otros extraños grupos de daimones asociados con las islas griegas eran los Dáctilos (Dedos) y los Telquines, que eran representados como herreros y hechiceros. Aunque resulta compleja la mención de su conexión con los Dáctilos del Ida, inconsistente y fragmentaria, parece que generalmente se estaba de acuerdo en que eran herreros-magos relacionados de algún modo con Rea. Cuando la diosa estaba dando a luz a Zeus en el monte Ida en Creta, se agarró a la tierra con las manos y de la montaña surgieron al momento los Dáctilos, uno por cada uno de sus dedos;[86] o, cuando dio a luz a Zeus en la cueva dictea de Creta, una ninfa que la ayudaba, Anquíale, esparció un poco de tierra detrás de ella y los Dáctilos surgieron de allí.[87] Dado que Rea acabó siendo identificada con Cibeles, se emplazó el nacimiento de los Dáctilos en la tierra natal de Cibeles, en Asia Menor, en el monte Ida de la Tróade. Aunque lo lógico sería que fueran diez, como se cuenta en la historia anterior, su número varía hasta lo excéntrico. En algunos casos son cinco o seis dáctilos varones que ejercen de herreros, solos o con la ayuda de cinco hermanas;[88] en otros casos son 100, o 26, incluso en la versión que aporta Ferécides eran 32 dáctilos zurdos y 22 diestros dedicados a tareas mágicas.[89] Según un fragmento de un poema épico muy antiguo llamado Foronida, eran tres: Acmón (Yunque), Damnameneo (Martillo) y Quelmis (¿Fundidor?), y fueron los primeros en descubrir el arte de la herrería.[90] También se decía que este arte se lo había enseñado Rea.[91] Ovidio menciona de pasada que Quelmis fue antaño amigo del niño Zeus, pero que luego fue convertido en adamantio (un metal mítico); otra fuente indica que sufrió este destino porque se comportó con insolencia con la madre Rea.[92] Algunos señalan que el Heracles que fundó los juegos de Olimpia no era el célebre héroe, sino un enano dáctilo que tenía el mismo nombre.[93] Estos restos son suficientes para hacer sufrir un calvario a cualquier investigador, así como para dar una idea de lo que había de folclore en la literatura griega que se ha perdido.
Generalmente se pensaba que los Telquines eran los habitantes originarios de Rodas, aunque también estaban asociados con otros lugares como Chipre, Ceos y Sición. De acuerdo con Diodoro, vivieron en Rodas hasta que el gran diluvio de la época de Deucalión hizo que se dispersaran. En la época bizantina, el léxico de Sudas no aclara a dónde tenían su ojo malévolo estos pérfidos daimones u hombres malvados.[94] La interpretación anterior es, claro está, la correcta. Algunos los han comparado con los gnomos y kobolds del folclore del norte de Europa. Eran hábiles en diversas artes, especialmente en las relacionadas con el trabajo del metal, que, de acuerdo con varias noticias, fue invención suya; incluso se decía de ellos que fueron los que dieron forma a las primeras estatuas de los dioses.[95] Algunos rastrean su actividad hasta las épocas más arcaicas, diciendo que fueron ellos quienes forjaron el tridente de Poseidón (una tarea que también se atribuye a los Cíclopes, cf. p. 112) o incluso la hoz de Crono.[96] Eran magos tan hábiles que podían cambiar su forma y alterar el clima a su antojo.[97] Eran, asimismo, proverbiales por su maldad y se decía de ellos que habían rociado agua de la Estigia (cf. pp. 161-162) sobre Rodas para volverla baldía.[98] A menudo se contaba que Zeus, o algún otro dios, les había dado muerte por su maldad y arrogancia.[99] De acuerdo con una tradición rodia, Rea confió al niño Poseidón a los Telquines y a la oceánide Cafira para que lo criaran en Rodas.[100
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