Cierto día encontró el zorro a su tío tigre comiendo una presa y le pidió le hiciera parte de ella, pues llevaba el estómago vacío, pero el tigre se negó. El vengativo sobrino esperó a que su tío duerma y entonces le amarró a la cola una vejiga llena de avispas, que al volar dentro de ella hacían un fuerte zumbido. El zorro, con un grito de alarma, le dijo:
Tío, huya que viene persiguiéndolo una guardia armada.
El tigre se dio a una carrera desesperada, llevando siempre detrás el ruido que producían los que creía sus perseguidores. Cuando se dio cuenta de la broma, juró tomar desquite.
Entonces se tendió en medio de la cueva y simuló estar muerto, mientras su mujer invitaba para el velorio al quirquincho, a la charata, al cuervo, a la comadreja y otros conocidos. También buscó al zorro y le dijo:
Sobrino Juan, tu tío ha muerto y te nombró tutor de tus primos; es necesario que vayas a nuestra casa a cumplir tu misión.
El astuto Juan llegó hasta la puerta y vio a su tío velándose, pero desconfiado siempre, dijo:
• Yo voy a creer que está muerto sólo que mi tío mueva la cola.
El tigre, para convencerlo, sacudió fuertemente la cola. Entonces el zorro, dando media vuelta, dijo:
Muerto que mueve la cola es porque no está muerto.
Y echando patas al aire, exclamó mientras corría: ¡Patitas, para cuándo si no son para agora!
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